La villa romana de Petrer (y II)

3.3 ECONOMÍA Y SOCIEDAD.

La población de estos valles a la que podemos considerar completamente romanizada a partir de Augusto, va a concentrarse alrededor de las villas rústi­cas, propiedades no muy grandes a tenor de la dispersión de los hallazgos, que eran explotaciones agrarias que mediante el empleo del regadío obte­nían el máximo rendimiento de los productos cultivados.

Indudablemente, la villa romana de Petrer estaría estructurada en base a una explotación agropecuaria, con aprovechamiento de sus recursos natura­les de agua, monte y caza, relacionada con la centuriación del territorio. Si bien en el estudio realizado por José Miguel Payá sobre las centuriaciones la villa queda fuera de ella, creemos, como él también indica, que su ubica­ción en la falda de una colina le confiere una situación privilegiada, al tiem­po que los restos cerámicos encontrados de una temprana fase ibérica, nos apunta un primitivo asentamiento indígena, al que se superpone la cultura romana a través de un proceso de aculturación, en ocasiones con aporte de nuevas gentes romanizadas. Aunque no debemos olvidar que las villas no necesariamente tienen que estar situadas en el centro de la centuriación, o incluso pueden existir sin estar relacionadas con ella.

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Prensa de aceite de época romana.

El territorio ordenadamente parcelado, sería explotado agrícolamente utilizando la técnica del arado tirado por bueyes, cultivándose básicamente el cereal, con trigo y cebada, y el olivo para la obtención de aceitunas y aceite que emplea­rían para la preparación de alimentos, para la preparación de ungüentos y co­mo elemento de combustión en las lucernas, que eran las lámparas de ilumi­nación. También se cultivaba la vid completando así la trilogía mediterránea.

Entre los árboles frutales se cultiva la palmera datilera, el manzano, el almendro, la higuera y la granada. Teniendo en cuenta la proximidad de zonas montañosas, con abundancia de esparto y plantas medicinales como la manzanilla y el romero entre otras, estas serían utilizadas para hacer pócimas y preparados curativos. El esparto sería utilizado para la fabricación de este­ras, capazos y cuerdas. Importante sería también la actividad apicultora, pa­ra la obtención de miel y de cera. Productos todos ellos que servían para el abastecimiento de la población, obteniendo un excedente que no sólo cubría las necesidades de las ciudades, sino que allí se convertían en productos comerciales, que servían de base al comercio importador de vajillas de lu­jo, como era la cerámica sigillata o elementos suntuarios de bronce, hueso o vidrio.

El ganado tendría un papel importante en cuanto que cumplía una doble función, ser utilizado para el transpor­te y para la agricultura. Se te­nían caballos, asnos y mulos, junto con bueyes, ovejas y cerdos, sin olvidar los anima­les de caza, como la liebre, el jabalí, el ciervo y las aves sil­vestres, que servían de com­plemento alimenticio.

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Reconstrucción de un molino para el grano. Museo Arqueológico de Murcia.

Poco conocemos de la actividad minera, aunque el profesor L. Abad cree que los pobladores de esta zona del Vinalopó se ocuparían de la extracción de mármol y piedra caliza, al tener muy cercanas las canteras. Las minas más próximas se encontraban en Cartagena (plata) quedando mucho más lejanas las minas de Cástulo en Jáen o las de Río Tinto en Huelva. Sin embargo, no debe descartarse la fabricación de útiles de esparto, como capazos o cuerdas destinadas a cubrir la demanda de estas áreas mineras, o la elaboración de herramientas que serían utilizadas es las tareas del campo, de las minas o de las canteras de piedra y mármol.

3.4. INDUSTRIA Y COMERCIO.

Si como decimos la minería tiene poca incidencia en nuestra área de estudio, la actividad industrial se desarrollaba en función del consumo doméstico, con un excedente artesanal que iría destinado al comercio comarcal. Los restos encontrados en el área de Petrer, poco o nada nos dicen de toda esta serie de actividades; el hallazgo de pesas de telar nos indican la existencia de telares que trabajarían el lino y el algodón que eran las plantas que se cultivaban y servían de materia prima para la confección de sus vestidos, cubriendo sus necesidades de autoconsumo.

La industria alfarera, tan importante en tiempos modernos, nos es prácticamente desconocida en época romana es estos valles del Vinalopó, aunque recientes excavaciones en el área del Monastil han sacado a la luz parte de la estructura de un horno cerámico, cuyo material, por referencias orales de su excavador A. Poveda, al encontrarse todavía en fase de estudio, nos acerca a una cronología comprendida entre el siglo II a.d.C. y siglo I d.C. Cerámicas de producción local que serían distribuidas dentro de estas áreas comarcales.

