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Hace 50 años

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NOTA: Artículo extraído de la revista Moros y Cristianos 2012

La comisión encargada de confeccio­nar la revista de fiestas me invita a que comente la fiesta de hace cin­cuenta años. Acepto la invitación y al tiempo pido disculpas a aquellos que esperen encontrar en su lectura datos significativos de interés didác­tico, pues mi relato es simplemente el de un festero de a pie.

Para situarnos y a modo de intro­ducción, daremos algunas noticias en forma de titulares de lo que comen­taba la prensa nacional y ocurría en nuestro pueblo en el año 1962.

En enero debuta, en el Teatro Liceo de Barcelona, Montserrat Ca­ballé. El tenista Manolo Santana es elegido mejor deportista español del año 1961. En febrero el B.O.E. publi­ca un decreto para la equiparación de los derechos laborales de mujeres y hombres. El 14 de mayo (San Boni­facio) se casan en Atenas, por el rito ortodoxo, Juan Carlos Príncipe de Es­paña con la Princesa Sofía de Grecia. El Real Madrid se proclama Campeón de Liga. Joan Fuster publica Nosaltres els valencians. Miembros de Acción Católica se solidarizan con mineros asturianos en huelga. En julio Brasil se proclama Campeón del Mundo de Fútbol. En agosto se suicida la popu­lar actriz Marylin Monroe. En sep­tiembre la comarca barcelonesa del Vallés sufre graves inundaciones. En octubre el papa Juan XXIII inaugura el Concilio Ecuménico Vaticano II.

A nivel local, en febrero se regu­la la edad de jubilación de funcio­narios municipales. Se da nombre a dos calles: Pétrola a una travesía del Camino de Novelda (Bassa Peri­co) y Asturias en el barrio de la Cruz (Frontera). Se informa de las insta­laciones del nuevo alumbrado en el núcleo central urbano, de trabajos en la mina del Pantano con el fin de lograr un mayor caudal de agua y de las obras para su conducción hasta la mina de Pusa, por un importe to­tal de 500.000 pesetas. En marzo se notifica al Ayuntamiento, por la Jefatura de Obras Públicas, del nuevo trazado de la carretera nacional a su paso por el término municipal de Petrel. Se aprueba un escrito de la Junta Central de Fiestas para modificar el itinerario de la entrada del día 13 de mayo. En mayo se da cuenta del patrimonio municipal del año 1961 con un total de 1.855.046,94 pesetas con un superávit respecto al año anterior de 507.522,67 pesetas. En agosto se da cuenta de la jubilación del guardia municipal José Leal Leal, el Tío Pepe el de la Espardeñera, y del vigilante nocturno Bartolomé Bernabeu Poveda. El rápido progreso industrial y demográfico que se aprecia en nuestro pueblo hace que los gastos del Ayuntamiento sean cada vez mayores, es por ello que se acuerda para el año 1963 el cobro de ciertas tasas para poder equilibrar el presupuesto. Se aprueba también el presupuesto para las próximas fiestas de la Virgen del Remedio por un importe de 60.000 pesetas. Se propone la creación de la Biblioteca Pública Municipal en la planta baja de un edificio propiedad del Ayuntamiento en la plaza del Generalísimo (de Baix). En septiembre se aprueba la suspensión cautelar de los festejos «Danses al estil del país» (Carasses de octubre) porque se considera que han perdido el carácter local y familiar que desde siempre han tenido debido a la masiva llegada de habitantes de otros lugares y hacerse por ello más difícil el control gubernativo con aquellos venidos que pudieran tomar parte en las citadas «Carasses».

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Abanderadas el Día de las Banderas

LA JUVENTUD LOCAL DEL AÑO 1962

Por aquel entonces la juventud local comenzaba a tener una actitud más comprometida en temas sociales, culturales y en todo lo que tenía que ver con la situación que vivía nuestra sociedad en aquellos años. Comenzaban a fluir grupos o colectivos con inquietudes para cambiar un Petrer más volcado en el trabajo y la rutina que en canalizar esas inquietudes.

