Petrer en la obra de Lamberto Amat y Sempere

El 5 de mayo de 1655, el rector Tomás Mira de Marquina y Martín de Valera, justicia de la villa de Elda, a instancias de Gerony Alfaro, procurador de D. Carlos Coloma, redactan una sentencia por la que afirman, ad futuram rei memoria, inscribir en el libro de bautismos más antiguo que poseen (da comienzo en 1555) la partida de D. Antonio Coloma, conde de Elda, según ellos bautizado en la iglesia parroquial de Santa Ana. Lamentan la pérdida de los libros antiguos que incluían este bautismo y llaman a diversos testigos para que lo que conste sea la verdad y esté avalado por los testimonios de los más ancianos pobladores del lugar. En este sentido, reproducimos un curioso documento que recoge las declaraciones vertidas por un viejo labrador petrerense: «Christòfol Rico, major de dies, llaurador habit de la vila de Petrer de present atrobat en la vila de Elda, de edat que dix ser de huytanta anys poch més o menys, testimoni etc., qui jura etc., en poder e mans de Martí de Valera, justícia de la dita vila de Elda, dir veritat etc. Fonch interrogat sobre les coses contengudes en la escriptura posada per Gerony Alfaro, procurador del señor D. Carlos Coloma en lo día de huy lo qual, etc. E dix que está en veritat el testimoni com en lo temps de sa joventut és estat en casa i servici del excelentísim señor D. Antoni Coloma, conte de Elda, pres de deu anys ¡ en dit temps oí dir ell moltes i diverses vegades així a sa excelència com a moltes altres persones de dita present vila i de altres parts com lo dit excelentísim señor havia naixcut en la dita vila de Elda i estava batechat en la esglèsia parrochial de la gloriosa Santa Anna, lo qual dit señor conté haurà que fonch batechat en la església de dita vila de Elda pres de cent anys, lo que dix saber ell perçó que ha conegut molt be a sa excelència i ha tractat i comunicat ab sa excelència molt temps […] i per no saber escriure feu una creu en preséncia de mosén Andreu Rico, presbítero i rector de la esglèsia parrochial de la vila de Petrer i de mosén Bertomeu Ferris, presbítero» (I, 228-229).

A continuación se halla el testimonio de Joseph Rico, «sastre habit de la vila de Petrer de present atrobat en la present vila de Elda, de edat que dix ser de setanta huyt anys poch més o menys», similar en todo a la anterior. También serían llamados a declarar los más ancianos de Elda.

En cuanto a la repoblación cristiana de la zona, en sus apuntes podemos leer lo siguiente: «Expulsados todos los moriscos del reino de Valencia en 1609, y en Elda, Petrer y Salinas el 4 de octubre del propio año, por el conde D. Antonio Coloma, que en el mismo día los llevó a Alicante y los embarcó en la escuadra allí anclada al mando del maestre de campo, general D. Agustín Mexía, según se previno a aquél en Real Orden de 11 de septiembre anterior; quedando en virtud de ésta los bienes de los expulsados a favor del conde, el cual los repartió en enfiteusis entre los moradores cristianos que había en esta población y otros que vinieron de Villena, Onil y Bihar, según aparece de la escritura carta puebla otorgada entre dicho señor y los agraciados, en esta villa a 11 de noviembre a de 1611 ante su notario Pablo Alfonso» (II, 4-5).

Petrer, aunque formó parte del condado desde su creación, nunca fue una aldea de Elda y el conde siempre quiso que fuesen dos pueblos distintos.

En otra parte de su obra habla del valle, de la zona montañosa, de sus ramblas: «y es tanto más notable y bella dicha forma, por cuanto la industria de los labradores ha ido estableciendo en todas las vertientes pequeñas suertes de tierras, sostenidas por toscos pero vistosos y seguros márgenes de piedra, a fin de utilizarlas, quitándolas el peligro de los arrastres de las lluvias torrentícias, y reduciendo a éstos a que corran por sólo tres ramblas, que son las de Caprala al Noreste, la de Petrel al Este y la del Cid al Sureste» (II, 8-9).

«La vista del valle en su conjunto, y en cualquier parte de él, es deliciosa, y el hombre pensador, al disfrutarla, se extasía, y no puede menos de alabar la omnipotencia de Dios en sus admirables creaciones y en los medios que le proporciona para gozarlas y aprovecharlas: en efecto, colocados en los puertos de la Torreta e del Rebentón, que forman los dos polos del terreno, o en la ermita de San Bonifacio de Petrel, o en la vía férrea en toda su longitud, sorprende a cualquiera gratamente el armonioso conjunto que terreno, plantíos y sembrados ofrecen» (II, 13-14).

