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Testimonios eldenses sobre la «Batalla de Boné» en 1844

Nota: Reportaje escrito por Alberto Navarro Pastor, publicado originalmente en la revista Alborada nº 34 del año 1987.

Desde mis primeros estudios sobre el tema eldense en general me encontré con un episodio, entre los muchos que llamaban a mi interés, que tenía especiales sugerencias por apartarse sensiblemente de la línea casi plana de un pueblo entregado a sí mismo, ocupado y abstraído en sus pequeños problemas de subsistencia y casi desvinculado con los demás de la nación, como si las montañas que le sirven de diadema fueran murallas ciclópeas que la aislaran del resto del mundo. Pero hubo ocasiones en que los huracanes tramontanos sacudieron violentamente su vida quieta y los eldenses hubieron de afrontar situaciones violentas, de peligro mortal para su existencia, adoptando decisiones en las que entraba en juego el ser o no ser de la comunidad. Así ocurrió en 1705, en 1808, en 1823 y en cuantas ocasiones la guerra o la revolución, aunque iniciada en lejanos puntos de la patria, puso a los eldenses en la dura necesidad de escoger partido y seguir bandera.

Una de estas ocasiones fue en 1844, cuando una Junta revolucionaria se hizo fuerte en la ciudad de Alicante, acaudillada por el coronel de carabineros Pantaleón Boné, levantando bandera contra el gobierno de González Brazo, aprovechando el malestar causado por el restablecimiento de la Ley de Ayuntamientos de 1840. Varias poblaciones de la provincia -Monóvar, Petrel, Muro y Cocentaina- secundaron el movimiento, oponiéndose resueltamente otras como Alcoy, Orihuela, Elda, Crevillente, Elche y algunas más, a pesar del decreto dictado por Boné amenazando a los alcaldes y comandantes de Milicia Nacional de los pueblos que no se unieran a su pronunciamiento con ser pasados por las armas«irremisiblemente» (1).

[1]

En mis trabajos sobre temas históricos eldenses me he ocupado ya de las circunstancias que esta decisión atrajo sobre la población eldense (2), en especial sobre la acción militar entablada en los campos cercanos a Santa Bárbara entre las fuerzas sublevadas, bajo el mando personal del Coronel Boné, y las gubernamentales, bajo el mando del Comandante General de Murcia, D. Juan Antonio Pardo, junto a las cuales formó la Milicia Nacional de Elda, teniendo una importante parte en la batalla.

[2]
La reina Isabel II, en cuyo reinado ocurrió la batalla de Boné.

Las confusas circunstancias en que se produjo la victoria de las tropas de Pardo, con la derrota en toda la línea de Boné y su huida en desbandada por las montañas de Petrel y Agost hacia Alicante han sido profusamente comentadas e historiadas, especialmente por los cronistas de Alicante, entre ellos Rafael Viravens y Pastor (3), Nicasio Camilo Jover (4) y, más recientemente Vicente Ramos (5) presentando el primero una opinión contraria al pronunciamiento, el segundo una favorable y glorificadora, y el tercero la escueta e imparcial de la crónica histórica sin la ganga de interpolar opiniones personales.

Repetidamente expuesto el hecho por los cronistas alicantinos y tratado extensamente por mí en los citados trabajos, con el obligado cotejo de las tres versiones que sobre dicha acción nos interesan -las del general Pardo (6), Boné (7) y de Lamberto Amat, testigo de la acción (8)– no vamos a cansar a nuestros lectores reproduciendo una vez más el relato de la acción militar o, como decían nuestros abuelos «la batalla de Boné», sino que, remitiendo a los trabajo sindicados a los interesados, vamos a referirnos más bien a los testimonios que algunos eldenses dejaron sobre la repercusión que esta alteración de la quietud de la entonces villa produjo entre sus habitantes, que ascendían entonces a 883 vecinos, o sea, según los cómputos de aquel tiempo, 5.846 almas.

En cuanto se recibió en Elda el decreto de 29 de enero reclamando la presencia en Alicante de todas las fuerzas de Milicia Nacional existentes en los pueblos, con la ya indicada amenaza de fusilamiento para quienes no cumplieran dichas órdenes, el Ayuntamiento de Elda, presidido por don José Amat y Amat, terrateniente de la villa y padre del cronista de la misma don Lamberto Amat, autor de una importante reseña histórica de la villa (9), reunido en sesión decidió permanecer fiel a la Reina Isabel II y a su gobierno constitucional a pesar del riesgo de la vida que esta decisión entrañaba para los miembros de aquel Ayuntamiento.

