Per ser bon xic

Les bengales de parafina

No quisiera, de ninguna manera, que el lector se impacientase y pensase que me he olvidado de contar la última parte de la narración infantil, ya que todavía queda por desvelar la pieza más intrigante. Para retomar y finalizar la anécdota sería conveniente que su lectura sea discreta, el compromiso de que no se divulgue y así pueda quedar íntimamente registrado en la revista que acuna entre sus manos. Es la parte más comprometida de cómo me las ingenié para que los Reyes Magos fueran los depositarios de mi gran deseo, «el patinete verde». No estoy seguro del año que ocurrió, pero tuvo que acontecer sobre la cabalgata posterior a la de la fotografía citada, 1959. Más o menos fue de la siguiente manera: en la Plaça de Dalt esperábamos la llegada de los Reyes, al final de la oscura calle Gabriel Brotons se acercaba con marcialidad una comitiva precedida por pajes formando dos hileras a ambos lados de la vía. Iluminaban su paso con bengalas de parafina facilitando que sus perfiles se reflejaran en las fachadas de la casa, imagen en la que experimenté una sensación indescriptible. A continuación, parecía flotar en el cielo la representación de la Estrella, a la que le seguía un grupo de pastores golpeando unos tambores. Inmediatamente después, a la grupa de caballos iban Melchor, Gaspar y Baltasar, que sin cesar lanzaban caramelos e iban arropados por la Unión Musical de Petrer, que musicaba un villancico. Cerraba el cortejo un carruaje tirado por una mula, transportando una enorme montaña de paquetes.

Els patges

Una vez finalizado el séquito real, mis padres se entretuvieron saludando a unos vecinos, momento que aproveché para entrar apresuradamente en casa, bajar al sótano, recoger el paquete que contenía el patinete, subir lo más ligero posible los treinta y cuatro peldaños hasta acceder a la segunda planta, pasar por el comedor, acceder al dormitorio e intentar abrir los portones que permiten su entrada al balcón. Pero el pasador estaba agarrotado y por mucho que batallaba no tenía fuerzas suficientes para despasarlo. Un pequeño imprevisto iba a conseguir que se fuese al garete el propósito de que los Reyes me trajeran lo que tanto deseaba. En ese preciso momento, un chasquido de una de las puertas del interior de la casa y un murmullo estremecedor logró erizarme los pelos. Sin pensarlo dos veces, me tiré al suelo aferrándome al paquete y me introduje debajo de la cama: de repente entraron en la habitación varias personas, dejaron al lado del catre unos fardos y con facilidad abrieron los portones. Al instante pensé:

—Arrea!, si són els patges que no han pujat pel balcó amb una escala, han entrat per la porta per deixar els joguinets en el balcó!

Lo más extraño es que uno de aquellos personajes calzaba unos zapatos marrones similares a los que utilizaba mi padre. Otra curiosidad que me desconcertó fue que los pajes también eran mujeres, ya que los susurros que mantenían me eran familiares, ya que sonaba a los cuchicheos que solían tener la meua mare i la meua tieta. Pusieron los bultos que traían en el balcón y se marcharon por donde vinieron. Afortunadamente, dejaron entreabiertos los portones, solamente cerraron la puerta con cristal de acceso al exterior, el cual me resultó fácil de despasar, dejé el paquete con los demás y velozmente me dirigí a la planta baja. Al entrar en el comedor tropecé con mis padres, que me dijeron que habían estado buscándome en la plaza. A la vez, mi hermana Reme nos dijo que nos apresurásemos a oír el mensaje de los Reyes en la Plaça de Baix.

Los Reyes Magos reciben a los niños en el antiguo local de la OJE.

