Con la aprobación por parte del pleno, con los votos del “tripartit” de la moción presentada por Sí-Podem sobre la declaración de Petrer como «ciudad libre y opuesta al TTIP», se atisban destellos de esperanza. La resistencia de los pueblos y la ciudadanía, se articula, se consolida.
El TTIP en sus raíces esta basado en el paradigma del desarrollo obsoleto y decadente, que tiene como único objetivo el negocio. Alegan sus defensores que es una oportunidad para el crecimiento. Pero el crecimiento, sólo de una pequeña parte de la población, no es la solución sino el propio problema. En primer lugar porque partimos de una cruda realidad; el planeta es finito, no se puede apostar por un modelo “desarrollista” porque no hay más energía fósil barata, ni bioesfera suficiente para tanta depredación de recursos naturales. En segundo lugar el TTIP, al contrario de lo que piensan los que lo defienden como una oportunidad para el crecimiento comercial y el desarrollo, no beneficiará ni a las pequeñas, ni a las medianas empresas y menos aún a los autónomos, sólo a las grandes corporaciones. Este tratado potencia el canibalismo comercial, es decir el grande fagocita al pequeño. En tercer lugar el TTIP será pan para hoy, para muy pocos, y sin duda para las mayorías mucha hambre para mañana. Y el ejemplo lo tenemos aquí mismo, en el Estado español. Es posible crecer sin crear empleo y menos de calidad. El paro vuelve a subir, mientras que se registran insultantes beneficios en las grandes corporaciones y la banca. La población sigue sufriendo las consecuencia de una crisis que provocaron esos a los que ahora se le quiere regalar una “patente de corso”.
De aprobarse, se habrá firmado la mercantilización más absoluta de nuestras vidas. Todo para las grandes empresas, nada para la ciudadanía. Menos democracia, menos soberanía, menos libertad. Y estos déficits nos afectarán, antes de lo que pensamos a nivel municipal. A las limitaciones para el gobernanza local que impone la ley de racionalización y estabilidad presupuestaria, restringiendo la autonomía local, suprimiendo las competencias o privatizando servicios públicos, se sumarán las medidas para la protección de inversores incluidas en el TTIP y que en la práctica significará la limitación de la coorporación municipal para adoptar políticas de salud, de medio ambiente o protección social y laboral por temor a las sanciones económicas.
Necesitamos acuerdos comerciales, sí por supuesto, pero que potencien los circuitos cortos, la economía circular, no la lineal que lanza los residuos que genera a un planeta saturado. Hay que generar estrategias de colaboración, efectivamente pero de cooperación entre la pequeña y la mediana empresa, los emprendedores y las cooperativas y las agrupaciones de trabajadores, no mecanismos tiránicos de supremacía de las grandes empresas. Para finalizar necesitamos que estos acuerdos se realicen bajo el control democrático de la ciudadanía por mediación de sus representantes, no con el secretismo y la opacidad que está caracterizando este tratado y otros que se están realizando, y menos aún fijando en ellos mecanismo de arbitraje donde se equipara a un estado con una corporación transnacional. Dando a esta última capacidad de imposición de sus intereses a costa de los derechos de todas y de todos.
En definitiva el TTIP es un reliquia de otra época, concebido con un dogma decadente, que atenta contra el planeta, deja herida de muerte a la democracia y recorta derechos esenciales. Es el momento de poner sobre la mesa un paradigma económico alternativo, socialmente justo y ecológicamente sostenible.
Sergi Cremades Fernández – Concejal portavoz del grupo municipal Sí-Podem