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Tierra de Olmos

Hace poco yo mismo informaba sobre la terrible enfermedad que ha ido asolando los Olmos Negros [1] por toda la comarca. Bosquecillos de esta especie han sucumbido a la grafiosis en los últimos tiempos y hoy, los que habitan en el Parque de Los Príncipes de Sax, los de mayor edad e importancia en la provincia de esta especie autóctona, se encuentran en peligro. A raíz del artículo, mucha gente me ha preguntado qué deberíamos hacer para protegerlos o, incluso, si era una buena idea que particulares plantaran este olmo y de alguna manera, con el paso de los años, recuperáramos esta especie. Agradeciendo todos estos comentarios, que hablan de la conciencia medioambiental de nuestras poblaciones y de su grado de implicación en la conservación del entorno, me he decidido a escribir unas líneas sobre los olmos, en primer lugar para presentar al árbol, pues creo que el primer paso de alguien que quiere cambiar algo es conocer sobre lo que quiere actuar, y en segundo lugar incluyendo una serie de consejos y recomendaciones de actuación basados en mi experiencia y estudios. Las recomendaciones de cuidados son generales y pueden servir para cualquier árbol monumental; no voy a volver a incidir en la situación de los Olmos Negros que quedan, de los que ya apunté las opiniones de expertos para lograr su salvación. Así pues, os dejo con…

La Tierra del Olmo

Los Olmos Negros del Parque de Los Príncipes de Sax a día de hoy. [2]
Los Olmos Negros del Parque de Los Príncipes de Sax a día de hoy.

Los árboles han acompañado al ser humano desde el origen de los tiempos, cubriéndole de toda clase de necesidades, desde ser alimento básico cuando todavía habitaba en sus ramas hasta el calor en forma de combustible cuando empezó a caminar. En la relación árbol-hombre el aprovechamiento del árbol ha sido total, llegando a cubrir hasta las necesidades más espirituales.

Al igual que para los seres vivos de un hábitat equilibrado, cada especie de árbol  le ha cubierto una necesidad creándose una cultura no sólo  de aprovechamiento y explotación sino también  de mantenimiento y cuidado según la necesidad que tuviera cada  especie en cada región. Este aprovechamiento ha viajado en el tiempo y en los diferentes territorios por los que iba asentándose y formando colonias. El más vivo y longevo  recuerdo de las tierras originales o de grandes viajes siempre ha sido el árbol, ya que éste es  la reencarnación viva de la tierra.

Algunas especies, debido a su fragilidad en los transplantes o germinación, por la alta exigencia en los cuidados, por la temperatura, por la cantidad de agua que necesitan o simplemente por el pobre aprovechamiento, han sido poco domesticadas; para otras, en cambio, tan alta ha sido su explotación que han acabado siendo árboles totalmente dependientes de los cuidados del ser humano, volviéndose incapaces de sobrevivir por ellos mismas.

La especie que nos ocupa  en este día quizás sea el gran eslabón de la cadena que amenaza con romperse, recuerdo de los grandes bosques, vínculo entre lo ancestral y lo actual, entre lo salvaje y lo domesticado, entre los recuerdos y los olvidos: el Olmo, testigo nada mudo del tiempo en el que los hombres andaban buscando nuevos territorios y que era el primer ser vivo que asentaban o el sitio que ellos elegían para asentarse cuando lo descubrían.

El Olmo lo es todo porque él simboliza mejor que ninguna otra especie al agua y a la tierra sin esquilmarla, simplemente, y como por arte de magia, la depura y la enriquece.

El ser humano observó que donde habitaba el Olmo había agua y tierra fértil, es decir, generosidad y bienvenida. El agua, al pasar por sus  raíces, se depura y éstas a su vez sujetan la tierra de las riberas de los ríos y arroyos, aportándole con sus hojas  materia orgánica, produciendo así suelos ricos y fértiles. Además, no obstante, de la cercanía al agua,  el Olmo  también  es uno de los árboles caducifolios que mejor resisten las sequías estivales: esa alta resistencia, su gran simbolismo y su total aprovechamiento para forraje y noble madera lo han convertido en el gran compañero de viaje a lo largo del tiempo y de  los distintos asentamientos humanos en gran parte de la Península Ibérica.

La gran facilidad para el enraizamiento después de un transplante y su buena respuesta después de la poda  producen de esta especie  una fácil y generosa  domesticación que ha sido aprovechada por los seres humanos desde tiempos antiguos.

Dentro de su hábitat original, este árbol  de gran porte crece formando bosques totalmente verticales, altos y rectos, donde impide que entre la luz creando umbrías frescas y húmedas donde reinan los helechos y los hongos. Pero es un árbol de luz y de sol, y su hoja fuerte aguanta perfectamente las fuertes insolaciones de la meseta o del levante.

