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La visita de los Reyes a Petrer

*Nota: Artículo publicado en la Revista Festa 2001 -adquirir aquí-. [1]

Pese al frío, el viento y una fina lluvia, los petrerenses comenzaron a situarse ante la fachada principal del Ayuntamiento, en la Plaza del Generalísimo -en la actualidad, Plaça de Baix-, a primeras horas de la tarde del día 3 de diciembre de 1976, en espera de SS. MM. Juan Carlos y Sofía, en lo que fue la primera y única visita de unos reyes de España a Petrer.

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Poco después comenzaron a llegar las autoridades e invitados a este aconte­cimiento. En unos postes colocados ante la casa consistorial ondeaban la bandera nacional, la «senyera» y la insignia real. Se habían repartido también pequeñas banderitas de papel con los colores nacionales que agitaban en sus manos los niños. En la plaza, junto a pancartas que saludaban a los monarcas, aparecían otras solicitando paliar los problemas más urgentes que tenía planteados el pueblo por aquel entonces. Así, se podía leer «Necesitamos escuelas, médi­cos, servicios de urgencia y guarderías». Otras enviaban un saludo de «Los niños de Petrel con sus Reyes» o bien de los socios del Hogar del Pen­sionista.

Dos ancianos, con bastones y blusones negros, retirando las barreras de seguridad, se situaron bajo el pórtico de la casa consistorial por si les ofrecía la ocasión -según manifestaron- de dar la mano a los soberanos.

Cuando el reloj de la iglesia de San Bartolo­mé marcaba las 6,30 de la tarde, la comitiva ofi­cial hizo su aparición en la plaza, entre los aplau­sos y los gritos de todos los presentes. Los reyes, procedentes de Alicante, donde realizaron una exhaustiva visita, habían salido en dirección a Petrer desde la misma plaza de la concatedral de San Nicolás, efectuando una breve parada en Monforte del Cid, cuyo vecindario les dispensó la más cálida bienvenida, con entrega de medalla conmemorativa.

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Después de parar frente al Ayuntamiento, los reyes saludaron a los ciudadanos que los acla­maban, agrupándose en la Plaça de Baix y calles adyacentes. Fueron recibidos por el alcalde de la corporación, Enrique Navarro Quiles y su esposa, Irene Amat Payá, la cual hizo entrega de un hermoso ramo de flores a la reina Sofía. A continua­ción saludaron al Ilmo. Sr. subsecretario del Minis­terio de la Gobernación, D. José Miguel Ortí Bordás, que esperaba en Petrer su llegada. Mientras tanto desde el castillo se disparaban unos fuegos artificiales y las campanas de la iglesia comenza­ban a voltear.

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Todos estos actos fueron amenizados por la Sociedad «Unión Musical» y por la Banda de Cor­netas y Tambores de la Cruz Roja.

Acto seguido, los monarcas saludaron a todos los miembros de la corporación municipal y del consejo local del Movimiento, que les esperaban en los umbrales de la casa consistorial. Termina­do este amable saludo, que a través de la corpo­ración municipal SS.MM. ofrecían a la villa de Petrer, pasaron junto con el alcalde y su esposa, el ministro de jornada, Enrique de la Mata Gorostizaga, el Excmo. Sr. gobernador civil de la pro­vincia, D. Luis Fernández Madrid y ayudantes de SS.MM., subieron a la tribuna que al efecto se había instalado para este acto y, tras oír el Himno Nacional, el alcalde se dirigió a los presentes agra­deciendo la visita de los soberanos, pronuncian­do estas palabras de salutación:

«Majestades: Sé, siento y vivo -y si no fuese así no me atrevería a manifestarlo- que las voces de los petrelenses se hacen una sola voz en mi persona para expresaros los sentimientos de la más ferviente y afectiva bienvenida. Y nos enorgullece que nos hon­réis, presidiendo la inauguración de su edifi­cio más representativo, nuestra casa consis­torial.