Quiero dejar constancia de los nombres de los componentes de aquel Ayuntamiento, ejemplo de patriotismo en aquellos azarosos tiempos, y aunque no he hallado en el Archivo Municipal el acta de la citada sesión constan los que actuaban en 7  de enero de 1844, cuando se dio lectura por pregón público a la Ley de Ayuntamientos sancionada en Barcelona en 14 de julio de 1840, que dio motivo a la sublevación de los liberales alicantinos. La lectura pública se hizo «por el Alguacil Juan Moreno» con asistencia del secretario municipal, Lamberto Amat, «y la de un piquete de veinte Milicianos Nacionales mandados por un Caballero Oficial, en los sitios de costumbre y con las formalidades de estilo»(10).

Firmando dicha acta figuraban el alcalde José Amat y Amat, el teniente de alcalde Juan Bautista Ferrando, y los regidores y síndicos Vicente Casañez, José Vidal, Rafael Amat, Esteban Alonso, Juan Amat Quesada y el citado secretario Lamberto Amat. En otras relaciones de fechas siguientes no figura Rafael Amat y sí Antonio Amat, Pedro Guarinos y Pedro Juan (11) junto a los anteriormente citados.

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La crónica que de estos hechos hace Viravens introduce uno de los testimonios a que hacemos mención en el título, al parecer publicado en aquel tiempo por el periódico madrileño «El Heraldo», firmado según Viravens por un tal Juan Amat, a pesar de que en el final de la crónica figura,como autor de la misma, el nombre del Alcalde y Comandante del Batallón de la Milicia Nacional de Elda, don José Amat y Amat. La minuciosidad de datos que aporta sobre la reacción de las autoridades y pueblo de Elda ante aquella situación, la cita de nombres de eldenses que intervinieron en la acción y la sobriedad con que relata las incidencias de la batalla, centrándose especialmente en la intervención de la Milicia Nacional de Elda, merecería bien su transcripción literal, pero su extensión y la necesaria brevedad en un artículo de revista hace imposible esta reproducción pudiendo el lector interesado leerlo en la obra citada.

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Otro testimonio, aunque no de un eldense, de la decisión con que las autoridades de Elda se opusieron a la revuelta es la comunicación que recoge Viravens (12) de un oficial del Gobierno político de Alicante, Alejandro Mayoli y Enderiz, que había podido huir de Alicante apenas iniciado el pronunciamiento y escribía al Gobierno desde Elda, el 31 de enero informando de lo ocurrido cuyo contenido, en lo que se refiere a Elda, es el siguiente:

«Al llegar a esta villa he tenido la satisfacción de saber que su digno alcalde D. José Amat y Amat está decidido, no sólo a no coadyuvar los deseos de la Junta sino oponerse a su violento mando, si consigue reunir las fuerzas necesarias al intento, como Comandante que es del batallón de Milicia Nacional de este pueblo, cuyos Oficiales y Ayuntamiento abundan en los mismos principios de orden y legalidad. También se han puesto en comunicación con las villas de Elche, Cevillente, Aspe y Alcoy para resistir a los revolucionarios y es de esperar que la anarquía quede circunscrita a la desgraciada ciudad de Alicante. Como único empleado del Ministerio de la Gobernación, que permanece fiel a la Reina, me he tomado la libertad de dar gracias a este Alcalde por su patriotismo y decisión, en nombre de V.E. escitándole a que continúe dando pruebas de su amor al orden y que conserve la tranquilidad pública, interin el Gobierno presta atención a estos pueblos».

[3]

***

Los testimonios que siguen tienen la particularidad de haber sido escritos por dos testigos presenciales de la acción; uno de ellos Lamberto Amat y Sempere, participante en los hechos como miembro de la Milicia Nacional con el cargo de abanderado, contando en 1844 con 24 años de edad. A su participación, que en sus escritos omite totalmente, tenemos constancia, además de su cargo y de ser hijo del Comandante de la Milicia por esta breve alusión en «Mi Tía Monja» (13): «…mi padre y yo asistimos a esta función de armas sin temor ninguno, como si no conociéramos el peligro, a pesar de que nuestras vidas estaban las más amenazadas…». También en «El Centenario» (14) se alude a esta participación al reseñar que «…y el hijo de este (del Alcalde y Comandante de la Milicia) libró a otro oficial de la misma procedencia, quitándole los distintivos e introduciéndole entre los soldados…».

El segundo es el entonces viario ecónomo de Santa Ana, don Gonzalo Sempere yJuan, y aunque no consta documentalmente su permanencia en el lugar donde se desarrollaron los hechos de armas, debe incluírsele entre los que estuvieron allí, según manifiesta este párrafo de la crónica de «El Centenario» (15): «…Los sacerdotes jóvenes salieron todos al campo de la acción a prestar sus servicios espirituales a los combatientes…». Entonces contaba don Gonzalo Sempere cuarenta años de edad, por lo que es seguro no puede incluírsele entre los ancianos sacerdotes que quedaron en el templo orando por la victoria y la salvación del pueblo.