Dentro de la provincia alicantina el panorama tampoco es muy halagador, sólo se ha localiza­do un importante alfar en las cercanías de Denia, con una significativa producción de ánfo­ras Dressel tipo 2-4, con otros tipos y subtipos de cerámica común. Las ánforas eran envases comerciales y se hacían teniendo en cuenta el producto que iban a contener, que podía ser vi­no y salazones, destacando de entre ellas el «garum». Actividad industrial ampliamente atesti­guada en Torrevieja, Santa Pola, Alicante, Javea, Campello y Calpe. Productos que eran exporta­dos a Italia y a otras ciudades mediterráneas.

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Moneda romana del emperador Constancio II (348-380 d.C.). Hallada en el solar del actual Banco Popular.

En el desarrollo y revitalización del comercio, juega un papel fundamental la circulación y la estabilidad monetaria, aspecto en el que también Augusto abordó una im­portante reforma, propiciando un mayor control de las emisiones de oro, plata y bronce. Desaparecen cecas locales, dictándose normas para la emisión en talleres provinciales que trabajan esporádicamente. Roma centraliza y desa­rrolla la principal ceca del Imperio.

Dentro de toda esta reorganización monetaria, efectuada con la dinastía Julia- Claudia, desaparecen las cecas locales de Ilici y Saguntum, centros de emi­sión que habían tenido una gran importancia en etapas anteriores. Ahora la llegada de moneda procedente de Roma es uniforme y suficiente para estabilizar las relaciones comerciales en la Hispania romana.

3.5. EL MUNDO RELIGIOSO Y FUNERARIO.

La religión romana, ya en época temprana, se encontraba fuertemente helenizada, no en vano habían introducido en su Panteón a los principales dioses griegos, éstos solían ser asociados con lugares, o sucesos determinados, como era la secuencia anual de las estaciones, las ocupaciones humanas, los objetos y las localidades sagradas, siendo exaltados y venerados con ritos específicos.

Como en otros campos, también en época de Augusto se produce una refor­ma dentro del Panteón romano, al consolidarse el culto al Emperador. Varia­ciones que no siempre reciben una respuesta directa de las capas populares más apegadas a las creencias y prácticas tradicionales de sus dioses locales.

En nuestra área de estudio, la ausencia de restos monumentales y de inscripciones epigráficas, nos impiden conocer el tipo y grado de creencias religio­sas de las gentes que ocupaban estos valles. Los escasos datos que tenemos están relacionados con la ciudad de Ilici de donde procede una inscripción con el nombre de Hércules. La diosa Venus aparece en una inscripción ha­llada en Denia, en donde Estrabón, sitúa un santuario dedicado a la diosa Artemis Efesia, equiparable con Diana, que probablemente daría nombre a la ciudad (Diana-Dianium-Denia).

Tampoco tenemos evidencias de la existencia de santuarios, aun­que el de la Serreta de Alcoy, de origen ibérico, sabemos que fue centro de peregrinación hasta bien entrado el siglo IV d.C., al haberse encontrado monedas y cerámicas que corresponden a ese momento.

Pero teniendo en cuenta que la villa romana de Petrer, tenía una actividad fundamentalmente agropecuaria, sus gentes darían culto a dioses relacionados con la fertilidad de la tierra y del ganado.

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Lámina IV – Calle Mayor. Cerámica común de mesa. (10) jarrita, tipo Vegas-44. Siglos finales del III d.C. (9) Aguja de hueso, utilizada como adorno para el pelo. Cerámicas sigillata Clara A, C y D norteafricana. Hayes 50A-50B (1,2,3,4). Hayes 5 (61). Hayes 6 (6). Hayes 3 (7). Hayes 73 (8). Cronología finales del IV d. C.

Entrando en el tema de las ne­crópolis, los diferentes ritos de enterramiento también son una fuente de información con rela­ción a sus manifestaciones reli­giosas y sus creencias en otra vi­da de ultratumba. Las necrópo­lis solían situarse fuera de los núcleos urbanos, cerca de los ca­minos o vías de comunicación, en donde se podían encontrar mausoleos o monumentos fune­rarios, que solían construir las ri­cas familias, en memoria del di­funto y como muestra de su ele­vado «status» social.

Cuando una necrópolis aparece relacionada con estructuras de hábitat, puede indicarnos que se ha producido una reducción del área do­méstica, o que entre la primera ocupación y la posterior situación de los muer­tos, se ha producido un periodo de abandono del área de hábitat.

Según los hábitos y las creencias de cada época, los cadáveres eran incinerados y depositadas las cenizas en urnas de piedra o bronce, o bien eran inhu­mados, enterrándose el difunto con objetos de adorno o de uso personal, cons­tituyendo los ajuares funerarios.

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