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Hornos de pan en Petrer a partir de 1769

A través de los capítulos de la Carta de Población se regulan las condiciones del asentamiento. Así, el nuevo poblador dispone del dominio útil de la tierra con una casa y tierra para el cultivo. El señor territorial mantiene el dominio directo de la tierra junto con otra serie de privilegios y regalías, como eran la percepción del diezmo, el derecho sobre los molinos, almazara, hornos, tienda, tabernas y carnicerías. Es decir, el conde controlaba tanto los medios de producción como los elementos de transformación, puesto que los hornos, molinos, almazaras, etc… Eran monopolio del conde y, por tanto, los vecinos labradores de Petrer estaban obligados a transformar sus productos en los establecimientos del señor feudal.

Para el campesino la dureza de estas condiciones se hacía más patente en una época de fuertes crisis económicas, marcada por continuas epidemias, sequías y malas cosechas, elementos coyunturales que llevaron a la población a solicitar y pedir, en época temprana (1632, 1641, 1648), la modificación y mejora de las condiciones del establecimiento, consiguiendo que fueran cedidos al consejo municipal la gestión de algunas regalías a cambio de recibir un censo anual, como fue el caso de la administración de los molinos harineros y de los hornos de pan a partir de 1932, como así parece indicarlo el hecho de que en esa fecha el municipio pague al conde 100 libras por los molinos harineros y 50 libras por hornos, correspondiendo 30 libras al forn de dalt y 20 al forn de baix.

Horno de pan en Fez, Marruecos
Horno de pan en Fez, Marruecos

Unos años antes, en 1618, en concepto de regalía había recibido 103 libras por los molinos y 43 libras y 3 sueldos por los hornos. En 1690 la villa paga a Joseph Payá, colector de las rentas señoriales, la cantidad de 100 libras por dos molinos harineros que tiene arrendados Pedro Buendicho, así como 31 libras por el horno de arriba y 17 libras por el horno de abajo, arrendados ambos a Gabriel Bernabéu.

Entrados en el siglo XIX, en fechas anteriores a la promulgación del decreto de abolición de los señoríos, el conde de Cervellón percibe por regalías, en 1805, 116 libras por el horno de arriba y 72, 226 y 226 libras por el horno de abajo, en los años 1805, 1807, 1810, respectivamente.

Con la abolición definitiva de los señoríos en 1837 las propiedades del conde de Cervellón, señor de Petrer, quedan muy mermadas, siendo poco a poco gran parte de ellas subastadas.

En el libro padrón de 1842, entre las propiedades del conde figuran una casa en la calle Horno Mayor con 11 reales de renta, al horno de arriba con 100 y el horno de abajo con 50 reales de renta.

Sin embargo, en 1900 el conde de Cervellón sólo tenía una parcela en el Molino Nuevo y otra en la Casa de la Huerta, produciendole una renta de 66 pesetas. A principios del siglo XX la tierra de cultivo estaba en manos de unos pocos terratenientes, así como los esta¬blecimientos de transformación: molinos, hornos, almazara, etc.

EL HORNO DE LAS CUATRO ESQUINAS

Con esta denominación se conocía el horno construido en 1 769 por Gabriel Pérez Sarrio, situado en la esquina que actualmente confluye con las calles Prim y Vicente Amat, antiguamente calle de las Cuatro Esquinas, al converger en ella cuatro manzanas de viviendas.

El hecho de haber fijado nuestra atención en la construcción de este horno ha venido motivada por el hallazgo de un conjunto de documentos relacionados con un pleito habido entre el conde de Puñoenrostro, señor de la villa, y fijados por D. Antonio Coloma, en el capítulo 15 de la Carta de Población.

Inmueble en el que estuvo ubicado el horno de las Cuatro Esquinas, construido entre 1763 y 1767
Inmueble en el que estuvo ubicado el horno de las Cuatro Esquinas, construido entre 1763 y 1767

El estudio de estos documentos nos permite conocer ciertos aspectos sociales de la población de Petrer en el siglo XVIII, época en que tras la implantación de la monarquía borbónica el poder central izador del estado junto con la nueva dinámica demográfica y económica, desarrollada al producirse una disminución de las epidemias y un aumento de la superficie de las tierras roturadas, con el consiguiente aumento de la producción, va debilitando el poder monopolista feudal en favor de una incipiente burguesía social, formada por ricos terratenientes, que irán presionando al estado para obtener mayores cotas de poder económico y político, en detrimento de la nobleza.

