Documento 2, por Rafael Masiá Espí
Tuve la suerte de convivir con mi abuelo Pepín hasta los 21 años; de él guardo un muy grato recuerdo, como cualquier nieto de su abuelo. Pero desde pequeño percibía que mi abuelo era algo especial, un señor que nunca fue al colegio, que fue cortador y a la vez tenía una cultura comparable a la que tenía cualquier profesor de instituto; era un apasionado del cine (recuerdo que íbamos al cine Regio y entrábamos gratis por tener el carnet de proyectista); le encantaba la música y era un gran entendido, llegó a dar alguna conferencia sobre música en el club de la juventud de Petrer en los años 60. Era un enamorado de ver los telediarlos y oír las noticias de la radio. Era de las pocas personas que yo veía hacer gimnasia; todos los días del año practicaba una tabla de gimnasia sueca. Guardo en mi retina la imagen de mi abuelo leyendo, sentado en una silla a la sombra de un algarrobo que tenemos en el campo de Salinetas. Era un hombre muy metódico y siempre tenía sus horas de lectura y escritura, su hora de gimnasia y, por supuesto, sus horas de trabajo. Ya de jubilado su trabajo fue el cultivar alguna planta en el jardín de «la coveta» como llamaba a su trocito de tierra situado en Salinetas.
Era una persona de moral muy recta pero sin mojigaterías, no fumaba ni bebía alcohol en exceso. Siempre decía que los vicios degeneraban a las personas y los esclavizaba a su consumo. Fue una persona que a sus nietos nunca nos indujo en absoluto a compartir sus ideales anarquistas porque no acompañaba el ambiente social de la época y nosotros éramos demasiado jóvenes.
Ya de mayor he leído algo sobre este ideal anarquista, que mi abuelo y otros muchos como él intentaron que fraguase a través del sindicato CNT, lucha sindical que en aquellos momentos tanta falta hacía, como eran los derechos de los trabajadores, la igualdad social, la educación libre y gratuita, la salud pública y muchas de las cosas que en aquella época se contemplaban como algo inalcanzable y difícilmente realizables si no era con la mano firme de un dictador. El tiempo ha demostrado que el estado de bienestar del que ahora gozamos no ha sido porque sí, ha sido producto del esfuerzo de toda una generación de personas, y que muchos de ellos dejaron sus vidas en el esfuerzo de organizar una sociedad mejor. Y ellos, aunque no directamente, porque no pudieron realizarlo, sí que dejaron el ideal y el sentimiento de que nuestro país podía organizarse de una manera distinta a la que la historia condenaba a los españoles a vivir siempre bajo el yugo de un poder autoritario.
Por todo esto que he escrito y a pesar de lo denostado que el concepto de anarquismo ha estado en la historia pienso que no hay ideal y conducta más perfecta que la que los viejos anarquistas como mi abuelo quisieron compartir.
Su nieto,
Rafael Masiá Espí
Documento 3, por Francisco Segarra
Certifico: que encontrándome en una brigada, me castigaron severamente al enterarse de que yo no era de sus ideas y fui perseguido en plan de asesinarme; tuve que dejar dicha brigada y refugiarme en mi hogar, donde estuve unos tres meses, hasta que al enterarse unos milicianos de que yo estaba escondido, fui perseguido de nuevo.
Viéndome ya en peligro de morir a manos de los rojos, me decidí acudir a D. José Espí Reig, al cual le expuse mi situación, sin ocultarle que pertenecía a la JUVENTUD CATÓLICA y también a la DERECHA ILICITANA, con toda valentía y dispuesto a morir por mi ideal.
Mas cual sería mi asombro y alegría al decirme este ya mencionado D. José Espí Reig, comisario de la 83 Brigada: «No te apures, muchacho, yo te salvaré la vida, no hay derecho a matar a nadie», y me llevó consigo bajo su responsabilidad, exponiéndose por mí me ocultó en su brigada con un nombre supuesto y así pude estar tranquilo hasta el final de la guerra, sin ser molestado por nadie.
POR ELLO ATESTIGUO QUE D. JOSÉ ESPÍ REIG ME LIBRÓ DE SER ASESINADO POR LA HORDA ROJA, ENCONTRANDO EN ÉL UN SEGUNDO PADRE PARA MÍ, COMO PARA TODOS LOS QUE A ÉL RECURRÍAMOS.
Y para que conste a los efectos convenientes, firmo la presente en
Elche, a 10 de diciembre de 1941
Francisco Segarra
Documento 4, por Salustiano Espí Reig
Queridos Padres, hermanos y sobrinos:
El destino quiere que os deje; lo pide la justicia del caudillo, y todo en España será así. Lo siento por ustedes, que padecerán una criminal tiranía. Todos, ciudadanos, militares y curas, disfrutan de esta noche trágica en la que muchos compañeros caen conmigo. Ya saben todos mis hermanos y sobrinos que la tierra que pisan está regada por la sangre de muchos seres humanos. No pido venganza sangrienta, pero si es mi voluntad que, si es posible, no hagan caso de mitos religiosos.
Yo soy marxista y no me veo equivocado. Todavía me quedan dos hermanos, los que podrían saber deducir de ésta, mi última cuartilla, lo que en ella quiero decir.
Deseo para los trabajadores en el futuro un solo camino: unión de hermanos proletarios; de esta forma un día llegará que nuestra sangre será vengada.
Ustedes y todos saben mi conducta en Petrel, les pido hagan llegar al entendimiento de mis familiares venidos y por venir que jamás por mi pensamiento ha pasado ninguna idea criminal; que siempre ha sido Justo y honrado, y por este delito se me destierra del mundo de los vivos y escarnecido por la religión.
Mucho más extenso quisiera ser, pero el nerviosismo no me deja pensar y no me extiendo más.
Adiós para siempre, en la eternidad les espero. Me voy sin sufrir por mí, pero sí por mis padres y hermanos y sobrinos, a los que les deseo que sean más afortunados que yo.
No se arrepientan de que yo haya sido voluntario para luchar frente a un fascismo como el que esta triste y desolada España sufre; ese es el fascismo mundial y la religión; son los enemigos comunes del trabajador, lo demás es secundario. En los últimos momentos de mi corta existencia (25 años) mis pensamientos son para mi familia en vida, para mi hermano Vicente, para la que fue en vida mi querida novia (Antonia Reig).
Nada más, yo a morir y vosotros a revivir la lucha contra el capitalismo.
Una memoria para mis amigos y un abrazo de amor y fraternidad para mis padres y hermanos y sobrinos.
Hasta la eternidad, Salustiano Espí Reig 15-11-39 (1 ’35 horas madrugada)