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Notas para iniciar una historia de los toros en Elda

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*Nota: Artículo publicado originalmente en la Revista Alborada 1988 nº 35.

Este reportaje pretende ser una primera aproximación a la historia de la afición a los toros en Elda, que está ciertamente por escribir. La idea original, que surgió a partir de entablar amistad con Demetrio Pastor, se ha traducido en la práctica en una recopilación de los datos y anécdotas que retiene aún su poderosa mente, relatados en un par de conversaciones. Sin embargo, doy fe de que ese caudal de información es capaz de desbordar al escribiente más fuerte. Y no sólo por eso, sino por la posibilidad de utilizar su archivo gráfico, se presentaba una oportunidad inmejorable para iniciar la reconstrucción. A ello hay que añadir la colaboración puntual de Paco Crespo (Curro Milhojas en su personalidad taurina).

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Lo que viene a continuación, por tanto, debe considerarse como una muestra de periodismo oral, que intenta poner la primera piedra para que salgan a la luz otros testimonios que contrasten, ayuden a comprender mejor y rellenen las lagunas que hayan quedado sobre el asunto.

Si eso se ha conseguido, el que esto suscribe, que reconoce no ser la persona indicada para abordar el fenómeno taurino, ni por conocimientos ni por afición (además de no haber acudido nunca a una corrida de toros soy bastante escéptico en asuntos de sangre), se dará con un canto en los dientes. O en los cuernos, donde el lector prefiera.

Existía la afición

Para reconstruir la historia de la afición a los toros en Elda, hay que partir de una fecha, más que clave, crucial: el 14 de julio de 1946, momento en que la arena de la flamante y por siempre inacabada Plaza de Toros presenta su primer festejo taurino. Anteriormente, el Parque de Atracciones, el recinto de la Plaza de la calle Industria de Calzado (hoy edificio Hermes), e incluso la ladera de la Torreta, habían sido esporádicos escenarios donde lucieron su arte una buena colección de becerristas locales, o de los alrededores. Aquellos improvisados ruedos se poblaban de expectación en fechas señaladas como pudieran ser Moros o Fiestas de septiembre y eran la ocasión, tanto para matar el gusanillo de los valientes de tumo, como la oportunidad para mostrar las facultades de los aspirantes a toreros, en la medida en que lo permitieran las vacas o becerras que se soltaban.

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Expectación ante el sorteo de los toros de una corrida.

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Sin embargo, a mediados de los años veinte, comienza a funcionar el Parque de Atracciones (hoy terrenos ocupados por FICIA), instalación que ya permitía la organización estable de becerradas sin caballos. Según datos recogidos por Paco Crespo, el Parque de Atracciones era un extenso recinto para espectáculos al aire libre donde cabían un terreno para campo de fútbol y una zona para teatro, cine o cualquier otro espectáculo, separada de aquel por un muro de unos dos metros. El escenario se hallaba situado a la derecha de la fachada principal, orientada al norte, y el patio de butacas servía para circo y toros, con su barrera, burladeros y todo lo preciso para un espectáculo taurino. Allí se fraguaron historiales taurinos de apodos que hoy resuenan en la memoria como «Lagartija», «Morrito», «Gitanillo», «El Niño de Oro», «Cuatro Dedos», «El Chispa», «El Chato Esmeralda», «Granero, «El Exquisito», «El Almanseño», «El Tate» y tantos otros que en algunos casos llegaron a funcionar durante cierto tiempo como novilleros económicos en otros ruedos.

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Antonio Bienvenida en primer plano.