Cuando se le aísla, cuando se le arranca de su hábitat original, se convierte en un árbol con un porte totalmente diferente, y la luz, al incidirle por todos lados,  lo  modela en una  perfecta esfera redonda.

Las necesidades de forraje para el ganado o leña le han propiciado podas anuales  severas, dando como resultado árboles con gruesos troncos y débiles pero frondosas copas.

Cuando a nuestro protagonista se le planta en las plazas de los pueblos, su uso se convierte en ornamental proporcionando sombra y sitio de reunión a los vecinos, y es entonces cuando  los tratamientos de poda adquieren un sentido totalmente diferente.

A continuación, y según mi criterio en el pueden entrar otros que hasta la fecha desconozco, describo las prioridades por orden de importancia de deben primar a la hora de trabajar un Olmo o cualquier otro árbol ejemplar que se encuentre en parques, plazas o paseos.

La Olma de Pareja (Guadalajara). [3]
La Olma de Pareja (Guadalajara).

1.- El primer concepto debe de ser el de la seguridad de las personas que transitan o por la zona recrean, porque además del grave peligro que supone tener una estructura que puede llegar a pesar  varias toneladas con anclajes débiles por encima de las personas, no será la primera vez que debido a la caída de una rama han acabado pidiendo la cabeza no solo de ese ejemplar sino de todos los de su quinta,

1.1.– Revisiones periódicas a la estructura del ejemplar nos mantendrán informados sobre el estado de su salud.

1.2.– Poda de ramas secas o tronchadas.

1.3.- Descarga de peso o de vela pero siempre sobre ramas de poco diámetro,

1.4.- Anclaje de ramas estructurales vivas.

1.5.– Saneado de tocones o desgarros.

1.6.- Limpieza de oquedades.

2.- El segundo concepto es de formación; al formar correctamente lo que será la futura estructura prevenimos de que las ramas no  se carguen demasiado  y con el tiempo se lleguen a tronchar. La necesidad de formar un árbol bajo los criterios humanos aparece en el momento en que se le saca de su hábitat natural y se le otorga un servicio para nuestra propia necesidad. Tendremos que tener el riego que recibe, el suelo en el que crece, la dirección de  los vientos dominantes la altura de los edificios cercanos, si está en un jardín los árboles vecinos, en fin todos los factores del  que le rodean, y solo así conseguiremos darle una buena formación y  un fuerte y seguro porte cuando sea grande. Una serie de conceptos básicos que nos pueden ayudar a la hora de formar un árbol son los siguientes:

2.1.– Observación de su porte natural, buscando ejemplares aislados en su medio natural. La guía siempre se conserva y tan solo podemos frenar su desarrollo; nunca debemos amputarla ya que esto provocaría cargar demasiado las ramas horizontales creando anclajes con demasiada tensión.

2.2.– Selección de ramas demasiado  horizontales procurando dejar las que tengan un crecimiento más en diagonal; éstas tendrán anclajes mucho más seguros.

2.3.- Eliminación de ramas que se rocen o que un futuro puedan hacerlo.

2.4.– Limpiar de ramas débiles el interior de la estructura del árbol, con ello conseguiremos una mayor ventilación y evitaremos zonas de cobijo para futuras plagas.

2.5.- Reducción de chupones o ramas con demasiado vigor o desarrollo, buscando siempre el equilibrio del porte.

2.6.- Control de ramas con crecimiento hacia fachadas, señales de tráfico, farolas, etc., y también aquellas que crezcan demasiado bajas o que rocen a vehículos o personas.

La mejor época para trabajar al Olmo, según mi experiencia y lecturas, es desde enero hasta que empiece la floración, evitando las noches de heladas. La utilización de cicatrizantes es una buena opción para heridas grandes, yo he pintado los cortes durante muchos años y da buen resultado.

Un proverbio chino (y en esto del trabajo en los árboles, los orientales son unos maestros) dice que la mejor poda es la que no se nota y que antes de cortar mide cuarenta veces. Esto es: tener dudas a la hora de cortar no es malo ni significa falta de seguridad, sino todo lo contrario, cuanto más sabes más dudas tienes, y al tratarse de seres vivos y alguno de ellos centenarios, el sentido de precaución hay que tenerlo siempre muy presente.

Muy contentos se pondrían nuestros descendientes si de una vez por todas se consiguiera crear una mayor conciencia sobre lo imprescindible de preservar para generaciones futuras  cada especie y  ejemplar centenario, especialmente el Olmo negro, que por la enfermedad que sufre se encuentra en grave peligro.