De entre estos grupos comentaremos uno que se denominaba Círculo Juvenil Villa, un grupo de pensamientos diversos pero con talante dialogante para abordar cualquier tipo de comentario. Curiosamente este grupo realizaba sus reuniones semanales y las charlas que ofrecían algunas personas de prestigio local, entre ellas Paco Mollá, Enrique Amat, Hipólito Navarro, el eldense don Juan Madrona, etc. en la sede local del Frente de Juventudes, donde hoy está situado el bar Explanada.

Este colectivo, entre sus actividades, también se atrevió a editar el periódico mensual Villa, con noticias locales y comentarios diversos de la actualidad y que ellos mismos se encargaban de distribuir entre sus amigos y conocidos.

También la fiesta era importante para ellos y algunos colaboraban, y aún hoy continúan haciéndolo con algún trabajo para la revista de fiestas. El pregón, que pronto cumplirá su cincuentenario, se gestó y se hizo realidad por la voluntad de sus componentes y el apoyo decidido de nuestro recordado Hipólito Navarro.

En ese año 1962, entre otros artículos, en el mensual Villa aparecen unos versos dedicados a una abanderada y porque los consideramos correctos los reproducimos y dedicamos a todas las que habéis tenido esa oportunidad: ¿Quién es esa flor de mayo, de belleza sin igual, / que pregona primavera por donde quiera que va / con ese porte altanero de sublime majestad? / ¿Será una princesa mora de los cuentos de Bagdad? / ¿Tal vez esclava cristiana? Yo no sé lo que será, / lo cierto es que mi alma con ella quiere volar.

Eres de azucenas ramo, de miel eres un panal / y tus ojos dos luceros de radiante claridad / como cristalinas aguas del más puro manantial. / Eres prosa, eres poesía, eres coro celestial, / quien ser poeta quisiera para poder ensalzar / esa belleza infinita que tienes en tu mirar.

¿Quién es ése que me halaga? ¿Quién es?, te preguntarás, / tan sólo soy un festero que te admira, de verdad.

EL PROGRAMA DE FIESTAS

Ese año el programa de fiestas llevaba en su portada un dibujo con dos lanzas que hacían representar una alegoría mora y cristiana con un fondo del escudo de Petrel y la ins-cripción: «Petrel. Moros y Cristianos. Mayo 1962».El cartel anunciador era el dibujo de una peonza girando con el escudo de Petrer en su remate y rodeándola un estandarte con los símbolos moro y cristiano, la media luna y la cruz.

Las fotos de los cargos festeros diseminadas, sin ninguna referencia, entre los artículos o poesías de cola­boradores locales, de la peña litera­ria «El dado verde» de Novelda y los procedentes de otros lugares.

Repasando su lectura nos queda­mos con lo que escribía H. Navarro, presidente de la Junta Central de Fiestas, insistiendo en un reglamen­to para el mejor funcionamiento de la fiesta y celebrando que se haya inaugurado la nueva sede social (se refiere a la que estaba situada en la calle Fernando Bernabé en un local propiedad de Luis Amat, el Majo, un flamenco de convicciones festeras).

También en el artículo que firma­ba E. Amat, «¿Es la mejor?», donde el autor ya insistía en que la fiesta había que mirarla menos y «verla mejor».

Juan J. Navarro hace una glosa de la figura del embajador, privándose de momentos de jolgorio en la fiesta y «recluido en su habitación, ensayando gestos y tonos de voz que requieren el momento de la Embajada».

Ximeno, en su poesía «Abandera­das» escribe: «… mientras aguarda Pe­trel / siete mocitas juncales / albas ro­sas virginales / nacidas en su vergel».

G. G. R. escribía sobre las «Carasses en octubre» en una exposición detallada de su origen. Qué casuali­dad que ese año, por motivos que re­latamos al principio, fueran suspen­didas cautelarmente.

Rafael Antolín escribe un emotivo «Donde quiera que estés», dedicado al soldado petrelense, participante o no en la fiesta, al que el servicio militar le impide estar esos días en nuestro pueblo.

Dando un repaso a los anuncios nos podemos dar una idea del Petrer de entonces en su actividad comer­cial. Ciertamente la industria y el comercio local es generoso con la fiesta. Cada entidad hacía y hace su anuncio colaborador con arreglo a sus posibilidades. Es por ello que no queremos hacer distinciones, sola­mente apuntamos algunos para que nos puedan ayudar a tener un cono­cimiento de la evolución de nuestra actividad local.