Ya tenemos plaza

Las condiciones para el auge de los toros en Elda variaron radicalmente con la construcción de la Plaza de Toros, circunstancia ciertamente curiosa que se puede recuperar gracias al archivo mental de Demetrio. Según su versión, Eustaquio Cantó, que era en aquellos años Presidente del Casino, Fernando Vera «Papailla» y Emilio Pérez Poveda «Machaco» llegaron a la conclusión, después de varias conversaciones en el Casino, de que había que montar una Plaza de Toros en toda la regla. Los dos últimos colaboraron en la idea pero no quisieron entrar económicamente en el proyecto, dejando sólo a Eustaquio que, con un valor temerario (suponemos que no exento de recursos monetarios), se decidió a su construcción, como una concesión, o un capricho de su afición a los toros. En esta tesitura, la Plaza de Toros fue construida por el maestro de obras Paco Pataancha, sobre terrenos (entonces bancales) que se compraron a tres propietarios: Vda. de Norberto Rosas, Paco el de las Tejedoras y Antonio Porta, a razón de 26 ptas. el m2. Parte de la piedra la regaló Paco Beltrán, el dueño de Bolón, pero aún así el coste final de la obra se situó entre 600.000 y 800.000 ptas. de las de entonces.

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Momento de la corrida de los Dominguín, el 15 de febrero de 1948. Eustaquio Cantó (primero por la izquierda), inteligente y apasionado afícionado y fundador de la Plaza de Toros de Elda

Año y medio después de haberse iniciado el proyecto, presionado por la considerable inversión, Eustaquio tuvo que recurrir al estreno de la Plaza, que aún estaba sin acabar. Y así continuaría, inacabada, más de cuarenta años, desde aquella lejana tarde de julio de 1946 en que abrió sus puertas al público.

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De izquierda a derecha, "Gitanillo", Demetrio y el hijo de Eustaquio Cantó

La inauguración del coso taurino estuvo adornada por una incidencia que quedará por siempre en los anales de la celtiberia local. «Perlito», el único novillo castaño de los cuatro que se repartieron mano a mano el madrileño Paquito Brú y el sevillano Sergio del Castillo, se convirtió antes de la corrida en el protagonista principal de toda una odisea. Tras el desencajonamiento, el novillo saltó limpiamente al tendido apoyando las patas traseras en la barrera. Esta desconcertante acción del animal causó la natural «espantá» en el numeroso público, pero no paró ahí la cosa porque el novillo, después de recorrer una buena parte del tendido de sol, saltó por la parte inacabada al patio de caballos y desde allí ganó el campo.

El relato de la captura y vuelta al redil de la res no resulta menos sabroso, porque inmediatamente salió todo el mundo detrás. Localizado en la Jaud, en los alrededores del chalet del «Gordico», se produjeron varios intentos frustrados de inmovilizar el animal. Hasta que llegó el cabo Félix (en estas historias siempre hay un cabo Félix) y amenazó: «si no lo cogéis ahora le pego un tiro y se acabó».

Estas palabras del guardia civil fueron suficientes para que «Gitanillo» y Patricio Saura se enfrentaran al novillo dando tiempo a que la gente se echara encima y se le pudieran colar las cuerdas. Concluida la hazaña, Sergio del Castillo le cortaría una oreja a «Perlito», la primera que se concedíó en la larga vida de la plaza.

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Ya que ha quedado dicho que la Plaza se puso en funcionamiento porque hacía falta dinero. Aquel mismo año se montarían tres o cuatro novilladas económicas, iniciándose lo que sería a la postre la época de mayor esplendor de los toros en Elda y que cabría situar entre el final de la década de los cuarenta y la disolución del Club Taurino, en la segunda mitad de los años cincuenta. Durante aquellos años fueron habituales los festejos, sobre todo charlotadas y novilladas económicas. La gente iba a los toros, había una afición creciente y la variedad de los precios permitía que acudieran todas las capas sociales, y también los aficionados de los alrededores, cuya asistencia ha sido siempre importante.

De aquella época y años posteriores cabe retener el nombre de algunos aspirantes a figuras que consiguieron enfocar el asunto casi profesionalmente, como José Mª Poveda «El Niño de los Pozos», que llegó a torear en Madrid, Jósé Navarro «Farana», Paco Rocamora, Antoñita Rocamora su hermana rejoneadora, o José Ruiz «Joselete». Mención aparte la merece a Demetrio Francisco Sánchez «Velita», uno de los mejores toreros que han salido de Elda, que vio truncada su carrera por una precipitada presentación en Madrid. Ellos y otros más que quedaron en el camino, como José Serrano «El Espontáneo» o José González «El Plancha», abonaron el terreno para que posteriormente surgieran, no ya novilleros, sino verdaderos matadores de toros como Lázaro Carmona, o el más reciente, Juan Rivera.

