Retazos del ayer

Vejez

 

A los más mayores se les tenía mucha consideración y respeto. Eran personas con mucha experiencia y se les quería y admiraba. Por poner algún ejemplo, cuando los más ancianos iban a la casa de sus hijos a comer, enseguida éstos enviaban a los más pequeños de la casa a traer vino o tabaco para el abuelo. A todos los mayores se les hablaba de usted, también se dirigían de este modo los hijos a sus padres.

La opinión de los padres y de los abuelos era muy válida y respetada. Consultar a los padres cualquier cosa a la hora de tener que tomar una decisión o una iniciativa era práctica habitual –incluso cuando los hijos eran mayores-. A los mayores se les escuchaba, se les respetaba y se les obedecía.

El alfarero Antonio Beltrán Payá y su esposa Rosa Maestre. Año 1905.

En el Petrer de aquellos tiempos era impensable llevar al asilo a un mayor. Ello suponía una bajeza para la familia que lo hacía. Sólo las familias extremadamente pobres –los pobres de solemnidad- o los mayores que no tenían ningún familiar acababan sus vidas en el asilo. Se contaba una especie de historieta que hacía referencia a un hijo que llevaba a su padre al asilo; a mitad del camino pararon a descansar y el padre le dijo al hijo: “En este mismo lugar descansé yo cuando fui a llevar a mi padre”. Entonces el hijo recapacitó y dijo: “Aquí nos volvemos”, pensando que algún día podría sucederle a él lo mismo.

Serafín Maestre en la típica silla de anea y calzado con zapatillas de esparto.

Un dicho que solían decir mucho los mayores era: “Més val un vell que està sense ell”.

En las casas la mejor silla y el mejor rincón, generalmente junto al fuego del hogar, era  para los mayores. Los abuelos eran el centro de la sabiduría, del respeto y del cariño.

Los nietos, cuando era pequeños, en la mayoría de ocasiones se acostaban en la misma casa que la abuela. Los abuelos consentían mucho a los nietos, pero preferentemente a los más pequeños.

Los ancianos solían ir a tomar el sol al lugar conocido como el cantó del mentirós –actual esquina de la calle José Perseguer con Leopoldo Pardines- donde daba el sol. Este nombre era debido a que allí los más mayores se juntaban y exageraban e inventaban algunos de los hechos que narraban. También se concentraban en la placeta de la Foia y en el actual inicio de la calle Constitució que lindaba con el Ayuntamiento estando en aquellos años la calle cerrada. Los más mayores  siempre buscaban lugares soleados. Era frecuente verlos con sus blusas negras o grises, con sus fajas y con sus mecheros de los que pendían mechas amarillas deslizando la llesca sobre la rueda de la que saltaba la chispa que prendía en la mecha para encender así los cigarros de picadura que ellos mismos se liaban.

La niña Amalia Amat con su abuelo materno Gaspar Luis Montesinos. Año 1921.
La vejez era signo de respeto y de admiración por parte de los más jóvenes. El agricultor Tista Planelles y su nieta Consuelo Maestre Planelles. Año 1923.

Los abuelos en verano se sentaban a la puerta de su casa a hablar o hacer labores: ganchillo, randa (bolillos) y remiendos. En invierno se reunían junto a la chimenea y hacían rosas (palomitas), contaban cuentos a los niños, mientras los abuelos hacían cuerda (pleita) con esparto.

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