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Tras dos días con la presencia de la lluvia, llegando ayer a provocar varios retrasos, el sábado amaneció por fin con un cielo raso y despejado, en uno de los días más intensos y vistosos de estas Fiestas de Moros y Cristianos. El plato fuerte lo tuvimos con la Entrada Cristiana, que llenó de luz y color las calles del casco antiguo de la localidad, ante la mirada de cientos de vecinos y visitantes.
Así, y con la puntualidad que ha dado fama al municipio, partían a las diez y media desde la calle Leopoldo Pardines, abriendo el desfile, el bando cristiano encabezado por los Estudiantes, comparsa que ostenta la media fiesta y que tenía en su ‘jarana’ una de las principales novedades de las Fiestas este año. Precisamente, no podía ser de otra manera, la Jarana estudiantil, la primera agrupación musical cristiana, que viene a replicar las populares collas de moros, encabezaba el boato estudiantil. A pesar de haber debutado una semana antes en el Desfile Infantil y no contar ya con el factor sorpresa, la jarana estudiantil encandiló a los presentes por lo numeroso del grupo (70 miembros) y su original sonido, ya que cuenta entre sus filas con varios violines que marchan y mezclan con el resto de los tradicionales instrumentos festeros. Es una novedad refrescante en la música festera, y un gran mérito para los componentes de la agrupación, que en menos de un año han sido capaces de ensamblar el meritorio espectáculo que brindaron. Sólo ellos conocen la voluntad y el esfuerzo que han invertido (muchos no tenían una experiencia previa en la música), algo que fue un motivo más para los fuertes aplausos con que los espectadores supieron premiarles.
Tras la música de la Jarana, el boato cristiano continuó con una pequeña escenificación, muy simpática, en el que varios festeros bailan al trote de los coloridos caballos de cartón que “montan”. Acto seguido, la cantera de la comparsa de Estudiantes, la más numerosa de Petrer, irrumpió en escena portando dos gigantescas banderas multicolores. Los pequeños estudiantes irradiaron encanto y diversión, haciendo danzar la larga tela, y encarnaron el futuro de una fiesta en la que no faltará, a juzgar por lo visto, el color y la complicidad con el público. Cerrando el boato, llegó la belleza y la estética de las jóvenes estudiantes, que portando largas capas negras y una pequeña guitarra en manos, sorprendieron con una coreografía de baile muy trabajada y bien resuelta. El público, ya entregado, también hizo llegar su afecto a la carroza de benjamines, que precedió a la triunfal entrada de los cargos cristianos. El Capitán de los Estudiantes, Andrés Vicedo, y la Abanderada, Mari Carmen Rico, irrumpieron a lomos de sus corceles, repartiendo sonrisas y saludos, y perfectamente escoltados por el Embajador Cristiano, Francisco Cabrera, y por la rodela María Rico, que trasmitió, con la gracia y naturalidad que sólo posee un niño, lo bien que se lo estaba pasando.
Todo lo narrado sólo fue el comienzo de un desfile que se prolongó hasta pasadas las dos y media de la tarde, y por el que marcharon el bando cristiano (en este orden: Estudiantes, Labradores, Vizcaínos, Marinos y Tercio de Flandes) y el bando moro (Berberiscos, Moros Fronterizos, Moros Nuevos, Moros Beduinos y Moros Viejos). El público disfrutó con la exhibición de espectaculares trajes, vibró con los cabos de las escuadras y se sumergió, con los propios festeros, en la magia del desfile.
Guerrilla Cristiana y Procesión
Por la tarde, apenas tres horas después de que los Moros Viejos completaran el recorrido de la Entrada Cristiana, ya retumbaba la calle Constitució, envuelta en humo y pólvora. Vivíamos entonces la Guerrilla Cristiana, en la que el bando de la Cruz va ganando terreno al moro en este combate con trabuco y cañón. El epílogo fue la Embajada Cristiana, que concluye con el asalto a la fortaleza mora. Como ayer, aunque con los papeles invertidos, los embajadores demostraron el gran nivel que tienen con un texto que interpretan desde hace varios años.
La Procesión, finalmente, cerraba con su ceremonioso paso y su recogimiento un sábado cargado de emociones. Respetando el orden de la Entrada matutina, las comparsas emprendieron litúrgicamente este desfile, acompañado por los tradicionales farolillos, que potencian el ambiente eclesiástico del momento. La talla de San Bonifacio fue objeto de culto durante todo el recorrido y, cerca de la media noche, regresó al templo parroquial al son de la Marcha Real.
Con vosotos , vemos la fiesta con una inmediatez, digna de los mejores despliegues informativos. Una pregunta ¿cuantos sois «currando» en Petreraldia en estos dias de fiesta?
Buen trabajo colegas