El club taurino

Con el objetivo de promocionar a los noveles con la organización de festejos y aglutinar la creciente afición, nace el Club Taurino, que fue autorizado oficialmente el 26 de enero de 1957 por el Ministerio de Gobernación. Fue una realidad gracias al interés especial de unas pocas personas, pero consiguió funcionar de una forma estable durante unos tres años (56-57-58 según todos los indicios).

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Joaquín Bernardó (segundo por la izquierda) en el Club Taurino (Foto Sogorb)

El Club Taurino fue una experiencia sin precedentes en Elda, que no tuvo continuidad, a pesar de su importancia. En sus mejores momentos llegó a contar con alrededor de 200 socios, un local ‘ propio en la calle Jardines (hoy bar Granada) y la presidencia de honor era ostentada por el matador Antonio Bienvenida, actuando como madrina la tonadillera Mari Fe de Triana. En la práctica, Genaro Juan figuraba como presidente, Demetrio Pastor asumía la función de tesorero y Salvador Sánchez «Gitanillo» la de asesor técnico, además de otros aficionados que formaban una junta directiva al completo. Al margen de su actividad como entidad social, el Club Taurino organizó festejos directamente. Esta animación provocó que también se motivara el dueño de la plaza, Eustaquio Cantó, incrementándose el número de corridas. Pero finalmente desapareció, según Demetrio, «porque faltó control en la directiva y cundió el desinterés general».

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Becerrada a beneficio del Club Taurino con los novilleros "Joselete" Pedrés, Manuel Amador y Montero
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Liquidando la corrida organizada por el Club Taurino el 20 de junio de 1957.

Otros momentos estelares y accidentes en el camino

Una buena temporada de toros en Elda venía marcada por la organización de una novillada con picadores. En Moros, alguna que otra novillada económica en la temporada y una corrida por las Fiestas de septiembre, festejos que, cuando eran importantes, requerían de una Presidencia que, casi siempre, llegaba de Alicante. Eso se podía considerar una temporada grande.

Empezando por los matadores, larga es la lista de primeras figuras del toreo que han pisado el ruedo de Elda, casi siempre en festivales benéficos. Por poner un par de ejemplos, notoria es la vinculación que tuvieron con Elda matadores de la categoría de Antonio Bienvenida o los hermanos Dominguín y de tantos primeros espadas que aparecen en el índice final de este trabajo que vinieron a actuar desinteresadamente en muchas ocasiones.

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Media verónica de Mondeño a uno de los mejores de la ganadería de los "Campillones", uno de los mejores lances que se han visto jamás en la Piaza de Elda

De todo ello quedan retenidas en la mente del aficionado algunas faenas históricas como el trabajo de Juan García Mondeño a los toros de la ganaderia cacereña de los «Cam pillones». Igualmente, cabe calificar de histórico el llenazo que registró la plaza en la corrida de Los Peralta de septiembre de 1969, teniéndose que colocar el cartel de NO HAY BILLETES, circunstancia extraordinaria en la vida de la plaza que sólo se produjo en otra ocasión más.

No menos relevante, pero en plan tarde-escándalo, resultó la frustrada actuación de «El Cordobés» unos años antes, tarde aciaga en la que quedó compuesto y vestido de luces sin poder realizar el paseillo a causa de una lluvia torrencial que hubo de soportar el numeroso público, no sin protestas estentóreas aunque finalmente recuperaran el dinero de la entrada. Y más recientemente, ya en el año 84, no se puede olvidar la primera -y única- corrida que se retransmitió por televisión para toda España, comentada por Matías Prats. Todo esto son muestras del alcance que ha tenido el fenómeno de los toros en Elda. Seguramente, un rastreo más concienzudo detectaría otros momentos dignos de ser destacados.