A mediados del siglo XVIII, el núcleo de la población de Petrer, situado en las laderas del castillo, tendría sus límites entre las actuales calles La Virgen (antiguo Portal de la Virgen), Cánovas del Castillo (antiguo Portal de San Roque), calle San Vicente y calle Agost-San Antonio. Con una población de unos 2.000 habitantes, contaba la villa con dos hornos de cocer pan, denominados y conocidos como horno de arriba y horno de abajo, sin darnos mayor referencia sobre su ubicación.

Estos hornos, cuyo origen creemos poder remontar a época morisca, eran de reducidas dimensiones. Solían tener una pequeña entrada en la que se colocaban los tableros con el pan antes de ser introducidos en el horno, accediéndose a la boca del mismo, generalmente, mediante la bajada de dos o tres peldaños; para acceder a la parte exterior, área conocida como olla del forn, se subía por una pequeña escalera situada en un lateral de la puerta principal. Características tipológicas que pueden observarse actualmente en los hornos de las poblaciones musulmanas del norte de África.

Las funciones básicas de estos hornos eran, lógicamente, las de cocer el pan que hacían los vecinos de la población, pastas dulces y otra viandas en días próximos a las celebraciones festivas, así como también el pan que necesitaba la familia del panadero para su consumo, con un pequeño excedente con el que comerciaba y obtenía un pequeño beneficio.

 

A medida que iba aumentando la población, en el siglo XVIII, se hacía más patente las reducidas dimensiones de los hornos para poder satisfacer adecuadamente las demandas de consumo, de ahí la necesidad de las construcción de un nuevo horno como ha quedado reflejado en el referido documento: “…hay dos hornos uno en un extremo, otro no llega al medio, no siendo suficientes para que el común este bien asistido, haciéndose la masa agria y organizándose por la prisa riñas entre las mujeres, con el perjuicio de no salir en pan con buena calidad sobre todo en las vísperas de las festividades…”.

Por ello D. Gabriel García Pérez Sarrió, como propietario de una casa en las Cuatro Esquinas, solicita a la baylía real que se le conceda permiso para la construcción de un horno de pan cocer que ubicará en la referida casa, por lo que remite un grueso memorial, justificando los motivos de dicha solicitud que le es concedida en 1767 por decreto del Real Patrimonio con la obligación del pago de un censo anual de 10 sueldos a la baylía real y el reconocimiento del dominio directo y enfitéutico de la corona, siempre que ello no interfiera en los derechos privativos del señor territorial de la villa.

El conde de Puñoenrostro naturalmente se consideraba perjudicado en sus derechos sobre las regalías, por lo que a través de su procurador, D. Pascual Fito, inicia un pleito contra D. Gabriel Pérez Sarrió por la construcción de dicho horno. Tras varios años de litigio entre ambas partes, finalmente, en 1769, el procurador patrimonial dictamina que los derechos heredados de los antecesores del conde sólo le reconocían como señor de los hornos, molinos, almazaras, tiendas y carnicerías que habían en la villa después de la expulsión de los moriscos, no de los que podían construirse con posterioridad, ya que no se podía privar a los vecinos de Id libertad de poder usar la almazara, molinos o cocer el pan en establecimientos distintos a los propia¬mente señoriales. Por lo tanto, en nombre de su majestad, concede permiso a Gabriel Pérez Sarrio para que construya en la calle de las Cuatro Esquinas un horno de pan cocer, bajo la condición de los siguientes capítulos:

1.- Se le da el dominio útil del horno y olla, reservándose su majestad el dominio mayor y directo, con derecho de luismo y fading.

2.- Se pagarán 10 libras de canon con quinquenio, siempre que la referida gracia y olla del horno se agregue a mayorazgo, o se ponga en manos muertas eclesiásticas

3.- Ni él ni sus herederos podrán vender ni enajenar sin el permiso y licencia del señor inten-dente.

4.- Que se haga escritura de su concesión y uso.

Documento por el que quedaba definitivamente zanjado el asunto de la construcción del horno nuevo, situado en las cuatro esquinas, aunque éste ya llevaba varios años funcionando.