Por aquel entonces los anuncios más relevantes correspondían, en­tre otros, a las empresas de calzados Luvi, García y Navarro y Lito, a las cerámicas Millá y Ribelles, al grupo de Cines Aguado, a los Estableci­mientos Doménech y Club del Reloj de Elda con sus representantes en Petrer, a las varias representaciones de Hipólito Navarro y a la Cooperati­va Agrícola y Caja Rural de Ahorros y Préstamos de Petrel.

EL DÍA DE LAS BANDERAS

La llegada del Día de las Bande­ras era esperado por los festeros con gran impaciencia. Tenía su lógica. Esta relación y disfrute que hoy se tiene durante el año para reunirse en los cuartelillos y festejar cualquier acontecimiento, aunque por aquellos años ya comenzaban su aparición y el contacto entre festeros era más popular, en general se tenían menos ocasiones para hablar de fiesta que las que hoy tenemos y éstas eran en reuniones que périódicamente ha­cían las comparsas para informar de cualquier situación o noticia festera.

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Capitanía Vizcaínos. Francisco Navarro Bernabeu, Remedios Navarro Bernabeu y la rodela Loli Rico Romero.

Al final de esas reuniones, sobre todo las más cercanas ala fiesta, se solía hacer por parte de la comparsa alguna invitación con la sencillez de la época: frutos secos, vino, «cana­rio», coca al forn y poco más. En esas invitaciones se comentaban aspectos de la fiesta y, con más o menos vehemencia, lo tratado.

Este Día de Banderas comenzaba a tomar fuerza unos días antes, concretamente en Semana Santa. Casi todas las comparsas celebraban reuniones para tratar temas relacionados con este día: pólvora, itinerarios, horarios, advertencias de la Junta Central, etc., y días más tarde, todo aquel que iba a participar en el tiro se dirigía a la tienda de Julia la Manca, donde estaba la pólvora almacenada y, junto a quesos, tiras de bacalao, jamones y otras viandas, Pedro, su marido, te atendía muy atentamente como si fueses a comprar cualquier comestible.

La tarde del sábado, víspera de Banderas, se empleaba para encartu­char la pólvora en casa de cualquier tirador y a su término algo se feste­jaba entre el grupo que había estado realizando esta labor.

La mañana de Banderas ya se em­pezaba a celebrar por los bares y al­gún local habilitado, principio de lo que hoy son los cuartelillos, y a las cinco de la tarde, José Román Gar­cía, en calidad de alcalde de fiestas, daba el inicio a las comparsas para realizar este acto.

El itinerario de aquel año fue el mismo que el actual en la subida de la ermita. En su recorrido algunas comparsas, recuerdo a Flamencos, Vizcaínos y Estudiantes, hacían gala de algunas jóvenes festeras que ejer­cían de cantineras. Con un porrón de canario, paloma y otras bebidas suaves, junto a algún capazo de fru­tos secos, daban un toque simpático a este acto. Llegados a la ermita de San Bonifacio y realizado el saludo al santo por cargos festeros, directivos de la Junta Central y comparsistas, se iniciaba la bajada también dispa­rando al alardo por las calles Santí­simo Cristo, Independencia, San Vi­cente, Gabriel Brotons, plaza Primo de Rivera (de Dalt), Mayor, Ramón y Cajal, Julio Tortosa y plaza del Gene­ralísimo (de Baix). Recorrido un tan­to incómodo por algunas calles pero que no era óbice para que festeros y cargos llegaran hasta el final.

Una vez llegadas las abanderadas pues, como hoy, desfilaban al final, se les unía capitán y rodela y se les acom­pañaba a sus domicilios donde tenía lugar una invitación a base de rollos de anís, magdalenas, almendrados, etc. con algún vaso de mistela, coñac o trago de canario, aunque ya se comen­zaba a invitar con cerveza y algún que otro aperitivo casero: habas hervidas, patatas cocidas, almendras fritas, etc. y algunas latas de conserva.