De Amat tenemos dos versiones, coincidentes en la opinión de la influencia decisiva en el final de la batalla de haberse desbocado el caballo de un Jefe siendo seguidopor los restantes lanceros. Una de ellas se encuentra en su manuscrito «Mi Tía Monja» ya citado, y el otro en su importante obra «Elda» (16), prefiriendo la primera, por ser inédita en primer lugar y por contener lo fundamental del relato de la segunda obra, refiriendo además el curioso suceso de la ira de Boné contra el alcalde de Elda.

Lamberto Amat escribe:

«A últimos de enero de 1844 se sublevó en Alicante contra el Gobierno el Coronel Boné, con la fuerza de Carabineros que mandaba y se apoderó de la Plaza; cuasi todos los pueblos de la provincia secundaron el movimiento, lo cual no hizo Elda; con este motivo, algunos empleados del Gobierno Civil y de la Intendencia se vinieron a aquí y funcionaban como tales Autoridades de la Provincia; detuvieron el Correo de Madrid y sacaron la correspondencia oficial del Gobierno legítimo, sin que mi Padre, que se hallaba de Alcalde en esta Villa, tuviera conocimiento de tal disposición; llegó el correo aquel mismo día a Alicante, se extendió rápidamente la noticia de que en Elda había sido detenido y que se habían quedado con la correspondencia oficial; el Coronel Boné, que ya se titulaba Comandante general, se encontraba en el paseo llamado de la Reyna que ocupa el centro de la calle donde se halla el Convento de Capuchinas y al saber dicha noticia, declamó con furiosa saña:«iré pronto a Elda y fusilaré a aquel infame Alcalde».

Continua Lamberto Amat haciendo la relación del desarrollo de la batalla, ya conocido por constar en las crónicas locales, que terminó con la derrota de Boné, de quien escribe que ya en Alicante y preguntado cómo había sido vencido, dijo:«Principiada la acción, eché vista al campo y población de Elda; me pareció ver en el primero un ejército formidable y en la última la Ciudadela de Amberes con numerosa guarnición, particularmente el castillo o Alcazar, que vi coronado de muchas gentes, e impulsado por un mal presagio o vago temor que no supe ni sé explicarme, emprendí la fuga».

La crónica que de estos hechos hace D. Gonzalo Sempere en su «Noticia» (17) varía poco de la anterior, siendo de señalar que ésta fue escrita posteriormente a aquella y que varía principalmente en destacar el aspecto religioso en la decisión del combate aludiendo a las plegarias del pueblo reunido en su Iglesia invocando a sus Patronos, lo que describe Don Gonzalo de esta forma:

«Esta victoria se atribuyó en el momento a que los hijos de esta villa que no podían empuñar las armas, invocan a sus Patronos, acuden los que pueden ala Iglesia y unidos al clero se postran ante las santas imágenes descubiertas,imploran su protección y esperan con confianza y no quedan defraudados.Muy en breve resuenan por toda la población los gritos entusiastas de victoria y regresa el general Pardo entusiasmado con su tropa y Nacionales de ésta y al presentarse a felicitarlo el Clero manifestó que no a sus tropas se debía la victoria y sí a una mano poderosísima que nos defendía…» (18).

El testimonio que sigue apareció en las páginas de «El Centenario» revista editada en 1904 o sea sesenta años después de los hechos que relata, dentro de la sección«Apuntes históricos» cuyo autor, aunque no figura mencionado, parece ser que fue Plácido Amat García, hijo de Lamberto Amat, que debió utilizar documentación escrita por éste, además de los testimonios que personalmente pudiera recoger de sus familiares y vecinos mayores, testigos dela acción.

Lo dilatado de esta crónica, que ocupa ocho páginas de la revista, y la absoluta coincidencia con los anteriores testimonios aconseja no reproducirla en su totalidad,para no hacer excesivamente largo este trabajo. Todos los prolegómenos de la actuación y su desarrollo son idénticos a las otras citadas, recogiendo la decisión de las autoridades de Elda de ser leales a la Reina y al Gobierno, las sospechas sobre la fidelidad de las tropas de Pardo, la avanzada de una compañía de la Milicia Nacional eldense a la venta de Santa Bárbara, la captura de dicha compañía por Boné, su traslado a Petrel y su huida, la estampida de los veintidós caballos y la derrota y fuga de Boné. También se hace mención de la curiosa y desorbitada comparación de Elda con «la ciudadela de Amberes», recogiendo literalmente la explicación que Boné da a su derrota y que ya hemos reproducido de «Mi Tía Monja» de Lamberto Amat. Realmente las frases puestas en boca de Boné por Amat no concuerdan en absoluto con la relación de los hechos contenida en el «Manifiesto a la Nación» que sobre este combate o escaramuza hizo pública el cabecilla progresista el 8 de febrero, tres días después de la batalla (19).

