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Petrer 1936: las Quintas de la Guerra

 

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Recuperado de la publicación Festa de 2006, publicamos hoy un memorable trabajo, firmado por el prestigioso investigador local Bonifacio Navarro, sobre la historia de las milicias en Petrer durante los años de la Guerra Civil, con los nombres y los destinos de sus protagonistas en esos años difíciles y decisivos.

 

Hace ahora diez años, siendo Juez de Paz de Petrer D. Helios Aliaga Pina (d.e.p.), muy amablemente, como era su costumbre, me brindó todas las facilidades para buscar unos datos que precisaba en el archivo del juzgado. Tal vez por azar o por la buena organización y clasificación de los legajos, pude estudiar el contenido de varios documentos oficiales y la información que guardaba acerca de muchos jóvenes de Petrer que habían sido movilizados por su quinta y esperaban su inmediata incorporación en el Ejército Popular de la República. Se trataba de las quintas comprendidas entre los años 1936 y 1941, ambos inclusive, y el motivo de su singularidad se encuentra en que los jóvenes que cumplían veinte años eran movilizados para incorporarse al ejército. Tres años después, una vez terminada la Guerra Civil, estos mismos jóvenes de nuevo serán llamados a filas para cumplir el servicio militar obligatorio durante otros tres años.

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Bandera de la 83 Brigada Mixta Primer Batallón, conservada por la familia de José Espí.

Los listados de quintas que hemos estudiado contienen, muchas veces, anotaciones dobles: las primeras están realizadas por la Junta de Clasificación Republicana; años más tarde, el estado nuevo franquista encuentra parte del trabajo ya elaborado, además de una información de primera mano sobre la filiación política de jóvenes y su condición, según los casos, de milicianos o voluntarios en el ejército de la República.

Hay que subrayar que la información está incompleta y que no todos los nombres que figuran en las listas tienen anotaciones de destino provisional, filiación o paradero temporal. Cerca de un cincuenta por ciento del total contiene, solamente, el nombre y lugar de nacimiento, bien porque quedaron excluidos del servicio, porque padecían alguna enfermedad o defecto físico o por estar destinados a cuerpos auxiliares o policiales de retaguardia. También hay listados de prófugos, que son aquellos que no se presentaron o del que se desconoce su paradero. Por tanto, la información oficial en cuestión es incompleta; sin embargo, nos ofrece una muestra o modelo significativo en el ámbito local y nos ayuda a conocer mejor un proceso histórico irrepetible de doble movilización: la primera en defensa de la legalidad democrática republicana y la segunda por dictado de un gobierno impuesto por la fuerza de las armas y al que muchos de estos soldados habían combatido.

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Homenaje de Petrer a sus republicanos, acto que tuvo lugar en el Centro Cultural el mes de abril de 2005.

Algunos de los listados franquistas contienen una clasificación reservada de los mozos de cada quinta, donde se indica que jóvenes eran considerados adictos, indiferentes o desafectos al nuevo régimen; también, su destino a los batallones de trabajo y su condición de prófugos y exiliados. Toda esta información, desordenada y en ocasiones ilegible, elaborada hace setenta años por republicanos y franquistas y reelaborada hoy, sólo en parte, nos dan la oportunidad de nombrar, recordar y homenajear, uno por uno, a todos aquellos jóvenes que se vieron inmersos en la hoguera de odio y venganza, desencadenada y alimentada por un sector de militares y civiles que suplantaron al gobierno legítimo a través de un golpe de estado que se convirtió en guerra civil y una larga dictadura militar.

A pesar de haber transcurrido casi tres generaciones, las preguntas a la historia surgen espontáneamente por parte de hijos y nietos que aquellos veteranos republicanos. Durante cuarenta años sólo hubo una e indiscutible “historia y verdad”, la de los vencedores. La dictadura franquista prohibió la expresión y difusión de todo cuanto no se adaptara a su versión de los hechos. La escuela, la iglesia y los medios de comunicación reproducían a la propaganda del poder y el exilio, la cárcel o la muerte figuraban como posible destino de los antifranquistas que luchaban por restablecer un estado de derecho. Actualmente, cuando escribo estas líneas, las cosas están cambiando, el Congreso de los Diputados de en el 2002 condenó, mayoritariamente, el Régimen Franquista, también el Consejo de Europa, y muy pronto será aprobada en el Congreso de los Diputados una Ley sobre la Memoria Histórica que restablecerá la verdad de los hechos, además de reconocer los derechos legítimos de los que se vieron ultrajados por la Dictadura.

