La implantación del franquismo en Elda: poder local y actitudes políticas

Los mecanismos de implantación del Régimen

El régimen, desde el principio, persiguió la depuración de la sociedad, para lo que contó con un aparato represivo que comenzaba en la labor de los ayuntamientos, donde se nombró por la autoridad de ocupación militar un Juez Instructor que se había de encargar de recoger informes de la Columna de Orden y Policía de ocupación y del partido único, FET y de las JONS. En esta labor actuaron algunos hombres que luego ocuparon cargos de responsabilidad como gestores, de quienes se destacó en los informes personales que FET y de las JONS enviaba al gobernador civil para su elección, el «haber colaborado en la denuncia y detención de los elementos rojos de la localidad», o el hecho de haberse destacado como «el principal anti-masón de la localidad» (20).

Celebración del 18 de julio, pasando por la esquina de Casa Pepe. 1945.

De esta forma, los tribunales militares se llenaronde informes procedentes de las autoridades municipales de los pueblos de origen de los inculpados. El alcalde pidió e intercambió informes con sus homólogos de otras provincias sobre los antecedentes políticos y sociales de vecinos y funcionarios del ayuntamiento, entre los que supo distinguir a los que, como un agente de policía, habían colaborado con la falange local «en la limpieza de elementos peligrosos que el más que nadie conocía» (21).

Como consecuencia de este proceso, 22 eldenses fueron conducidos hasta los pelotones de fusilamiento y ejecutados, además de 9 penas de muerte que fueron conmutadas (22). Por otra parte, 128 vecinos fueron condenados a diferentes penas de prisión, que oscilaban entre los 30 años de reclusión mayor y los seis meses de prisión menor (23).

Para quienes hubieran escapado de los tribunales militares, el régimen articuló dos cuerpos legales encaminados a seguir la labor de depuración. Se trata de la Ley de Responsabilidades Políticas (LRP), por la que pasaron al menos 210 eldenses y la Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo (LRMC), por la que fueron condenados 15 eldenses con penas de reclusión e inhabilitación.

Para todo el que hubiera escapado de la legislación represiva franquista quedaban las Comisiones de Depuración. Por supuesto, todos los partidos del frente popular fueron prohibidos, al igual que los sindicatos de clase, pero nos importa la depuración que se dio a nivel local dentro del personal del ayuntamiento, para lo que se creó una comisión que apartó, el 26 de abril, a más de una veintena de funcionarios, que fueron excluidos de sus puestos de trabajo (24). Además, los que quedaron fueron obligados a afiliarse a FET y de las JONS, tal y como se refleja en un pleno municipal en el que, a petición de la Sección Femenina, se obliga a afiliarse a una empleada de la limpieza bajo pena de perder su puesto de trabajo (25).

Tras la represión y la depuración llegó la hora de la reconstrucción de las conciencias, papel que fue asignado a FET y de las JONS y a la Iglesia. A menudo se ha minusvalorado el papel de FET y de las JONS en el régimen franquista; sin embargo, si bien es cierto que quedó marginado del poder, tuvo una labor importante en las funciones de control y encuadramiento de la sociedad, papel que desarrolló desde el Frente de Juventudes y la Sección Femenina, con lo que se aseguraba cierta influencia sobre las futuras generaciones. Ambas contaron con el apoyo económico del ayuntamiento, que destinaba a estas instituciones una parte del presupuesto.

La articulación del poder. Diversidad de origen y luchas por el poder

Se tratará aquí de la articulación del poder a escala local y su evolución en los primeros años de configuración del franquismo, hasta las primeras elecciones municipales, con las que comenzaba de una manera oficial la institucionalización del régimen a nivel local, que no culminará hasta 1967.

El estudio del personal político ha de hacerse desde un doble análisis de sus antecedentes políticoideológicos y desde sus centros de extracción social, lo que nos ha de permitir una visión de la clase a la que se acercó el franquismo y en la que se apoyó para desarrollar el consenso.

Hay que tener en cuenta, además, que el partido único dependió desde sus orígenes del Estado, ya que había sido formado desde el poder, a partir de la unión de FE y CT, a los que se unían todos los partidos políticos de la derecha tradicional que habían participado en el golpe de estado. Esta diversidad de origen fue causa de conflictos entre los principales grupos que formaron la coalición reaccionaria (26) y que podemos simplificar en dos tendencias -falangistas y derechistas- que reprodujeron en toda la provincia los enfrentamientos que se daban entre las figuras políticas más visibles de ésta: Gobierno Civil y Jefatura Provincial de FET y de las JONS (27). No obstante, estos conflictos se redujeron a una mera lucha por el poder y nunca cuestionaron el sistema (28).

