La villa romana de Petrer (I)

3. LA VILLA ROMANA DE PETRER

Entrando ya de lleno en el tema que nos ocupa, hay que decir que la base documental del estudio está formada por el registro arqueológico obtenido en un área comprendida entre la calle Mayor, Plaza de Ramón y Cajal, Plaça de Baix, calle Cánovas del Castillo, Derrocat y calle Constitución confluencia con la calle Luis Chorro, lo que viene a suponer unas dos hectáreas de terreno, que a grosso modo podríamos considerar, mientras que no aparez­can otros restos, como el área ocupada por lo que serían las estructuras do­mésticas o dependencias de hábitat, con las áreas de almacenamiento y zo­nas de trabajo. Ya que la villa es un conjunto de edificios con diferentes fun­ciones, así estaría la vivienda del propietario, que sería más o menos lujosa es decir, podría tener termas, suelos pavimentados con mosaicos, pinturas murales, zócalos de mármol, etc., en función de su riqueza; otra zona estaría ocupada por las viviendas de los trabajadores, generalmente esclavos, sin ol­vidar un espacio para el almacenamiento de cereales, aceite y otros produc­tos del campo; en otra zona se concentrarían los obradores, como almazaras, molinos, etc..

Próxima a esta zona de hábitat se desarrollaría la parcelación de la tierra de cultivo, surcada por acequias por las que discurriría el agua para el riego, fundamental para la obtención de una buena cosecha, distribuida probablemente a partir de balsas concebidas para estos menesteres.

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En definitiva, en sentido estricto la villa puede considerarse estructuralmente dividida en tres partes: urbana, rústica y fructuaria. La villa concebida por los agrónomos latinos, como una edificación fuera de la ciudad, podía tener carácter señorial o rústico, que es el caso que nos ocupa, aunque la afinidad de la villa con la casa de la ciudad es patente en la común disposición arquitectónica de la edificación de la vivienda, sobre todo en el área mediterránea.

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Restos de estructuras romanas, aparecidos junto a los mosaicos (septiembre de 1995).

La tipología y organización arquitectónica de las villas en la Hispania roma­na es diversa, pues se pueden dar villas de planta diseminada, villa casa-residencial aislada, villa marítima, villa urbano-rustica, entre otras. Dentro de esta última se pueden distinguir: villa urbano-rústica de bloque rectangu­lar, de este tipo son la de Tossa de Mar (Gerona) y la del Castillet en Cartagena y villa de peristilo, como la de Santa Pola, siendo este tipo el más frecuente en el área mediterránea a partir del siglo I-II d.C., desarrollándose también en el Bajo Imperio, hasta el siglo V d.C., con un patio central de iluminación y distribución de estancias.

Dentro del Valle Medio del Vinalopó por el momento no estamos en codiciones de poder hacer una valoración adecuada de la tipología de las villas a pesar de tener inventariadas un número importante de ellas, siendo muy pocas las excavadas, al tiempo que son muy incompletas las plantas descubiertas.

Sin embargo, el registro de materiales cerámicos, ornamentales y decorativos es cuantitativamente importante, detectándose dos momentos o fases en su desarrollo. Una primera fase, que viene caracterizada por una gran dis­persión de villas, con un área de explotación pequeña o mediana, concebida como elemento dinamizador de la romanización y como elemento motor de la explotación de la tierra, periodo cronológicamente comprendido entre el siglo I y primera mitad del III d.C., a tenor del registro de cerámicas comu­nes como ollas, cazuelas, ánforas, jarritas, junto a vasos y platos de sigillata aretina y sudgálica.

Tras la crisis política y económica del siglo III d.C. parece detectarse, ya en el Bajo Imperio, una concentración de población en grandes villas de tipo latifundista, como consecuencia de la salida de la ciudad de ricos propieta­rios, pues así parece indicarlo la revitalización de las villas bajoimperiales del Valle Medio del Vinalopó, vía de comunicación que continúa siendo uti­lizada para introducir en los valles interiores productos cerámicos y suntua­rios llegados a las ciudades costeras, como el Portus Ilicitanus (Santa Pola) desde centros productores norteafricanos.

Esta nueva reorganización del territorio afecta tanto al área urbana como ru­ral, al producirse cambios en la estructura social romana como consecuen­cia de las reformas propiciadas por el emperador Diocleciano, tanto en el cam­po administrativo como jurídico. Estos factores, junto a otros hechos ya men­cionados sirvieron de base a varios historiadores para formular la hipótesis del estancamiento de las ciudades frente a un aumento de la ruralización del hábitat. Sin embargo, la revisión de antiguas excavaciones junto a la apari­ción de nuevos hallazgos en varios puntos de la provincia alicantina, llevan a los investigadores a matizar el supuesto decaimiento de las ciudades, ya que la calidad del ajuar cerámico encontrado, junto a las estructuras urba­nísticas e industriales, nos están indicando un mayor desarrollo con relación a etapas anteriores.

