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Los yeseros, mineros a cielo abierto

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*Nota: Artículo publicado originalmente en la Revista Alborada número 50 [2](2006)

A lo largo de nuestro valle existen dise­minadas unas curiosas construcciones que los más ancianos llaman «hornos morunos», aunque de moro tengan bien poco. Se trata de hornos de yeso que, aunque muy deteriorados y amenazados se resisten a desaparecer. Quienes fre­cuentamos las montañas cercanas los conocemos muy bien, y en esta ocasión quiero hablar de la figura del yesero, y por extensión, de los pintorescos hornos de yeso.

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Detalle de un horno del algezar de Sogall (Petrer).

La utilización del yeso en la edificación se pierde en la antigüedad. Ya aparece en la Edad del Bronce, en las viviendas ibéricas, en las villas romanas y desde allí hasta nuestros días, donde lo seguimos empleando en escayolas y alabastro. El yeso es una roca sedimentaria (sulfato de calcio hidratado), generalmente de color blanquecino, aunque puede tener otras tonalidades (rojo, gris…). Se forma por precipitación a partir de aguas car­gadas con sulfato de calcio, que se eva­poran en condiciones de extrema aridez. En el valle de Elda se encuentra muy distribuido por los cerros del Reventón, Guirney, Salinetas, Cañadas, Tafalera…, hasta el mismo castillo se encuentra asentado sobre un cerro de yeso. Las canteras a cielo abierto del corredor del Vinalopó fueron de las más importantes del antiguo reino de Valencia, junto a las del valle de Ayora y del Canal de Navarrés. Hasta mediados del pasado siglo XX el oficio de yesero era sumamente duro, el mineral se sacaba con picos, palas y mazas, bajo los rigores del clima y el acarreo se realizaba con mulos. Hoy en día la extracción se realiza mediante maquinaria (palas, grúas…), y el trans­porte se hace en grandes camiones. Cuando se localizaba una cantera, se desmontaba primero la capa de tierra superficial y con la ayuda de las citadas herramientas se rompían los bloques de yeso en pequeños fragmentos. Ocasio­nalmente se empleaban también barre­nos. Era entonces cuando esta materia se llevaba a los hornos para iniciar el verdadero proceso de transformación. Estos hornos, que pueden apreciarse en las fotografías adjuntas eran unas pequeñas construcciones circulares muy rudimentarias, realizadas con muros de mampostería revocada. Se aprovechaban los desniveles del terreno para su construcción y las piedras se iban colocando de forma cónica, en hileras que se iban cerrando paulatinamente hasta completarse con una falsa bóveda. Solían tener una altura entre tres y cuatro metros y unos dos metros de ancho. El grosor de sus muros era de unos cincuenta centímetros. En la parte superior se abría una especie de ventanal con un rudimentario arco de medio punto. En la parte inferior había una puerta más pequeña que era por donde se encendía el fuego. Las rocas de yeso se introducían en el interior del horno y se procedía entonces a la cocción de la piedra de yeso cristalizado para hacerle perder sus tres cuartas partes de agua a una temperatura que podía oscilar entre 120º y no más de 150º como máximo. El mismo yesero se encargaba de cargar el horno colocando las piedras más gruesas en su base, y sobre ellas las más pequeñas. El calor se obtenía por combustión de leña, generalmente troncos y ramas de almendros, pinos y olivos; también se empleaban gavillas de sarmientos. Este obrero, con una larga vara de hierro iba removiendo el fuego para evitar que se ahogara. Su cocción solía durar un día y este trabajador conocía su acabado por el color del humo y el aspecto de la roca. Una vez enfriada la piedra, se sacaba fuera a una era adjunta, donde se trituraba a «mazazo limpio». Después se extendía a lo largo de la era y se pasaba un rulo que solía arrastrar un mulo atado a un palo central. El rulo solía tener enganchado un rastrillo que movía lo apisonado. Finalmente se pasaba un garbillo para extraer las pequeñas piedras que no se habían pulverizado, y el polvo de yeso se introducía en sacos y se transportaba a los almacenes a lomos de los sufridos mulos.

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Dibujo del alzado de un horno de yeso (Francisco G. Seijo Alonso).