La brevedad comprensible de vuestra visi­ta me impide, como es costumbre en Petrel, mostraros con los hechos quiénes somos; y me obliga a la inmodestia de decíroslo:

Petrel fue un pueblo eminentemente agrí­cola con una escasa población, cuya princi­pal industria artesana fue famosa por sus alfa­rerías. Lentamente, fue transformándolas en una industria moderna y capacitada de cerá­mica. Supo crear también unas industrias de fabricación de calzado, que hoy son la base y sustento de su población. Y aquel Petrel, no muy lejano, de unos cuatro mil habitantes, lo veis convertido hoy, gracias a su emprende­dor trabajo, en una población de más de vein­te mil almas.

Petrel es un pueblo donde ha fraguado el sentido social, como lo demuestran princi­palmente sus cooperativas de servicios, modélicas de eficacia y buen gobierno y la Mancomunidad Intermunicipal de Elda, Petrel y su comarca, por eso nuestras aspiraciones y necesidades os serán presentadas por su presidente.

Petrel es un pueblo laborioso, pero exigente, crítico y alegre que, sin romper con el pasado y guardando celosamente sus más puras tradiciones, se adapta a las exigencias y avances futuros, con su sentido práctico característico.

Petrel, Majestades, es, en síntesis, un pueblo más de esta hermosa España, de esta España nuestra, que la siente como a sí mismo, y que por ella lucha, y se afana día a día, hora a hora, en pos de su engrandecimiento y de su honra.

Majestades, gracias por vuestra visita. ¡Viva el rey! ¡Viva la reina!».

El último ¡viva! se fundió con un nuevo estallido de entusiasmo de la multitud.

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Tras un apretón de manos con el alcalde, D. Juan Carlos dijo: «Mucho me complace haber presidido la inauguración de vuestra casa a consistorial. Que ella sea hogar de todos los ciudadanos y que, desde ella, se lleven a cabo, con espíritu de justicia y de servicio, las más fecundas tareas municipales para el bienestar de toda la población. Petrelenses, muchas gracias por vuestra cariñosa bienvenida».

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Volvieron a oírse los vivas a los reyes y, a los sones de la banda de la Sociedad «Unión Musical», la comitiva penetró en el edificio a inaugurar.

Una vez en su interior, cuyo coste se elevó a 12 millones de pesetas a los que hubo que añadir otros 4 en conceptos de decoración, maquinaria y diversas instalaciones, los soberanos penetraron en el despacho del alcalde donde recibieron unos regalos. Don Juan Carlos una insignia de oro con el escudo de Petrer y la reina Sofía un álbum de piel que contenía las fotos del mosaico romano descubierto el año anterior en las cercanías del consistorio y un programa oficial de las fiestas de Moros y Cristianos de San Bonifacio.

A continuación, los monarcas estamparon su firma en el Libro de Oro del Ayuntamiento y, ante el requerimiento del público, se asomaron al ventanal que da sobre la plaza.

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En el breve recorrido de las dependencias principales del nuevo edificio, el rey descubrió una placa, en mármol blanco, conmemorativa del acto que en aquellos instantes se estaba desarrollando. Su texto dice: «Sus Majestades los Reyes, don Juan Carlos y doña Sofía, inauguraron esta casa consistorial el día 3 de diciembre de 1976».

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Tras contemplar los mosaicos romanos -que por aquel entonces estaban expuestos en el consistorio- bajaron a la zona porticada para dirigirse a continuación a los jardines de la recoleta plaza construida a espaldas de éste, entre las carreras de los petrelenses que querían presenciar en directo la escena, para descubrir, en su centro, un busto de Azorín que el Ayuntamiento de Monóvar, ciudad natal del escritor, donó al pueblo de Petrer.

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Finalizada la ceremonia, la comitiva oficial emprendió el camino hacia la vecina Elda entre el entusiasmo de los ciudadanos que llenaban las calles. Concluía así una visita que los reyes habían realizado a varias ciudades de la provincia de Alicante: Alcoy, Denia, Petrer, Elda y Elche, manteniendo un contacto directo con la realidad de estos pueblos y haciéndose partícipes de las necesidades de los mismos. El pueblo, una vez más, supo estar a la altura de las circunstancias, dispensándoles un cálido recibimiento y sintiéndose mucho más cerca de sus monarcas, que mostraron en todo momento una gran accesibilidad y un cordial trato a todos los presentes, dejando a su paso un grato recuerdo.