Don Ricardo y Don Severiano Sánchez Algarra: el fin de una aristocracia

Con este espíritu se encamina a Valencia y se incorpora a la Plana Mayor en Sagunto -ciudad en la que el general Martínez Campos, acaba de proclamar rey a D. Alfonso-; desde allí, partirá al frente de Navarra con destino a Tudela y más tarde, el primero de enero de 1876, a Larraga, donde protege los comboyes que se dirigen a Oteiza. Entra finalmente en acción, a las órdenes del brigadier Cortijo y participa con extremado valor en la toma de Arellano y del Fuerte de Montejurra; prosigue realizando algunas arriesgadas operaciones en Estella y Pamplona, hasta que el día 14 de marzo regresa en ferrocarril a Valencia.

Concluida al fin la guerra civil, D. Ricardo es ascendido por R.O. de 16 de junio al grado de teniente de infantería por méritos de guerra y por otra R.O. de 3 de julio, según acuerdo de las Cortes, merece el bien de la patria por los servicios prestados en la acción contra las facciones carlistas por lo que se le concede la Cruz de Alfonso XII, con los pasadores de Santa Bárbara y Estella. Finalmente, el general de distrito le autoriza con dos meses de licencia en Petrer.

En el pueblo es recibido como un héroe por vecinos y autoridades que comentan con apasionamiento sus hazañas en la guerra, como antes lo hicieran con las de su abuelo el brigadier Algarra contra las tropas de Napoleón.
Disfruta de su estancia en compañía de sus familiares hasta que es destinado brevemente a Segorbe, pero pronto pasa a la situación de reemplazo y regresa a Petrer donde permanece seis años. Transcurrido dicho tiempo, por disposición del general del arma, marcha al Batallón Depósito de Segorbe n.º 42 y más tarde al de Alcoy n.º 52 donde presta servicio ordinario, tras el cual es trasladado al Regimiento de Infantería de Baleares n.º 62 donde conoce al alférez D. Adolfo de Mesa y Cervera, joven y prometedor oficial, fallecido a la edad de 21 años, que fue hermano de la que con el tiempo sería su segunda esposa.

Último ascenso de D. Ricardo que daría pie a su apodo de "el Capinet".

En el año 1885, tras un período de licencia en Petrer, se encamina al Real Sitio del Pardo, donde rea­liza ejercicios de tiro al blanco, hasta el año 1886 en que se le traslada al Campamento de Carabanchel prosiguiendo con dichos ejercicios y se alecciona, además, en la fortificación. El 18 de sep­tiembre viaja a Madrid, ciudad en la que vivirá una conspiración republicana.

La noche del 19 del mismo mes un sargento, apellidado Pérez, consigue arrastrar a dos escuadro­nes del Regimiento de la Albuera y por otro lado, el capitán Casero, ayudado por unos sargentos, a cuatro compañías del Regimiento de Careliano: Ambos se hacen fuertes en el cuartel de San Gil, hasta que enardecidos salen a la calle al grito de ¡Viva la Repú­blica! con el propósito de tomar Madrid. Se les unen algunos gru­pos de paisanos y en los disturbios son asesinados el brigadier D. Clemente Velarde y el coronel Sr. conde de Mirasol.

El oficial, en mitad de la refrie­ga, se mantiene fiel al Gobierno de S.M. y participa enérgicamente en sofocar la sublevación. Final­mente se logra reducir a los rebel­des que inmediatamente son puestos a disposición de las auto­ridades que les condenan a muer­te, si bien serán indultados final­mente por la reina.

Por R.O. de 26 de octubre se le comunicaba al teniente D. Ri­cardo Fernández de Algarra que, con motivo de la lealtad y disci­plina demostradas la noche del 19 de septiembre, S.M. la reina regente D.* María Cristina desea­ba expresarle las gracias personal­mente.

En julio de 1890 es ascendido a primer teniente de infantería, con residencia en Guadalajara y por R.O. de 29 del mismo mes, se le nombra profesor del Colegio de Huérfanos de la Guerra, en la mencionada ciudad y en diciem­bre de 1891 se le eleva al grado de capitán por antigüedad.