Tras el fallecimiento en 1822 de D. Gabriel Pérez Sarrio, la propiedad del horno junto con otros bienes pasó a su hijo Gabriel Pérez Gisbert, al haber quedado sujeto a mayorazgo, a pesar de que éstos fueron derogados en 1820, reponiéndose nuevamente en 1824, tras el trienio liberal, para quedar definitivamente abolidos el 26 de agosto de 1837.

Horno que, transmitiéndose a través de varias generaciones, pero siempre vinculado a familias de ricos terratenientes, nos ha permitido llegar a conocer a los que creemos fueron los últimos panaderos que, en régimen de arrendamiento, explotaron en las primeras décadas del siglo XX el establecimiento. Éstos fueron: Vicenta Bernabeu, la tía Vicenteta y Salvador Rico, Saoro, quienes pagaban el arriendo a la señora Carmen, más conocida como la tía escribana y vivía como la mayoría «deis senyoretes de Petrer» en la Placa de Baix, concretamente en la casa que había al lado del Ayuntamiento y que se derruyó para abrir la calle Constitución, aunque también tenemos referencias de esta señora ocupando una casa en la calle de Gabriel Brotons a la altura de la «placita de Vera».

Entendimiento conocido como horno de Peret, hoy guardería de Ana y Victoria Esther, creemos que éste era el horno más antiguo de Petrer, correspondiendo al denominado horno de arriba, propiedad del conde de Cervellón, hasta el segundo tercio del siglo XIX, en que fueron subastados gran parte de sus bienes, pudiendo ser comprado por D. Enrique Amat Maestre, pues sabemos que una de sus hijas Josefa Amat Pérez, recibía la cantidad de 45 pesetas en duros de plata, en concepto de arrendamiento, cuando en el horno estaban Gabriel González y Dolores Beneit, la tía Doloretes, matrimonio que estuvo en el horno en dos etapas diferentes, la primera a mediados de los años veinte, la segunda entre 1934-1940, poco más o menos, pasando finalmente a ser ocupado por Pedro Amat y su mujer Herminia, hasta que se trasladaron a un nuevo horno construido en la calle País Valencia.

Entre 1919-1924, el horno fue ocupado por Evaristo Pía y Rafaela Peral, la rollera, quienes más tarde compraron una casa en la calle San Rafael en donde construyeron un nuevo horno de mayores dimensiones. Uno de sus hijos, Evaristo Pía Peral, se independizó y puso su propio horno en la calle Nueva.

Otras familias que estuvieron en este horno entre finales del siglo XIX y principios del XX fueron Tomás Máñez Arques, la familia del tío Alba, cuyos familiares sólo conservan vagos recuerdos y Vicenta Bernabeu, la tía Vicenteta, entre algunos otros.

El horno denominado de abajo, el segundo nombrado como propiedad del conde, hemos llegado a la conclusión de que se encontraba situado en la actual calle Pedro Requena, n.° 18. Horno que la gente recuerda como de pequeñas dimensiones, con suelo hundido, es decir, se bajaban dos o tres peldaños, por las explicaciones identificándose la estructura de un horno típicamente morisco.Lamentablemente, fue destruido al construirse la casa de Antoñita la confitera.

Las familias que llevaban el arriendo del horno son prácticamente descornadas, sólo sabemos que en 1690 Gabriel Bernabéu pagó 17 libras por el arrendamiento al colector del conde. En las primeras décadas de nuestro siglo estuvo José María Alba Andreu, el tío Alba, pero los pocos recuerdos de sus familiares nos impiden poder aportar mis datos. Otras referencias recogidas nos hablan de la actividad del homo con otras familias pero sin la suficiente claridad para poder ser expuestas.

Sin embargo, en cuanto a su ubicación, tenemos dos o tres datos de interés que pensamos dan luz al tema que venimos tratando. El decreto de abolición de los mayorazgos, promulgado en 1820, permitía a los cabezas de familia desvincular del mayorazgo, que correspondía siempre al primer hijo varón, la mitad de los bienes que quedaban a su libre disposición. En un expediente fechado el 11 de junio de 1821 en el que se referencia la partición de bienes nos encontramos con las siguientes anotaciones:

«…Es cúmulo otra casa en el mismo poblado y calle nombrada de Heras, lindante con dicha calle, horno del conde de Cervellón llamado de abajo.»
«… Es cúmulo un corral de ganado con su medianico y hera de trillar. Lindante con horno llamado de abajo, José Payá Ruiz, piedras del fossar y camino de los pasos…».