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Tarde triunfal de los Peralta, Ileno absoluto de plaza, teniéndose que colocar el cartel de "NO HAY BILLETES" (20 de septiembre del 69)

Pero, ¿hasta hubo una ganadería?

Por pocos conocimientos taurinos que se posean, uno se da cuenta de que la calidad del ganado es una condición imprescindible para elevar la belleza y calidad del espectáculo taurino. Y uno se imagina -no sin cierta ironía- que los grandes hierros no guardarían sus reses más bravas para ser lidiadas en plazas como las de Elda, ni que los organizadores podrían permitirse esos lujos. Trasladada esta duda al juicio del técnico, éste asegura que, en general, y cuando se trataba de corridas de toros, el ganado solía dar buen juego. Pero esta situación variaba sustancialmente cuando se trataba de novilladas y becerradas, donde la calidad del ganado sí que era deficiente. En cualquier caso, el procedimiento para la recepción de los animales era casi siempre el mismo. Llegaban en batea por ferrocarril y desde la estación eran trasladados en camión hasta los corrales de la plaza. Tanto esta operación, como el posterior desencajonamiento y sorteo de los toros solían estar arropados con una abundante presencia de aficionados.

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En la ganaderia "La Gurrama" con los Charros mejicanos, antes de la corrida (julio de 1949)

Pero en los numerosos festejos organizados por Demetrio, hay que hacer un par de puntualizaciones que no sabemos si se repetirían en otros promotores. No es sólo que él se desplazara personalmente a los lugares de origen de las ganaderías para elegir personalmente los lotes con conocimiento de causa, sino que se atrevió incluso a regentar una ganadería, propiedad de Heliodoro Vidal, de Madrid, en el término municipal de Petrel. Durante un año, a caballo entre el 58 y 59, «La Gurrama», ganadería de toros de lidia con unas treinta reses, fue una realidad. Pero por falta de pastos, se tuvo que poner fin a aquella experiencia insólita, acabando con los toros en festejos para la lidia.

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Y cierto brillo le aparece a Demetrio en los ojos cuando cuenta la historia del último toro que le quedó, un impresionante ejemplar de 700 kgs. de nombre «Puerto Rico» que reservó para un espectáculo típico de la época como eran los Charros Mejicanos. Para torear y matar el toro a pie, en el supuesto de que los Charros no acabaran con él, Demetrio incluyó como sobresaliente al novillero local Francisco Aguado «El Exquisito», alias «El mueble», personaje relacionado con las acciones represivas que siguieron al fin de la guerra civil.

La anécdota, cruel pero justiciera, no pudo tener una fecha más adecuada: el 18 de julio de 1959. Los entresijos de la historia aportan detalles sustanciosos, aunque difícilmente reproducibles. Pero dejémosla en el momento en que el toro ya no quiso saber más de los Charros y la plaza, a rebosar y con un clamor unánime empezó a gritar: ¡que salga «El Exquisito»! Pero «El Exquisito», claro, no tenía muchas ganas de enfrentarse con aquel gigante y se escudó en la inexistencia de contrato para escurrir el bulto. La presión de la fuerza pública y el cobro del doble sobre lo estipulado hicieron posible que «El Exquisito» saliera al ruedo, consiguiendo clavar un pinchazo en la yugular del animalote, una vez que se hubo dejado coger, ya que era esa la única forma para salir ileso al estar el toro abierto de pitones. Este consejo de Demetrio le libró de un serio percance, pero no del miedo que tuvo que pasar, para mayor satisfacción del respetable.

Los promotores

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Festival Pro Fontilles del 25 de febrero de 1968.

La organización de festejos taurinos en la Plaza de Toros ha estado ligada a varias iniciativas. En primer lugar, la de la propia empresa propietaria, primero con Eustaquio Cantó, y posteriormente su hija, Lolita Cantó, que es en la actualidad quien regenta la administración del coso. Cabe citar en este caso, la labor durante una época de Salvador Sánchez «Gitanillo» como gerente en la sombra.

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Demetrio Pastor, entre "Espartaco" y Dámaso González.