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Carteles con diferentes mensajes para incitar al alistamiento en el bando republicano

Han pasado más de setenta años desde el comienzo de la guerra y, sin embargo, su memoria se mantiene viva en una buena parte de la sociedad española. Quedan muy pocos supervivientes de aquella contienda fratricida y en escasos años no habrán testigos  vivos que nos ofrezcan su memoria y visión de los hechos. Cándido Jover, abuelo nonagenario de la Quinta del 37, “lleva cuentas” de los que quedan. Su particular lista se acorta y empequeñece cuando borra mentalmente a uno de sus compañeros cuando le acompaña en “su último viaje” camino del cementerio. “Quedamos siete”, exclama para adentro con resignación.

Del golpe de estado a la guerra civil

En febrero de 1936, con la victoria en las elecciones del Frente Popular, los partidos de derechas, representantes de los intereses de las clases acomodadas, oligarquía terrateniente y financiera que junto al clero veían amenazados sus intereses y privilegios por las reformas legislativas llevadas a cabo por el Gobierno de la República, intentaron, nuevamente, un levantamiento militar para restablecer “la paz y el orden”, y así impedir las transformaciones, las reformas y los avances sociales del Gobierno de la República.

Desde octubre de 1934, se respiraba un ambiente tenso, se sucedían las huelgas  y los desórdenes se exageraban, muchas veces, por los partidos de la derecha. Hitler y Mussolini habían llegado al poder en sus países y era evidente que representaban una amenaza real para los gobiernos democráticos de Europa. El totalitarismo y el fascismo iban en ascenso y contaban con las simpatías y el apoyo de la mayoría de las derechas españolas desde la Confederación de Derechas Autónomas CEDA, liderada por Gil Robles, hasta de la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, además de otros partidos menores.

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Soldados y voluntarios en el frente de Madrid. De izquierda a derecha, plantados: Bonifacio Navarro, de la Quinta del 37, y Manolo "el Mahonés"; sentados: Francisco Bernabeu "Francisquet", de la Quinta del 41, un marroquí maestro de escuela alistado en el ejército republicano, y Juan Poveda "Bola".

Las noticias de un levantamiento militar encabezado por los generales Sanjurjo, Mola y Franco era de dominio público el 18 de julio de 1936. Los partidos republicanos y los sindicatos obreros que conformaban el gobierno del Frente Popular en nuestro pueblo, en poco tiempo, frustraron los posibles apoyos al golpe de estado, ya que detuvieron a las personas sospechosas de conspirar y apoyar con armas a los militares sublevados.

“…En Petrer existía un grupo fuerte de personas afiliadas a partidos contrarios al Frente Popular (…) sobre ellos, especialmente, se ejerció vigilancia (…) tenían reuniones en el juzgado municipal, en el cuartel de la Guardia Civil y estaban conectados con grupos rebeldes de Alcoy, Monóvar, Elda y otros de la Vega Baja”, escribe Salvador Pavía en su libro ‘Petrer: Los años decisivos 1932-1939’, pág. 149. El 18 de julio de 1936, una vez conocido el levantamiento militar, escribe el historiador Sánchez Recio, en su libro ‘Guerra Civil y franquismo’, pág. 39: “…en Petrer personas civiles se armaron y prepararon para salir a las órdenes del sargento de la Guardia Civil, Arcadio García Sánchez, para apoderarse del pueblo y adherirse a la rebelión”.

Los regimientos militares de Alicante y Alcoy, subordinados al Cuartel General de Valencia, no decidieron su apoyo al régimen hasta pasados unos días después del alzamiento. Esto fue motivado por la división interna de los mandos y la actitud de apoyo a los golpistas que mantenían una parte importante de los oficiales. El golpe militar supuso la desaparición de los organismos y aparatos del Estado: policía, jueces, diputaciones, ayuntamientos… Ante la duda de lealtades, el Gobierno legítimo decidió licenciar a las tropas en las que los oficiales se habían colocado frente a la legalidad republicana o cuya postura no estaba clara. Los soldados de reemplazo de 1934 y 1935 fueron licenciados prematuramente y volvieron a sus hogares a la espera de una nueva movilización.

Los milicianos por la libertad

Durante los primeros días del golpe de estado, las organizaciones políticas y sindicales, en pueblos pequeños como Petrer, es evidente que estarían a la espera de noticias y directrices de los comités superiores para tomar decisiones. El día 20 de julio, temiendo que la rebelión se extendiera a Almansa y Villena, el diputado Vicente Sol de Alicante organizó una columna de voluntarios en la que, por primera vez, participaron milicianos de Petrer junto con otros de la comarca. En pocos días, consiguieron la capitulación de los cuarteles de Almansa y de Albacete.