«Petrel, situado al Este, yace horizontalmente al pie del Cid, y puesta su vista sobre el valle, disfruta de su hermosura; pero extendiéndose sus propiedades y jurisdicción apenas dos kilómetros (hasta el convento), más de mil veces en distintas épocas, al contemplar sus vecinos el delicioso panorama, han exclamado: ¡Quina llástima qué eixa foyeta no siga nostra! […] Escolano, al describir en su Historia del Reino de Valencia, libro 6º, cap. X, pág. 71, esta población, dice: Elda es villa de los principales del reino, poblada de 700 casas de christianos viejos y moriscos; si hacemos un cuerpo della y de una aldea, llamada Petrer» (II, 14).

Escribe Amat sobre los cultivos de alfalfa, asediados por una plaga: la cucaracha deposita sobre ella sus huevos, de los que nacen unas orugas, haciendo que se pierda al menos la cuarta parte del producto anual. Añade: «Esta oruga sólo vive sobre las alfalfas de esta huerta y la de Novelda, y no daña otras plantas; sin duda es por las aguas un tanto salobrencas de estos riegos, pues en Petrel, Aspe y Monóvar, que son del todo dulces, no tiene vida la oruga, aunque de ex profeso se lleve a las alfalfas» (II, 19-20). Sin duda alguna, debieron comprobarlo, intentando entender por qué la plaga no afectaba a los campos de los pueblos vecinos.

Acerca de los secanos, explica: «Unas 11.000 tahúllas que hay de estas tierras, ocupando laderas, vertientes y barrancos de los montes que circuyen el valle, están bien cultivadas y plantadas, y los suelos producen el anís, cominos, legumbres, cebada y trigo, pero a pesar de todo, la falta semiabsoluta de lluvias, que desde muchos años atrás se viene sufriendo, hacen cuasi nulas dichas cosechas».

El cultivo de las viñas también ocupa algunas de sus páginas: «El estado de este arbusto en la huerta es deplorable; por una parte el oidium y por otra que las tierras están cansadas de alimentarlo, a nuestro juicio con razón, porque al ser expulsados los moriscos en los primeros años del siglo XVII, apenas existían viñas, y los nuevos dominadores plantaron excesivamente, tanto que según datos que hemos visto relativos al año 1630 y siguientes, se cogía vino con extraordinaria abundancia, y acaso más que en ninguna otra época; así es, que cuesta mucho tiempo y trabajo de criarse la vid, da poco de sí y muere muy pronto, lo que nos parece muy natural, porque como, no obstante la bondad de estas tierras, vienen siendo viñas cerca de trescientos años, han perdido las sustancias para alimentarlas» (II, 31).

Además del apartado de las producciones agrícolas, que evidencia la grave crisis de este sector en el siglo XIX, Lamberto Amat nos refiere el cierre de los antiguos molinos de harina, de papel de estraza y de majar esparto que había en Elda, incluso de las pequeñas fábricas de aguardiente. Ya ni siquiera queda esparto en los montes de Elda y esta industria, en la que trabajaba gran parte de la población eldense, incluso mujeres y niños, entra en franca decadencia. Dejan de producirse los felpudos y esteras que se vendían en las ciudades, el cordelillo que se enviaba a Barcelona y Marsella. Fueron épocas difíciles, más para Elda que para Petrel, que fabricaba alpargatas y cántaros (II, 35-37).

El tema del agua de riego es, para Lamberto Amat y Sempere, una preocupación constante, a la que dedica buena parte de su trabajo: «Considerada el agua respecto de la tierra como la sangre que la anima y sostiene, para que produzca una fuerte y hermosa vegetación, y ricos, variados y abundantes frutos, siempre ha sido buscada con incansable y solícito afán, y jamás el hombre ha reparado en escrúpulos ni obstáculos cuantas veces ha podido apropiársela: de ahí que en las regiones de riego, haya constantes y diarias disputas sobre el aprovechamiento del agua, y el que rara vez deje de haber pleitos y graves cuestiones acerca del mismo y de su propiedad» (II, 46).

El 24 de octubre de 1512 se escritura públicamente la cesión por parte de Sax de la fuente de la Torre del Emperador a favor de Elda ante la presencia de D. Juan Ruiz de Corella, conde de Cocentaina y señor de Elda, Petrer y Salinas, con asistencia, entre otros, de Gonzalo Saplana, bayle de dichas villas, y de Damián Juneda, alcaide de la villa de Petrer (II, 50-51).

