Nostalgia
Cuando Guillermo llegó a Suiza, «no había centro español, se organizó estando nosotros. Llegaba el viernes y, al terminar de trabajar, teníamos un sitio para reunirnos en vez de ir a un bar. La nostalgia se acentuaba allí cuando oíamos canciones de Juanito Valderrama como El emigrante, El inclusero y otras parecidas». También había otras diversiones, como los bailes con pick up y los campeonatos de cartas y dominó. Además, el Centro Español de Porrentruy fue testigo de otros acontecimientos sociales y deportivos: «Creamos un equipo de fútbol en el que casi todos éramos de Elda. Las botas y todo lo demás nos lo dieron en la Embajada. En la Minerva, jugué cuatro o cinco años con el equipo de la empresa, en el que la mayoría eran suizos. Al equipo del Centro Español nos tenían mucha rabia porque éramos muy buenos. También había otro equipo italiano con el que no se metían tanto como con nosotros. El campeonato empezaba en abril o mayo, duraba hasta julio y se jugaba casi todos los días. La mayoría de jugadores suizos no eran profesionales, aunque jugaban en equipos de Primera División y también con los de sus empresas».
También se celebraban convites y bautizos en el Centro Español, «como el del hijo de Juan Llopis. Nosotros representábamos a los verdaderos padrinos, que estaban en Elda. Cuando me vine, querían poner una escuela española, aunque no sé si llegarían a ponerla. Lo que sí nos daba la embajada española era libros y hubo clases de apoyo para que los chiquillos no se olvidaran del español. Lo de la escuela no llegué a verlo». Según Guillermo, al principio, los suizos frecuentaban mucho el Centro Español porque «se empezó a vender jamón, coñac, queso y otras cosas que ellos no tenían. Pero era un pueblo pequeño y los bares se quejaron de que estaban perdiendo clientes. La policía nos dijo que allí no podían entrar extranjeros, pero aún así todavía entraba algún suizo».
Regreso
En cuanto a la integración, «los suizos te trataban mal si veían que no hacías lo mismo que ellos. No les gustaba que ahorráramos. Yo no tuve ningún problema, tenía amistad con todos en la fábrica porque hacía una vida normal y, como al principio estaba soltero, vivía bastante bien».
Llegó el momento del regreso y, parafraseando el tango, trece años no es nada, sobre todo cuando los ahorros se habían empleado para pagar el piso. «Cuando me vine, yo dije: me tapo los ojos y que sea lo que Dios quiera, aunque en la fábrica me dijeron: tú volverás. Esto fue en julio de 1976 y hasta septiembre no me dieron la baja por si volvía. Pero me salió bien la cosa aquí, encontré un trabajico… y mira, aquí me quedé. Muchas veces he pensado en volver a Suiza, a veces estaba durmiendo y soñaba que estaba allí. Eso lo he soñado muchas veces. Mi mujer todavía se acuerda de Suiza, aunque, si volviéramos, lo más probable es que no conociéramos a nadie de allí».
Ésta es, a grandes rasgos, parte de la aventura suiza que protagonizó Guillermo, pero hay muchos más protagonistas y muchas más historias.
Me parece estupendo este reportaje mirando hacia atras,cuando muchos igual que ahora tenian que luchar para poder dar de comer a sus hijos…. por muchas decadas que pasen siempre se repite la historia…. el pobre nacio para ser pobre…. ya se encargan los gobiernos de que asi sea… sino …. quien trabajaria? Bonito reportaje muchas gracias