Mi sentido Petrer, Petrel, Bitrir, Petraria… Mi amada Villa:
Como ves, hoy, es tiempo de RECUERDOS: tuyos y míos. ¿Recuerdas cuántos y cuántos encuentros tenemos registrados después de cada uno de mis incontables paseos por tus entornos de paisajes a veces dorados, a veces cándidos, matizando -sol o neblina- tus naturales grises y verdes con infinitas combinaciones de policromías mutantes,siempre iguales y siempre distintos: paisajes de Caprapla, l´Avaiol, Pussa…?
Recuerdas, digo, que solía yo tomar esa senda agradecida, estrecha, silvestre, que principia en el “Collao Charpa” y llegando a “la Casa del Pí”, ya casi al final del largo recorrido, me invitaba al descanso en esa minúscula y casi escondida atalaya; en la ladera nordeste de tu Sierra del Caballo; desde donde todas tus casas, castillo, iglesias, avenidas y huertas se divisan panorámicas, circundadas por los montes que configuran tu valle.
Allí, sentado, buscando el reposo para mi cuerpo gastado por sus setenta años, aun hoy, mi alma se inunda de profundos sentires, de sosiego y de calma, de serena quietud… y confusas razones.
Y extiendo mis imaginarios brazos cernidos por la luz, convergiendo mis manos amorosas en tu antaño fértil y rica huerta para así, asirte, abrazarte, estrecharte…confundido en la parte eternal de tu Todo.
Y así seguimos platicando, pero sin palabras, sin voz, sin razones ni lógicas…sintonizando cual crótalos armónicos el latido de nuestros corazones.
Aquellos arrullos entre tú y yo siempre han sido callado soliloquio, íntimo y a luz de sol. Hoy, los azares del destino me han traído, sin pretenderlo ni buscarlo, a un enésimo vis a vis contigo, mas esta vez, con marco litúrgico y ritual, donde has querido que en este encuentro participemos todos: tus festeros, tus gentes, tus paisajes y cielos. Y que nuestra privacidad se transforme de comunión íntima a confesión pública.Y nada es más público, más común al decir, al comportarse, a nuestro ser colectivo, que nuestras Fiestas de Moros y Cristianos. Lo que en ese sagrario no encontremos,no existe en nuestro mundo.
¡Bien!, pues aquí me tienes, aquí nos tienes,tú nos dirás, amado Petrer, por dónde empezamos.
¿Por ensalzar a los cuatro vientos y gritar a la bóveda azul del cielo para que sus ondas expandan a todo el Universo: la belleza sublime de alardes coloridos, músicas y tronar de arcabuces? O las inefables visiones de armoniosas cadencias al desfilar, abanderadas y capitanes,acompañados por exóticas huríes y bellas gentiles y protegidas por valerosos moros y cristianos rememorando en la paz vecinal historias fabulosas de luchas y de encuentros.Sin olvidarme del hada rodela que en plena batalla con pasitos de niña, contados, breves, ceremoniosos…exhibe su danza ante el capitány emplea un lenguaje plagado de misterios ancestrales… que al final resuelve…con la inocencia de un amoroso beso.Y tradiciones que dan sentido a nuestros cotidianos quehaceres a la vez que son reposo y fiesta del duro batallar diario que conduce al progreso.
La generosa hospitalidad de tus gentes; las devociones íntimas que emergen…las expresiones públicas de aprecios mutuos todo un año callados; las sonrisas en labios cual rosas frescas y lozanas risas de alegría incontenible que en el aire se expanden … los miles de ojos ardorosos que hacen de tus calles estrellados cielos, noche y día, durante cinco mágicas jornadas; ¡que todo eso y más son en síntesis armoniosa nuestras Fiestas de Moros y Cristianos!
Mas, ¿por qué no hoy, con tu venia, también hablamos del festero? Porque sin La Festa no serías, Petrer, quien eres…Y sin festeros… no hay Festa.
Festeros los hay de “soca a rail” que vive durante todo el año la Festa, participa activamente en ella y es protagonista cierto; y el otro, también partícipe emocional, sin protagonismo; mas ambos con idénticos sentires petrolancos. Y a unos y otros, durante cinco días de mayo previamente fijados en calendario perpetuo, un chamán llamado Festa nos congrega en su templo, nos viste con ropajes ceremoniales y festivos y aceptamos gustosos participar en sus ritos; y compartir sus pócimas, compuestas de música, pólvora, elixires espiritosos… que nos trasladan a idílicas Arcadias donde cada uno y todos, somos libres,libres para ser quienes realmente somos, quien en realidad quisiéramos ser, gozando de esa sinceridad auténtica a la que constantemente aspiramos sin posibilidades de conseguirla.
Eso es la Festa; es: como estar en lo que llaman Cielo sin saber a ciencia cierta que es.
Observamos, en unos y otros festeros, cúmulos de emociones, gestos y actitudes muchos de ellos inexplicables.
Paradigma de emociones son dos actos del mismo día que a todos nos embargan: uno, el primero del primer día de fiesta.
La tarde entra en su ocaso; las bandas de música inician su entrada. Y al sonar de sus marchas se abren de par en par nuestros corazones que con alegría apenas contenida,las recorren, cual corte fiel de las comparsas. En la Plaça de Baix se concentran, alrededor del Castillo, frente a la Iglesia y la Casa Consistorial, festeros de gorro o maceta y festeros sin más. La Plaza está a rebosar, bullicio, algarabía, movimientos inquietos, risas luminosas y cómplices. La Plaza está iluminada con farolillos multicolores. De pronto, el maestro de ceremonias levanta sus brazos, la batuta en la mano derecha apunta al cielo en diagonal perfecta para que su trayectoria sesgue suave y oracional la torre de la Iglesia… Se hace el silencio… y se estremece el alma, suenan los primeros compases de nuestro Himno… Y al unísono, las gentes provocamos el estallido desde lo más profundo de nuestros corazones lanzando a todo el universo la primera estrofa… “Cantos de amor, himnos de alegría/ Petrer, mi gran Petrer…”
Festeros de boina o fez o festeros sin más, elevan con la misma fuerza e intensidad su oración pagana de amor a Petrer.
El otro, es el segundo acto del primer día de fiesta. Más antaño, de tradición más rancia. Da comienzo a las doce, ya con la noche entrada, la noche diáfana, placentera, parsimoniosa ..
(el festero sabe que el sol luminoso espera al alba para dar comienzo a las gozosas jornadas).
La Retreta: Las farolas de cada una de las comparsas, detrás sus “comparsistas”, inician festiva romería hacia La Ermita de San Bonifacio. Él les va mostrando el camino con mantras constantes, sonoros, vibrantes, esparcidos por todos los cielos desde su cantarina campanilla. Y todos rinden honor al Santo porque en Él encuentran, con fe o sin ella, la razón de su fiesta cual lazo de unidad colectiva. Todos, protagonistas y espectadores, participan en la Retreta con idénticas prerrogativas, son todos uno. Y se produce la osmosis festera: unos son “comparsistas”, otros no lo son… pero todos somos igualmente festeros.
Dinos Petrer, ¿cómo razonartan profundas y perennes emociones ?