Real Orden con la firma de Alfonso XIII por la que se nombra alférez de milicias provisionales a D. Ricardo Fernández Algarra.

Por Real Despacho de 15 de noviembre se le asciende a teniente por antigüedad, concediéndosele una licencia para marchar a Petrer, donde fue muy comentada su acción en la intentona republicana.

El 25 de febrero de 1892, a la edad de 45 años, contrae matrimo­nio con D.* Josefa Magro y Pérez, que fallecería un año más tarde.

Una R.O. de 29 de noviembre de 1894 le concede la Cruz de pri­mera clase de la Orden del Mérito Militar con distintivo blanco, pasa­dor especial del profesorado y el grado de Caballero de dicha Orden.

En 1899 D. Ricardo es nombra­do socio de número de la Cruz Roja. Organización inspirada por el suizo J.H. Dunant en 1864, cuyo origen fue la firma de la Convención de Ginebra en la que dieciséis naciones, entre ellas España, recomendaban el auxilio mutuo entre los estados, la coope­ración con los servicios médicos militares y la neutralidad de los heridos de guerra. Pensamos, si no se demuestra lo contrarío, que D. Ricardo fue el primer ciudadano de Petrer que perteneció a esta humanitaria asociación.

Don Ricardo y su esposa Dª Ramona en 1908. La fotografía sugiere elegancia, sobriedad y cultura: los valores de la aristocracia.

El día 3 de mayo de 1900 se casa, en segundas nupcias, con la hermana del que fuera su cámara-da de armas antes citado, D.a Ramona de Mesa y Cervera, natu­ral de Álava; si bien, sus padres, el teniente coronel D. Antonio de Mesa, era madrileño y su madre D.a Juana Cervera de una ilustre familia de Palma de Mallorca.

Continúa como profesor en Guadalajara y después en Sala­manca hasta que, en el año 1903, habiendo cumplido la edad regla­mentaria (56 años) se le concede el retiro y se le otorga la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

El matrimonio se traslada provi­sionalmente a Alcalá de Henares, aunque sus padres y su hermana habían fallecido y era D. Severiano el único pariente próximo que le restaba en Petrer, en el ánimo del capitán estaba retornar a su pueblo.

Don Ricardo concede, median­te escritura, poderes generales a su amigo y pariente lejano D. Román Paya y Soria, para la administra­ción y saneamiento de los bienes que aquí poseía.

En el año 1906 regresan defini­tivamente a Petrer.

El pueblo esperaba ansioso la llegada del matrimonio y conocer a la esposa del que durante mu­chos años fuera un solterón empe­dernido, lo cierto es que D.ú Ramona defraudó un poco, pues todos esperaban ver a una joven y grácil dama y encontraron a una adusta y madura señora enlutada; otros más llanamente comentaron, que se había casado con una vieja.

Tenía en Petrer D. Ricardo bue­nos amigos, como el citado D. Román Paya, D. Miguel Amat y Broqués o su tío D. Enrique Amat, que fueron en muchas ocasiones depositarios de su confianza.

El capitán contó con mucha consideración en Petrer; en el año 1907, fue designado por el alcalde D. Vicente Aracíl para formar parte de la Junta Municipal del Censo en las elecciones de diputados a Cortes y concejales, ya que su opinión era respetada y no eran  pocos los que le consultaban  cuestiones de lo más variadas.

Mas si antes en el ejercicio de las armas, obtuviera algunos éxitos, no cosechó muchos como hacendado, pues desprendiéndose primero de los bienes que poseía en Requena y Zafra, comenzó después con los de Petrer, vendiendo unos e hipotecando otros. A pesar de todo, D. Ricardo vivió muy desahogadamente hasta su muerte.

Nos cuentan sotto voce que fue bravo en el ars amánela pero los años no transcurren en balde y como dijera el poeta: «una vez se extinguen las pasiones, se han visto sorprendentes conversiones». Sus últimos años los pasó prácticamente recluido en su casa de la Placa de Baix, que sólo abandonaba para ir a misa junto con su esposa.

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