Notas para iniciar una historia de los toros en Elda

*Nota: Artículo publicado originalmente en la Revista Alborada 1988 nº 35.

Este reportaje pretende ser una primera aproximación a la historia de la afición a los toros en Elda, que está ciertamente por escribir. La idea original, que surgió a partir de entablar amistad con Demetrio Pastor, se ha traducido en la práctica en una recopilación de los datos y anécdotas que retiene aún su poderosa mente, relatados en un par de conversaciones. Sin embargo, doy fe de que ese caudal de información es capaz de desbordar al escribiente más fuerte. Y no sólo por eso, sino por la posibilidad de utilizar su archivo gráfico, se presentaba una oportunidad inmejorable para iniciar la reconstrucción. A ello hay que añadir la colaboración puntual de Paco Crespo (Curro Milhojas en su personalidad taurina).

Lo que viene a continuación, por tanto, debe considerarse como una muestra de periodismo oral, que intenta poner la primera piedra para que salgan a la luz otros testimonios que contrasten, ayuden a comprender mejor y rellenen las lagunas que hayan quedado sobre el asunto.

Si eso se ha conseguido, el que esto suscribe, que reconoce no ser la persona indicada para abordar el fenómeno taurino, ni por conocimientos ni por afición (además de no haber acudido nunca a una corrida de toros soy bastante escéptico en asuntos de sangre), se dará con un canto en los dientes. O en los cuernos, donde el lector prefiera.

Existía la afición

Para reconstruir la historia de la afición a los toros en Elda, hay que partir de una fecha, más que clave, crucial: el 14 de julio de 1946, momento en que la arena de la flamante y por siempre inacabada Plaza de Toros presenta su primer festejo taurino. Anteriormente, el Parque de Atracciones, el recinto de la Plaza de la calle Industria de Calzado (hoy edificio Hermes), e incluso la ladera de la Torreta, habían sido esporádicos escenarios donde lucieron su arte una buena colección de becerristas locales, o de los alrededores. Aquellos improvisados ruedos se poblaban de expectación en fechas señaladas como pudieran ser Moros o Fiestas de septiembre y eran la ocasión, tanto para matar el gusanillo de los valientes de tumo, como la oportunidad para mostrar las facultades de los aspirantes a toreros, en la medida en que lo permitieran las vacas o becerras que se soltaban.

Expectación ante el sorteo de los toros de una corrida.

Sin embargo, a mediados de los años veinte, comienza a funcionar el Parque de Atracciones (hoy terrenos ocupados por FICIA), instalación que ya permitía la organización estable de becerradas sin caballos. Según datos recogidos por Paco Crespo, el Parque de Atracciones era un extenso recinto para espectáculos al aire libre donde cabían un terreno para campo de fútbol y una zona para teatro, cine o cualquier otro espectáculo, separada de aquel por un muro de unos dos metros. El escenario se hallaba situado a la derecha de la fachada principal, orientada al norte, y el patio de butacas servía para circo y toros, con su barrera, burladeros y todo lo preciso para un espectáculo taurino. Allí se fraguaron historiales taurinos de apodos que hoy resuenan en la memoria como «Lagartija», «Morrito», «Gitanillo», «El Niño de Oro», «Cuatro Dedos», «El Chispa», «El Chato Esmeralda», «Granero, «El Exquisito», «El Almanseño», «El Tate» y tantos otros que en algunos casos llegaron a funcionar durante cierto tiempo como novilleros económicos en otros ruedos.

Antonio Bienvenida en primer plano.

Ya tenemos plaza

Las condiciones para el auge de los toros en Elda variaron radicalmente con la construcción de la Plaza de Toros, circunstancia ciertamente curiosa que se puede recuperar gracias al archivo mental de Demetrio. Según su versión, Eustaquio Cantó, que era en aquellos años Presidente del Casino, Fernando Vera «Papailla» y Emilio Pérez Poveda «Machaco» llegaron a la conclusión, después de varias conversaciones en el Casino, de que había que montar una Plaza de Toros en toda la regla. Los dos últimos colaboraron en la idea pero no quisieron entrar económicamente en el proyecto, dejando sólo a Eustaquio que, con un valor temerario (suponemos que no exento de recursos monetarios), se decidió a su construcción, como una concesión, o un capricho de su afición a los toros. En esta tesitura, la Plaza de Toros fue construida por el maestro de obras Paco Pataancha, sobre terrenos (entonces bancales) que se compraron a tres propietarios: Vda. de Norberto Rosas, Paco el de las Tejedoras y Antonio Porta, a razón de 26 ptas. el m2. Parte de la piedra la regaló Paco Beltrán, el dueño de Bolón, pero aún así el coste final de la obra se situó entre 600.000 y 800.000 ptas. de las de entonces.

Momento de la corrida de los Dominguín, el 15 de febrero de 1948. Eustaquio Cantó (primero por la izquierda), inteligente y apasionado afícionado y fundador de la Plaza de Toros de Elda

Año y medio después de haberse iniciado el proyecto, presionado por la considerable inversión, Eustaquio tuvo que recurrir al estreno de la Plaza, que aún estaba sin acabar. Y así continuaría, inacabada, más de cuarenta años, desde aquella lejana tarde de julio de 1946 en que abrió sus puertas al público.

De izquierda a derecha, "Gitanillo", Demetrio y el hijo de Eustaquio Cantó

La inauguración del coso taurino estuvo adornada por una incidencia que quedará por siempre en los anales de la celtiberia local. «Perlito», el único novillo castaño de los cuatro que se repartieron mano a mano el madrileño Paquito Brú y el sevillano Sergio del Castillo, se convirtió antes de la corrida en el protagonista principal de toda una odisea. Tras el desencajonamiento, el novillo saltó limpiamente al tendido apoyando las patas traseras en la barrera. Esta desconcertante acción del animal causó la natural «espantá» en el numeroso público, pero no paró ahí la cosa porque el novillo, después de recorrer una buena parte del tendido de sol, saltó por la parte inacabada al patio de caballos y desde allí ganó el campo.

El relato de la captura y vuelta al redil de la res no resulta menos sabroso, porque inmediatamente salió todo el mundo detrás. Localizado en la Jaud, en los alrededores del chalet del «Gordico», se produjeron varios intentos frustrados de inmovilizar el animal. Hasta que llegó el cabo Félix (en estas historias siempre hay un cabo Félix) y amenazó: «si no lo cogéis ahora le pego un tiro y se acabó».

Estas palabras del guardia civil fueron suficientes para que «Gitanillo» y Patricio Saura se enfrentaran al novillo dando tiempo a que la gente se echara encima y se le pudieran colar las cuerdas. Concluida la hazaña, Sergio del Castillo le cortaría una oreja a «Perlito», la primera que se concedíó en la larga vida de la plaza.

One thought on “Notas para iniciar una historia de los toros en Elda”

  1. Gran artículo! El dato de la apertura del coso, con la historia de Perlito me ha parecido muy genuino, jajaja. Lástima que esta plaza no volverá a cumplir sus funciones iniciales, :(. Sirvo este enlace para el que quiera informarse sobre los espectáculos de toros más recientes!

    https://toroticket.com«>

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