José Montesinos Payá, cereras del «Jerte petrerense»
José Montesinos Payá convirtió unas tierras de secano plantadas de olivos y almendros y otras casi yermas en un auténtico vergel de cerezos. Pocos creían en él cuando decidió hace algo más de veinticinco años reconvertir la finca de la Casa dels Pins, situada entre el Esquinal y la Casa Castalla, en un auténtico «Jerte petrerense». Josele, como popularmente se le conoce, es hijo Pascual y María, los «caseros de toda la vida» de la finca de la Casa Castalla y el Coto el Manco, propiedad de una pudiente familia alicantina. Uno de sus miembros (Lasaleta) llegó a ser alcalde de la capital de la provincia. Por lo tanto, siempre ha sido una persona vinculada al campo y a la agricultura.
Convenció al propietario de la finca para hacer una prueba en un par de bancales. Los plantó de cerezos y el resultado fue inmejorable. Josele sabía lo que se hacía: las tierras estaban situadas, poco más o menos, a la misma altitud (entre 800 y 900 metros sobre el nivel del mar) que las de Catí y esta partida rural cobro fama durante décadas por sus sabrosas cerezas. Además, el resto de las circunstancias también eran muy favorables: el nivel de humedad es alto y está resguardado de los temibles vientos del norte por los montes del Chocolate, Alt de Peret y Fermoses.
Con el éxito casi asegurado siguió plantando hasta tener en producción más de seis mil cerezos asentados sobre una superficie de bancales de doscientos mil metros cuadrados. A finales de marzo y primeros de abril, en plena floración, es un gozo visitar la zona y a finales de mayo y bien entrado el mes de junio los caminos que llevan al lugar son testigos de un continuo trasiego de vehículos en busca del preciado fruto.
Desgraciadamente unas importantes dolencias han apartado a Josele Montesinos de su intensa actividad agrícola, aunque se resiste a abandonarla totalmente. Se sube a su tractor y labra las tierras y en tiempos de recolección, es tal su destreza que sin bajarse del vehículo llena recipientes del sabroso fruto. Eso sí, cuenta con la inestimable colaboración de su mujer, su hija y su yerno.
Antonio Beltrán Martínez, especialista en poda de olivos
Su oficio siempre fue el de cortador en la mítica y desaparecida fábrica de Calzados Luvi. Después tuvo que buscarse otras ocupaciones y otro oficio, aunque toda la vida le gustaron las labores del campo. En el año 2000 le contrataron para el mantenimiento y cuidado de una urbanización de la playa de Sant Joan y allí comenzó a cambiar su actividad laboral. Conoció a unas personas de la Estación Experimental de Elche y empezó a interesarse por diversos cursos relacionados con los trabajos agrícolas, especialmente el de la poda. Hizo cursos teóricos y prácticos y descubrió el mundo del olivo. Es especialista en la poda y el desarrollo de este árbol oleaginoso tan común por estas tierras y la mayor parte del sur peninsular. Sabe qué ramas hay que cortar, a qué altura hacerlo y cuáles deben ser los vástagos más adecuados para que la producción de aceitunas sea estable durante todos los años. Estos trabajos no se centran solamente aquí en Petrer ni en los pueblos cercanos, se encarga de las labores de poda en fincas ubicadas en Orihuela, La Murada, Fontanars, Alicante, San Vicente del Raspeig, Agost o Caudete, por poner solamente unos ejemplos.
¿Qué hace Antonio cuando finaliza la época de poda en el invierno? Lo complementa con otros trabajos relacionados con la vida en el campo. Injerta, desbroza y labra pequeñas parcelas de casas de campo y chalets. También previene contra las plagas, tan comunes ahora por culpa de tantos productos químicos a los que árboles y plantas se someten desde hace años.
Antonio Beltrán, además, se ha especializado en la lucha contra el picudo rojo de las palmeras, y lo hace con éxito. Al primer golpe de vista sabe si la palmera en cuestión está afectada y, si se llega a tiempo, conoce los remedios para sanarla. Lo ha hecho ya con muchas de ellas, algunas de porte impresionante. También cuida de quinientos cerezos en el término municipal de Pinoso, desde la poda y el abonado hasta la comercialización de sus frutos.
La Reserva, cultivos ecológicos
Llevan ya tres años «enfrascados» en vivir del campo y, además, con productos y cultivos ecológicos. Desde el pasado año pusieron en marcha la primera tienda de frutas y hortalizas cultivadas desde parámetros estrictamente naturales. Es decir, sin pesticidas ni insecticidas químicos. Son cultivos totalmente ecológicos que saben a lo que son. Se cosechan en su punto y maduran en la planta.