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Capitanía Marinos. Alfredo Díaz Rizo, Teresa Díaz Rizo y la rodela María Cristina Hernández Villaplana.

EL AMBIENTE DE LA FIESTA

En ese año 1962 ya empezaba el movimiento de festeros para ir formando cuartelillos, que si no es­taban dotados de las comodidades que hoy más o menos tienen, ya se comenzaba a montar su propia fiesta en ellos aunque, en general, el dis­frute del festero y de quien no lo era estaba en la calle. Una vez acabado cualquier acto de fiesta el recorrido habitual era la calle Gabriel Payá, el Derrocat y la Explanada.

La calle Gabriel Payá era donde los fotógrafos venidos a la fiesta mon­taban sus estudios fotográficos. Una lona con el dibujo de la Alhambra en grande, otro con el de un campo y los consiguientes sombreros, cartu­cheras y pistolas con caballo de car­tón incluido servían para que cada cual o cada grupo se perpetuara a su modo. Los puestos de cascaruja y las ruletas con premio de torta de bar­quillo se apostaban desde esa calle hasta el Derrocat. Allí se encontra­ban las atracciones de feria, barracas de tiro, columpios, autos de choque, etc., y era el punto de reunión de ni­ños y jóvenes. Los mayores preferían el Paseo de la Explanda y los callos del bar Tadeo o los «pingüinos» del Chico la Blusa.

Las noches de fiesta tenían su cita en el Teatro Cervantes, sobre todo para matrimonios y futuribles. Allí la Orquesta Cheri de Monóvar o la Tureskan de Pinoso, con el cantante local Juan Marcial, hacían las delicias musicales de muchos. Los más jóvenes acudían al chiqui a bailar a los sones de la orquesta de Bartoloy su grupo o con alguna atracción del momento.

Y de esta forma tan sencilla se divertían en fiestas las gentes de entonces.

LA FIESTA

Puede que muchos festeros ya no recuerden que nuestras fiestas en honor a nuestro patrón San Bo­nifacio se celebraban, como dicen las crónicas «a los catorse de mayo desde tiempo inmemorial». Este año 1962 así se celebraban.

Diremos que ese año habían siete comparsas, cinco en el bando cris­tiano: Vizcaínos, Marinos, Tercio de Flandes (Flamencos), Estudiantes y Labradores, y dos por el bando moro: Moros Marroquíes (Nuevos) y Arabes Damasquinos (Viejos).

Es una obviedad el comentar que la fiesta moviliza al pueblo entero durante todo el año. Los que van a ostentar cargos festeros a vueltas con sus trajes, modistas, caballos y todo para que el compromiso festero adquirido llegue a buen puerto. Las filas también con sus trajes, cuarteli­llos, etc. Los directivos de la Unión de Festejos, de comparsas y aquellas personas relacionadas con el traba­jo que supone llevar adelante el que todo salga bien, también movilizados para asumir el reto. El festero se co­menzaba a movilizar cuando llegaba el mes de marzo, aunque muchos lo hacían al término de las fiestas del vecino pueblo de Sax. Un detalle de que la fiesta se avecinaba era ver a muchos festeros dejarse crecer la barba, sobre todo los que formaban en el bando moro, esto hacía que los que usaban barba postiza en las entradas la sustituyeran por la suya propia. Era normal ver a festeros de determinadas comparsas con barba o perilla, que los hacía más idénticos con su vestimenta.

Ya metidos en el comentario de la fiesta de 1962, diremos que comen­zó el día 12 de mayo, con un tiempo amenazante que hacía presagiar ma­los augurios. Así se confirmó, pues estuvo lloviendo casi todo el día y llegada la tarde había que comenzar con la recogida de músicos. Ya cerca­no ese momento el tiempo mejoró y pudimos celebrar la entrada de ban­das sin paraguas ni chubasqueros.

