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Recordando a Teófilo del Valle

“La Historia oficial roba la memoria y difunde la amnesia. El desprecio por nuestra memoria histórica nos hace seres miedosos e inseguros ante el futuro, la situación ideal para ser manipulados por el poder

Eduardo Galeano

El 24 de febrero se cumplen 34 años del asesinato de Teófilo del Valle Pérez a manos de la Policía antidisturbios, venida a nuestra comarca para reprimir la huelga del calzado que, por aquellas fechas, se estaba desarrollando. Teófilo Del Valle fue la primera víctima de la violencia policial tras la muerte del dictador -el primer muerto de la monarquía- y, desgraciadamente, sería el precedente de muchos otros en esta nueva etapa conocida como Transición Democrática.

Efectivamente, entre 1976 y 1980, la Guardia civil, la Policía Armada y grupos de la extrema derecha provocaron más de un centenar de muertes en intervenciones represivas o agresiones incontroladas de carácter fascista. Muchas de las víctimas fueron, como Teófilo, jóvenes de alrededor de 20 años que luchaban por la conquista de las libertades democráticas y de los derechos laborales y sindicales que había negado el franquismo.

La huelga del calzado en nuestra comarca en 1976 (imagen de Alicantevivo). [1]
La huelga del calzado en nuestra comarca en 1976 (imagen de Alicantevivo).

El primer paso hacia ese camino de cambio político y social auténtico consistía en alcanzar la amnistía para todos los presos y represaliados políticos que aún permanecían en prisión. Algunos de los que participaron en esa lucha pagaron con su vida la conquista de la libertad de los últimos reclusos antifranquistas: Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera, Jesús María Zabala, José Luis Cano…

La característica común a todas estas muertes fue la impunidad. No pocas de ellas eran el resultado de actividades de la propia Policía, actuaciones clandestinamente en funciones involucionistas de guerra sucia. Por ello, no se investigaron nunca determinados asesinatos. Los que provocó la Policía se despacharon con escuetas notas de prensa, generalmente alusivas a que el fallecido tenía antecedentes, o que huyó tras darle el alto y, a los que se les aplicaba la ley de fugas franquista.

En el caso de Teófilo del Valle, a la consabida nota de prensa auto-exculpatoria de la Jefatura de la Policía se le añadió una serie de ignominiosas acusaciones con la pretensión inútil, de desacreditar personalmente a la víctima, y que sólo conseguía acrecentar la desolación, la rabia y la impotencia de sus compañeros, amigos y familiares. De este modo se expresaba la nota oficial: “…El fallecido es Teófilo del Valle Pérez, nacido el 1 de febrero de 1956, natural de Silleda (Pontevedra) oficinista, residente en Elda desde 1964 y de vida irregular, el cual había sido detenido con otros en junio de 1975 en Madrid como componentes, al parecer, de una banda de traficantes de droga, habiéndoseles intervenido siete kilos, trescientos cincuenta gramos de “haschís” que tenían escondido en un piso franco del barrio de Canillejas.” Que decir que esta historia era absolutamente falsa.

Como respuesta al crimen se produjo una huelga general –no sólo en el calzado- en las comarcas del Vinalopó. Más de 20.000 personas acompañaron sus restos mortales hasta el cementerio, donde son apresuradamente inhumados. Se constituyó una comisión ciudadana para exigir el esclarecimiento de los hechos, pero que no consigue ninguna reparación o explicación adicional a las indignas notas oficiales.

Ningún policía fue condenado por su responsabilidad en las numerosas muertes de aquellos años. Ningún mando, ningún cargo público asume responsabilidades. Fraga Iribarne, Ministro de Gobernación, tampoco. La presión popular consigue, en algunos casos, que se creen “comisiones de investigación” controladas por el propio Ministerio y que siempre hace imposible conocer siquiera los nombres de quienes han efectuado los disparos. Sólo en el caso de la muerte de los estudiantes José Luis Montañés y Emilio Martínez, en diciembre de 1979 en Madrid, son llamados a declarar ante el juez tres funcionarios de la policía. Finalmente, en el noventa y nueve por cien de los casos se desestima su procesamiento.

Los atentados de los “ultras” nostálgicos del franquismo también se recrudecen durante estos años. Sólo en 1980 son asesinadas 22 personas en Madrid, Valencia, Valladolid o Sevilla. Casi siempre actúan con total impunidad y gozan de la connivencia de las Fuerzas de Orden Público. Algunos de los asesinos tienen, además, estrechas conexiones con los servicios de información que posibilitan sus fugas fuera de España. En otras ocasiones son los propios jueces quienes se encargan de concederles permisos penitenciarios para que puedan escapar.

Salvo en el caso de unos pocos luchadores antifranquistas cuyas muertes son recordadas públicamente porque tuvieron singular trascendencia política, como es el caso de los abogados laboralistas de la calla de Atocha, en Madrid, muchas de las víctimas sólo perviven en la memoria de sus parientes y amigos. Sin embargo, muchas familias quedaron destrozadas por las Fuerzas de Orden Público y la extrema derecha durante ese periodo, y los allegados a las víctimas no forman parte de ninguna asociación que tenga el respaldado de las ayudas públicas. Tampoco la mayor parte de sus seres queridos asesinados no han sido considerados, de forma oficial, víctimas de ningún terrorismo. Además, en muchos casos, nadie ha sido condenado por haber acabado con sus vidas.

Todos estos luchadores por la libertad, cuyo recuerdo se nos niega y que hoy, aquí invocamos, son los que dieron todo, durante la transición, para que el franquismo no se perpetuara en España. Que la tierra les sea leve.

COMISIÓN POR LA RECUPERACIÓN DE MEMORIA HISTORIA/ Esquerra Unida Petrer