[4]
Retrato al óleo, de autor desconocido, representando a Lamberto Amat, joven, aproximadamente en la época en que se produjo el "ataque de Boné"

El relato de «El Centenario» contiene por otra parte, curiosos testimonios propios sobre este difícil momento de la vida eldense, que por ser poco conocidos y resultar un tanto sorprendentes, voy a recoger a continuación. Refiriéndose a la arriba citada «explicación» de Boné sobre el motivo de su derrota, el anónimo cronista escribe:

«Efectivamente, el campo donde se desarrolló la acción representaba un inmenso anfiteatro, de aspecto imponentísimo, apareciendo en su centro Elda con todas las señales de fuerte ciudadela y en su vega, en sus campos, collados, montes, en fin en sus alrededores todos, bullendo y agitándose en vertiginosa e indefinida confusión un mar alborotado e ilimitado de seres humanos que en su movimiento continuo y ondulante, con un rumor y murmullo sordos y siniestros en conjunto con el tropel y el griterío de las mujeres y las voces de los jefes dando órdenes y tomando disposiciones y el brillar de las armas, levantaban encrespadas olas de encontradas pasiones y llevaban al ánimo del que ignoraba lo que era aquello la ilusión completa de que se hallaba frente de un ejército formidable apoyado en una plaza de guerra como la de Amberes y el temor de verse sepultado en tan proceloso mar.

«Un poco de serenidad en su espíritu y hubiera visto el jefe insurrecto un pueblo, sí, en su inmensa mayoría dispuestos a defender sus vidas y haciendas con la decisión, el denuedo y brío que le prestaban la justicia de su causa y el amor a su hogar, pero a la vez hubiese distinguido entre aquel grande inquieto oleaje de gentes diversas a una multitud de forasteros que habían venido de los pueblos colindantes con todos sus menesteres,unos con talegas vacías, otros con carros, a fin de demostrarnos lo mucho que nos querían entrando a saco en la apesadumbrada villa. Tan seguros estaban del triunfo de Boné. De modo que uno de los mayores peligros que se cernía amenazador sobre Elda transformóse en motivo de salvamento puesto que sirvió para aumentar el pavor en sus invasores que pensaron que aquellos y sus arreos formaban parte de la reserva de un numeroso ejército».

Dentro del acento épico que el ignorado autor da a su descripción del aspecto que ofrecía la agitada Elda resulta sorprendente su alusión a los vecinos de «pueblos colindantes» que habían venido con sacos y carros para saquear Elda si las tropas insurrectas la hubieran dominado. La alusión aunque vaga e indeterminada, apunta claramente a Petrel y Monóvar cuyas autoridades habían secundado la sublevación (20), pero sólo es creíble que fuera cierto el hecho abonándolo a gentes sin escrúpulos, como las que en las antiguas guerras acudían a los campos de batalla, terminada ésta, para despojar a los muertos y heridos de sus ropas u objetos de valor, o incluso ahora a las alimañas humanas que surgen en calamidades públicas como terremotos, incendios, revueltas e incluso oscurecimientos súbitos para robar, asaltar, asesinar o cometer actos de pillaje. La alusión es curiosa, pudo ser cierta, pero no creo haya que darle más importancia de la apuntada, sino calificarla como una acción aislada de individuos desalmados sin implicación ni connivencia alguna con los pueblos de donde procedieran.

Con la misma lírica y exaltada prosa relata el cronista las zozobras de quienes no se hallaban en el combate, congregados ante las capillas de los Santos Patronos de Elda, orando por la victoria, cuya noticia se recibió y celebró en la forma en que continúa relatando la crónica a que estamos aludiendo: «…el remedio no se hizo esperar; la nube que amaneciera negra y tormentosa, desvanecióse por segundos y la acción que principió a las ocho de la mañana, antes de las nueve estaba terminada con asombro de los vencidos y satisfacción cumplida de los vencedores, bajando a la atribulada villa rápidas instantáneas, a manera de eléctrica corriente, las alegres y consoladoras voces de ¡victoria, victoria! ¡hemos vencido! que se esparcen veloces por el espacio renovando por encanto la triste faz de esta tierra querida y oyéndose «in continenti» el vibrante voltear de las campanas y entrelazados con las lágrimas y los suspiros del júbilo y alegría, los cánticos halagadores de acción de gracias que remata un ansiado e imponderable «Te Deum», lo que no obsta para que a los pocos días se celebrase una muy solemne función de gracias, también con concurso de clero y villa, la Milicia Nacional con bandera y música, campanas y panegírico pronunciado por el entonces lúcido joven, el Pbro. D. José Mª Sempere…(21).

