Las fuentes públicas de la villa de Petrer

La canalización de las aguas

Referente a la conducción de las aguas ya en el año 1780 (1) el Consejo municipal comunicó al intendente general del reino que «la villa padece muchos estragos por la mala conducción de aguas que sirven para el abasto de esta villa. Aunque en si son saludables, desde su nacimiento vienen por terreno descuvierto, peñascoso y floxo, patente al sol, y a trechos por yeso, adelfas, y otras yerbas perjudiciales a la salud pública, a más, que siendo el camino por donde se dirijen estas aguas el indispensable tránsito para las heredades del monte en muchos parajes son pisadas de ganados y demás animales, en que son consiguientes muchas suciedades, de todo esto resulta en esta villa muchas enfermedades de estomago, hidropesías, reumatismos y aun muchas tisiqueses».

El informe apunta que se pierde, además, la mitad de las aguas y esto perjudica la construcción de batanes y fábricas que utilizaban la fuerza motriz del agua como principal fuente energética.

Se solicita un nuevo acueducto para el riego, fábricas y agua potable. Según el informe, la acequia anterior fue parcialmente destruida por un terremoto que se produjo en 1776. En la antigua acequia había «una porción de canales de madera, sobre pared de piedra seca expuesta continuamente a asolarse por la floxedad del terreno».

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Fuente de San Rafael.

En julio de 1783 se produjo el reconocimiento del término y aguas por Vicente Gascó, director arquitecto de la Real Academia de San Carlos. El nuevo acueducto habría de financiarse con fondos del pósito y su trayecto daría comienzo en las Fuentes de las Minas y de Ginés Juan. Por lo que respecta al recorrido dice: «…estas aguas vienen a los surtidores del abasto de la villa desde una legua (2) de distancia por el suelo de un barranco y por terrenos salitrosos, y por minas de yeso a vierto reciviendo en el verano las influencias del excesivo calor y en el ynvierno de los fríos y yelos mezclándose con las aguas de las tempestades y de las avenidas, y tomando las nocivas qualidades del yeso y salobre por donde pasa».

Los peritos insisten también en los problemas con las adelfas, los ganados y las caballerías que van a los molinos y heredades. Respecto al volumen de las aguas exponen que «…haviendo medido exactamente la cantidad de aguas que fluyen de las Fuentes de las Minas y de Ginés Juan en los referidos últimos días del mes de Julio he hallado un pie cuvico de ¡a vara de Castilla de agua viba y manantial en dichas Fuentes».

Según el arquitecto se perdía la mitad en el trayecto al pueblo por evaporaciones y filtraciones. Por ello propone una nueva canalización en cañería cerrada.

«La conducción de las expresadas aguas de las Fuentes de las Minas y de Ginés Juan se ha de efectuar por cañería cerrada de obra de tierra cozida cuyos conductos han de tener un palmo y medio de diámetro de luz y dos palmos de largo, sin incluir los galzes, y un dedo y medio de grueso después de cocidos los conductos, machembrando unos con otros y enllacando todas las juntas con aca de aceyte».

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Con los cántaros y los botijos camino de la fuente.

Del año 1850, es el «expediente sobre concesión para construir una acequia a D. José Rico de este vecindario» (3). El citado D. José Rico y Marqués solicitó habilitar y reconstruir la acequia «desde el molino armero que posehe en las bueltas del río de este término y citio denominado el Azut, asta dar entrada a la que conduse las aguas de las fuentes públicas de esta población con el objeto de que estas corran por aquella, despues de utilizarlas en dicho artefacto».

Los individuos que componían la comisión nombrada por el Ayuntamiento para inspeccionar las acequias tras haber «reconocido detenidamente el terreno y el acueducto por donde en otra época se conducían dichas aguas potables, tienen que manifestar: Que, reconstruyendo el citado D. José Rico a sus expensas el acueducto desde el carcado del indicado molino hasta la acequia que en la presente conduce las aguas potables de una manera solida y segura con obra de argamasa y dándole al propio tiempo el nivel bastante y necesario para que estas fluyan con libertad sin remanso alguno, no sólo beneficiará el riego de esta villa por impedir la filtración que tan frecuente aparece en las acequias que no tienen mampostería, si que con mayor motivo al común de este vecindario, en razón a que de este modo el público no podrá carecer del agua que necesita para su consumo, a la par que los dueños de las tierras contiguas a la acequia que hoy día conduce las aguas potables, como igualmente los de aquellas que tienen derecho o se les tolera regar por ésta podrán hacerlo en lo sucesivo con más libertad cortando el agua antes de entrar en el cubo del referido artefacto, pero dejando fluir en esta la necesaria cantidad que el Ayuntamiento regule para el consumo público».

