Nota: Artículo publicado en la revista Festa 2009
El juego de palabras refleja bien la historia sobre este paraje petrerense que, en los años sesenta del pasado siglo, se convirtió en la primera zona escuela de la escalada del término de Petrer, un espolón de roca caliza inaccesible y mimetizado sobre el promontorio rocoso, a media ladera de la ‘Serra del Cavall’, en la vertiente oeste que mira al valle. Hoy es un lugar muy visitado por escaladores de todo el mundo, gracias a la difusión que se ha hecho en diversas revistas y guías especializadas, especialmente durante los meses de estío, y a su sombría posición que lo oculta del sol hasta bien avanzado el día.
Dos hombres
A mediados de 1963 (se desconoce la fecha exacta) los eldenses José Navarro Brotons coronaban por vez primera la pequeña cima calcárea por su arista NNO, abriendo la “vía larga”. Posteriormente, el día 5 de octubre del mismo año, la misma cordada abría la “vía corta”; ambas han quedado como ejemplo de lo sencillo y claro que era el nomenclátor de las rutas trazadas por los primeros escaladores. Viendo la nota manuscrita de esta última ascensión, se observa claramente que desconocían el nombre de la peña, pues escriben “Aguja de la Sierra del Caballo”, pero luego lo tachan, dejando solamente “Sierra del Caballo”, evidenciando el desconocimiento de cualquier nombre dando lugar, algo que era normal en aquellos tiempos, cuando pocos reparaban en agujas o paredes de roca, y nadie lo hacía mostrando interés por la escalada, actividad que acaba de iniciarse en nuestro valle tan sólo unos años antes. La nota deja claro que el primero de los escaladores pertenece al Club Montañero Valenciano, un dato que habría que de ser decisivo para la posterior formación de una de las cortadas de escaladores más activos de los inicios de este deporte en la zona.
Ocurrió que acababa de producirse un desencuentro entre el Centro Excursionista Eldense y el primero de los mencionados, más conocido por el nombre de Pipona, el cual siguió escalando con sus compañeros de sección durante un tiempo. Sin embargo, el contacto con otros escaladores murcianos y valencianos, y la recién creada Federación Valenciana de Montañismo con la sección de la E.N.A.M. (Escuela Nacional de Alta Montaña) acabaron por integrar al eldense como monitor de escalada de la nueva escuela, y asociado también al Centro Excursionista de Petrer. Poco después, destacaba como escalador en el mismo centro Helios Payá Reig, Gatet, por aquel entonces vicepresidente de la entidad, quién también accedió a la E.N.A.M. como monitor de escalada, para formar cordada con el primero. Ambos se convirtieron en los escaladores más potentes de nuestra zona en aquella primera época. Ellos, la cordada Pipona-Gatet, son los dos hombres de esta historia, pioneros de la escalada en el valle.
Una roca
Aquel espolón, que había permanecido casi ignorado hasta entonces, se convirtió en zona asidua por los escaladores en una época en la que seguían usándose las cuerdas de cáñamo junto a las recién aparecidas, de material impermeable y más resistente, como el primitivo perlón; y las clavijas llamadas “nacionales”, cuta aleación era de hierro dulce y acero. Eran tiempos difíciles y el coste del material elevado: 7 pesetas las clavijas, y 16 los mosquetones llamados “de pera”, por su forma oval, pues los “rectangulares” costaban la friolera de 25 pesetas, aproximadamente la misma cantidad que nos daban nuestros padres para pasar el fin de semana.
A principios de 1964 se abrió, a la derecha de la “vía corta”, la “vía Pipona” mediante el empleo de estribos, en la denominada escalada artificial, y en 1965 se acometió la cuarta ruta al espolón, y primera por la cara oeste, con la apertura de la “vía Marina”, por la cordada Pipona-Gatet, que ya escalaban juntos habitualmente. Posiblemente gracias al petrerense sabían ya que aquella roca desgajada del promontorio era conocida por los cazadores y vecinos de los alrededores como la “Penya del Corb”, su topónimo original, y efectivamente recuerdo que en aquellos años solía animar una pareja de cuervos bajo la alta cúpula de la gran cueva de roca descompuesta que se divisa desde el sendero, en el mismo filo de la cara sur.
Dos nombres
Durante los cuatro años siguientes ninguna otra vía de escalada sería abierta en el lugar, algo lógico teniendo en cuenta que aquellos años éramos pocos los escaladores en la zona y prácticamente todos estábamos en la etapa de formación, repitiendo rutas conocidas. El 10 de mayo de 1968 el pequeño collado orientado al SE, donde el espolón tiene menor altura, congregó un número desacostumbrado de escaladores y montañeros con motivo de la colocación de una cruz en memoria del fallecido escalador, y hermano de Pipona, Pascual Navarro Brotons, fallecido el 17 de abril del mismo año. La cruz, armada con hierros de encofrado, había estado coronando el local provisional de la parroquia de San Francisco de Sales, en Elda, hasta que concluyeron las nuevas obras del nuevo templo. El día anterior la habíamos subido a hombros desde el camino, junto a los materiales y el agua necesaria para su colocación.
Entre los numerosos asistentes, el señor Medina, presidente del Centro Excursionista de Petrer, hizo entrega de una placa recordando al malogrado montañero y quel mismo día la cordada Pipona.Gatet abrió el filo sur del espolón, bautizando la ruta con el nombre de “Pascual Navarro”. La anécdota de la apertura de este difícil itinerario fue la caída protagonizada por Helios, al saltarse la primera clavija que había introducido en la roca, afortunadamente sin más consecuencia que un pequeño sobresalto.
A partir de aquel momento y coincidiendo con el relanzamiento de este deporte en el valle, en especial con la creación en agosto del G.E.C.E.E. (Grupo de Escalada del C.E.E.), el espolón se convierte en el destino obligado de los nuevos escaladores, y en poco tiempo todas las paredes serían conquistadas por diversas rutas. Esta afluencia mayoritaria de escaladores castellano parlantes y la presencia, coronando la roca, de la cruz de hierro, hicieron aparecer espontáneamente la segunda denominación con la que es conocido también el “Espolón de la Cruz”, su segundo nombre.
Con esa dualidad apareció publicada la primera guía de escalada que se editó en la zona, dedicada precisamente a ese espolón rocoso, la primera zona escuela de la escalada de Petrer, cuna de la escalada local.
Dos hombres: José Navarro y Helios Payá, pioneros de la escalada del valle. Una roca: la primera escuela de escalada de Petrer. Dos nombres: “Espolón de la Cruz” (fácilmente recordable y reconocible) y su verdadero topónimo, Penya, del Corb, una historia de ilusiones y esfuerzos, todavía por contar, tal vez la “Crónica de una roca”.