El cernícalo, posado en un cable de la luz, mira con desconfianza a la urraca que se le acerca, y hace bien…
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…porque ésta no tarda en expulsarlo a la fuerza, picoteando su cola y atacándolo hasta que finalmente no tiene más remedio que irse.
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¡Incluso se mete dentro de los coches!
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Milana, sin miedo a nada.
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Empezó uno a uno, pero ahora se los lleva a pares.
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Con ella cerca, toda medida de «seguridad» es poca.
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…¡La curiosidad de Milana por el mundo humano no tiene límites! Aquí la vemos zarandeando un paquete de tabaco.
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A Milana no es que no le disgusten, es que le encantan los coches.
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