Retazos del ayer

Muerte y luto

La muerte tenía un carácter más trágico y tenebroso que en la actualidad. Hoy se ve la muerte como un fenómeno más natural. En los años 20 cuando alguien moría las escenas con gritos desgarrados eran muy frecuentes, asomarse al balcón gritando y llorando desesperadamente cuando se llevaban el féretro constituía una práctica muy habitual. Los chillidos se solían oír a gran distancia y cuando más joven era la persona fallecida más fuertes eran los gritos.

Respecto a las causas de la muerte, cuando no se sabía de qué moría una persona, muchas veces se recurría a la expresión que había sido un miserere. El cólico miserere era un cólico cerrado, una obstrucción intestinal que si no se resolvía por medios quirúrgicos provocaba la muerte.

Los hermanos Lola y Luis Sanjuan García tomaron la comunión de luto porque su padre había fallecido dos años antes. Año 1929.

La mortalidad infantil estaba muy extendida. A los infantes muertos se les denominaba mortixols o mortitxolets y era frecuente hacerles una fotografía con el fin de tener un recuerdo.

Existía la costumbre de cuando moría un niño ir a bailar y a cantar a las casas donde se había producido el óbito. Este ritual se aceptaba como una tradición, aunque no fuese con mucho agrado. Esta costumbre desapareció en Petrer a raíz de Presentación Maestre Poveda, indignada por el hecho de que se bailara cuando fallecía un pequeño, echara de su casa a todos los que allí habían acudido a bailar cuando murió su hijo a finales de la década de 1880. Todo el pueblo lo aceptó muy bien y en ese momento se acabaron los bailes en Petrer cuando fallecía un recién nacido. La mortalidad infantil era muy abundante, mortitxolets había todos los días. Cuando más defunciones se producían era durante el verano.

Dolores Brotons de luto con las jóvenes Julia Brotons y Dolores Maestre. Año 1914.
Luis Brotons Maestre y Anita Amat el día de su boda vestidos de negro por la muerte de un familiar. Año 1927.

El luto era llevado a unos extremos insospechables. Si el que fallecía era un familiar muy allegado (un padre, una madre, el marido, la esposa o un hijo) se llevaban 4 o 5 años un luto riguroso. A finales de los años 20 por la muerte de un familiar muy cercano era frecuente llevar la cabeza cubierta con un pañuelo negro de grandes dimensiones –llegaba hasta la cintura- por lo menos 14 meses. También las mujeres se solían poner un manto entero que llegaba hasta la altura del vestido y también un medio manto que llegaba hasta la cintura.

Transcurrido este tiempo se ponían el mig dol que consistía en llevar ropa de color gris o vestimenta negra con algunos detalles blancos, aunque había personas que no se lo quitaban nunca. Cuando una familia guardaba luto y llegaba una fiesta señalada se solían marchar al campo o si se quedaban en el pueblo cerraban las puertas de la casa a cal y canto. En las casas que estaban de luto, en el interior, tras la puerta, en las cortinas que había en las casas ponían una franja negra de un palmo de ancho a modo de orla que simbolizaba que estaban de luto. Cuando llegaban las fiestas en el balcón colocaban una sábana blanca con un crespón negro o con una franja del mismo color.

A los niños de tres años en adelante si fallecía un familiar muy allegado, la madre o el padre, lo vestían también de luto.

Se guardaba el duelo hasta en las comidas. Las comidas típicas que se solían preparar con motivo de una fiesta (gazpachos, fasegures, dulces, etc.) se suprimían mientras duraba el luto.

En el centro la más mayor, Basilia Amat, a la edad de 96 años y a su lado sus sobrinas Ana Mª y Ana Mª "la Somereta". Se observa la vestimenta típica de abuela: falda negra hasta los pies, la chambra y el jubón por dentro de la falda y encima la toquilla. Año 1932.

En el caso de las viudas, cuando el marido moría, ellas mismas solían continuar con el negocio auxiliadas, generalmente por otras personas, casi siempre hombres. Resulta curioso que el negocio continuara llamándose por el nombre del marido anteponiendo la palabra viuda. Éste es el caso, por citar tan solo uno, de la Vda. de Doroteo Payá, Asunción Román, que se dedicaba entre otros menesteres a la compra de almendras, tienda de comestibles, fábrica de medias, fincas, etc., continuando con los negocios del marido tras la muerte del mismo.

 

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