El Gobernador Civil Valdés Casas, una vez controlada la situación militar en nuestra provincia, con fecha de 27 de julio, remite a un bando a todos los alcaldes y, entre otras disposiciones, dice “…que las milicias estén atentas exclusivamente a recibir órdenes, absteniéndose de practicar detenciones ni registros sin el control de la autoridad (…) Los alcaldes se servirán para remitir a este gobierno en un estado de las organizaciones que constituyan milicias (…) queda prohibido llevar armas por la calle no estando en actos de servicio (…) se recomienda que el Frente Popular reprima los desmanes y actos de pillaje que puedan cometerse” . (Costa Vidal Fernando. ‘Villena durante la Guerra Civil’. Alicante, 1998).

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José María Navarro Poveda, de la Quinta del 38, teniente del Ejército Popular. Fue herido de gravedad en el frente de Teruel.

Los partidos y sindicatos habían organizado un comité de milicias con el cometido de reclutar voluntarios para luchar en el frente. La prensa publicaba a diario llamamientos a enrolarse en los batallones de milicianos organizados por las centrales sindicales de UGT y CNT. Los frentes de guerra de Madrid y Aragón fueron el destino de la mayoría de los milicianos de nuestro pueblo. Se aprovecha el paso de camiones por la carretera nacional o su parada en Santa Bárbara, para subir en ellos y trasladarse al batallón o compañía que había organizado su partido o sindicato. Sin ninguna preparación militar, la mayoría de ellos sin armas, esperaban con impaciencia su oportunidad para recoger el fúsil del compañero que caía muerto o herido en combate. También era frecuente, entre los más jóvenes, incorporarse al frente de combate aprovechando la parada  nocturna de los camiones. Su familia sabía de él una vez llegado a su destino.

El 27 de julio, lunes, los milicianos de Petrer han llegado a Madrid. El día siguiente, se integran en el Batallón Octubre 11 que ha organizado las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Su objetivo es defender la sierra de Guadarrama. Manda el batallón Fernando de Rosa, que pagará con su muerte su valentía. Vicente Mollá Montesinos, protagonista en primera persona de aquellos hechos, escribió en el semanario “El Carrer” de septiembre de 1990: “…Aquel puñado de jóvenes, tan jóvenes que la mayoría no sabía lo que era un fusil constituyó íntegramente la compañía de Petrel (…), rememorar tan hermoso sacrificio espontáneamente ofrecido, es lo menos que podemos hacer para exaltar la inmolación de unos seres humanos que dieron lo más precioso de sus vidas  en nombre de unos ideales de justicia y libertad”. Manuel Tagüeña, en su libro ‘Testimonio de dos Guerras’, pág. 130, escribe: “…nuestro Batallón Octubre nº 11 seguía recibiendo muchos voluntarios, la mayoría eran jóvenes socialistas no sólo de la capital, sino de provincias. Especialmente habían llegado muchos de Alicante: de Petrel, de Torrevieja, Elda… Los alicantinos eran unos maravillosos soldados que se lanzaban al ataque con una algarabía de gritos, levantado sobre ellos los fusiles al estilo de los moros, ofreciendo un espectáculo inolvidable cuando llameaban en las laderas entre los pinos, los múltiples colores de las mantas que llevaban en la bandolera…”.

En el periódico del frente Octubre nº 23 de 9 de septiembre de 1936, encontramos una cita que habla de nuestros milicianos, defensores de la libertad: “…después de una lucha dura, nuestras milicias consiguieron reconquistar la Lagunilla (sector de la sierra de Guadarrama), merece citarse el bravo comportamiento de la 8ª compañía compuesto por milicianos de Alicante, que al grito de ‘Visca Petrel’ pusieron en fuga al enemigo…”.

Es evidente que los enfrentamientos en la sierra no siempre acababan bien. Los días 15 y 16 de septiembre de 1936, los combates en Cabeza Lijar de la Sierra de Guadarrama llenaron de tristeza y luto a las familias de Petrer. Vicente Aracil, joven dirigente de la CNT, Francisco Beltrán, socialistas, Bonifacio Mollá, junto con otros compañeros como Ramón Reig Rico, Julio Maestre Maestre, José María Maestre Castelló, Ventura Micó dejaron su vida, como otros petrelenses, defendiendo sus ideales de justicia y libertad.