Una situación que no tiene lugar ahora y que resultaba muy emotiva era la llegada de los autocares con los músicos que vienen a participar en la fiesta. Por aquellos años las com­parsas contrataban una sola banda pues su número de festeros no daba para contratar más. Los comratos se hacían de un año para otro y eran habituales por bastantes años. Sus despedidas eran: «Tot bé, fins l´any que ve si Déu vol». Los músicos solían hospedarse en casa dé festeros donde las condiciones para su aloja­miento eran las correctas, creándose entre ellos una relación casi familiar. Si alguna vez, por cualquier causa, no estaba el festero para recibirle no había problema, con su maleta y su instrumento se dirigía a la casa que lo venía alojando otros años y con un «aquí estic» comenzaba el salu­do anual. Acomodado el músico, se dirigían ambos al comienzo de la fiesta. La banda de música local lle­gaba con sus sones hasta el final de la calle Gabriel Payá, se incorporaba a su comparsa, normalmente era los Tercios de Flandes, y de inmediato daba comienzo la entrada de bandas. Una vez finalizado el acto en la plaça de Baix, músico y festero a cenar. El pasodoble Petrel todavía era desco­nocido para la fiesta.

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Capitanía Marroquíes Eliaeo Payá Bernabeu, Reme Giménez Bernabeu y la rodela Mari Reme Galiano Carbonell.

La retreta daba comienzo a las once menos cuarto de la noche y el recorrido era como el de hoy, con la salvedad que se pasaba por la calle Fernando Bernabé para hacer el sa­ludo a las autoridades festeras y es que allí, en un local del Tío Majo, estaba la sede de la Unión de Feste­jos. Llegados a la ermita y hecho el saludo a San Bonifacio se iniciaba el regreso por el itinerario que hemos reseñado del Día de las Banderas. En ciertos tramos, sobre todo en las calles Santísimo Cristo y Mayor, se creaba alguna incidencia entre músi­cos, festeros y simpatizantes. Como no existía el sistema de filas el que quería podía formar parte en este desenfadado acto y como las calles citadas son algo estrechas, con la eu­foria del momento se solían mezclar unos y otros y más de un músico tuvo que lamentar el lastimarse los labios con su instrumento.

Una vez llegados a la plaça de Baix las comparsas, con sus bandas de música, acompañaban a los car­gos festeros a sus domicilios. Para unos la fiesta de ese día había termi­nado, para otros no.

El día 13 apareció sin nubes ¡Qué respiro! Y a las nueve de la maña­na comenzaba la entrada cristiana abriendo el desfile la comparsa Viz­caínos con su capitán, abanderada y rodela, también lo hacía el embaja­dor cristiano.

Este año la entrada cristiana es­trenaba itinerario. El recorrido era la calle Leopoldo Pardines y Explanada hasta su final. Se pensó que al ser éste más ancho las comparsas se po­drían lucir mejor. El comentario fue que a pesar de que la calle Gabriel Payá tenía tramos más estrechos, el festero se sentía más arropado.

Volviendo al acto de la entra­da, detrás de los Vizcaínos co­menzaban su desfile los Marinos, abriendo comparsa sus tres cargos festeros con su emblemático barco tripulado por dos marineros de so­lera: José María Bernabeu Manga, recitando sus poesías festero-marineras, y Antonio Navarro Cristo, como timonel.

Le seguían los Tercios de Flandes. En la crónica de ese año se apunta que sacaron una carroza no muy acorde con el estilo de la comparsa. Por lo que se refiere a su marciali­dad, era la esperada. El Tío Ampie y Pepi Chico eran dos cabos de escua­dra que daban categoría a la forma de desfilar de esta comparsa.

Los Estudiantes a continuación. Como todas las comparsas, con sus cargos festeros al frente, tras ellos una carroza representando una escuela con el recordado Chaquetilla de niño malo y una estampa del Quijote y Sancho. A continuación la comparsa con Pimiento, Pepito Perseguer, Jua­nita el del Alcalde y Recaredo Mon­tesinos al frente de sus filas.

Cerraba el bando cristiano la comparsa Labradores. Detrás de sus cargos festeros una típica carroza huertana, donde los veteranos Fran- cisquet Ferrándiz, Pepe el del Sindi­cato, Tonet el de Eustaquia, Joaquín el Boix y algunos más daban cuenta de las viandas del almuerzo.