Els presents reis

El Rey Baltasar, en el rellano de la escalinata de la iglesia, desplegó un pergamino y finalizó su lectura invitándonos a regresar a nuestras casas, que maravillosas sorpresas nos guardaban. Retomamos el camino de vuelta y yo iba cogido de las manos de mis padres. Nos saludó mi tía Remedios en la puerta de su tienda de comestibles y con agrado me indicó: Vicent, dóna-te pressa per veure els presents dels Reis. El tío Emilio, el de la librería, me sonrió con una complicidad simpática. El tío Caracol salió de la barbería y, señalándome con el dedo, me dijo: Si has segut bon xic, el Reis Mags t’hauran portat moltes coses. Delante de nuestra casa, cogidos de la mano, mi padre con la otra mano señalaba el balcón. Elevé la mirada y observé, como si lo estuviera viéndolo ahora mismo, una pirámide de paquetes. Ya en el interior de la casa, bajaron los envoltorios cerca de chimenea. Mi familia se extrañó ante vistoso paquete que nadie recordaba haber traído y, por supuesto, desconocían su contenido. Me lo dieron o tal vez lo cogí, no lo sé, de lo que sí que estoy seguro es que destrocé el vistoso embalaje. La sorpresa de mis padres fue en aumento cuando vieron lo que contenía, no se lo podían creer y perplejos tuvieron que admitir lo que ya era irremediable. La gozada fue mayúscula, entre mis manos y encima del pie tenia el sencillo pero flamante patinete de madera en color verde. Entre los envoltorios esparcidos por el suelo apareció un cartoncillo con su destinatario: Per ser bon xic.

Cabalgata con trajes de las fiestas de moros y cristianos, probablemente alquilados.

BIBLIOGRAFÍA
PINO ALBEROLA, «Celebrando la tradición». Diario Información, 20 de enero de 2000.
FERRANDO VILA, F, Los reyes Magos de Oriente. Fundación Bancaixa. Valencia, 2000.
NAVARRO I TOMÁS, V., «Costums d’una nit màgica: la nit de Reis», Festa 1990.
ANÓNIMO, «Historia de Cabalgatas», El Carrer, nº618, 6-13 de enero de 2006.

 

Apéndice: El origen de la Cabalgata Real

La comercialización masiva de juguetes fue el gran impulsor de la Fiesta de Reyes, en manos de una nueva sociedad industrial que incorporaba nuevas clases sociales y cambios en las costumbres de las ciudades. La segunda mitad del siglo XIX fue propicia para su venta a cotas insospechadas. En 1856 hubo una Cabalgata de Reyes en Barcelona que estaba influenciada por el Carnaval, ya que terminó con un baile de máscaras en el Liceo. En 1860, la ciudad condal contaba con 85 jugueterías. Ese mismo año, el industrial Miquel Escuder, partiendo de su fábrica, recorrió la ciudad entre hospicios y hospitales de niños ofreciendo juguetes. La fiesta de la Cabalgata de Reyes se propagó por diferentes ciudades catalanas como Manresa, Tarrasa, Tarragona e incluso Palma de Mallorca. La industria juguetera valenciana nace a principios del siglo XX, exceptuando Onil, donde Ramón Mira creaba en 1860 el subsector de las muñecas.

La relación industrial y económica que existía entre Barcelona y Alcoi dio a conocer a la burguesía alcoiana la cabalgata como elemento de interés propio. La primera fue en 1866, aunque todavía estuvo repleta de elementos rurales. No será hasta 1885 cuando se defina el modelo de fiesta: la Cabalgata de Alcoi como imitación de una Mágica Caravana Real, visible y creíble. En Alicante, una de las primeras noticias documentales de una Cabalgata Real nos la proporciona El Correo el 20 de diciembre de 1899:

La comisión encargada de organizar el festival infantil consistente en una cabalgata que recorrerá las calles de la población en la noche del 5 de enero próximo, conmemorando la venida de los RR. MM. Y depositando juguetes en los balcones, invita a todos los padres de familia que deseen proporcionar este regocijo a sus pequeñuelos, a que entreguen en las oficinas del Ayuntamiento los objetos que destinen a sus hijos…

Desde el siglo XVIII, en la localidad alicantina de Cañada escenifican una emblemática obra, el Auto de los Reyes Magos. En su origen era una sencilla representación teatral de labradores que toman el municipio como escenario, desarrollándose de manera itinerante hasta llegar a escenarios fijos. Esta característica obliga al público a realizar constantes desplazamientos para seguir la trama histórica. Un género literario auto sacramental vinculado a los Reyes ofreciéndonos una visión totalizadora de la fiesta por su origen eclesial, sus representaciones parareligiosas, con fundamento lúdico y por la asunción de la cabalgata y el Niño en la celebración.

Cabalgata antigua de Petrer con los Reyes a caballo.

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