Como hemos comentado anteriormente, era un trabajo durísimo, que solía ocasionar muy a menudo lesiones y enfermedades. Cuando se dejaron de utilizar estos hornos, José María Román Amat comentó que «en la actualidad, el yesero se ha convertido en operario de una fábrica de yeso».

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Antiguo "complejo" industrial para la cocción del yeso en estado de abandono, aunque bastante bien conservado, en el término municipal de Sax.

En una guía comercial e industrial de Elda de 1884 se indicaba la existencia de un horno de yeso propiedad de Manuel Pérez Sánchez. Dentro del casco urbano eldense, existían varios hornos de extracción de yeso, siendo el más conocido el existente en el pasaje del antiguo Coliseo, que empleaba yeso extraído de unas canteras del Santo Negro. A inicios del siglo XX, en Petrel existían varios hornos de yeso, los de José Poveda García, Rafael Tortosa García, José Villaplana Maestre, Juan Bautista Leal Cerdá, José Albert Díaz y Ramón Soriano Alarcón. Estas empresas fueron cerrando entre los años 20 y principio de los 30, generalmente por falta de mano de obra juvenil, ya que la floreciente industria del calzado no exigía un trabajo tan duro. En la misma población vecina existía un conjunto de hornos de yeso conocidos por el algezar de Sogall, situados en un montecillo frente al nuevo cementerio, cuyas ruinas pueden visitarse todavía. Allí aún quedan en pie media docena de estos pintorescos hornos junto con los restos de almacenes, oficina, casa del guarda y hasta una cisterna de agua de lluvia. Este algezar fue en su día un prototipo de pequeño polígono industrial. Actualmente se encuentra en situación de riesgo de desaparición, dado los peligrosos planes urbanísticos de la zona. En el Anuario Comercial e Industrial de Elda y Petrel de 1968/69, aparecen como fábricas de yeso en Elda las de Manuel Duyós Amoros y Nicolás Pérez Sánchez, ambos en la carretera de Monóvar. En Petrel aparecen las de Francisco Bernabeu Reig (Avenida de Elda, 28) y Francisco Leal Pérez (Avenida de Elda, 83). Diseminados y aislados por todo el valle quedan todavía algunos hornos de yeso y algunas caleras (como las del Pantano) pendientes de estudio y catalogación por parte de organismos oficiales. En la escombrera de la Melva, existía un horno de yeso muy bien conservado y hoy en día sepultado bajo toneladas de escombros, lo que irónicamente hará que quede resguardado para los arqueólogos de un futuro lejano. Es hora de tomar conciencia por nuestro rico patrimonio arqueológico, del cual los hornos de yeso son un claro ejemplo de arqueología industrial.

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Restos de otros dos hornos juntos cercanos.

 

Agradecimiento. Quiero agradecer la ayuda recibida por parte de Ma Carmen Rico Navarro y Elvira Miralles Jesús por los datos aportados para la realización de este trabajo

 

Bibliografía
• Anuario Comercial e Industrial de Elda y Petrel 1968/69. E.N.P. Elda,1968.
• FILLOL MARTINEZ, V.: Elda hace cien años. 1884. Club de Campo Elda,1985.
• GARCÍA GUARDIOLA-LUJAN NAVARRO-RIZO ASTOR: «Aproximación a la Arqueología Industrial en el Alto Vinalopó. Las canteras de yeso». Centro de Estudios Locales del Vinalopó. Revista del Vina¬lopó. N° 3. Año 2000.
• GÓMEZ LABLANCA, F.: Enciclopedia de la vida en el campo. Mata&Dowell, S.L. Barcelona, 2005.
■ PAVÍA PAVÍA, S.: Petrer: Los años decisivos. 1923- 1939. Diputación Provincial de Alicante, 1993.
■ RICO NAVARRO, M.C.: Las calles de Petrer. Ayuntamiento de Petrer- CaixaPetrer-Universidad de Alicante, 2002.
• ROMÁN AMAT, J.M.: Diccionario Enciclopédico Ilustrado de Monóvar. Tomo I. Museo de Artes y Oficios de Monóvar, 1997.
■ SEIJÓ ALONSO, F.G.: Arquitectura rústica en la Comunidad Valenciana. Ediciones Alicante, 1979.