Petrer 1936: las Quintas de la Guerra

Del golpe de estado a la guerra civil

En febrero de 1936, con la victoria en las elecciones del Frente Popular, los partidos de derechas, representantes de los intereses de las clases acomodadas, oligarquía terrateniente y financiera que junto al clero veían amenazados sus intereses y privilegios por las reformas legislativas llevadas a cabo por el Gobierno de la República, intentaron, nuevamente, un levantamiento militar para restablecer “la paz y el orden”, y así impedir las transformaciones, las reformas y los avances sociales del Gobierno de la República.

Desde octubre de 1934, se respiraba un ambiente tenso, se sucedían las huelgas  y los desórdenes se exageraban, muchas veces, por los partidos de la derecha. Hitler y Mussolini habían llegado al poder en sus países y era evidente que representaban una amenaza real para los gobiernos democráticos de Europa. El totalitarismo y el fascismo iban en ascenso y contaban con las simpatías y el apoyo de la mayoría de las derechas españolas desde la Confederación de Derechas Autónomas CEDA, liderada por Gil Robles, hasta de la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, además de otros partidos menores.

Soldados y voluntarios en el frente de Madrid. De izquierda a derecha, plantados: Bonifacio Navarro, de la Quinta del 37, y Manolo "el Mahonés"; sentados: Francisco Bernabeu "Francisquet", de la Quinta del 41, un marroquí maestro de escuela alistado en el ejército republicano, y Juan Poveda "Bola".

Las noticias de un levantamiento militar encabezado por los generales Sanjurjo, Mola y Franco era de dominio público el 18 de julio de 1936. Los partidos republicanos y los sindicatos obreros que conformaban el gobierno del Frente Popular en nuestro pueblo, en poco tiempo, frustraron los posibles apoyos al golpe de estado, ya que detuvieron a las personas sospechosas de conspirar y apoyar con armas a los militares sublevados.

“…En Petrer existía un grupo fuerte de personas afiliadas a partidos contrarios al Frente Popular (…) sobre ellos, especialmente, se ejerció vigilancia (…) tenían reuniones en el juzgado municipal, en el cuartel de la Guardia Civil y estaban conectados con grupos rebeldes de Alcoy, Monóvar, Elda y otros de la Vega Baja”, escribe Salvador Pavía en su libro ‘Petrer: Los años decisivos 1932-1939’, pág. 149. El 18 de julio de 1936, una vez conocido el levantamiento militar, escribe el historiador Sánchez Recio, en su libro ‘Guerra Civil y franquismo’, pág. 39: “…en Petrer personas civiles se armaron y prepararon para salir a las órdenes del sargento de la Guardia Civil, Arcadio García Sánchez, para apoderarse del pueblo y adherirse a la rebelión”.

Los regimientos militares de Alicante y Alcoy, subordinados al Cuartel General de Valencia, no decidieron su apoyo al régimen hasta pasados unos días después del alzamiento. Esto fue motivado por la división interna de los mandos y la actitud de apoyo a los golpistas que mantenían una parte importante de los oficiales. El golpe militar supuso la desaparición de los organismos y aparatos del Estado: policía, jueces, diputaciones, ayuntamientos… Ante la duda de lealtades, el Gobierno legítimo decidió licenciar a las tropas en las que los oficiales se habían colocado frente a la legalidad republicana o cuya postura no estaba clara. Los soldados de reemplazo de 1934 y 1935 fueron licenciados prematuramente y volvieron a sus hogares a la espera de una nueva movilización.

Los milicianos por la libertad

Durante los primeros días del golpe de estado, las organizaciones políticas y sindicales, en pueblos pequeños como Petrer, es evidente que estarían a la espera de noticias y directrices de los comités superiores para tomar decisiones. El día 20 de julio, temiendo que la rebelión se extendiera a Almansa y Villena, el diputado Vicente Sol de Alicante organizó una columna de voluntarios en la que, por primera vez, participaron milicianos de Petrer junto con otros de la comarca. En pocos días, consiguieron la capitulación de los cuarteles de Almansa y de Albacete.