Otros testimonios sobre la actuación de los eldenses con los vencidos la encontramos más adelante de la referida crónica de«El Centenario», en la que se ayuda en la generosidad con que los que habían arriesgado sus vidas y haciendas al oponerse a la rebelión cuidaron de los vencidos intentando evitarles el cruel castigo que les esperaba, lo que hace decir al cronista que «a buen seguro que de haber sido vencida no hubiese sido ella tratada con iguales generosidad e hidalguía por los revoltosos»(22).

[5]
Firmas del Alcalde y componentes del Ayuntamiento de Elda en 1844.

 

Esta parte de la crónica relata los hechos siguientes:

«Hubo un oficial de carabineros y un lancero muertos; los heridos fueron cinco de Boné y se colocaron en las cómodas y buenas habitaciones del Hospital de la Purísima Cocepción (23) en donde se les trató perfectamente y con gran cariño; las familias más distinguidas del pueblo les visitaban, asistían y obsequiaban, llevándoles para comer cuanto los enfermos apetecían y era compatible con su curación, y todos se salvaron, no sólo de sus heridas sino de la pena de muerte; para lo que no se les dio el alta hasta que S.M. la Reina derogó el decreto de dicha pena y los indultó. A un capitán de la Milicia de Alicante se le salvó cambiándole la ropa de Miliciano, aceleradamente,la familia del Alcalde Comandante,y el hijo de éste (24) libró a otro oficial de la misma procedencia, quitándole los distintivos e introduciéndole entre los soldados. Cuantos medios tuvo a su alcance los empleó Elda en beneficio de todos, absolutamente de todos los vencidos…».

***

De la lectura y comparación de estos testimonios, con la excepción del de Amat y Amat, se desprende la escasa consistencia histórica de su contenido para el conocimiento de las circunstancias reales de lo ocurrido en Elda, en el campo de batalla, y dentro de los muros de la población, en los momentos que precedieron a la acción, durante ésta y en las horas jubilosas que siguieron a la derrota de Boné, con la llegada de prisioneros y de heridos. De todas las crónicas reproducidas, la que nos parece más ponderada y posiblemente exacta sea la que hace el Comandante de la Milicia Nacional de Elda, don José Amat y Amat, que a la vez que relata con sobriedad las incidencias de la batalla, arranca del olvido nombre de eldenses que se distinguieron en la acción, como ese Salvador Pomares que amenazó con su fusil a Boné, para salvar la vida de su capitán, así como la proeza del teniente de la Compañía de Cazadores de la Milicia de Elda, don Antonio Rico, que después de ser hecho prisionero en Santa Bárbara, aún hizo prisioneros a un crecido número de los sublevados. O como ese Felipe Vera que en la acción de la Torreta después de rendir a un oficial enemigo lo trajo hasta el pueblo a sus espaldas por no poder andar aquél, cargando además con dos fusiles y otra impedimenta. De todas las transcritas,esta crónica es la más humana y realista y por consiguiente más valiosa, con la circunstancia de que era desconocida o casi en esta población por la reducida difusión de la obra de Viravens que la contiene, publicada en 1889, hace casi un siglo.

Las res[antes crónicas recogidas parecen tener un origen común, que es la del caballo desbocado seguido por todos los demás,introduciendo la confusión en el campo enemigo, versión que podríamos considerar como la «verdad no oficial» ya que la oficial sería la de la carga de la caballería de Pardo referida por el Alcalde Amat en«El Heraldo». En lo que sí coinciden lastres versiones es en rodear la acción militar de una aureola de prodigio y milagro,haciendo intervenir la «Señora» que protegería al alcalde y su familia, relatada en «Mi Tía Monja» (25) y atribuida a Sor Joaquina Amat y Amat, hermana del alcalde y tía de Lamberto Amat; o la «mano poderosísima» que protegió a Elda, según palabras del general Pardo (26) y a las rogativas del pueblo y clero congregado en la Iglesia orando a los Patronos de Elda por la victoria. No por casualidad introdujo Lamberto Amat en su manuscrito «Elda» el relato de esta acción mili[ar en el capítulo titulado: «Los Santos Patronos el Ssmo. Christo del Buen Suceso y la Ssma. Virgen de la Salud… la especial y constante protección que dispensan a sus moradores…» e igualmente don Gonzalo Sempere narra este hecho en su «Noticia» bajo el epígrafe«Protección». Los «Apuntes históricos de«El Centenario», fieles seguidores de las anteriores crónicas, abundan y reafirman la explicación sobrenatural de la derrota del cabecilla faccioso.