Sin tener en cuenta a la propiedad de la plaza, hay que citar una vez más a Demetrio Pastor (sólo 0 en compañía de Mariano Gallardo), ya que la mayoría de los numerosos festejos que él organizó se celebraron aquí. El carnicero Francisco Saura también figura como promotor ocasional, pero dentro de lo que son palabras mayores en el negocio de los toros, se deben reseñar como organizadores esporádicos a empresarios tan potentes como Diodoro Canorea, de Sevilla, o Luis Álvarez, el gerente de la Monumental de Madrid. Igualmente, Dionisio Recio 0 Antonio Palacios o Doroteo de Pedro Mena son otros nombres que aparecen en los carteles como promotores.

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Antonio Bienvenida, "El Caracol", Gregorio Sánchez, Pedrín Benjumea y Antonio Rojas en el Festival Pro Fontilles del 1 de marzo de 1970.

Competente enfermería

Otro de los aspectos que merecen destacarse en la celebración de festejos taurinos ha sido la cobertura médica de la enfermería, que asegurara una atención inmediata y competente en cualquier percance que pudieran sufrir diestros y subalternos. En este capítulo hay que citar a los tres profesionales que han tenido la responsabilidad de la enfermería en algún momento, como fueron Genaro Jover Cerdá, Mariano Benedid, pero sobre todo, Emiliano Bellot Buquier, médico cirujano que ha ostentado la titularidad durante más de veinte años y aún hoy sigue ejerciendo esa función.

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"Paquirri", Miguel Márquez y Dámaso González inician el paseillo en la corrida del 8 de septiembre de 1972

Por los datos que se tienen, el historial de percances realmente graves en la plaza de toros de Elda se reducen a dos, sin contar heridas más leves. En ambas ocasiones tuvo que intervenir Emiliano Bellot demostrando una pericia y profesionalidad fuera de lo común: una cornada en el escroto que sufrió el banderillero Alfonso Ordóñez y otra cornada que padeció Gómez Jaén «El Catraleño» en el muslo, afectándole seriamente a la arteria femoral. En la misma plaza, Emiliano tuvo que realizar una operación de urgencia que duró alrededor de tres horas, tras la cual ordenó el traslado del herido al Montepío de Toreros de Madrid en una ambulancia de la Cruz Roja. Allí fue recibido el accidentado por el Doctor García de la Torre (entonces cirujano titular de la Monumental) quien al supervisar la intervención que se le había practicado, no sólo la dio por buena, sino que felicitó y elogió la categoría del cirujano eldense.

Los matadores

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"Niño de la Capea", Campuzano y Dámaso Gonzáez en la corrida del 8 de septiembre de 1973

Elda, que por su tradición industrial no parece el sitio ideal para el brote de toreros, sí lo ha sido en la práctica. Al menos, en la proliferación de aspirantes a matadores. De ello da fe la larga lista de nombres que rellenan el historial taurino local, muchos de ellos aparecidos ya en el transcurso del relato. A lo mejor se podría buscar la razón para tal abundancia en el aluvión de gentes de otros lugares que han ido engordando la población eldense a lo largo del siglo. Y a estas alturas de la centuria, la verdad es que da todo igual. Nacidos o no en Elda, la cantera local ha conseguido catapultar a noveles que consiguieron el gran sueño de tomar la altemativa y entrnr en el coto de las figuras. Estamos hablando lógicamente de Lázaro Carmona y Juan Rivera.

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Lázaro Carmona en la Plaza de Toros de México.
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Juan Rivera recibiendo un trofeo en Madrid.

El primero de ellos, aunque oficialmente no se ha retirado, lleva demasiado tiempo apartado de las corridas. Queda por tanto únicamente en activo Juan Rivera, brillante novillero (más de 40 corridas hace dos temporadas), que está luchando en estos momentos para consagrarse como matador, a pesar de la mala suerte que le ha acompañado este año, especialmente por su mala actuación en la última Feria de San Isidro. Pero su juventud y las ganas de triunfar son dos puntos que juegan a su favor para conseguir situarse definitivamente entre las primeras figuras del toreo nacional.