Por último, la comisión que inspeccionó el terreno por donde trataba D. José Rico y Marqués de reconstruir la acequia, para la conducción de las aguas potables desde el Molí de l’Assut hasta las fuentes públicas de la villa, resolvió que era de común utilidad y redundaría en beneficio del común de vecinos la citada reconstrucción.

Dada la importancia de este asunto la municipalidad acordó que pasara una comisión de su seno y mayores contribuyentes a inspeccionar el terreno por donde trataba D. José Rico de reconstruir dicha acequia. Las condiciones que acordó la comisión para reconstruirla las podemos resumir en lo que sigue: D. José Rico se obligaba a construir a sus expensas una acequia de mortero que conduciría las aguas necesarias para surtir las fuentes públicas de la villa, ésta daría principio en la esquina misma de la casa molino que el referido Rico poseía en el azud y terminaría en el punto denominado de los huertecitos, entroncando con la acequia que en estos momentos conducía otras aguas. La acequia debía tener un palmo de ancha y otro de altura con el nivel correspondiente. En la nueva acequia que tenía que construir se habían de colocar pequeñas pilas de piedra labrada de dos palmos cúbicos, distantes unas de otras doscientos palmos (4) para que éstas sirvieran de recipientes de cualquier partícula extraña que arrastrara el agua. Se establecía la condición de que D. José Rico había de colocar al principio de la acequia, en la presa, rejillas espesas de alambre u otras materias que no viciaran las aguas para evitar el peligro de que se introdujeran algunos granos de los que solían caer de la rueda, los que corrompidos por la humedad ocasionarían la insalubridad de las aguas. Era pacto y condición precisa que el canal había de ir siempre descubierto, sin poder construir ningún trozo subterráneo. Una vez construida la nueva acequia que conduciría las aguas para las fuentes urbanas, correría a cargo de D. José Rico el cuidado de la acequia, su limpieza y reparación durante los dos primeros años de funcionamiento. Pasado dicho término se encargaría el común de esta villa de ella, cuidándola y limpiándola a sus expensas previo el oportuno reconocimiento de peritos que nombraría el Ayuntamiento. Era pacto y condición que los vecinos que poseían huertos con derecho a riego por la antigua acequia que conducía el agua a las fuentes de la villa, lo puedan ejecutar cuando se construya la que trata de reconstruir el mencionado D. José Rico tomando el agua antes de introducirse en el molino, no pudiéndose impedir esta operación por el Sr. Rico, pero dejando venir la necesaria para surtir las fuentes. D. José Rico se había de obligar mientras tuviese el molino abierto a tapar el agua de las fuentes cuando ésta viniese sucia por causa de lluvias, para impedir de este modo el que se ensuciase la acequia y cañería. Por último, se estipulaba que dicha obra tendría que estar terminada en un año, contando desde el día en que comunicase al Ayuntamiento que había iniciado los trabajos de la nueva acequia.

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Fuente de San Bonifacio, año 1953.

En cuanto a la procedencia de las aguas que abastecían las fuentes públicas, en las Ordenanzas de negó de 1884 (5) podemos leer: «…Por tradición se sabe y asegura que los dos manantiales más antiguos existentes y que dieron principalmente el agua para surtir las fuentes públicas de esta Villa, utilizando el sobrante el riego de la huerta de la misma, son conocidas con los nombres de las Fuentes del  «Pantano» y la de «Ginés Juan», vulgarmente llamada la última «Fuente de la Señora».

Nada se sabe tampoco con certeza sobre la época en que se explotó o alumbró la mina conosida por la «Ciega» situada en la partida de Pusa, pero si consta por dicha tradición que ésta se construyó y mejoró a últimos del siglo pasado (S. XVIII) (6) dándole más profundidad con el fin de procurar mayor caudal de aguas, poniéndole el nombre de «Mina Nueva» a la que ahora existe que es a la que se atrayen (?) las aguas de ¡a dicha Mina Ciega. Sin embargo de que no se puede fijar con exactitud la época en que se alumbró esta última, se asegura por la expresada tradición que ya se explotaba en los primeros años del siglo diez y siete porque entonces fue cuando a consecuencia de la expulsión de los Moriscos, vinieron a esta Villa nuevos pobladores…

Existe no se sabe tampoco con exactitud desde que época, a las inmediaciones de esta localidad una balsa en la que se recogen no solo las aguas de los manantiales antes expresados, si que también las de otros de menos importancia, cuales son el denominado «Fonteta» y «Tabaidas»…; además hay otros que por su insignificancia no se numeran y cuyos remanentes se recogen en un azud construido al efecto, distante sobre un Kilometro de la antedicha balsa y que encauzadas penetran en un acueducto que las conduce a la misma, siendo el expresado riego desde inmemorial, el que aprovecha las citadas aguas que discurren por la Rambla llamada de Pusa y que luego recoge el indicado azud, después de surtir las fuentes públicas de esta villa.

La dicha balsa recoge todas estas aguas, luego que se surten las fuentes públicas…»

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