De cualquier manera que se enfoque este hecho, extrayendo cada cual la versión que le parezca más verosímil de entre las existentes, estos testimonios dejados por eldenses resultan altamente interesantes para la pequeña historia de Elda y si bien no aclaran absoluta e irrefutablemente lo que ocurrió en Elda en aquellos azarosos días, sí nos ofrece una panorámica, algo glorificada si se quiere, de lo que hicieron o pudieron hacer nuestros antepasados en aquellas críticas jornadas que alteraron violentamente la calma de la diaria existencia de nuestro pueblo, manteniéndose fieles al Gobierno legítimo aún arriesgando sus vidas, lo que le valió el título de«Leal» añadido al de «Fidelísima» que ya le había otorgado Felipe V por su decidida actuación en hechos igualmente críticos casi siglo y medio antes.

Colofón personal

Por coincidencia con el tema que he tratado, quisiera dejar constancia en este trabajo de una incidencia literaria que, aun no teniendo gran trascendencia, sí quiero dejar totalmente aclarada para los lectores, especialmente los eldenses, que puedan seguir mis trabajos sobre temas históricos y adviertan la patente contradicción entre el contenido de un artículo, recientemente publicado con mi firma incluyendo unas afirmaciones y datos que no reflejan mi opinión sobre los mismos, y la exposición de estas opiniones en las varias ocasiones en que me he ocupado del tema que es objeto del presente trabajo.

[6]

En la revista «Moros y Cristianos 1987» editada en Villafranqueza se publica un artículo mío titulado «Vinculaciones histórico-biográficas entre Elda y Villafranqueza» en el que resaltaba la procedencia de dicha población de los tíos de Emilio Castelar, establecidos en Elda, que acogieron amorosamente en su hogar a la madre del futuro gran orador español, junto con éste, niño de unos seis años y su hermana Concha, así como también me refería con elogio a otro natural del Palamó,el maestro de primera enseñanza de Elda, don Rafael Ayala Elull, quien tuvo hasta hace muy poco dedicada una calle en Elda por sus grandes méritos en la educación e instrucción de varias generaciones de eldenses en los años sesenta a ochenta del pasado siglo.

Tal vez para acentuar aún más dichos vínculos entre Villafranqueza y Elda, sin mi conocimiento y por consiguiente sin mi consentimiento, alguno de los redactores de dicha revista, supongo que con la mejor intención y buen deseo, creyó conveniente incluir en mi artículo dos nuevos temas no tratados ni escritos por mí, componiéndolos dentro de mi trabajo como si formaran parte de él y originales de quien figuraba con su nombre líneas más abajo. Uno de ellos, referido al fusilamiento de componentes de las fuerzas de Boné capturados en la acción de Elda, hecho que ocurrió en Villafranqueza donde se hallaba acuartelado el general don Federico Roncalí, es el que tengo que rechazar rotundamente, por no ser mío y por contener datos erróneos sobre aquellos lejanos hechos, cuyos datos y opiniones no puedo subscribir de ninguna manera. El artículo indicado dice así literalmente:

«Por otra parte, en el año 1844 se unieron con el dolor y la tragedia estas dos poblaciones y fue por motivos de política; en los campos de Elda, el feroz general Roncali apresó a unos militares liberales que se habían sublevado contra la monarquía de Isabel II; estos militares eran algunos eldenses y fueron trasladados a la Casa Grande de Villafranqueza, entonces convertida en Cuartel General de Roncalí. Allí estuvieron presos hasta el día 14 de febrero en que fueron fusilados junto al Panteón de los Guijarro y enterrado algunos en la fosa común del Panteón y otros, como Luis Molina, en el cementerio municipal de Villafranqueza».

«La población palamonera tenía fama de ser liberal hasta la médula y se congració con el dolor que Elda sentía hacia esos hijos suyos, que luego fueron glorificados como los «Mártires de la Libertad» y que a partir de entonces, las fuerzas políticas de Villafranqueza y Elda anualmente, celebraron una procesión cívica, siempre multitudinaria para honrar la memoria de esos eldenses caídos en Villafranqueza».