Ellos dos han ido -son- el máximo exponente del triunfo de la vocación  taurina y tal vez se merecerían un futuro trabajo periodístico sobre sus respectivos historiales que ahora soslayamos. Las respectivas peñas que los apoyan a capa y espada se lo merecen.

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Antonio Rocamora
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Velita, toreando.
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La rejoneadora Paquita Rocamora, en acción.

¡Lástima de plaza!

 

Ha quedado para el final el capítulo tal vez más amargo de toda esta historia, el de la decadencia progresiva de la Plaza. Lejano suena el clarín del esplendor, de los festejos abundantes, tanto en cantidad como en calidad, de las tardes en las que no se apreciaba el cemento de los graderíos, porque las tres mil localidades de su aforo se habían ocupado, incluso se habían doblado, como asegura Demetrio que llegó a superar la seis mil localidades en alguna ocasión. Hace ya tiempo que se inició una lenta, pero irreversible decadencia de la plaza.

Este proceso está ligado directamente al desinterés de la propiedad para afrontar la modernización de unas instalaciones que se caen de viejas, por no hablar de las condiciones «leoninas» para su arrendamiento, que han ido desanimando progresivamente a los promotores que la han querido utilizar para festejos taurinos, u otro tipo de espectáculos como los que antaño albergó. La situación es triste pero real: puertas que se caen, corrales sin condiciones, malas instalaciones sanitarias, etc., etc. A título de ejemplo, en una corrida relativamente reciente el toro saltó hasta cinco veces la barrera. A pesar de ello, de vez en cuando (este año solamente Matías Prats, en la Peña Manolo Palacios una vez) la puerta de la Plaza se abrió para una corrida, que tal vez sea una de las últimas si no cambian tan adversas condiciones.

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Matías Prats, en la Peña Manolo Palacios.

Este abandono resulta paradójico cuando se rememoran los mejores momentos de la Plaza, que no siempre han ido ligados al espectáculo de los toros. Aunque es un tema que hemos dejado de lado, porque sería objeto de otro trabajo de enfoque diferente, hay que citar las innumerables veladas de teatro, varietés, cine, flamenco, boxeo, lucha libre o actuaciones musicales que durante muchos años encontraron en la Plaza de Toros su recinto ideal, el único cerrado y al aire libre que tenía y sigue teniendo la ciudad.

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Tal vez por eso el futuro de la Plaza pase porque el Ayuntamiento afronte la compra de la instalación. Todos los indicios indican sobre la predisposición de ambas partes a cerrar el trato que, como siempre, depende del equilibrio en los millones que se barajan de una y otra parte. Pero hay una cosa clara que abre esperanzas sobre su conservación: la imposibilidad que se contempla en el Plan General de Ordenación Urbana para que el solar se abra como receptora de equipamientos urbanos, lo que anula bastante el interés que otras iniciativas, privadas, podrían tener por intervenir en la puja.

Concluyendo con una mínima prospección en el futuro, a medio plazo el Ayuntamiento debe incorporar en buena lógica aquella propiedad al patrimonio municipal y entonces tendrá que decidir entre utilizar el solar para otros equipamientos, o plantearse una reforma a fondo de la Plaza, recuperando con ello un inmejorable auditorio polivalente que podría cumplir algunas de las funciones que en otro tiempo cubrió. Otro problema que surgiría, en el supuesto de esta segunda opción, sería rentabilizar el mantenimiento y administración de la remozada Plaza, pero eso en estos momentos ya es ir demasiado lejos. Lo que sí es cierto es que ésa seria la única posibilidad para que las corridas de toros no se perdieran definitivamente. Por el momento, lo único que puede hacer el aficionado es tocar madera -corroída madera- para que eso no ocurra.

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Historial de toreros eldenses.
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Toreros que han actuado.

A Demetrio sólo le faltó ser torero

 

No se trata de emular las semblanzas complacíentes, sino de hacer justicia a la persona que ha motivado la realización de este trabajo, ofreciendo un breve perfil de la personalidad de Demetrio Pastor Samper.

