Leo Brouwer, no sólo de música vive el hombre

Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Festa 2008

Cuando dirige, aunque sea sentado a causa del menisco lesionado, ves la música cómo le circula por el cuerpo. Es la impresión más viva que me quedó del magnífico concierto que dirigió Leo Brouwer en Petrer. De buen humor natural y dicharachero, el maestro superó la tristeza causada por la espantá de Malikian apoyándose en sus muletas, la calidad del guitarrista Ricardo Gallén, la solvencia del grupo de Cámara de la Orquesta Sinfónica de Alicante y un ligero cambio de repertorio, representativo de su tres grandes facetas, no las únicas, en el mundo de la música: compositor, arreglista y director de orquesta. Seguro que este homenaje que recibió en Petrer, preludio de otro a mayor escala que le está preparando la SGAE para el mes de septiembre del año que viene en Madrid y Córdoba, entre otras ciudades, con motivo de su 70 cumpleaños, le compensó de haber tenido que retrasar la operación de menisco. Un gesto de esa naturaleza honra a un profesional de la música como él, da idea de su altura humana e intelectual. Aunque la grandeza de ese gesto también pudiera estar relacionada con poder matar el gusanillo de la dirección, ahora que la ha abandonado para centrarse en componer. Acaba de terminar un cuarteto de cuerda y está enfrascado en otros tres encargos, además de una ópera en la que lleva trabajando veinte años. De Cuba ya sólo sale para cumplir algunos compromisos, pero cuando sale la arma, aunque sea con muletas. Es la vitalidad de una persona que se muestra abierta a todos los tipos de músicas, antiguas y modernas, y sabe apreciarlas en lo que valen.

El músico cubano Leo Brouwer, genio y figura.

La cita con Leo Brouwer fue en el hotel, la tarde antes de su participación-homenaje en la clausura de la XI Semana de la Guitarra. Tras la rueda de prensa, le pudimos colocar algunas preguntas extras al maestro, hasta que la rodilla comenzó a molestarle demasiado y tuvo que retirarse a descansar. Había estado largando durante más de 40 minutos casi enlazando las preguntas en un continuo, porque lo que más detesta en el mundo es «ser aburrido». Así que habló y habló de todo, fundamentalmente de música, pero también del papel de la cultura, de literatura, de cine y de pintura, de cuestiones políticas —que toreó con sabiduría—, de paisajes sonoros, de la vida en definitiva. Ordenar todo ese aluvión de ideas, nombres y momentos trascendentes de la cultura contemporánea no es fácil, porque no es fácil capturar un pensamiento que procesa a tamaña velocidad. Afortunadamente, todo quedó grabado y FESTA recupera gran parte de esa entrevista como un tesoro a compartir con los lectores, especialmente, si son amantes de la música.

¿Cómo se fraguó la posibilidad de que usted viniera a Petrer?
Varios de los guitarristas jóvenes que participan en este encuentro han sido alumnos míos o alumnos de mis alumnos. Habíamos hablado en repetidas ocasiones de este festival y de sus fechas en verano. Yo salgo ya muy poco de Cuba, adonde retorné después de haber fundado la Orquesta Sinfónica de Córdoba. Luego tuve un severísimo ataque al corazón y, hace 5 o 6 años, quizá un poco más, que regresé a mi país para dedicarme a componer una serie de obras que debo a personas e instituciones que han comisionado esa música. De Cuba sólo salgo en fechas puntuales para juntarme con la gente que quiero, hacer un poco de música y regresar corriendo a mi cubil, a mi cueva a las afueras de La Habana y permanecer con una cierta felicidad, que sabemos que es una utopía, pero que se puede buscar siempre. Estoy en Petrer porque tiene un festival muy chulo, con mucho profesionalismo y donde los jóvenes talentos encuentran acogida, un festival que se preocupa de conocer y divulgar obras y músicos jóvenes de calidad, cosa que no es fácil encontrar en los grandes festivales.

El maestro se dirige al público en la primera parte del concierto.

¿Qué le parece este homenaje que le tributan en Petrer y el concierto, del que se ha dicho que es irrepetible?

