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Redescubriendo nuestro cuerpo de mujer: Punto G y eyaculación femenina

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Durante prácticamente toda la historia el conocimiento científico se ha centrado mucho más en conocer los aspectos referidos a la sexualidad masculina que a la femenina e incluso, cuando no ha sido así, el hallazgo no ha sido difundido, o bien, ha sido puesto en evidencia en lugar de profundizar con otras investigaciones que dieran más luz al asunto. Así ha ocurrido, por ejemplo, con el Punto G femenino y la eyulación femenina.

Podríamos reflexionar en el porqué de la escasez de estas investigaciones (o la poca repercusión de algunos estudios) y en el porqué de la poca importancia que ha tenido la sexualidad en la educación formal. Aunque, con bastante probabilidad, podríamos concluir que el sistema patriarcal, que ha pretendido controlar la sexualidad femenina, ha tenido un importante papel, así como la religión no ha ayudado mucho más a la exploración de las sexualidades ¿cuántas y cuáles serán las consecuencias de este desconocimiento?

A pesar de que la literatura sobre el Punto G no ha sido muy abundante, en la historia han existido varios autores que se han referido a ella y han defendido su existencia así como la de la eyaculación femenina, la cual todavía no está exenta de controversia en la actualidad.

Fue en la década de los cincuenta cuando el ginecólogo alemán Dr. Ernst Gräfenberg, a quien hace honor el nombre de Punto G, hizo referencia a esta área situada en el tercio medio de la pared anterior (tumbada boca arriba, sería la parte superior) de la vagina, la cual al ser estimulada adecuadamente daba lugar a una emisión de un líquido viscoso en el momento del orgasmo (eyaculación femenina). Aunque la aportación de este ginecólogo significó, más bien, la creación de un precedente, y fueron Ladas, Whipple y Perry en 1981 quienes redescubrieron esta zona vaginal y consiguieron darle más difusión a este descubrimiento y una mayor repercusión científica y social.

En los últimos años los artículos científicos han sido mucho más numerosos y han aportado evidencias de que sí existe la “eyaculación femenina”, a pesar de que quedan muchos factores que todavía se desconocen y crean cierta controversia (para ampliar información leer autores como: Cabello Santamaría, F., Kratochvil, S. y Jannini, E. entre otros).

Y, ¿qué es exactamente el punto G? En realidad, a pesar de que se le ha llamado Punto G, no es un punto sino un área, que puede ser mayor o menor (en torno a 25-30 milimetros de diámetro según algunos estudios) en función de la fisiología de cada persona. Todavía no se conoce con exactitud de qué estructuras biológicas se compone, las hipótesis más defendidas lo definen como una compleja cadena de vasos sanguíneos, glándulas, conductos de Skene, terminaciones nerviosas y del tejido que rodea al cuello de la vejiga. Otros autores hablan de una estructura similar a la próstata masculina, ya que han encontrado similitudes en la composición del líquido eyaculado en mujeres con el de los hombres.

Esta zona, o Punto G, no es perceptible tactilmente a no ser que nos encontremos en la fase de excitación (cuando parte de nuestros órganos se sexuales se hinchan de sangre y aumentan de tamaño, como sucede en la erección del pene y del clítoris). Es una zona más rugosa y áspera que el resto de las paredes vaginales y para localizarla es necesario no presionarla, sino mover el dedo índice, por ejemplo, de derecha a izquierda y/o en círculos. Su localización dependerá de la longitud de la vagina, que en cada mujer es diferente, siendo de unos 3 a 5 cm de la entrada de la vagina la localización más frecuente. Un truco que nos ofrece Sylvia de Béjar en su libro “Tu sexo es tuyo” es imaginar que tienes un reloj en el interior de tu vagina, donde tu ombligo marca las doce, suele estar ubicado entre las 11 y la 1 a unos 4 cm.

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Algunos sexólogos creen que no todas las mujeres tienen esta zona desarrollada, o que puede ser más pequeña y por eso menos perceptible. Así que no debes sentirte mal si en tu caso no encuentras el Punto G (o no lo haces a la primera), recuerda que toda tu piel tiene sensibilidad y que el sentir placer no ha de conseguirse mediante unas técnicas “maestras”, y no está de más el redescubrir tu cuerpo y conocer sus potencialidades.

Por otro lado, según las dimensiones de la vagina y de los dedos, así como por la posición (se aconseja tumbadas boca arriba) puede resultar dificil la exploración, por lo que algunas personas prefieren el uso de dildos u otros juguetes eróticos o la exploración por otra persona. También es de tener en cuenta, que cada persona necesitará más o menos tiempo, incluso dependiendo de cada situación, por lo siempre es más aconsejable dejarse disfrutar y no tanto el estar pendiente de qué sucede, no hemos de frustrarnos.

En el caso de que te apetezca emprender el autorreconocimiento y lo consigas, es posible que al estimular esa zona sientas ganas de orinar, y notes cada vez más dura e hinchada dicha área. Según algunos testimonios de mujeres que eyaculan con frecuencia, comentan que al principio al notar esa sensación de ganas de orinar no continuaban con la estimulación y que cuando sí lo hacían notaban “mojar muchísimo las sábanas” coincidiendo con las contracciones orgásmicas.

Muchas mujeres se preguntan qué ocurre cuando, las mujeres que en ocasiones sí eyaculan, otras veces no lo hacen. Cabello Santamaría, un médico sexólogo y psicólogo que ha estudiado este asunto en profundidad, ha concluido a modo de hipótesis según los resultados en una de sus investigaciones, que algunas mujeres (y en algunas ocasiones) eyaculan hacia afuera y otras veces no, siendo posible que la explicación se deba o bien a que la llamada “próstata femenina” sea de un tamaño pequeño y por eso no produzca ningún líquido o suficiente para ser detectado, o haya sido menos estimulada dicha área, o bien que se lleve a cabo un proceso parecido a la eyaculación retrógrada en los varones, esto es, que se diriga retrógradamente hacia la vejiga y sea posteriormente orinado.

A pesar de que todavía quedan muchas respuestas por conocer cada vez vamos aproximándonos un poquito más al conocimiento sobre las posibilidades de nuestros cuerpos y las  capacidades de placer de nuestros órganos sexuales. Ahora depende de cada una de nosotras, que queramos o no, aprender más sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad.