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La historia de Primo de Rivera (I)

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¿Qué será del colegio Primo de Rivera? Es uno de los edificios emblemáticos de nuestra población, como la fábrica de Luvi, que todavía no tiene un proyecto definido. Los políticos, que le dan vueltas al asunto, bien podrían inspirarse y dejarse empapar por el siguiente texto de Juan José Navarro, que nos acerca la historia de este centro educativo que está en el corazón de tantas generaciones de petrerenses.

Juan José Navarro, “el Rastellet”, fallecido hace unos años, es uno de los “mestres” más recordados de nuestra población que, además de educar a cientos de jóvenes vecinos, supo inculcar a sus hijos su pasión, que le sucedieron en su profesión y en la responsabilidad de dirigir un centro educativo. El texto que nos ocupa está extraída del libro “Páginas de nuestra historia”, una maravillosa iniciativa que en 1987 cumplía dos objetivos: por una parte, ayudar al viaje de fin de curso de los alumnos de octavo curso del colegio, y por otra, resolver el problema que suponía encontrar información local. El libro tardó un año en realizarse, y en él constan una gran cantidad de artículos y reflexiones ya publicados de diversos autores sobre la localidad que los alumnos recopilaron, convirtiéndose en un documento de gran valor al que no se le ha dado toda la atención que merece.

Estamos seguros de que pensaran lo mismo después de leer la primera parte de la investigación de Juan José Navarro, que con una naturalidad entrañable revela sustanciosas anécdotas y realidades a las que tuvo que hacer frente en su carrera como educador del centro. Así que, sin más dilación, aquí tienen el texto, pero antes les indico que en la revista Petrer Mensual número 11 pueden leer una completa biografía sobre la persona de Juan José a cargo de la periodista Patrica Navarro, y si les interesa el tema, manténgase atentos los próximos días, pues el incombustible Vicent Brotons ya nos ha indicado su voluntad de realizar un curioso ejercicio con el colegio como leit motiv.

Un joven Juan José posa con los profesores del colegio Padre Manjón de Elda en 1934. Sentado, es el segundo a la derecha de la fotografía. [2]
Un joven Juan José posa con los profesores del colegio Padre Manjón de Elda en 1934. Sentado, es el segundo a la derecha de la fotografía.

La Historia del Colegio Primo de Rivera

“He conocido el nacimiento y evolución del Colegio Primo de Rivera y su desarrollo hasta hoy. Son viejos recuerdos que se agolpan y golpean mi mente de viejo maestro como anécdotas de una vida y vivencias entrañables repletas de afanes de tantas cosas hechas y personas que fueron pasando, dejando entre las paredes del edificio, jirones, que se recuerdan por los petrelenses con sus nombres y apellidos.

Hacer un pequeño anecdotario, del edificio, sin el alma: niños y maestros, es la tarea que me impongo. Aparecerán nombres; pero procuraré que sean los menos. Lo que quisiera conseguir es que esos nombres innumerables y no escritos sean recordados y situados en cada época del edificio y como coautores de las situaciones que se narren.

La evolución del Colegio Primo de Rivera la fijo en las siguientes fases:

1.-Antes

2.-construcción

3.-Primera Fase

4.-Segunda Fase

5.-Actual

ANTES

Todo el solar del Colegio, comprendido desde el patio interior hasta todo el espacio limitado por las verjas y los muros del paseo y calles adyacentes, era un huerto; se llamaba del tío Carraca (perdón por el apodo, ya que no recuerdo el nombre). Los límites lo fijaban los ribazos de piedra bastante altos que lo separaban de las calles y del camino de los Pasos. Al borde del ribazo del Camino de los Pasos a cuyo pie corría una acequia de riego (corre todavía) habían unos pilotes de piedra que nos servían, a los niños de entonces, para saltar a la “píndola”.

El Camino de los Pasos en verano era el Paseo de la juventud de Petrel. Recuerdo que bajábamos al huerto y a la entrada de  hoy, que es la misma que la de ayer, a la parte derecha estaba la casa donde nos vendían “patacas”, albaricoques , lechugas, dátiles, “liones”, etc. que después consumíamos paseando. Como resto de aquel huerto quedan, según creo, las palmeras actuales.

CONSTRUCCIÓN

Petrel creció y de la escuela única de niños y la de niñas, de matrícula numerosísima, surgieron varias escuelas que se fueron situando en distintas partes de Petrel. Pero Petrel siguió creciendo y posiblemente aprovechando una orientación general en tiempos del General Primo de Rivera (digo orientación porque de aquella fecha son las escuelas matrices de Novelda, Monóvar, Padre Manjón de Elda, etc.), se decidió construir unas Escuelas Nacionales en Petrel, que recogiera las distintas unitarias de niños y niñas esparcidas en locales particulares. Como disgregación quiero indicar que estudiante para maestro, conocía la defensa y el afán pedagógico en defensa de y creación de Escuelas Graduadas y la tendencia a la desaparición de las históricas, sufridas unitarias, verdaderos almacenes de niños y niñas. Por esta razón en todos los pueblos hay una Escuela Graduada de niños y niñas como origen de todos los demás grupos que fueron creándose después y la primera en el tiempo.

De la construcción poco puedo hablar, ausente por estudios, sólo en vacaciones era espectador de las explanaciones, construcción de los muros, levantamiento del edificio, y finalmente su acabado y ocupamiento por niños y maestros. Ignoro siquiera si hubo inauguración. Eran  los tiempos finales de la dictadura y el advenimiento de la República y yo seguía ausente.

Pero pese a mi desconocimiento de esta fase, no puedo dejar pasar un nombre, el de Luis Villaplana, Alcalde en tiempos de construcción del Colegio y su alma. En mis vacaciones, le vi discurrir por los grupos de albañiles, discutir con el Maestro de obras José Poveda, hacer derribar lo que no le gustaba, vigilar los materiales y estar siempre pendiente del Colegio. Posteriormente supe que los Planos, hechos en serie, presentaban dificultades de cerramiento, dificultades que se hubieron de corregir sobre el terreno y localmente. También supe después de anticipo de dinero que no se devolvía y que fue cobrado penosamente, muchos años después de finalizada la construcción.

Viejo ya y  achacoso, a Luis (perdone si no pongo el don) tuve el inmenso placer de invitarle a ver su obra. Le hice recorrer el Colegio y recuerdo su emoción al pisarlo. Todavía me señalaba situación de salas, pasillos y galerías cubiertas sin error y con entusiasmo.

Yo no supe hacerlo, cuando podía, pero tan solo sería un pequeño reconocimiento en un sitio destacado del Colegio que recordase al benemerit petrelense Luis Villaplana Reig.

Luis Villaplana Reig, a la izquierda de la fotografía, fue un destacado empresario y alcalde de la población. Fue siempre un adelantado a su tiempo, esta foto está tomada en el extranjero, donde Luis Villaplana viajó para concer sus sistemas de producción industrial. [3]
Luis Villaplana Reig, a la izquierda de la fotografía, fue un destacado empresario y alcalde de la población. Fue siempre un adelantado a su tiempo, esta foto está tomada en el extranjero, donde Luis Villaplana viajó para concer sus sistemas de producción industrial.

PRIMERA FASE

Dura desde la construcción hasta que se iguala la altura del edificio, elevando un piso sobre las dos alas que solo tenían planta baja. El primitivo edificio era así, antes de esta forma:

Una parte delantera, que corresponde a la fachada y que es la misma que se ve hoy. De esta parte delantera arrancan dos alas paralelas que sólo tenían planta baja.

En realidad, en el edificio vivían dos colegios distintos: uno de niños y otro de niñas, separados por tabiques, sin nada común como no fuera el recreo al que, para no coincidir, se daba a horas distintas. Los tabiques que separaban a las dos graduadas lo hacían de una manera simétrica, y por ello al describir una ala se está describiendo la otra, aunque en sentido cambiado.

Se entraba a cada graduada y se encontraba un zaguán, que tenía dos habitaciones pequeñas que se construyeron para ropero, y que posteriormente se convirtieron en clases normales y para párvulos, y actualmente una de ellas sirve para dirección y las otras fueron habilitados como comedor escolar.

Del zaguán arrancan las escaleras para subir al piso alto de la parte que corresponde a la fachada. Esta escalera terminaba en un rellano al que daban las puertas de las dos aulas más famosas del edificio, orientadas como todo el grupo al norte: una de ellas es la más grande de las del Colegio y la otra puerta que da frente a las escaleras corresponde a la más pequeña y de una disposición tan rara que contradice todas las reglas de Higiene Escolar.

Con el rellano y las dos antes descritas, en cada graduada, terminaba la parte alta del edificio. En este rellano también había una puertecita, situada en precisamente lo que es hoy la puerta de la clase de Amelia, que se abría sobre una pequeña terracita sobre los tejados de las alas de la planta baja. La pared maestra en la que se abría esta puertecita limitaba al sur, el piso alto de la fachada.

Aunque no venga al caso, las terracitas, cuatro en total, dos en cada ala, no tenían justificación, y fueron motivos de sabrosos comentarios, uno de ellos, basado en su utilidad pedagógica como un contacto con el medio ambiente, etc., ridículo en sí, por cuanto peligrosas para los niños, apenas podía contener a media docena. La realidad es que cuando se construyó el edificio, se encontraron con dificultades de cerramiento,  éstas fueron resueltas por un vecino de Petrel, con la construcción de las terrazas.

Del zaguán de la planta baja, hacia el sur, arranca un largo pasillo en el que nos encontramos,  a la derecha en el ala de los niños y a la izquierda, en el ala de las niñas, la puerta de salida al recreo y después un ensanchamiento del pasillo con espacio que se quita al patio (los servicios de la planta baja), donde estuvo situada la biblioteca, en el ala de los niños y la cantina escolar en el ala de las niñas. Por la izquierda, se encontraban las puertas de tres grandes aulas, la última de las cuales limitaba con una sala de servicios que ocupaba además todo el frente del pasillo, al nivel del piso y con ventanas al patio de recreo.

El tiempo que abarca la que llamo primera fase corresponde con aproximación desde la construcción hasta mediados de los sesenta.

Ultimada la construcción, en los patios de delante y de atrás del Colegio, se hizo una gran plantada de pinos, cuyo crecimiento han podido seguir muchas generaciones de petrelenses. El piso de estos patios quedó de tierra firme y en días de lluvia o de riego de los pinos , el barro formaba verdaderos lodazales que hacían las delicias de los niños y el calvario de las madres que iban por sus hijos.

Enseguida se notaron dos fallos garrafales: la orientación y la instalación eléctrica.

La orientación del Colegio, dirigida la fachada hacia el norte y los servicios hacia el sur, era un inconveniente en invierno y en primavera.

En invierno, sin calefacción en todo el edificio, de grandes espacios y enormes aulas; pero sobre todo en las de la fachada, el trabajo escolar era imposible. Recuerdo días de nieve, con pocos alumnos que tiritaban y los maestros embutidos en sus abrigos y enfundadas sus manos en guantes. Sólo cabía moverse, dar saltos y hacer ejercicios de golpes con las manos que apenas podían coger las plumas o los lápices. Entonces había tinteros con tinta, pues hubo una ocasión en que incluso la tinta se heló.

Para vencer el horrible frío, se imaginaron diversos remedios: las niñas recurrieron a las “rajuelas”, que contenían cenizas con algunos tizones que pronto se consumían. La rajuela, hoy desaparecida, sólo la usaban las niñas.

En las clases recurrimos a palanganas o pequeñas planchas sobre las que hacíamos fuego. Estos remiendos de brasero dieron poco resultado y a lo mejor era peor el remedio que la enfermedad, ya que al hacer fuego el humo llenaba la clase. Si el brasero lo encendíamos en el patio, como la combustión seguía, el humo cegaba nuestros ojos y nos obligaba a abrir puertas y ventanas. Muchos recordarán estas vivencias que terminaron cuando pudimos disponer de estufas que cargábamos con corteza de almendra que al mucho tiempo se cambiaron por estufas de butano y posteriormente por calefacción central. Por cierto que esta última calefacción también creó sus problemas, ya que por ciertas deficiencias de instalación se apagaba con frecuencia, que siempre coincidía con los días de mayor frío.