La Reserva, Servicios Patrimonio Natural y Cultural Sociedad Cooperativa está integrada por Vicente Deltell, Tomás Palau y Antonio García Villaplana, que fueron sus fundadores. Desde el pasado mes de diciembre se les unió Quique Verdú Giménez. Se dedican a cultivar la finca de Alfredo el Conill situada en L’Almafrá, muy cerca del barrio de San José y más concretamente casi al final del Camí del Cirerer. Allí laboran 13.000 m2 de fértiles tierras que solamente son abonadas por estiércoles naturales principalmente de cabras, ovejas y caballerías. Disponen de pozo propio de agua de calidad y allí también tienen la tienda en la que venden lo que cultivan y otros productos que compran con el correspondiente certificado ecológico.
Cada vez más son autosuficientes a la hora de abastecerse y cada vez más los productos propios desplazan a los que adquieren. Huyen de los intermediarios y potencian la producción propia. Más de un kilómetro de surcos albergaron las patatas de verano, doscientas matas de melones se desarrollaron ayudados por la canícula. Centenares de plantas de pimiento, cebollas, lechugas, berenjenas, tomates y todo tipo de hortalizas de verano han crecido y han sido consumidas por los vecinos gracias a esta experiencia que lleva camino de afianzarse. Ahora esperan los cultivos de otoño e invierno hasta que llegue la próxima primavera y los bancales vuelvan a rebosar de cultivos. Eso sí, siempre por el método de rotaciones e «intercalados» en el que siempre se tiene en cuenta qué tipo de verdura u hortaliza es el adecuado a los anteriores. De momento los tienen todos centralizados en L’Almafrá, aunque de reserva tienen dos extensas parcelas. Una en el término municipal de Sax y la otra en la finca de la Casa de la Señora en Puça.
Con la incorporación de Quique llegó la elaboración del pan. Un pan sin levadura elaborado de manera artesanal con masa madre a base de espelta, trigo y centeno. Quique Verdú estuvo viviendo en la Sierra de Cazorla durante diez años y de allí se trajo el horno en el que se cuece este alimento básico que tanta aceptación está teniendo. La misma que tuvo el aceite elaborado en frío que tiene la ventaja de no perder ninguna de sus propiedades. Trescientos litros que «se los quitaron de las manos».
Proyectos de futuro hay muchos, e ilusiones, también. Ir ampliando poco a poco los cultivos, criar gallinas ponedoras -un máximo de cincuenta-, que al mismo tiempo abonarán la tierra, crear sus propios semilleros ecológicos para no depender de otros situados en la provincia de Valencia, que es de donde se suministran actualmente, elaboración de quesos y también de vinos.
Manos a la tierra y «compartir saberes»
Son cuatro jóvenes: Sonia Rosa Escribano, Lorena Menárguez Pérez, Francisco Espí López y Mateo Lajara. El embrión de este proyecto comenzó hace casi tres años con algunas experiencias de las que siempre sacaron lo más positivo. Finalmente el pasado año han conseguido que les cedan un huerto y su correspondiente casa para vivir. Su lema es «manos a la tierra», en ello están empeñados. Dicen textualmente que son «un grupo de personas que caminan hacia una vida sostenible acorde con el medio ambiente. El primer paso es conseguir lo básico, un alimento sano producido en parte por nosotros, manteniendo el valioso legado cultural de la agricultura, introduciendo nuevas y antiguas prácticas ecológicas». En la primavera del año 2011 montaron la primera escuela de agricultura, que sigue abierta gratuitamente para la gente que quiere aprender a cultiva. Trabajan en terrenos cedidos usando recursos en desuso gracias a acuerdos con los propietarios.
Este año están en Villa Ovillo, unos terrenos -y una casa- situados en L’Almafrá, junto al Camí dels Platans. Llegaron a un acuerdo con sus propietarios después de un largo tiempo en desuso. Ahora la casa está cuidada, ellos asumen los gastos y comparten los frutos con los propietarios. Quieren ser autosuficientes y en ello están empeñados. A muchos les paree proyecto utópico pero parece que no lo es. De hecho, cuando se pronuncia la palabra utopía contestan irónicamente que no conocen su significado.
Llama la atención la variedad de hortalizas que cultivan en los bancales y que previamente han hecho germinar en los semilleros. Hay de todo. Cultivaron los productos propios del otoño. Después, los de primavera y verano y ahora están preparando los del otoño. Son cultivos totalmente ecológicos. Los abonos químicos están totalmente prohibidos y la tierra solamente se enriquece con estiércol de cabra, oveja y caballo. También de abonos foliares realizados con fermentos de plantas y de «compost» con los restos de la basura orgánica.