Insistiendo en el tema, al pie de una foto que acompaña a mi artículo reproduciendo una lápida en memoria de los fusilados en Villafranqueza figuran las siguientes líneas: «Esta lápida colocada en 1929 en la pared del panteón de los Guijarro recuerdaque aquí fueron fusilados algunos liberales de Elda».

Mi interés en que quede totalmente aclarada mi no autoría de los párrafos transcritos reside primordialmente en que no son míos y no me ha gustado nunca adornarme con plumas ajenas, por brillantes o descoloridas que éstas sean, así como tampoco cargar con errores u opiniones de otros. Por ello quiero puntualizar lo siguiente:

a) Rechazo el calificativo de «feroz» para el general Roncalí. Allá quien así lo considere, pero yo no tengo motivo alguno para ello ya que según se desprende de la documentación histórica recogida en cuantas obras han tratado el tema, Roncalí no hizo más que cumplir la Real Orden de 1 de febrero de 1844, transmitida al general por el Ministro de la Guerra y por la cual se ordenaba fueran pasados por las armas los rebeldes donde se les capturase «con las o la identificación de la persona» (27). El mismo Boné amenazó con pasar por las armas a los alcaldes y comandantes de la Milicia de los pueblos que no se adhiriesen al pronunciamiento y si no lo hizo con los d eElda y Alcoy fue porque el valor de sus habitantes le impidió entrar en estos pueblos. Sí que pudo fusilar, y lo hizo sin clemencia alguna, a dos pobres paisanos de Cocentaina cuando entró con sus tropas (28) y también formó el pelotón para fusilar a los alicantinos Lasala, comandante general dela plaza y Ceruti, jefe político de la misma, cargos equivalentes a los gobernadores militar y civil de hoy. Pero tuvo que desistir porque, ya preparada la fuerza en el Malecón para la ejecución y al ir a trasladar a los condenados desde el castillo de Santa Bárbara donde se hallaban recluidos hasta el lugar del fusilamiento, los que fueron se encontraron con la desagradable sorpresa de que la guarnición del castillo no obedecía ya a los sublevados (29). Sin embargo sí fusiló, sin formación de causa «y bajo su exclusiva responsabilidad» a un paisano arrestado cuando entraba en la capital (30). Por ello, el calificativo de«feroz» no cabe en el caso de Roncalí, mero ejecutor de imperativas órdenes superiores,y sí podría ser calificado de tal -por quien quiera hacerlo- quien obraba por propia iniciativa como en el caso de Boné.

b) La sublevación no fue «contra la monarquía de Isabel II» sino contra el gobierno moderado de González Bravo.

c) No consta en ninguna parte que entre los sublevados hubiera ningún eldense. Al contrario los eldenses, como colectividad,lucharon contra la sublevación participando en la batalla contra Boné. Por consiguiente, ningún eldense fue fusilado en Villafranqueza.

d) Huelga, por consiguiente, toda la referencia al «dolor de Elda», totalmente inexistente excepto en el sentimiento que en todo bien nacido causa la desgracia ajena,y consta además que se hizo una función religiosa de acción de gracias por la victoria (31).

e) Debe conceptuarse pues como imaginaria, esa «procesión cívica» que se dice hacía Elda anualmente «para honrar la memoria de los eldenses caídos en Villafranqueza», como incorrecta es la mención al pie de la foto de la lápida aludida, de que«aquí fueron fusilados algunos liberales de Elda».

Si en lugar de adjudicar la condición de naturales de Elda a algunos de los fusilados, se hiciera la mención, como figura en el parte oficial del fusilamiento de estos infelices,«Oficiales prisioneros procedentes de la acción de Elda» (32) o sea capturados en el combate ocurrido en Elda, no se incurriría en error, ya que efectivamente, los fusilados en Villafranqueza fueron algunos de los sublevados que cayeron prisioneros de las fuerzas gubernamentales en la «batalla» que se desarrolló en los campos de Elda el 5 de febrero de 1844.

 

Notas:

(1) «Junta provisional de Gobierno de la provincia de Alicante. Siendo conveniente a la causa Nacional y a la seguridad de esta provincia dar impulso a todas sus fuerzas, centralizando al mismo tiempo la dirección de las operaciones militares, la Junta provisional decreta:

1º Queda movilizada toda la Milicia Nacional de la provincia.

2º Todos los Ayuntamientos reunirán sus respectivas fuerzas, que al mando de sus Comandantes y socorridas por quince días marcharán sobre esta Capital a recibir órdenes de la Junta.

3º Al socorro de los Nacionales destinarán los Ayuntamientos los fondos que de cualquier procedencia existan en su proceder, y en el caso de falta absoluta, exigirán las cuotas necesarias de los primeros contribuyentes a buena cuenta.