Entre los heridos, cabe citar a Miguel Máñez Montesinos, ascendido más tarde a teniente, o los que fueron dados por muertos o desaparecidos, como fue el caso de la nuestra ejemplar miliciana Remedios Jover Cánovas “La Casera” (Festa 97: “Mujeres en Petrer en la II República y la Guerra Civil”).

Los milicianos anarcosindicalistas

Menos conocidas son las vicisitudes de los milicianos anarcosindicalistas de Petrer. Un buen número de ellos se enroló en la Columna de Hierro, organizada en Valencia con la finalidad de defender el frente de Teruel e impedir el avance de los rebeldes hacia el Mediterráneo. Para los libertarios valencianos, la Columna de Hierro representaba la fuerza de choque por excelencia. Sus objetivos eran ganar la guerra y hacer la revolución al mismo tiempo. Una revolución que levantaría una nueva sociedad en los pueblos y territorios liberados de los rebeldes. Sus figuras carismáticas fueron, sin duda, José y Pedro Pellicer, José Segarra y Rafael Martí, de Alcoy, apodado Pancho Villa, todos ellos militantes de la CNT-FAI. Convertida en la 83 Brigada Mixta con la militarización obligatoria, de nuestro pueblo formaron parte de esta columna: José Espí, José María Navarro, Adrián Torregrosa, José Amorós, Vicente Rodríguez, Higinio Santos, Rogelio Poveda…

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Faustino Gregorio Francés, de la Quinta del 39, miliciano de la 30 Brigada. Sirvió a las órdenes de la teniente Remedios "la Casera" en el sector de Guadarrama, en el Escorial.

La disciplina para los militantes confederales tenía una connotación negativa, era para ellos sinónimo de militarismo y de falta de libertad para pensar y decidir por sí mismo. En el pueblo de Mora de Rubielos (Teruel), durante una asamblea general, fue proclamado el comunismo libertario y quedó anulado el dinero:

“…Luchamos para derrotar al fascismo. Pero no luchamos, que se nos entienda bien, para conservar una República, ni para instaurar un nuevo régimen estatal. Luchamos para realizar la Revolución SOCIAL. Marchamos hacia la anarquía. Por eso, ahora y después, defenderemos todo lo que nos sirve para vivir con más libertad, para romper los yugos que nos oprimen…” (Mainar Cabanes, Eladi. “De milicians a soldats”, pág. 71, Valencia, 1998).

Sin embargo, en la zona centro, las milicias confederales de la CNT tenían un conjunto de reglas en las que se resaltaba la importancia de la disciplina. La unidad con mayor número de milicianos fue la columna del Rosal, que contaba con 835 hombres en el mes de agosto: “…Los anarquistas buscaban un sistema lo más democrático posible aunque en sus milicias resultaba evidente la contradicción entre la teoría y la práctica. En el frente de Aragón se dieron con más agudeza. Los hombres regresaban a Barcelona los fines de semana, discutían las órdenes o  se negaban a fortificar las posiciones” (Alpert Michael. “El ejército republicano en la guerra civil”, pág. 55, 1989, Madrid).

El modelo miliciano de hacer la guerra había servido para estabilizar la situación en los primeros meses, pero había demostrado su incapacidad de detener las columnas africanas en marcha hacia Madrid. En su conjunto, las milicias se desbandaban con facilidad porque no estaban sujetas a una disciplina militar, como los soldados que tenían enfrente, en influía en su ánimo el temor a que los moros y legionarios fusilaran a los prisioneros (Alpert). El altísimo valor de los milicianos se demostró insuficiente para combatir días y días a un enemigo disciplinado con un mando único bien armado.

Una de las principales tareas del Gobierno era conseguir un mayor control de las milicias venciendo la oposición de la CNT a la militarización. Por otro lado, era notorio que algunos de sus componentes se dedicaban a actuar como fuerzas policíacas sin control gubernamental contribuyendo a alterar el orden público y a poner trabas al esfuerzo bélico. Las primeras mediadas de normalización se publicaron en octubre de 1936. Los milicianos se agruparon en unidades de combate llamadas batallones; los anarquistas las denominarían columnas con nombres revolucionarios. El ministerio ordenó que desaparecieran tales nombres y que cada unidad estuviera identificada por un número de Brigada Mixta. A partir de entonces, fue la brigada la unidad básica del Ejército Popular hasta el término de la guerra. A la 30 Brigada fueron destinados muchos de los petrerenses voluntarios del Batallón de Octubre 11. Las ciudades cercanas de Villena y Alcoy, como también Albacete,  fueron sedes de los campamentos de formación de las seis primeras brigadas mixtas.