Toda la labor agrícola se complementa con la elaboración de conservas, cosméticos naturales, esencias, cultivo de plantas medicinales (la plantación de estas variedades en la futura casa rural de la Foia Falsa la han realizado ellos) y diversos talleres relacionados con la agricultura o el desarrollo personal. El trueque es su moneda, quieren vivir en coherencia con su manera de de pensar «cuidando al entorno y ti mismo». Y sobre todo, lo más importante: «compartir saberes».
Javier Gomariz Torregrosa, entre canes y leña
De «casta le viene al galgo». Su abuelo materno era Paco Torregrosa, el del Molí la Reixa, aquel hombre que lo prepararon para ser contable y finalmente dijo que prefería la tierra a los números, los árboles a los balances y las hortalizas y su bar a «las cuentas de resultados». Javi Gomariz Torregrosa tiene 23 años y a lo largo de este tiempo siempre ha vivido de una forma dual. Por una parte rodeado de fogones en jornadas festivas y días muy puntuales, y el resto de la semana entre los bancales de Puça y los montes, tan cercanos, que en unos pocos metros sus manos se podían impregnar de romero y de otras plantas aromático-medicinales. Sin duda ese entorno le marcó y está empeñado en que siga haciéndolo. Quiere vivir del campo o de lo que tenga que ver con él.
Suministra leña para chimeneas, estufas y barbacoas. La compra en grandes cantidades y la vende al por menor, desde 300 kilos hasta los remolques que el cliente le pida. La tiene de almendro, carrasca u olivo. También sarmientos que él mismo recoge en las viñas de la finca de la partida rural de la Costa. Quiere hacer de su honradez su mejor propaganda, por eso siempre suministra este tipo de combustible seco (sin mojar para que aumente de peso). También cultiva todo tipo de hortalizas destinadas al consumo del restaurante familiar situado junto a la carretera de Catí. Eso sí, su auténtica debilidad son los perros. Por una parte cría canes de la variedad de podenco ibicenco y labrador. Dos razas de reconocido prestigio a la hora de practicar la caza sin escopeta, «al diente», en la que el perro es el auténtico protagonista. Al mismo tiempo tiene una residencia canina dedicada a cuidarlos por temporadas, cuando sus dueños tienen que ausentarse de sus domicilios o simplemente no los pueden atender. Es una persona obsesionada por la limpieza de cada una de las perreras que permanecen casi intactas la mayor parte de la jornada. El agua, la higiene y el buen trato de los animales es su principal premisa. No admite masificación alguna y, por supuesto, no entregará ningún perro que sepa que vaya a ser atado.
Javi es el más joven de cuantos aparecen en este reportaje y está empeñado en vivir del campo. Le encantan los trabajos con esparto, con madera y también la alfarería.
Viejas y nuevas generaciones
Conrado, Floreal, Andrés, Juanito el de Caprala, Pellín… han nadado a contracorriente. Durante décadas se resistieron a abandonar sus tierras, a dejarlas yermas y a «tirarse» en brazos de la industria del calzado y de la marroquinería, donde el dinero fluía fácil cada semana a diferencia de la agricultura, en la que había que esperar paciente cada cosecha. Algunos de ellos todavía permanecen «enganchados» a sus tierras. Otros -más jóvenes- han orientado su vida laboral en faenas relacionadas con la jardinería, las labores agrícolas o actividades relacionadas con el medio ambiente. Es el caso de Carlos, que trabajaba en el mármol y tras ser despedido por falta de trabajo se dedica a labrar, a desbrozar y a llevar a cabo todo tipo de labores. José Cerdá está volcado en el mantenimiento de los olivos y su recolección. Palacios se ha centrado más en los jardines y Paco Calderón y su hijo en la «poda de altura» del arbolado, que precisa una destreza especial.
Magnífico trabajo el de Héctor. Como los artículos que solía publicar en el Diario Información, antes de meterse a depender de los políticos.
Hay muy buenos artículos en la revista de este año, como es habitual en el Festa, pero este es el que mas me ha llegado.
El de las fotografías en ByN de Vicente Villaplana, también. Muchas de ellas ilustraron programas de fiestas, de hace algunos años,aunque desconocía quien era su autor.
Me ha gustado especialmente la de la Casa del Barranc de Rabosa que, afortunadamente, sigue en pié.