No obstante, lo que sí queda constatado es un cierto grado de ruralización y dispersión del hábitat, en las zonas interiores de los valles. A partir de me­diados de siglo IV-V d.C., encontramos en puntos elevados y estratégicamente situados, nuevos poblados, con un claro dominio de las vías de comunica­ción. Ahora se habitarán lugares como Castellarets; El Zambo, en Novelda; La Murta, en Agost; Fontcalent, en Alicante; El Monastil, en Elda; etc. Asen­tamientos que surgen de nueva planta, o se superponen a horizontes culturales más antiguos, desarrollándose durante todo el periodo tardorromano, al encontrar en todos ellos restos cerámicos característicos de este momento como son las sigillatas Claras D, ánforas Dressel 26, tapaderas, ollas, etc..

Conjunto cerámico cuya tipología nos lleva hacia unos parámetros cronológicos entre mediados del siglo IV-VI d.C.

Alguno de estos poblados continúa estando ocupado du­rante el periodo visigodo, eta­pa todavía algo oscura, en estos valles del Vinalopó, enlazando con las primeras manifestaciones de una nue­va cultura, la islámica, en su etapa emiral, siglo IX-X, o emiral taifal, como serán los casos del Zambo en Novelda y Castellarets en Petrer, res­pectivamente.

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Lámina I – Solar del Banco Popular. Fragmentos de ánforas. Tipo Dressel 1-4. Siglo I d. C.

3.1. FASE ALTOIMPERIAL.

Teniendo en cuenta las carac­terísticas generales para el de­sarrollo de una villa romana altoimperial, la ubicación de la villa de Petrer quedaba perfectamente dentro de los cá­nones dictados por los agri­mensores, ya que venía a si­tuarse en el extremo de una pequeña colina, cerca de un curso fluvial, la Rambla de Pussa, posiblemente antiguo riachuelo, no olvidemos el topónimo «cuevas del río» y el de «Barxell» (tie­rra a la orilla del río), según el filólogo Coromines.

Por otro lado, la proximidad a una vía de comunicación, la importante Vía Augusta, uno de cuyos ramales discurría por los valles del Vinalopó, según se desprende del itinerario de Antonino, siglo III d.C., u otros mas tardíos, al ser identificados por los estudiosos del tema, Enrique Llobregat, y Gui­llermo Morote entre otros, «Ad Ello» y la mansión de «Aspis» , como El Monastil y El Castillo del Río en Aspe, respectivamente. Vía que Pasando por Ilici (Alcudia de Elche) y el Portus Ilicitanus (Santa Pola) llegaba a Cartagena, y de allí, por Andalucía a Cádiz, estando por ello bajo la influencia directa de las rutas comerciales terrestres.

Esta vía de comunicación, utilizada desde la antigüedad, permitía la entrada de productos de lujo como cerámicas, objetos de adorno, bronces, vasos de cristal, etc., que procedentes de centros de producción mediterráneos, eran comercializados en ciudades costeras como Santa Pola. De allí, siguiendo la vía del Vinalopó, estos ajuares llegaban puntualmente a las villas rurales que jalonan este río, de ahí que encontremos en todas ellas, junto a ánforas, vinarias tipo Dressel 1-4, la característica cerámica sigilla­ta aretina y sudgálica, como son los vasos tipo Dressel 27, 24/25, 30/29, procedentes de centros alfareros de Arezo (Italia) o de la Groufesenque (Sur de Francia).

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Principales vías de comunicación en época romana, según itinerarios tardíos.

Este registro cerámico apare­ce junto a lucernas de volutas, es decir, candiles de ilumina­ción, ollas de cocina, jarritas pintadas de tradición ibérica, sin faltar grandes recipientes para el almacenamiento de cereales, vino u otros produc­tos agrarios, como son los dolium. De estos grandes reci­pientes aparecieron dos, en el solar que hoy ocupa el Ban­co Popular.

Unido a este ajuar de uso dia­rio, en la zona de ocupación de la villa romana de Petrer, han aparecido elementos de construcción como tejas planas y curvas, lisas o con aca­naladuras verticales o en dia­gonal. Ladrillos de forma circular o cuadrangular, que eran utilizados para hacer columnas de peque­ño tamaño, en el hipocausto, que era el horno subterráneo que se hacía para calentar las salas del baño o las habitaciones de la casa.

También aparecieron, aunque en muy mal estado, varias monedas, de ahí la dificultad para su catalogación que nos ha sido realizada amablemente por el profesor Juan Manuel Abascal, al que agradecemos su deferencia. La cata­logación es la siguiente:

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Moneda romana del emperador Antonio Pío (138 d.C.), hallada en la zona del mosaico.

1: ANTONINO PÍO. Sestercio. Roma. 138 d.C. A – IMP. T. AELIVS CAESAR ANTONINVS Cabeza de Antonino Pío a la derecha
R – TRIB. POT. COS. DES. II pietas S.V.
Pietas hacia la izq. junto a altas.
(Peso) / (Módulo) / Cuños: 11
Bib.: RIC II 1093

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