El cuadro I nos permite conocer la ideología de los cargos políticos antes del estallido de la guerra civil, lo que demuestra la diversidad de origen de la coalición reaccionaria. Observamos cómo el 77% de los cargos fueron presididos por los derechistas, entre quienes incluimos a los que procedían del Partido Radical, de la Derecha Regional Valenciana o los que simplemente eran conceptuados como de derechas. El grupo falangista, representado por los partidos que originariamente fundaron el partido único, Falange Española y Comunión Tradicionalista, tan sólo ocupó un 16% de los cargos en las gestoras; sin embargo, es algo que no hay que despreciar ya que la llegada de los falangistas se sitúa en un momento muy concreto, en el que serán el grupo más fuerte de Elda durante dos años y medio, tal y como se puede ver en el cuadro II y en el gráfico I.

La insignificante implantación de falange en Elda,y a nivel provincial, explica la escasa influencia del personal político falangista entre los poderes tradicionales, lo que constituyó un permanente punto de fricción con los sectores sociales dominantes que tradicionalmente habían detentado el poder y que no estaban dispuestos a que un grupo con escaso arraigo en la política local los apartara de sus puestos de privilegio. Los datos nos demuestran cómo los grupos de derechas se hicieron con la mayoría del poder, que consiguieron monopolizar tras la fase de dominio falangista entre 1940 y 1943. El régimen, pues, optó en 1943 por restaurar en el poder a una derecha política que se correspondía con el perfil socioeconómico de las élites tradicionales. Una clase política que estaría indudablemente agradecida por su «liberación». Este proceso no sólo se dio en Elda, sino que fue desarrollado a nivel nacional, pues «el propio Franco quiso siempre que el régimen se extendiera más allá de los límites del partido; de ahí que, desde el principio, captó a los colaboradores de la amplia gama de organizaciones y grupos conservadores y antirrepublicanos» (29).

Tarjeta para el racionamiento del tabaco durante la posguerra.

En el análisis de la evolución de la composición política de la gestoras distinguimos tres fases: julio de 1939-agosto de 1940, agosto 1940-enero de 1943 y febrero 1943-1948.

La primera etapa estuvo caracterizada por la inestabilidad respecto a la formación de los ayuntamientos que, como mucho, contó con cinco gestores, llegando incluso a estar dirigido por sólo dos (30), que sustituyeron a una primera comisión nombrada por el comandante militar de ocupación el 6 de abril de 1939 (31) y que no renovó el gobernador civil 16 días después.

La segunda etapa fue la de dominio falangista, encabezada por el alcalde y Jefe Local de FET y delas JONS José María Batllés. Hermano de Luis Batllés, consejero nacional de la falange asesinado en 1936, Batllés intentó monopolizar los cargos con falangistas y tradicionalistas, lo que le resultó imposible. Numéricamente éste era el tope de la influencia falangista en Elda; sin embargo, hay que tener en cuenta la preponderancia de la figura del alcalde en el desarrollo de la política local franquista para entender la importancia del peso falangista durante estos años. La tercera etapa es la del definitivo triunfo del sector de los derechistas, con lo que la clase tradicional había vuelto a recuperar el poder.

Estas dos últimas etapas se entienden mejor teniendo en cuenta la preponderancia de los alcaldes entre los políticos locales durante el franquismo. El propio Director General de Administración Local insistía en 1940 en la necesidad de «robustecer las funciones del alcalde, en los que se van a concentrar poderes, funciones y responsabilidades adecuadas a la misión de dirigir la administración de los asuntos ordinarios de las localidades… tanto en su cargo de Jefe de la Administración municipal, como en los de Presidente de la Corporación y Delegado del Gobierno…con la finalidad de conseguir la eficacia en la gestión de los intereses municipales a través de un alto sentido de la autoridad y de la jerarquía,con el cual se compadecen muy poco esas ruidosas y enervantes manifestaciones edilicias que solían tener fugar en los salones de sesiones de las Corporaciones de nuestros pueblos» (32).

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