Los Alcaldes, Comandantes y cualquier otra persona que directa o indirectamente se oponga a la ejecución del presente decreto será irremisiblemente pasado por las armas.

Alicante, 29 de enero de 1844. El vicepresidente, Manual Carreras. El vocal secretario, Marcelino Franco.

A los Ayuntamientos Constitucionales y Comandantes de Batallones de la Milicia Nacional de esta provincia (R. Virayens, «Historia de la rebelión de Alicante»,pág. 36)».

(2) «El ataque de Boné» Rev. «Dahellos». Elda, diciembre 1950. «Historia de Elda.. T.l, pág. 305 y ss.(3) (4)(5) (6).(7)(8) Lambertu Amat y Sempere. Manuscrito .Elda•, 1873.Tomu U, pág. 126. También en •Mi Tía Monja• mss. inédirofechado en 1871.(9) •Elda, su amigŭedad, su historia, etc.•. Elda, Ig73 y1875 (2 vols.). En 1983 el Ayuntamiento de Elda efectuó unaedición facsimil de esta trascendente obra histórica eldense.(10) Archivo Municipal de Elda (Casa de Cultura) Vol.•Elecciones 1841-G6•.(I I) A.M.F.. Vols. 2-I-7, 2-1-10, 2-1-14 y 2-5-14.(12) Vjrwens ob. cit., pSg. 52.

(3) Rebelión militar de 1844 en Alicante-. Alicante, 1889.

(4) Reseña histórica de la ciudad de Alicante•. Alicante,1863.

(5) Historia de la provincia de Alicante y de su capitab. T.I.Alicante, 1971. Tomo 1.

(6) Parte oficial de la Comandancia general de la Columna expedicionaria de Murcia, en el Cuartel de Elda, a 5 de febrero de 1844 dirigido al Ministro de la Guerra. (Viravens, ob, ct.,pSg. 66. N. Camilo Jover, ob. cit. p3g. 222)

(7) •A la nacióm. Manifiesto de Buné, de 8 febrero 1844,(Viravens, ac. pág 79; N.C. Jover, o.c., pSg. 225).

(8) Lambertu Amat y Sempere. Manuscrito .Elda•, 1873.Tomu U, pág. 126. También en •Mi Tía Monja• mss. inédirofechado en 1871.

(9) •Elda, su amigŭedad, su historia, etc.•. Elda, Ig73 y1875 (2 vols.). En 1983 el Ayuntamiento de Elda efectuó unaedición facsimil de esta trascendente obra histórica eldense.

(10) Archivo Municipal de Elda (Casa de Cultura) Vol.•Elecciones 1841-G6•.

(I I) A.M.F.. Vols. 2-I-7, 2-1-10, 2-1-14 y 2-5-14.

(12) Vjrwens ob. cit., pSg. 52.

(13) L.A.S .Mi Tía Monja., pág. 34.

(I4) .EI Centenario., rev. Elda, ]903-04, pág. 216.

(15) •EI Centenario., p8g. 195.

(16) Capí[ulo XIII.

(17) •Noticia interesante para los hijos de la Fidelísima Villade Elda•. Orihuela, 1875.

(18) Gunzalo Sempere y Juan. •Noticia…. pág. 15-16.

(19) Ver nota 7.

(20) Entre los fusilados el 8 de marzo de 1844 en el Malecón de Alicante,  junto al coronel Boné, figura el subteniente de la figura nacional de Monóvar D. José Calpena y Peynado. (N.Camilu Jover, ob. cii. p5g. 244).

(21) «EI Centenario», pág. 195.

(22) «EI Centenario», pág. 216.

(23) Situado en el Colegio de Monjas Carmelitas en la antigua «placeta deI Hospital» (cruce San Roque con Sanjurjo y Maura).

(24) Sc refiere a Lamberto Amat.

(25) .Madre, sosiéguese, que si va el General hay allí una Gran Señora que defenderá a mi hermano•. Palabras de Sor Joaquina Amat al repetirle una monja las amenazas de Boné al alcaldede Elda, don José Amat. (.Mi Tía Monja•, pág. 31).

(26) Gonzalo Sempere, ob. cit. pag. 17.

(27) Viravens, ob. cit., pag. 47; N.C. Jover, ob. cit. pág.221.

(28) Viraevens, ob. cit., pág. 75.

(29) N.G Jover, ob. cit., pág. 235.

(30) N.C Jovcr, ob. cit., pág. 231.

(31) «EI Centenario», pag. 195.

(32) «Relación de los Oficiales prisioneros, procedentes de la acción de Elda, que han sido pasado por las armas en este día.(N.C. Jover, ob. cit. 228. Viravens, ob. cit. pSg. 101.)