El Gobernador Civil Valdés Casas, una vez controlada la situación militar en nuestra provincia, con fecha de 27 de julio, remite a un bando a todos los alcaldes y, entre otras disposiciones, dice “…que las milicias estén atentas exclusivamente a recibir órdenes, absteniéndose de practicar detenciones ni registros sin el control de la autoridad (…) Los alcaldes se servirán para remitir a este gobierno en un estado de las organizaciones que constituyan milicias (…) queda prohibido llevar armas por la calle no estando en actos de servicio (…) se recomienda que el Frente Popular reprima los desmanes y actos de pillaje que puedan cometerse” . (Costa Vidal Fernando. ‘Villena durante la Guerra Civil’. Alicante, 1998).

José María Navarro Poveda, de la Quinta del 38, teniente del Ejército Popular. Fue herido de gravedad en el frente de Teruel.

Los partidos y sindicatos habían organizado un comité de milicias con el cometido de reclutar voluntarios para luchar en el frente. La prensa publicaba a diario llamamientos a enrolarse en los batallones de milicianos organizados por las centrales sindicales de UGT y CNT. Los frentes de guerra de Madrid y Aragón fueron el destino de la mayoría de los milicianos de nuestro pueblo. Se aprovecha el paso de camiones por la carretera nacional o su parada en Santa Bárbara, para subir en ellos y trasladarse al batallón o compañía que había organizado su partido o sindicato. Sin ninguna preparación militar, la mayoría de ellos sin armas, esperaban con impaciencia su oportunidad para recoger el fúsil del compañero que caía muerto o herido en combate. También era frecuente, entre los más jóvenes, incorporarse al frente de combate aprovechando la parada  nocturna de los camiones. Su familia sabía de él una vez llegado a su destino.

El 27 de julio, lunes, los milicianos de Petrer han llegado a Madrid. El día siguiente, se integran en el Batallón Octubre 11 que ha organizado las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Su objetivo es defender la sierra de Guadarrama. Manda el batallón Fernando de Rosa, que pagará con su muerte su valentía. Vicente Mollá Montesinos, protagonista en primera persona de aquellos hechos, escribió en el semanario “El Carrer” de septiembre de 1990: “…Aquel puñado de jóvenes, tan jóvenes que la mayoría no sabía lo que era un fusil constituyó íntegramente la compañía de Petrel (…), rememorar tan hermoso sacrificio espontáneamente ofrecido, es lo menos que podemos hacer para exaltar la inmolación de unos seres humanos que dieron lo más precioso de sus vidas  en nombre de unos ideales de justicia y libertad”. Manuel Tagüeña, en su libro ‘Testimonio de dos Guerras’, pág. 130, escribe: “…nuestro Batallón Octubre nº 11 seguía recibiendo muchos voluntarios, la mayoría eran jóvenes socialistas no sólo de la capital, sino de provincias. Especialmente habían llegado muchos de Alicante: de Petrel, de Torrevieja, Elda… Los alicantinos eran unos maravillosos soldados que se lanzaban al ataque con una algarabía de gritos, levantado sobre ellos los fusiles al estilo de los moros, ofreciendo un espectáculo inolvidable cuando llameaban en las laderas entre los pinos, los múltiples colores de las mantas que llevaban en la bandolera…”.

En el periódico del frente Octubre nº 23 de 9 de septiembre de 1936, encontramos una cita que habla de nuestros milicianos, defensores de la libertad: “…después de una lucha dura, nuestras milicias consiguieron reconquistar la Lagunilla (sector de la sierra de Guadarrama), merece citarse el bravo comportamiento de la 8ª compañía compuesto por milicianos de Alicante, que al grito de ‘Visca Petrel’ pusieron en fuga al enemigo…”.

Es evidente que los enfrentamientos en la sierra no siempre acababan bien. Los días 15 y 16 de septiembre de 1936, los combates en Cabeza Lijar de la Sierra de Guadarrama llenaron de tristeza y luto a las familias de Petrer. Vicente Aracil, joven dirigente de la CNT, Francisco Beltrán, socialistas, Bonifacio Mollá, junto con otros compañeros como Ramón Reig Rico, Julio Maestre Maestre, José María Maestre Castelló, Ventura Micó dejaron su vida, como otros petrelenses, defendiendo sus ideales de justicia y libertad.