Los Moros Marroquíes (Nuevos) abrían el desfile del bando moro. Con sus tres representantes, capi­tán, abanderada y rodela, también lo hacía el embajador moro, coman­dando sus filas dos buenos cabos de escuadra, recordado uno y en activo el otro. Nos referimos a Rafaelet y Paco Persiana.

Cerrando el bando moro, y también la entrada, los Árabes Damasquinos (Viejos). Aquí se produjo un aconteci­miento que revolucionó la presencia de la mujer en la fiesta, pues un gru­po de jóvenes, deseosas de participar en ella, tuvieron el atrevimiento, con unos trajes usados ya por la fila de Ne­gros de esta comparsa y con un impro­visado maquillaje, de desfilar delante de éstos en el acto de la entrada. Este fue el comienzo de la fila de Negras que, posteriormente, se incorporó a la comparsa Moros Nuevos y que precisamente este año cumple cincuenta años desde su formación.

Conforme iban terminando las comparsas este acto los festeros acompañaban a sus cargos, se hacía una invitación y se informaba de la hora del próximo acto: la bajada de nuestro patrón San Bonifacio.Éste tenía lugar a las once y media de la mañana. En él los capitanes hacían gala, como hoy, de sus rodelas unien­do tiro y ritual. El santo era portado, igual que ahora, por la comparsa que ostentaba la media fiesta, en este caso los Vizcaínos. Como el número de festeros era menor que el actual el tiem­po de este acto era más corto, la llegada del santo a la plaza fue sobre las dos de la tarde. Su entrada a la iglesia de San Bartolomé, con volteo general de campanas y una suelta de palomas daba por finalizado el acto. A conti­nuación se acompañaban los cargos festeros y a comer. Aquí las amas de casa tenían un problema porque era posible que después de estar cocinan­do toda la mañana, igual el festero no iba a casa que acudían en grupo y al grito de «Tot és festa» arrasaban cuan­to encontraban para comer.

A las cuatro y media ya estaba Evaristo Pía Medina, el Bollero, mon­tado en su burro, rodeado de un sin­fín de ayudantes para dar comienzo la embajada de la Chusma. Su opo­nente ese año fue Vicente García Brotons. Este acto era tan esperado como el de hoy pues entre estrofas más o menos jocosas también se de­cían las verdades del barquero.

La guerrilla, que tenía su hora a la seis, empezaba al final de la Expla­nada para seguir por José Perseguer hasta la plaça de Baix. El tema de fu­mar no se contemplaba; el tirador y sobre todo los capitanes solían hacer las guerrillas con el puro en la boca. También, como hemos apuntado en el Día de las Banderas, las cantineras iban ofreciendo sus licores sin nin­gún problema.

Al término de la guerrilla, la em­bajada mora. En la plaza el embaja­dor moro, el apuntador y el dueño del caballo. El boato no existía. Eso sí, la gente que llenaba a rebosar la plaza, respetuosa y callada escuchando. En el castillo el embajador cristiano, el centinela, las cinco abanderadas del bando cristiano con la bandera re­presentativa de su comparsa y poco más. A su término un desfile hasta el final de la calle José Perseguer para desde allí, de forma más desenfada­da, acompañar a los cargos festeros a sus domicilios. Y con este acto se terminaba la fiesta el 13 de mayo.

El 14 de mayo es el día grande y so­lemne de la fiesta. Es San Bonifacio.

En el programa de fiestas de ese año 1962 se nos decía que a las nueve de la mañana dará comienzo la ma­jestuosa entrada mora. Su comienzo era en la calle Joaquín Poveda a la altura de Ventura Navarro. Esta en­trada mora la iniciaba la comparsa Moros Marroquíes que era la que ostentaba la media fiesta del bando moro, siguiendo el orden de salida del día anterior y el itinerario de Joaquín Poveda, Gabriel Payá, José Perseguer y avenida José Antonio (Explanada) hasta el final.

En su recorrido, Vicente Bernabeu Escopetá y Justo el Campanero iban repartiendo entre los espectado­res el The Boñ que edita la comparsa Estudiantes. Entre las noticias loca­les, y en la línea jocosa que viene escribiendo, ya se hacía un comentario sobre el cambio de la fiesta a fin de semana, a la intención de poner sillas en los actos principales de la fiesta, a las alusiones a la empresa Transportes Pau… y au» y a las múltiples representaciones que tenía nuestro recordado presidente de la Unión de Festejos, Hipólito Navarro.

