Todo por la historia: Grupo Arqueológico

Sin embargo, hay que decir que no todos los años han sido igual de fructíferos en la búsqueda de restos históricos. En muchas ocasiones se han dedicado al estudio de historia y arqueología al estilo más próximo para todos: sumergiéndose en libros y convirtiéndose muchas veces en ratones de biblioteca. Por ello, no todo ha sido salir al campo «con pico y pala» a desenterrar lo que el tiempo había enterrado. Así pues, a partir de los años 80 se estudiaron los materiales encontrados en lugar de hacer tantas excavaciones. Esta inactividad en la búsqueda de nuevos restos produjo que miembros del grupo se distanciaran, abandonaran, y que otros se incorporaran por el afán primigenio de los componentes más antiguos. Después de tantos años es normal que dentro del grupo haya variaciones entre sus componentes, que exista una evolución clara de sus miembros, y que los conocimientos aprehendidos sean compartidos con los nuevos que llegan. Uno de los cambios más radicales y dramáticos que les sucedió al grupo fue la trágica muerte de Dámaso Navarro. A este hombre de carácter jovial y alegre, con ganas de emprender diariamente aventuras dentro y fuera de la historia, con una forma de ser totalmente dinámica, la vida le dio el peor de los castigos: una muerte lenta y una progresión paralítica de su cuerpo que le produciría la muerte en 1978 cuando tenía 32 años. El duro golpe que recibieron los demás componentes del grupo supuso que siguieran investigando por aquello que con tanto afán había luchado Dámaso; así que el relevo lo tomó Concha Navarro y todos continuaron con su labor científica para honrar la memoria de su entrañable amigo.

Excavaciones en la Explanada del Castillo de Petrer. Estructuras domésticas -año 1989-.

 

Creación del museo

Esa ha sido la labor del grupo desde los años 70 hasta ahora. Sin embargo, el objetivo primordial puesto en la mente de todos era la creación de un museo para poder exponer sus conocimientos materializados en forma de los restos históricos hallados. Para ello se requería varias cosas; en primer lugar la subvención del Ayuntamiento para construir una infraestructura, o ser cedida en su defecto, y en segundo lugar la colocación permanente de un profesional en la materia, un arqueólogo capaz de dirigir dicho museo con tal de preservar y elaborar un trabajo hecho y por hacer. Muchos de los objetivos propuestos en aquellos primeros años del grupo hoy se han cumplido. Por esta razón, por la dotación de un patrimonio a Petrer y por el logro de la creación del Museo Arqueológico Dámaso Navarro, como el cargo de dirección de un profesional, este grupo ha optado por tomar la decisión de cesar como grupo y así facilitar el trabajo; aunque todos ellos están dispuestos para cuando se les necesite. Así lo redactan los componentes del grupo en una carta dirigida a las autoridades municipales:

«Nuestro objetivo, quizás el más importante, se situaba en la necesidad de que el gobierno municipal adquiriera el firme compromiso de crear un Museo Arqueológico. Como es sabido, el museo es una realidad desde el pasado mes de mayo de 1999. Es necesario señalar que la organización y el montaje de éste fueron posibles debido al trabajo desinteresado de los componentes de grupo bajo la dirección técnica y especializada de la arqueóloga Concra Navarro. […]

«Pocos objetivos quedan por cumplir que justifiquen por tanto la existencia del grupo. Creemos que hemos llegado al lugar donde nos propusimos cuando hace décadas empezamos a caminar, y no cabe duda, que la travesía no hubiese sido posible sin la ayuda de personas comc Hipólito Navarro -Cronista Local-, Luis García Soria, entusiasta del CEE, autoridades locales como Enrique Navarro, José María Bernabé y más recientemente, Juan Conejero y José Miguel Payá que dieron finalmente d impulso decisivo».

 

Temas pendientes

Y sin embargo, el objetivo de la creación del Museo (hoy ya podemos hablar de este museo en mayúsculas) no es el fin último de aquellos que integran, o integraban, este grupo. Todavía queda muchas cosas por hacer y por cumplir, así como buscar alternativas turísticas al patrimonio de Petrer (al castillo, al arenal, al mismo museo), para que se les dé el valor que merecen, y para que el pueblo tenga total disposición de esta cultura histórica. Pendientes quedan pues peticiones y trabajos para que el patrimonio cultural crezca en cantidad y calidad, y dotar de un legado histórico digno a nuestro pueblo. Los errores cometidos hasta ahora, y aquellos que se siguen cometiendo son motivación suficiente para que exista un «pretor» encargado de proteger lo que pertenece a todos.

Errores como los cometidos en el castillo durante y tras su restauración, errores como el cometido en el ayuntamiento, o como el cometido en los hornos moriscos son algunos de las enmiendas que se han de corregir necesariamente. «El Castillo de Petrer es un ejemplo de cómo no se debe hacer una restauración», «La gente no es consciente de las fechorías que se cometen, se atenta contra el patrimonio de forma directa e indiscriminadamente», o «no es correcta la excavación, detección y lapidación de todo el patrimonio por falta de subvenciones» son alguna de las quejas que mantienen los ex-miembros del grupo y algunos de los trabajos pendientes. El castillo se encuentra en la misma situación que hace veinte años, sin ninguna modificación; los hornos moriscos, los más antiguos de la Comunidad Valenciana, que son óptimos para el turismo del interior van a ser enterrados por falta de una subvención que los restaure y los mantenga; las excavaciones al pie del castillo tras el hallazgo de ruinas históricas y su posterior lapidación sin ninguna sensibilidad cultural ni patrimonial, son algunos de los mayores crímenes históricos cometidos. Y así, como si del mismo Walt Disney se tratara, las autoridades municipales proceden a dejar hibernar los hallazgos con una única justificación que para ambas partes (los gobernantes y los arqueólogos) es factible: el mejor mantenimiento de los restos históricos en el subsuelo. Sin embargo, cuando la justificación lo globaliza todo, el estudio de estas reliquias es nulo y entorpecen el estudio de un grupo arqueológico, hoy ya de un arqueólogo profesional (Concha Navarro en este caso). Por ello es preciso que la gente sea consciente de que el estudio forense de reliquias históricas no es un «hobby», no se trata de un juego de niños embaucados por historias románticas del escritor Stevenson, no es cuestión de divertirse en el campo en busca de «tesoros»; es, sin duda alguna, el trabajo de un conjunto de personas, que con un carácter filantrópico, buscan fuera de sí mismos lo que todos buscamos en nuestro interior: nuestra historia y el por qué de nuestra existencia.

 

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