Entre los heridos, cabe citar a Miguel Máñez Montesinos, ascendido más tarde a teniente, o los que fueron dados por muertos o desaparecidos, como fue el caso de la nuestra ejemplar miliciana Remedios Jover Cánovas “La Casera” (Festa 97: “Mujeres en Petrer en la II República y la Guerra Civil”).

Los milicianos anarcosindicalistas

Menos conocidas son las vicisitudes de los milicianos anarcosindicalistas de Petrer. Un buen número de ellos se enroló en la Columna de Hierro, organizada en Valencia con la finalidad de defender el frente de Teruel e impedir el avance de los rebeldes hacia el Mediterráneo. Para los libertarios valencianos, la Columna de Hierro representaba la fuerza de choque por excelencia. Sus objetivos eran ganar la guerra y hacer la revolución al mismo tiempo. Una revolución que levantaría una nueva sociedad en los pueblos y territorios liberados de los rebeldes. Sus figuras carismáticas fueron, sin duda, José y Pedro Pellicer, José Segarra y Rafael Martí, de Alcoy, apodado Pancho Villa, todos ellos militantes de la CNT-FAI. Convertida en la 83 Brigada Mixta con la militarización obligatoria, de nuestro pueblo formaron parte de esta columna: José Espí, José María Navarro, Adrián Torregrosa, José Amorós, Vicente Rodríguez, Higinio Santos, Rogelio Poveda…

Faustino Gregorio Francés, de la Quinta del 39, miliciano de la 30 Brigada. Sirvió a las órdenes de la teniente Remedios "la Casera" en el sector de Guadarrama, en el Escorial.

La disciplina para los militantes confederales tenía una connotación negativa, era para ellos sinónimo de militarismo y de falta de libertad para pensar y decidir por sí mismo. En el pueblo de Mora de Rubielos (Teruel), durante una asamblea general, fue proclamado el comunismo libertario y quedó anulado el dinero:

“…Luchamos para derrotar al fascismo. Pero no luchamos, que se nos entienda bien, para conservar una República, ni para instaurar un nuevo régimen estatal. Luchamos para realizar la Revolución SOCIAL. Marchamos hacia la anarquía. Por eso, ahora y después, defenderemos todo lo que nos sirve para vivir con más libertad, para romper los yugos que nos oprimen…” (Mainar Cabanes, Eladi. “De milicians a soldats”, pág. 71, Valencia, 1998).

Sin embargo, en la zona centro, las milicias confederales de la CNT tenían un conjunto de reglas en las que se resaltaba la importancia de la disciplina. La unidad con mayor número de milicianos fue la columna del Rosal, que contaba con 835 hombres en el mes de agosto: “…Los anarquistas buscaban un sistema lo más democrático posible aunque en sus milicias resultaba evidente la contradicción entre la teoría y la práctica. En el frente de Aragón se dieron con más agudeza. Los hombres regresaban a Barcelona los fines de semana, discutían las órdenes o  se negaban a fortificar las posiciones” (Alpert Michael. “El ejército republicano en la guerra civil”, pág. 55, 1989, Madrid).

El modelo miliciano de hacer la guerra había servido para estabilizar la situación en los primeros meses, pero había demostrado su incapacidad de detener las columnas africanas en marcha hacia Madrid. En su conjunto, las milicias se desbandaban con facilidad porque no estaban sujetas a una disciplina militar, como los soldados que tenían enfrente, en influía en su ánimo el temor a que los moros y legionarios fusilaran a los prisioneros (Alpert). El altísimo valor de los milicianos se demostró insuficiente para combatir días y días a un enemigo disciplinado con un mando único bien armado.