También al final de este acto desfilaba la Chusma que precisamente ese año comenzaba una nueva eta­pa. De la forma que se tenía de desfilar en burro se pasó a ir formados unos en fila y otros repartiendo su periódico Daily Chusma y algunos detalles (bolígrafos, viseras, etc.) gestándose entre sus nuevos responsables el escenificar críticas o situaciones relevantes ocurridas en el año, como las que actualmente disfrutamos.

Según el cronista, la entrada de ese día, quizá porque el recorrido era más familiar que el del día anterior o que espectador y festero estuviesen más predispuestos, a esta entrada se le dio más puntuación.

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Capitanía Árabes Damasquinos. Pedro Pérez Cortés, Reme Muñoz Francés y la rodela María Olga Pérez Llobregat.

A las doce se procede al desfile de honor. Agrupados abanderadas, capi­tanes y rodelas a las puertas del Ayun­tamiento, y una vez incorporadas las autoridades municipales y festeras, se dirigían, con el orden establecido, al domicilio del cura párroco para acompañar al predicador al templo parroquial a celebrar la santa misa en honor de nuestro patrón, San Bonifa­cio, Mártir. Los cantos litúrgicos los interpretaron el coro de la parroquia bajo la dirección de Adrián Mollá. La homilía corrió a cargo de Joaquín Mar­tínez Valls, persona muy reconocida en Petrer y que no dudaba en asistir a cualquier acto religioso al que se le invitaba. Una vez finalizada la misa el proceso era inverso, se acompañaba al predicador, luego a las autoridades y, como ahora, las comparsas acompaña­ban a sus cargos festeros y a comer.

Otra vez nos pusimos en aler­ta porque volvía a caer una ligera llovizna amenazando el acto de la guerrilla. Todo quedó en nada y se pudo realizar sin ningún contratiempo. El itinerario, el mismo que el día anterior, pero con las comparsas invertidas, reculando el bando moro y atacando el bando cristiano. Al término de la guerrilla, la embajada cristiana con el embajador moro en el castillo y el cristiano abajo, arropados por los mismos efectivos del día anterior y con la misma expectación y respeto a los embajadores. El cronista hace un comentario del «nerviosismo del embajador cristiano encima del caballo pero una vez superado pronunció una embajada francamente buena aunque la puede hacer mejor». Nuestro criterio es que, por bien que declame cualquier embajador cristiano la embajada, en su estructura está escrita para dar más lucimiento al embajador moro.

Voy a contar un detalle referen­te a la situación de los embajadores en aquella época. En el año 1960 un grupo de comparsistas estábamos al lado del embajador cristiano y cuando estaba acomodado en el caballo, pero antes de comenzar su embajada, se dirigió a nosotros con el ruego de que al terminar no lo dejáramos solo, nos pedía que lo acompañáse­mos a su casa que estaba a cien me­tros del lugar donde estábamos. Éste era el «boato» de aquel entonces.

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Capitanía estudiantes. Ismael Poveda Poveda, Marlén Manzanera Tordera y la rodela María Amparo Poveda Brotons.

Una vez terminada la embajada, como simbolismo de la derrota árabe, era botada la cabeza de la Mahoma, acto que se realizó hasta 1965 al considerar que este simbolismo no estaba acorde con el respeto a los principios de las creencias religiosas. Seguidamente, y a toda prisa, a vestirse de gala para asistir a la solemne procesión. La comparsa Moros Marroquíes es la encargada de portar a San Bonifacio por ser la que ostenta la media fiesta del bando moro.