«En el año 1611, al repartirse entre los cristianos, nuevos pobladores, las tierras y aguas que poseyeron los moriscos expulsados dos años antes, se formó un libro de ambas propiedades, pues el agua estaba anexa a la tierra en diferentes proporciones, que variaban desde medio a tres azumbres por tahúlla, que se copió del último por que se regían los árabes (que aún existe), en que ya andaba el agua unida a la tierra, y asi debía continuar, según se mandaba en el capítulo 12 de la carta pueblo, prohibiéndose en el 13 se vendiera el agua sin la tierra y ésta sin aquélla sots pena de perdre la dita terra i aigua» (II, 219-220).

En el año 1868 tiene lugar una grave ausencia de agua en Elda: «Las aguas potables apenas llegaban a la población porque sus cañerías se hallaban poco menos que destruidas y los regantes de Santa Bárbara se habían apoderado de aquéllas; de tal estado resultó el más deplorable, dispendioso e irritante, de que los vecinos habían de comprarla para beber, y diariamente iban por estas calles a todas las horas del día 30 ó 40 cargas, que venían a venderles los vecinos de Petrel» (II, 241-242). Después el asunto se arregló.

«Abastece las fuentes de agua potable de Elda el manantial de Santa Bárbara, situado al Noreste de esta villa, como a una hora escasa de la misma, en cuya posesión, uso y aprovechamiento, jamás interrumpidos, se halla de inmemorial; a la que también tiene el derecho escrito, así como le asisten ambos para que los vecinos de la propia villa puedan tomar aguas para beber de todas las fuentecillas o manantiales que hay en el término de Petrel» (II, 265).

«El referido manantial de Santa Bárbara no es más que una derivación del grande y principal nacimiento de Caprala, jurisdicción de Petrel, entendido también dicho partido por el Agua Buena a causa de la bondad de la misma, situado al Norte de Santa Bárbara a la distancia de media hora a tres cuartos, y separados por la pequeña sierra que parece servir de testera al primero, y en cuya base, al extremo Este, se encuentra el manantial derivado.

Los habitantes de Petrer, desde antiguo, litigiaron con los de Elda por mantener su territorio y los privilegios que el conde les había concedido.

Que el Agua Buena o sea de la balsa de Caprala, la utilizó Elda directamente, lo están atestiguando los diferentes trozos de cañería que en dicha sierra de Santa Bárbara, a su lado de poniente, existen, y por una tradición nunca contradicha; pero, sobre todo, lo confirma plenamente el reintegro y posesión de la Excma. Audiencia del Territorio concedió y dio por medio de su juez comisionado, D. Francisco Sirera, alcalde mayor entonces de Novelda, en 11 de agosto de 1758, que la llevó a efecto en los días 17 y 18 del propio mes, realizando el reintegro y posesión en los dos referidos partidos de Caprala y Santa Bárbara, diciendo en auto del 18: En el expresado sitio de Caprala y día referido, hallándose concluidas las diligencias pertenecientes al mismo sitio, dicho Sr. juez en comisión debía mandar y mandó, se pase al de Santa Bárbara donde renacen las aguas para beber de la villa de Elda y se practiquen las diligencias que convengan para cumplir con lo mandado; y por este su auto, así lo proveyó y firmó D. Francisco Sirera. Ante mí, José Corbí.

La petición presentada a los mencionados efectos principia así:
Excmo. Sr.: Antonio de Luz y Serrano en nombre del concejo, justicia y regimiento de la villa de Elda, consta del poder, etc., ante vuestra excelencia comparezco por vía de recurso, quexa, violencia, manifiesto atentado, o como más haya lugar y de derecho proceda, y digo: que mi parte siempre desde la fundación de la población ha estado en la posesión del uso de las aguas de las fuentes de Caprala, que está en el término general de la villa y renace cerca de la ermita de Santa Bárbara, marquesado de Noguera, y de allí se encamina subterráneamente por arcaduces, encañadas y en los barrancos y ramblas por canales y pilares de manipostería a expensas de la villa de Elda, etc., etc.

Estos antecedentes, con otros más minuciosos, constan en un libro encuadernado a la holandesa, lomo de pergamino amarillo, en que se lee el rótulo de Varios papeles interesantes al pueblo de Elda, desde 1771 a 1772, y a otros años anteriores.

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