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Hablamos hoy del “corazón partido”, aunque más que partido suele quedarse desintegrado en tantos pedacitos que parece imposible recomponerlo como estaba antes. ¿Te acuerdas del símil del jarrón? A todos nos ha pasado que se nos ha caído un jarrón al suelo, o una figura de porcelana o cristal, y aunque a veces hemos logrado pegar los trozos más grandes, algunos fragmentos han quedado tan pulverizados que, una vez rehecho, el jarrón o la figura tenía grietas. Eso es un corazón roto, nunca queda como antes.
Una ruptura amorosa nos “rompe” el corazón si de verdad amábamos a nuestra pareja.
Cuando nos quedamos definitivamente sin pareja tenemos dos opciones, esta es una experiencia fuerte e intensa y no hay lugar para las medias tintas: o nos hundimos en una depresión o tiramos para adelante.
A no ser que nuestro corazón esté hecho de granito, y que yo sepa no es así, va a ser inevitable pasar por una etapa de dolor, amargura, rabia, llantos y pataletas. Desahógate todo lo que puedas (no es bueno guardárselo dentro) pero no permitas que dure demasiado o puedes caer en una depresión seria o, peor aún, en alguna clase de adicción peligrosa. A medida que pasen los días y las semanas, la ansiedad (esa que nos quita el apetito, nos impide concentrarnos en cualquier tarea y no nos deja pegar ojo por las noches) se irá atenuando y el dolor irá remitiendo lenta pero progresivamente.
Cuando eso empiece a suceder, tendrás días mejores y peores. Quiero decir que NO TODOS los días serán malos, en alguno de ellos incluso te sorprenderás olvidando por un momento tu problema o incluso riéndote de un chiste.
Presta atención al proceso, como si fueras un observador imparcial, porque inevitablemente sucederá (aunque si tu ruptura es muy reciente ahora pueda parecerte imposible) y ES ENTONCES CUANDO DEBES TOMAR ACCIÓN. ¿Y qué es lo que deberás hacer? Toma buena nota y por favor hazlo, te ayudará a ver las cosas desde otra perspectiva:
1º Analízate y pregúntate cuánto había de amor en tus sentimientos y cuánto de dependencia. No te estoy diciendo que no amaras a tu pareja, pero “amar a” y “depender de” suelen formar una mezcla confusa en las relaciones sentimentales. Si además de amor había dependencia, puede que ya sea hora de “desengancharse” y empezar a afirmar la identidad personal. Esto va a aumentar tus valores de autoestima.
2º Piensa en esa persona con cierta objetividad, aquí deja tus sentimientos un poquito al margen. ¿Te hacía realmente feliz? ¿Respetaba tu libertad? ¿Era exactamente como tú creías que era cuando te enamoraste? ¿Era perfecta e insustituible? Piensa en sus defectos. ¿Compensaban sus virtudes? ¿Había algo en él o en ella que te sacaba de quicio? ¿Te daba sólo alegrías, o una de cal y otra de arena? Si haces este ejercicio con sinceridad, algunas respuestas reafirmarán tus creencias y otras pueden desmontarlas. No te preocupes si “desmitificas” a tu pareja, de eso se trata.
3º Ahora que estás solo o sola, pregúntate: ¿qué quiero hacer, qué me gustaría de verdad hacer que no he hecho durante todos estos meses o años? No te limites a pensarlo, escríbelo. ¿Qué quieres hacer, qué quieres ser?
Recuerda que sólo tienes una vida, y no es precisamente larga. La soledad impuesta no es una sensación agradable, pero alguna ventaja debía tener: ahora eres libre, por primera vez en mucho tiempo eres realmente LIBRE. ¡Aprovecha esa libertad y disfrútala!
4º No te encierres en casa. Es lo peor que puedes hacer, porque se te van a caer las paredes encima y alimentarás tu ansiedad y depresión. ¡SAL! Adonde sea. Al cine, de compras, a dar un paseo… Lo que se te ocurra pero sal de tu casa.
Y sobre todo piensa que lo pasado, pasado está, no te llenes de rencor y dejes pasar tus días en la desolación de sentirte víctima. Deseale suerte a tu ex y deséate lo mejor, que todavía está por llegar para ti.
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