En otro expediente con fecha de 22 de abril de 1824 leemos:

«… Se da una casa habitación… sita en la población… en la calle de las Eras, con homo de abajo, con un cubo lindante por Levante con otra calle por medio día con horno de pan cocer del señor de dicha viña y con casa de José Sarria, por poniente con las Heras y por tramontana con casa de Don Manuel Oyos…».

Ateniéndonos a los linderos referidos en dichos documentos y conociendo por otras referencias documentales que la calle Pedro Requena en 1843 era denominada calle de Hoyo, que allí vivía una importante familia con estos apellidos, que por dicha calle pasaba a finales del siglo XVIII el Vía Crucis o camino de los pasos y que en la Explanada tenemos localizado un cementerio morisco, Pedro Requena, era electivamente el denominado homo de abajo.

Otros hornos también antiguos y que funcionaban en Petrer en el primer cuarto del siglo XX eran el de Joaquín Maestre, el boix, situado en la calle Castillo, construido por él mismo en las primeras décadas del sigla cuyos descendientes regentan hoy un nuevo homo situado en la calle Constitución.

El homo ubicado en la calle La Virgen, nº 7, al que todas las referencias lo daban como muy antiguo, fue construido entre 1910-1912 por Fausto Tortosa Molla, siendo conocido por el forn de la pardala, estando en funcionamiento hasta bien entrada la centuria.

Homo que tuvo gran raigambre entre la población fue el form de sebetes, situado en la calle Gabriel Brotons. Lo construyó Juan Bautista Rico, molinero y propietario del Molí del Barranquet situado en la partida del Chopo. El horno, regentado por sus hijos Salvador, Víctor y Vicente, iniciaría su funcionamiento a finales del siglo XIX o principios del XX, puesto que en 1907 era ya un horno muy frecuentado por los vecinos que acudían a cocer allí pan.

Calle Horno Mayor
Calle Horno Mayor

Uno de los hijos, Salvador Rico Cortés, aventajado panadero, se independiza a los pocos años arrendando un horno que había en la calle Mayor, el que ahora conocemos como panadería Herrero, trasladándose al poco tiempo, década de los años 20, al horno de las cuatro esquinas. Finalmente, con la compra de dos casas situadas en la calle Vicente Amat, esquina a la calle Prim, construyó un horno de mayores dimensiones, años 1930 -1931, conocido por el forn del Saoro, afortunadamente todavía en funcionamiento, aunque con algunas reformas, al haberse instalado una pizzería regentada por uno de sus nietos.

En otro extremo de la población de la población, en la calle San Antonio, se localizaba el horno de la tía Luisa Navarro y Constantino Cabedo, Horno muy antiguo, puesto que data del último cuarto del siglo XIX, siendo hacia el año 1932-1933 adquirido por Petronila, cuyos herederos lo han venido regentando hasta hace unas décadas.

No podemos dejar de mencionar el horno de Carmelo Poveda construyó entre 1920-1921 en la calle de Cristo, actual nº 23, del que todavía queda parte de su estructura. Dejó de funcionar en 1933 al trasladarse Carmelo Poveda con su familia a su nueva panadería, mucho más amplia y modernizada, en la calle Antonio Torres, en funcionamiento todavía peor regentada en régimen de arrendamiento por otra nueva familia.

Como vemos se han podido localizar más de diez hornos alrededor del núcleo antiguo de la población, cuyo número no debe parecernos excesivo, ya que como hemos podido observar muchos de ellos eran pequeños al ser su principal función la de cocer el pan que llevaban las mujeres sobre una tabla cubierto con un mandil, que apoyaban sobre las caderas o sobre la cabeza, tras haber sido amasado en sus propias casas.

Hoy, el desarrollo industrial de la población nos ha llevado al olvido de éstas y otras muchas tradiciones, pues aunque indudablemente tenemos que alegrarnos del progreso social de la población, no por ello dejamos de recordar con cierta añoranza, así lo hemos podido constatar entre las personas entrevistadas el bullicio callejero y ese olor tan típico que percibíamos al pasar cerca de un horno o una panadería cuando se aproximaban nuestras fiestas patronales de la Virgen o San Bonifacio, momentos llenos de vivencias e historias, más o menos anecdóticas, dignas todas ellas de ser contadas.