Demetrio llegó a Elda como tantos otros un buen día de 1926. Luego entraría a trabajar en una sucursal bancaria en la que se jubilaría tras más de cuarenta años de servicio. Esa fue su profesión oficial, que compaginó con la pasión por los toros que se le iría despertando en contacto con la vida de la ciudad, aunque -según confiesa- llevaba dentro ya la afición, que le había contagiado su cuñado, que era picador.

Su introducción real en el mundillo se debió a desempeñar la función de taquillero de la Plaza desde el mismo momento de su inauguración, labor que prolongaría durante 15 años. Paralelamente, en el año 49 debuta como organizador de festejos con una becerrada. Esta actividad, la más importante de su vinculación a los toros le llevaría a montar, hasta los primeros setenta, cerca de cuarenta espectáculos taurinos (a beneficio de Fontilles montó hasta cinco consiguiendo la colaboración de grandes figuras), novilladas con o sin picadores, espectáculos de rejoneo y hasta versiones humorísticas como «El Bombero Torero».

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Agapito Serrano "Serranito" brindando un toro, en el primer festival Pro Fontilles, a la empresa Pastor-Gallardo.

No para ahí la cosa, porque Demetrio regentaría durante una época la única ganadería que ha funcionado por aquí, e incluso hizo de apoderado ocasional como ocurrió con «Velita», ese maletilla que llegó desde Arcos de la Frontera hasta Elda pidiendo una oportunidad porque había oído que aquí había un empresario que daba oportunidades a los noveles. Menos torear, tocó todos los palos del espectáculo taurino.

A sus 73 años, Demetrio está jubilado de todo menos de su pasión por los toros. Como si nada hubiera pasado, ni siquiera el tiempo, Demetrio sigue acudiendo a cuantas corridas le es posible y ejercita su sabiduría taurina con quien se le ponga por delante, afición que desarrolla de una manera más seria como comentarista taurino en la emisora de radio municipal desde que esta comenzó a emitir.

A contracorriente de la palpable decadencia de los toros en Elda, Demetrio sigue pensando en la necesidad de crear un círculo taurino, porque como él dice «haber afición, la hay, lo que pasa es que no se conoce porque todo el mundo tiene coche y acude por su cuenta a las corridas que le interesan».

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Mariano GaUardo y Demetrio Pastor, empresarios.

Un último apunte sobre la personalidad del personaje, al margen de su portentosa memoria, viene marcado por la filosofía que intentó poner en práctica como promotor de festejos, filosofía que pasaba por abaratar al máximo los precios para que todo el mundo pudiera acudir y se llenara al máximo la  plaza, ingrediente necesario para provocar el espectáculo. Él intenta dejar claro que no montaba corridas por ganar dinero, aunque en algunas ganara respetables sumas, que le permitían enjugar otros fracasos económicos y seguir promoviendo festejos.

Para finalizar con este hombre de toros hay que recurrir a dos anécdotas que recogen su impronta empresarial e ingenio personal. Una, cuando consiguió llenar los graderíos de gorras blancas de marines norteamericanos, aprovechando una visita de la flota de EEUU al puerto de Alicante. Hasta Elda se los trajo a todos improvisando un fugaz negocio del que hizo partícipe a su contacto alicantino, el conserje del hotel Carlton.

Y la otra anécdota que el empresario recuerda con especial cariño no puede tener ingredientes más sabrosos. Fue en un momento un poco triste para él. «Velita» le había dejado para pasar a ser apoderado por Poveda, que le consiguió una novillada en Petrel, en una plaza que se instaló a tal efecto, con motivo de unas Fiestas de Moros y Cristianos. Motivado un poco por la vanidad herida, otro poco por chulería (todos los toreros son un poco chulos) y otro poco por el amor al riesgo, Demetrio se sacó de la manga un festejo alternativo para ese mismo día y hora en la plaza de toros de Elda, con el pretexto de un «Homenaje a la mujer eldense».

No hace falta decir que no sólo eclipsó la novillada de Petrel, sino que incluso le ganó dinero al asunto. Esa era la marca de fábrica que caracterizan los espectáculos que firmaba la ORGANIZACIÓN PASTOR.

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