Una de las principales tareas del Gobierno era conseguir un mayor control de las milicias venciendo la oposición de la CNT a la militarización. Por otro lado, era notorio que algunos de sus componentes se dedicaban a actuar como fuerzas policíacas sin control gubernamental contribuyendo a alterar el orden público y a poner trabas al esfuerzo bélico. Las primeras mediadas de normalización se publicaron en octubre de 1936. Los milicianos se agruparon en unidades de combate llamadas batallones; los anarquistas las denominarían columnas con nombres revolucionarios. El ministerio ordenó que desaparecieran tales nombres y que cada unidad estuviera identificada por un número de Brigada Mixta. A partir de entonces, fue la brigada la unidad básica del Ejército Popular hasta el término de la guerra. A la 30 Brigada fueron destinados muchos de los petrerenses voluntarios del Batallón de Octubre 11. Las ciudades cercanas de Villena y Alcoy, como también Albacete,  fueron sedes de los campamentos de formación de las seis primeras brigadas mixtas.

Cuatro amigos que antes de la Guerra querían ser carteros. De izquierda a derecha: Álvaro Navarro, de la Quinta del 38, que pasó por la cárcel; Vicente Mollá, de la Quinta del 37, que acabó en el exilio; Miguel Máñez, de la Quinta del 38, muerto en el exilio; y Boni Navarro, de la Quinta del 37, que fue a parar al batallón de trabajadores.

Por último, conviene aclarar que la edad mínima para ingresar en el Ejército Popular era de veinte años y la máxima de treinta y cinco. El uso del saludo y la uniformidad en el vestido se impuso a pesar de las reticencias anarquistas. Las milicias militarizadas tenían derecho al rancho y a diez pesetas al día de paga. En octubre de 1936, se estima que había cerca de 90.000 milicianos en la zona controlada por la República, pero con un déficit considerable de cuadros y oficiales con conocimientos de tácticas y estrategia militar. En junio de 1937, la militarización era una realidad, la formación militar avanzaba por pura necesidad, había llegado gran cantidad de armas y un ejército de medio millón de soldados de reemplazo estaba dispuesto para hacer frente a los sublevados. Veinte reemplazos estaban movilizados a mitad de 1938, la quinta del 22, llamada “del sac” por su mochila, y la del 41, conocida por la del “biberón” debido a la juventud de los movilizados.

8 thoughts on “Petrer 1936: las Quintas de la Guerra”

  1. Se agradece…..y debería servir para colocar una pancarta en el centro del pueblo, que con las nuevas tecnologías que hoy día existen de imprimición, quedáran expuestas estas fotos y estas listas de jovenes petrelenses que tanto dieron por los que hoy estamos aquí….

    Muchos años tuvieron los muros de las iglesias, escritos con trazos grandes y negros los que del otro lado murieron…y se les veneró.

    Ahora sin revanchismos, quede claro, les corresponde a estos ser venerados y recordados……..por aquello de la justicia y la equidád.
    En fín…..

  2. Bueno si nos damos una vuelta por la iglesia de San Bartolomé veremos que aún hay una lápida que recuerda a «los caídos por dios y por españa».(las minúsculas son a propósito).
    Lo que indica que la iglesia no sólo no pide perdón(ni creo que lo pida),sino que está en las suyas.

    1. «jamas volvera», como tú lo escribes es mucho tiempo en política, además de un indicio de tu nivel cultural.
      El orden y la ley a los que aludes parecen referirse al régimen de Franco, que era todo lo contrario.
      Yo no me atrevería a decir que los que piensan como tú no volverán jamás al poder. Sí me atrevo a decir que representará un retroceso muy lamentable para la humanidad.

  3. querido amigo boni me ha parecido un trabajo excelente, a la vez que ilustrativo para todos los que nos apasiona la historia en general, pero en particular la de nuestro pueblo. gracias.

  4. Buen trabajo, pero incompleto.
    Por ejemplo, no dice que Salustiano Espí Reig fue fusilado por haber asesinado a su paisano Joaquín Poveda Gómez durante la dominación roja del pueblo.
    No hay peor mentira que una verdad a medias.
    Y discrepo que a unos y a otros se les deba poner como ejemplo. Fue una generación de españoles que lucharon y se mataron por dos conceptos totalitarios: el comunismo y el fascismo. De demócratas, nada.

  5. Donde puedo informarme de los llamados «Quinta del biberon» listado de los llamados a filas de Murcia capital- Salvador Caravaca Martinez- «desaparecido»…

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