El libro de Miguel

La impressió de Mollá davant la figura humana del poeta de “Vientos del pueblo” s’evidencia en el primer poema que li dedica en El libro de Miguel, conjunt de deu poemes, amb pròleg i fragment d’un discurs del mateix autor petrerí, publicat per primera volta el 1988 en Canciones del camino, un acurat recull de versos del poeta fet pel professor Salvador Pavía, qui l’acompanyà d’una imprescindible “Introducción”. Llegim al Libro de Miguel i referint-se al poeta oriolà:

«¡Mil fuerzas oprimidas salen de él

generadas en luz de poesía!»

«Tu fuerza natural, deslumbradora,

se adueña del paisaje alicantino

en la gracia prístina de la aurora

y en el lento suspiro vespertino. »

El professor Pavía explica i precisa com va ser el relativament breu però significatiu període de relació del poeta petrerí, i altres lletraferits empresonats, amb l’autor de Perito en lunas:

«Toda la tragedia de Miguel, así como la huella que dejó en los que le conocieron en la cárcel, fue conservada amorosamente en el corazón y la retina de Paco[…]»

«Sin duda es exagerado decir que el estro poético de Mollá se desató por el estímulo de Miguel Hernández, aunque es evidente que algunos de los poemas del período comprendendido entre 1941-1950 reflejen el matiz emotivo, a veces el léxico y el ritmo del Cancionero y romancero de ausencias»

Imagen del documental «Paco Mollá, poeta», que nos habla de la relación entre el poeta petrerense y el oriolano. Pueden ver el documental completo, firmado por Avelino Martínez y Bonifacio Navarro, en la publicación.

El poeta de Petrer narra admirablement el primer encontre amb Hernández. L’anècdota del moment diu molt d’ell i del mateix autor oriolà:

«Miguel, por aquellos días llevaba un método de inglés casi siempre en las manos; hizo amistad con un señor que había estado en Australia muchos años y dominaba dicho idioma. Cuando un grupo de amigos nos presentó, Miguel llevaba su método de inglés en su mano izquierda. Afable, sonriente, me estrechó la mano, su mano enérgica y fuerte. Era muy moreno y contrastaban en su atezado rostro sus grandes ojos verdes, de mirada profunda y magnética. Fuimos sinceros amigos, y en los días sucesivos nos juntábamos en el grupito del patio».

Mollá contingut, precís, emocionat, ens desplega un seguit de records sobre Hernández: com vestia; l’admiració que professava a Neruda i Aleixandre; el somni, incomplit, de poder anar a Oriola a conéixer el seu fill; l’hospitalització compartida durant més d’una setmana; les converses sobre poesia, la natura, el camp o el ramat; de com un dia li va explicar a Hernández la seua estada a Brasil…

«Tenía de los vientos la pujanza

cuando alzan tempestades en la mar.

Tenía la bonanza del pinar

dormido en dulces nimbos de esperanza.»

«Su voz era telúrica y humana.

Sabía de volcanes y de trigos…

Olvidó traiciones y, entre amigos,

surtió en torrente su inmortal fontana.

És la mort, però, el penós trànsit cap a la mort, el que més corprén el poeta petrerí. Tot ho explica en la introducció —“Recordando a Miguel Hernández”— del breu però intens poemari elegíac:

«Cuando nos dejaban pasar a verlo, lo hallábamos o con los ojos cerrados respirando penosamente, apoyadas espalda y cabeza sobre almohadas, o en la misma postura, los ojos desmesuradamente abiertos, cayéndole grandes lágrimas por las mejillas…»

I allí estava la poesia, sempre la poesia. Plantant cara a l’opressió, plantan cara al dolor, plantant cara a la mort:

«Por aquel entonces [Hernández] no escribía, no podía escribir, mas él me dio un hondo poemita, escrito en papel higiénico, que me fue arrebatado junto con un manuscrito mío en uno de los cacheos que sufríamos. Nunca me perdonaré el no haberlo aprendido de memoria.»

La prosa de Paco Mollá s’impregna d’un dolor poètic en el descriure, en l’explicar, en el dir:

«Enflaqueció hasta que de él no quedaba más que huesos y piel y sus grandes ojos verdes penetrando universos infinitos…»

«”Es imposible seguir sufriendo tanto… No puedo más… No puedo más… ¡Oh el aire puro libre…! Montes… Pinos… Cielo azul… Trigos de oro ¡Aire… aire puro!»

Miguel Hernández patia, desposeït injustament de la llibertat, el calvari d’una brutal malatia, símbol de la tortura a què era sotmés el bo i millor dels Pobles d’Espanya per la dictadura fratricida, per això Mollà escriví amb tota la ràbia lírica aquesta profunda i dolida estrofa:

«El coraje del toro por tu piel

llora sangre de España en su pasión…

Nuevo Cristo. Otra cruz. Crucifixión…

¡Y el tiempo en “amarillo” va, Miguel!»

I esdevingué la mort per a orgull i honor etern dels amants de la llibertat, per a vergonya secular dels lliberticides d’espases i sotanes :

«”Esto se acaba… llega su fin…Josefina… Josefina…”. El dia 28, apenas pasar lista y salir al patio, toda la prisión se entero en menos de un minuto que Miguel, el más grande poeta del pueblo doloroso había muerto….»

«Ya no sufriría más por tantas miserias humanas. ¡Él, que sentía en la carne de su propia alma el dolor de los demás, el dolor de España! Seguían fusilando… ¡Cómo le afectaba esa fría indiferencia por la vida humana!»

El poeta autodidacte de Petrer —bon mestre d’ell mateix i de molts de nosaltres— es desnuga en incontenible plor elegíac per aquell “compañero del alma, compañero, a quien tanto quería”:

«Sacaban de una oscura enfermería

entre entrañables hombros, tristemente,

al Poeta estelar, de vuelo ingente,

ya ofrendada su vida en poesia…»

«…Transcurre el tiempo y quedan sus tiranos

al correr de la historia, oscurecidos

como seres maléficos y vanos.»

«¡Es tan grande el dolor

que llega hasta el Infinito!

La humanidad es un grito

profundo, desgarrador…»

«Ya la sangre derramada

sube en espeso oleaje

hasta cubir el paisaje

de España crucificada.»

«La música agoniza y muere el día.

El silenció aparece devorando…

¡La vida del Poeta ha concluido!

¡La vida del Poeta ha comenzado!»

Trist l’honor que li pertocà al bondadós Paco Mollà, cantar amb veu bella i trencada la mort del pastor de les estrelles, del mirador de palmeres, del soldat de la paraula, de l’amant espós i amatent pare, del poeta més meridià i meridional del país: Miguel Hernández. Trista, però admirable, emotiva i pròxima elegia la del poeta que a través de tres de les seues més belles estrofes va negar sempre la mort:

«No existe muerte: morir

es ciertamente nacer

a la vida más sutil.»

*Ayuntamiento de Petrer / Fundación Cultural Francisco Mollá Montesinos.

Edició singular, amb pròleg, feta per celebrar el primer centenari del naixement del poeta Miguel Hernández. Una feliç idea d’aquesta fundació municipal literària petrerina que du el nom del nostre gran poeta local.

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