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Cuatro amigos que antes de la Guerra querían ser carteros. De izquierda a derecha: Álvaro Navarro, de la Quinta del 38, que pasó por la cárcel; Vicente Mollá, de la Quinta del 37, que acabó en el exilio; Miguel Máñez, de la Quinta del 38, muerto en el exilio; y Boni Navarro, de la Quinta del 37, que fue a parar al batallón de trabajadores.

Por último, conviene aclarar que la edad mínima para ingresar en el Ejército Popular era de veinte años y la máxima de treinta y cinco. El uso del saludo y la uniformidad en el vestido se impuso a pesar de las reticencias anarquistas. Las milicias militarizadas tenían derecho al rancho y a diez pesetas al día de paga. En octubre de 1936, se estima que había cerca de 90.000 milicianos en la zona controlada por la República, pero con un déficit considerable de cuadros y oficiales con conocimientos de tácticas y estrategia militar. En junio de 1937, la militarización era una realidad, la formación militar avanzaba por pura necesidad, había llegado gran cantidad de armas y un ejército de medio millón de soldados de reemplazo estaba dispuesto para hacer frente a los sublevados. Veinte reemplazos estaban movilizados a mitad de 1938, la quinta del 22, llamada “del sac” por su mochila, y la del 41, conocida por la del “biberón” debido a la juventud de los movilizados.

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Quinta del 36.

Movilizados en octubre-noviembre de 1936 por la República y en febrero-marzo de 1940 por el Franquismo. De los cincuenta mozos, son calificados útiles para el ejército 37 jóvenes, todos ellos nacidos en el año 1915. Ramón Maestre Maestre es considerado no apto ya que “…padece del corazón lo cual se ha probado en este acto”. La madre del soldado Ramón Reig Rico, voluntario de la 30 Brigada Mixta, 3 Batallón, 2 Div. 4ª Cia., recibe una carta comunicando la muerte de su hijo en el frente de El Escorial y la entrega de 315 ptas. que “el soldado muerto llevaba encima”.

El listado franquista de 1940 señala como desafectos a: Rafael Guerra, Antonio y Enrique Maestre, Joaquín Román y José Torregrosa y se les destina, temporalmente, a Batallones Disciplinarios de Trabajo. Son fusilados en la cárcel de Alicante Silvestre Rico Micó y Salustiano Espí Reig.

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Quinta del 37.

La Quinta del 37 fue movilizada en el mes de mayo/junio de 1937 y de nuevo en abril de 1940. La junta de clasificación, formado por los miembros del Consejo Local Gonzalo Beltrán, Pascual González y Tomás Tortosa, dio por útiles a 27 mozos sobre un total de 45 nacidos en 1916. Se encontraban ya en el frente como voluntarios José Castelló, Manuel Abad, José María García, Constantino Pascual, Bonifacio Navarro, Vicente Piqueres, José Sánchez, Higinio Santos y José María Verdú.

Según el listado constitucional, 14 mozos estaban afiliados a la CNT, 12 a UGT y uno a las JSU. Murieron en el frente de guerra Elías Payá Brotons, José Castelló Moltó y Enrique Montesinos Beltrán. Fue dado por desaparecido Juan Bta. Poveda Leal y pudo escapar hacia el exilio, a bordo del Stambrook, Vicente Mollá Montesinos. Doce de los quintados pasaron a batallones de trabajo; más tarde, se incorporaron a su destino en el ejército franquista.

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Quinta del 38.

La Quinta del 38 fue movilizada en octubre de 1937 y agosto de 1941. De una lista de 49 jóvenes, 28 de ellos fueron dados por útiles en el listado de la República y sólo 21 en la franquista. La causa puede encontrarse en que cuatro de ellos ya se habían incorporado al ejército franquista: Juan B. Villaplana Payá, Gonzalo Díaz Rico, Antonio Payá Juan y Enrique Selva.

Murieron en los frentes de Teruel y El Escorial defendiendo la República: Rafael Rodríguez Guilabert, Julio Maestre Maestre, Constantino Brotons Verdú, José Fernández Pérez y José María Maestre Castelló. Cuatro de ellos fueron encarcelados, como puede comprobarse en los listados, y otros ocho son considerados prófugos ya que al final de la guerra muchos soldados marcharon al exilio atravesando la frontera francesa. Algunos de ellos no regresarían jamás como fue el caso de Miguel Máñez Montesinos, muerto durante un bombardeo en la II Guerra Mundial.