El itinerario era bastante diferente al de ahora. La salida era por la calle Miguel Amat, Cánovas del Castillo, José Persegur, San Vicente, Gabriel Brotons, plaza Primo de Rivera (de Dalt), Mayor, Ramón y Cajal, Julio Tortosa y plaza del Generalísimo (de Baix). Al llegar con este recorrido a la calle Mayor, prácticamente se rompía la procesión. Las comparsas llevaban casi todas farolillos de papel y al ser una calle estrecha se chocaban los de uno y otro lado de la procesión, perdiéndose el recato y recogimiento que debe tener este acto. De esta manera se llegaba a la plaza donde volvía otra vez la normalidad. Una vez llegado San Bonifacio se le hacían los honores al son del Himno Nacional y con la casi totalidad de festeros se procedía a su entrada al templo parroquial, seguidamente se acompañaba a sus domicilios a los cargos festeros y se daba por concluida la fiesta del día 14, el día más importante de la fiesta.

Con la llegada del nuevo día la fiesta iba tocando a su fin. Las comparsas pasan a recoger a sus cargos festeros y a las diez y media comienza la subida del santo a su ermita. Como en la bajada, el acto lo comienza la comparsa Vizcaínos y los capitanes también hacen gala de sus rodelas.

En los corrilllos se comenta que una nueva comparsa va a hacer su aparición. El caso es que la fiesta sigue su ritmo, llega la última comparsa a la ermita, los Árabes Damasqui­nos, y tras ellos San Bonifacio porta­do por los Vizcaínos.

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Capitanía Labradores. Luis Iborra Chorro, Carmen Díaz Navarro y la rodela Deogracias Payá Pomares.

Comienza la misa de gracias y du­rante ésta la banda musical de Agost interpreta piezas de música sacra. A su término, agradecimientos por par­te de responsables festeros, civiles y eclesiásticos. Un «Visca Sant Bonifaci» es contestado por un enfervoriza­do público festero y no festero con un «Visca». La fiesta del año 1962 ha terminado. En la plazoleta empiezan los corrillos a especular quién será capitán, abanderada y rodela de esta o aquella comparsa. Por la calle Julio Román (Nueva) sube un grupo con un vistoso pañuelo a la cabeza y un cordón de bobinas de hilo rodeándo­la. Mientras, en la plazoleta, se co­mienzan a nombrar los nuevos cargos para el año siguiente. Cuando se ha nombrado a las siete comparsas ya es ta» clamor, la fiesta se ha hecho más grande otra comparsa irrumpe en la ficta en el bando moro. Es la compar­sa Moros Beduinos. Sus peripecias, el de las comparsas y de la fiesta en la reseña-crónica del año 1963.

CAPITANES, ABANDERADAS, RODELAS, EMBAJADORES Y MÚSICAS DEL AÑO 1962

Capitán Cristiano:

Francisco Navarro Bernabeu

(Vizcaínos, media fiesta)

Embajador cristiano:

Aurelio Villaplana Beltrán

VIZCAÍNOS

Capitán: Francisco Navarro Bernabeu

Abanderada: Remedios Navarro Bernabeu

Rodela: Loli Rico Romero

Música: Unión Musical de Agost

MARINOS

Capitán: Alfredo Díaz Rizo

Abanderada: Teresa Díaz Rizo

Rodela: M.a Cristina Hernández Villaplana

Música: Municipal de Monóvar

TERCIO DE FLANDES

Capitán: Amadeo Morant Montesinos

Abanderada: Elisa Navarro Maestre

Rodela: Rafi SalaTomás

Música: Unión Musical de Petrel

ESTUDIANTES

Capitán: Ismael Poveda Poveda

Abanderada: Marlén Manzanera Tordera

Rodela: María Amparo Poveda Brotons

Música: La Matraca de Játiva

LABRADORES

Capitán: Luis Iborra Chorro

Abanderada: Carmen Díaz Navarro

Rodela: Deogracias Payá Pomares

Música: Unión Linca de Pinoso

Capitán Moro:

Eliseo Payá Bernabeu

(Moros Marroquíes, media fiesta)

Embajador Moro:

Antonio García Palazón

MOROS MARROQUÍES

Capitán: Elíseo Payá Bernabeu

Abanderada: Reme Giménez Bernabeu

Rodela: Mari Reme Galiano Carbonell

Música: Municipal de Ollería

ÁRABES DAMASQUINOS

Capitán: Pedro Pérez Cortés

Abanderada: Reme Muñoz Francés

Rodela: María Olga Pérez Llobregat

Música: Agrupación Musical de Jijona.