Los servicios orientados hacia el sur también ocasionaban problemas. Cuando venía el buen tiempo, el sol batía sobre este local, que aunque poseía una buena evacuación, originaba fuertes olores que hacía intransitables los pasillos, y sobre todo en la clase adosada a dichos servicios, hasta el punto de que se tuvo que destinar a trastero y destinar para clase la habitación que está a la izquierda de la puerta de entrada, hoy ocupada por la dirección.

La instalación eléctrica fue otro de los problemas del nuevo colegio. Se le llamó la instalación fantasma, porque se encendía y apagaba a capricho. En cualquier momento podía encenderse: por la noche, en la clase cuando no hacía falta, etc. Del mismo modo se apagaba sin que nadie tocase las llaves. Los encendidos que más preocupaban eran los que ocurrían a altas horas de la noche. Se hicieron muchas revisiones a la instalación sin encontrar el fallo.

La descripción del Colegio en sus primeros años quedaría incompleta si no se mencionara la existencia de la biblioteca y de la cantina escolar.

La biblioteca estaba situada en el ensanche del pasillo de la escuela de niños, aislada mediante unas mamparas. Creo que fue una biblioteca circulante y no escolar, ya que no existían libros escolares o de uso escolar. Todo eran novelas de autores nacionales y extranjeros, bastante bien surtida. Esta biblioteca funcionaba por la noche y fue la primera biblioteca pública de Petrel.

He de añadir que adosada a la biblioteca había una pequeña habitación que sirvió de dirección de la escuela graduada de niños durante muchos años, hasta que se unificaron las dos graduados y se convirtió en Colegio Nacional.

La cantina escolar estaba en el pasillo de la escuela de niñas, separada del pasillo por otra mampara. El local estaba dividido en dos partes: una pequeña que se usaba de cocina y otra más amplia utilizada como comedor. Tuvo mucha aceptación la cantina escolar, había hambre en Petrel y en la cantina se daba bien de comer.

La andadura del Colegio desde su misma ocupación tuvo que moverse al compás de los hechos que se desarrollaron en aquellos tiempos. Tengamos en cuenta que en 1928 cae la Dictadura; el año 1931 entra las República, el 1934 el movimiento de Asturias, y en 1936, el 18 de julio, los tiempos eran difíciles e influían, cosa natural, en la marcha de las escuelas; pero no afectaron al edificio, aunque estuvo a punto, ya que a finales de la guerra, se pensó en transformar el Colegio en hospital; comenzaron las obras que sólo afectaron al patio: lavadero, cobertizos, etc: pero sólo llegaron hasta ahí. Saltemos pues esta época y empecemos ya acabada la guerra y normalizadas las clases.

El edificio sigue el mismo y continúa así durante muchos años, y es muy difícil resaltar, en el hecho escolar, circunstancias que no sean reflejos de los adversas circunstancias en las que se desenvuelve la población: la gran hambre, la falta de trabajo,  restricciones eléctricas, las emigraciones a localidades más cercanas, la pobreza, etc., reduce la asistencia a las escuelas de tal manera que hubo clases con sólo 10 alumnos, y las más pobladas con un máximo de 29. Hacían falta nuevas creaciones y hacían falta nuevas aulas, y amabas cosas se pusieron en marcha.

Las aulas se construyeron en el mismo edificio levantándole un segundo piso a las alas de la planta baja. El trabajo de los albañiles no molestaba mucho en la fachada y a esta parte se trasladaron las clases, que se turnaban, unos pocos iban por la mañana, y otros por la tarde, así hasta la terminación de las obras, durante las cuales por cierto cayó una imponente nevada que llenó las aulas en reforma, a las que ya habían quitado el tejado. Esta nevada retrasó un poco el final de la reforma.

El ala del segundo piso quedó terminada y con una disposición gemela a la planta baja que correspondía. Esta ala fue dotada de servicios, construyéndose en el interior de un arco que sobre el patio unía las alas superiores gemelas. Perfectamente separadas a un lado quedaron las de los niños, al otro las de las niñas.

En la foto coinciden Juan José y su hijo Pablo, que más tarde sería también profesor y director de Primo de Rivera. [1]
En la foto coinciden Juan José y su hijo Pablo, que más tarde sería también profesor y director de Primo de Rivera.