Es un honor para cualquier músico vivo que le dediquen un homenaje de estas características. Yo digo un poco en broma que ahora, después de los 35 años dobles, las instituciones y los músicos de todas partes que han interpretado música mía empiezan a recordar al viejo maestro. Es una de las cosas más bonitas que puede tener un músico creador de esto que llamamos cultura artística que, últimamente, en los diez o quince últimos años, está recibiendo un bombardeo masivo de los medios de comunicación, lo que quiere decir una información particularísima muy concentrada en fenómenos comerciales que además, dan mucho más dinero que éste, porque el que piense que con la música clásica se hace millonario, está loco. Junto a ese bombardeo de la música pop, alguna fantástica, no lo dudo, además las disfruto y la comparto mucho, también están las músicas para pensar un poquito. Yo toda mi vida he dividido la música en funciones: música para escuchar, para mover el esqueleto, para meditar, para enriquecerse de sorpresas y no de lugares comunes. Todo eso ha ido cediendo terreno al mundo audiovisual. Ver para creer, que decía aquel santo. En estas circunstancias, un festival que ofrece música clásica que, por las razones explicadas, tiene menos audiencia, ese respeto y apoyo lleva a preguntarnos por qué se hacen esas músicas paralelas a otras músicas modernas. Me siento feliz siendo compositor de una música que en algún momento no fue minoritaria, una música que sigue sonando en mi caso particular.

¿Cómo ve actualmente el panorama de la música de Cuba?

Pues afectado por los altibajos lógicos de una economía difícil. En los primeros diez o quince años (de la revolución) hubo un florecimiento extraordinario, como han dejado patente ilustres amigos como Luis de Pablos, Tomás Marco, García Abril, Enzensberger, Sartre, Mauricio Pollini y tantos otros que nos visitaron y apoyaron en el momento en que nacía ese proceso. En la euforia de los primeros años, se dieron casos extraordinarios como que un concierto de la vanguardia rabiosa que en París llevaba a 300 personas, en La Habana convocaba a 2.000. Quizá fuera el sensacionalismo de la novedad o quizá la riqueza de un lenguaje nuevo que aún no ha sido criticado, vilipendiado ni nos ha ofendido todavía. Pero cuando la gran tradición se apodera de la opinión pública, el público cede a esa manipulación. Qué quiere decir esto, que en esos momentos la euforia del público estaba abierta a los mensajes. La música contemporánea, la más dura y áspera, encontraba un gran público. Después, el público se sedimenta, pide de todo y se le da de todo. Así, en los últimos 15 ó 20 años años, las calidades han bajado, porque esos grandes profesionales que crearon aquella música han sido contratados, como ha ocurrido con muchos profesionales de los antiguos países del Este, que están repartidos por el mundo con su gran técnica. Ese florecimiento inicial no lo pudimos consolidar porque esos profesionales frescos, con un altísimo nivel, se fueron yendo contratados. Después llegaban de vacaciones, se quedaban un año y volvían a otro contrato, y así.

¿Prefiere el público formado al neófito en sus conciertos?

Me interesa el público nuevo y curioso, más que el experto, que está lleno de prejuicios. El diletante viene muchas veces a escuchar al gran violinista o pianista a ver si en el compás 45, que es difícil, hay una cagada. Y como eso forma parte de la escena musical, hay que dar de todo, obras para el público se levante de la silla, llegue o no llegue.

El guitarrista Ricardo Gallén y Leo Brouwer saludan en la interpretación conjunta con la orquesta.

¿Considera que su música es accesible para el gran público o esa accesibilidad la deja para cuando compone música para el cine?

Pensaba que no, que mi música era un poco dura y áspera, pero me he encontrado paulatinamente con que tiene una serie de variedades, abre una serie de ventanas que han permanecido cerradas dentro de este lenguaje que llamamos moderno, posmoderno o contemporáneo. Entonces, no sé si mi música es buena o mala, si sirve o no, si gusta o no gusta, creo que tiene cosas asequibles. Parece que sí gusta, que no es recibida tan mal. No hablo con ironía, hablo con sorpresa, con esa sorpresa que no debe abandonar uno nunca y que, lamentablemente, cuando la sociedad se sedimenta, baja nuestras neuronas y las pone a dormir demasiado tiempo.

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