Asociaciones ecologistas e innumerables asociaciones “verdes” hablan constantemente de la ecología, pero desde un punto de vista conservacionista a veces extremo, y en muchas ocasiones sin ningún criterio. Mi escrito no va en contra de este tipo de asociaciones, sino que se trata de una crítica constructiva, pues la existencia de estos grupos es necesaria y muy importante en nuestra sociedad, que tan poco protege el medio ambiente. Este tipo de asociaciones deberían contar con expertos en las materias como la fitosociología. Esta disciplina emana de la botánica, geología, climatología e incluso ecología, para explicar la distribución potencial (óptima) de la vegetación de forma silvestre, cómo se desarrollan, mueven y compiten.
Dicho esto, quiero remarcar un concepto muy importante y que constantemente olvidamos los humanos: la escala temporal de la naturaleza (o el tiempo en el que se cumplen sus ciclos) no son ni mucho menos equiparables a la escala humana (que podemos considerar unos 100 años por generación). Entender las variaciones climáticas a escala de las eras geológicas (desde la era en la que habitaban los dinosaurios hasta que el hombre industrializó su sociedad dejando la naturaleza de lado) nos puede hacer comprender la vegetación y su comportamiento de un modo muy diferente.
Por otro lado, no se puede entender la naturaleza como una serie de especies vegetales que habitan en un lugar. Es muy importante hablar de asociaciones vegetales, que colonizan el territorio utilizando sus recursos de la manera más óptima, desplazando a las asociaciones que ya no pueden competir por los mismos recursos ya que los obtienen de forma más ineficiente y, como siempre se ha dicho, la naturaleza es muy sabia y elimina al débil.
En una asociación, todas las especies que coexisten son igualmente importantes, incluso las menos numerosas pueden hacer que se trate de asociaciones diferentes, debido a lo que llamamos cortejo florístico (o especies que acompañan a las especies principales o dominantes). Dichos acompañantes, matizan el clima o suelo en el que viven, pudiendo realizarse una lectura de las plantas y conocer el estado de degradación o todo lo contrario, simplemente con el clima, suelo, orientación poder saber que vegetación potencial debería albergar ese territorio. Éste hecho, demuestra que la vegetación no es solo resultado de la acción antrópica como muchos creen, sino que esta influye el transcurso propio de la naturaleza, con sus ritmos fuera de la escala humana, como antes comentábamos. Un grave error, por ejemplo, es considerar que en la naturaleza el matorral compita con el estrato arbóreo, cuando la relación que ocurre no es competencia, sino comensalismo, en el que cada especie está adaptada a los recursos que la otra no absorbe para así formar un sistema completamente eficiente. Otra cosa es que se elimine matorral para evitar los incendios forestales, lo que se podría considerar una acción justificada.
Deberíamos ser más críticos con la gestión del medio, pues en la actualidad parece ser que hay un enfoque centrado en realizar acciones que permitan disponer un bosque hoy, bosque para el presente, pero debemos tener en cuenta que no necesitamos eso, sino que debemos de asegurar formaciones vegetales que sean estables en el tiempo y sean las óptimas en cada territorio según sus características singulares, y no para nosotros, sino para nuestros hijos y sus generaciones venideras. Lo que realiza la naturaleza en cientos o miles de años no lo puede conseguir el hombre nunca en 10-50-100 años. Las repoblaciones forestales son un claro ejemplo, pues sus resultados siempre son masas coetáneas (de la misma edad todos los individuos) y con una variabilidad genética reducida, por lo que vemos que no regenera de forma natural. Se tratan de formaciones secundarias implantadas por el hombre.
Claro está el ejemplo de los montes alicantinos, como podría ser el Rincón Bello o los Chaparrales. A parte de verse una plantación de unos 60 años de edad, crecen a una densidad tan elevada que la competencia es tan fuerte que su estado es de debilitamiento acusado. Pueden verse las líneas de pinos tiradas a tiralíneas en zonas muy escarpadas y con poco suelo. Es el claro ejemplo donde el matorral es la formación más óptima para esas condiciones, que además creará suelo donde en un futuro entrarán las especies arbóreas más competitivas, que posiblemente no sea un pinar, sino un bosque mixto de pinos y encinas, hasta que al final dominaría completamente el encinar, vegetación muy adaptada a la sequía y a las temperaturas altas.
Antes he hablado de que las asociaciones vegetales se mueven, y ocurre así pero a una escala temporal que los seres humanos no han podido ver con sus propios ojos. Un claro ejemplo que constata esta teoría es el conocido suceso de las glaciaciones (cambios en la climatología global que hizo que el glaciar ártico descendiera hasta casi toda la Península Ibérica en varias ocasiones). Estos cambios en el clima trajeron especies de coníferas, asociadas a climas más templados o fríos (N de Europa, por ejemplo) que tras volver a cambiar el clima subiendo temperaturas, especiaron (crearon una nueva especie) para poder sobrevivir al nuevo cambio climatológico (periodo de sequía y temperaturas más elevadas). De esta forma surgió el roble valenciano Quercus faginea.
Para finalizar este artículo, quiero reflexionar cómo es necesario realmente conocer la naturaleza y todas sus relaciones con el objetivo de gestionar el territorio, es indispensable la presencia de personas que aprecien sensibilizadamente de un modo científico y contrastado los factores que determinan el desarrollo de la vegetación desde la roca madre de una ladera, que fue erosionándose, creando suelo gracias a plantas inferiores que crearon las condiciones idóneas para la albergar un bosque caducifolio a lo largo de millones de años. Por ello creo que ya que no dispondremos jamás de medios para implantar un bosque primario (como la selva de Irati, uno de los hayedos más importantes de la península), debemos conocer el comportamiento de la fuerza de la naturaleza para desarrollarse, y de éste modo gestionar el medio de un modo más eficiente, usando sobre todo el poder predictivo de la ciencia.
Raúl González Soler es estudiante de último curso de Ingeniería Forestal.
Agradecimientos a Rafa Díaz, el autor de las fotos.
Gracias compañero!
Gracias a ti por esforzarte en dar a conocer cuestiones medioambientales que son desconocidas para la gran mayoría. La educación ambiental es básica para respetar y valorar la naturaleza. ¡Sigue así!
Estupendo articulo de divulgacion. Describe la problematica actual de la gestion del medio ambiente y señala el marco de actuacion correcto para obtener actuaciones eficientes. Ojalá dispongas alguna vez de autoridad en la responsabilidad de conservar y mejorar el medio ambiente que legaremos a las generaciones futuras. Ánimo
La tuya es sin duda una forma de entender el medio natural en peligro de extinción.
No permitamos que las generaciones futuras entiendan el medio natural como un cuadro estático que solo aporta belleza al que lo contempla, ni como una fuente inagotable de recursos que explotar. Dejemosles un buen legado y las herramientas para aprovechandolo de forma sostenible.
Gran trabajo, Raul.