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Quinta del 39.

La Quinta del 39 fue movilizada en noviembre de 1937 y en septiembre de 1941. Son 34 los mozos útiles para ser soldados y 23 en el segundo llamamiento a filas. Julio Tortosa Poveda había sido fusilado en octubre de 1936. Juzgados por el Tribunal Popular de Alicante, fue condenado a muerte por conspirar y dar apoyo al golpe de estado del 18 de julio. También murieron en el frente de esta quinta: Luis Alcaraz Poveda, Antonio Sirvent Terol y José Jover Amat. Fue dado por desaparecido Bartolomé Villaplana Román.

José María Maestre Poveda, José Pujol García y Juan Bta. Sanchiz Rico se incorporaron al ejército franquista antes de ser movilizados. Venancio Donat Reus, Juan Esteban Gil y Antonio Rico Beltrán, acabada la guerra, fueron encarcelados. Entre los voluntarios en la 30 Brigada Mixta se encuentran: Faustino Francés Jiménez, Juan Brotons Cerdá, Antonio Beltrán Maestre y Gabriel González Beneit. También Luis Amorós Pérez fue voluntario, aunque en otra unidad.

Existe una anotación franquista acerca de los antecedentes de la lista de este reemplazo que resulta curiosa. Dice que hay 4 socialistas, 1 sindicalista, 1 de la FAI, 1 comunista, 2 de derechas, 3 falangistas, 15 de izquierda y 12 se ignora.

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Quinta del 40.

La Quinta del 40 fue movilizada en febrero/marzo de 1938, y más tarde, en agosto de 1940. Es el reemplazo que más voluntarios tiene: 14 jóvenes sobre un total de 39 que son dados por útiles. Defendieron como milicianos la legalidad republicana y sus ideales con apenas diecisiete o dieciocho años. Antonio Carbonell Pérez, con sólo 16 años, fue dado por muerto en la batalla del Ebro. La mayor parte de los voluntarios de la quinta eran socialistas y de la UGT y se enrolaron en el Batallón Octubre 11 que defendía Madrid en la sierra de Guadarrama.

Los antecedentes republicanos que figuran de 39 mozos son los siguientes: 19 UGT, 16 CNT, 3 JSU, 1 PCE. El listado franquista posterior califica 25 de izquierdas, 4 socialistas, 3 de derechas, 1 requeté y 16 se ignora. Muere en el frente Manuel Aracil Andreu y diez jóvenes son castigados en batallones de trabajo.

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Quinta del 41.

La Quinta del 41 fue movilizada en abril de 1938 y diciembre de 1940. Según la clasificación reservada franquista, de los 56 mozos útiles, 17 de ellos han sido voluntarios en el ejército republicano y 5 son destinados  a los batallones de trabajo.

Floreal Juan Maestre es dado por muerto o desaparecido en el frente de Castellón en el año 1938. Están enrolados en el ejército franquista Santiago Amat Poveda, Enrique Maestre Villaplana y Manuel Martínez Albert.

En estas últimas actas republicanas aparecen los nombres de la comisión encabezada por el alcalde del Consejo Municipal, Rosendo García Montesinos, y también por Bonifacio Montesinos Poveda y Ramón Congost, entre otros. Los dos primeros fueron fusilados al terminar la guerra y el último murió en el exilio. Las actas franquistas las firma el alcalde nombrado por el nuevo estado, Nicolás Andreu Maestre, junto con los concejales franquistas Manuel Villaplana Reig y Enrique Amat Payá.

Conclusión

Desde la antigüedad se sabe que las guerras nunca fueron buenas ni para los pueblos ni para sus gentes. Un soldado de la Quinta del 37 me contó en una ocasión que escribió en un periódico mural del frente una definición de la guerra, de este modo: “…la guerra es el crimen organizado por el hombre más horrendo del planeta”.

Quienes alentaron la violencia y provocaron la guerra, alzándose contra el gobierno legal de la República, y justificaron sus actos en la necesidad de devolver a España “tranquilidad y orden perdido”, desencadenaron sin embargo una tormenta de violencia y muerte que todavía hoy, setenta años después, no se ha superado totalmente. Sin ningún ánimo de revancha, pero con el deseo de conocer la verdad histórica para que no se vuelva a repetir, rescatamos a aquellos jóvenes del olvido y para manifestar su agradecimiento por su lucha por la libertad.