En busca del Vinalopó

Efectivamente, la tarde anterior habíamos salido de Madrid en dirección hacia Valencia, donde yo debía arreglar algunos asuntos a la mañana siguiente. Durante la práctica totalidad del trayecto, habíamos sufrido un improcedente y pertinaz chirimiri, cosa del todo punto inusual para la estación y el lugar en que nos hallábamos. Sabido es que en los páramos castellano manchegos y en el desolado levante sudoriental, tan solo dos fenómenos atmosféricos son connaturales al verano tardío, la inundación – con pedrisco incluido –  y el estiaje. A la mañana siguiente, el tiempo atmosférico había vuelto a su seca normalidad, pero yo no acababa de tenerlas todas conmigo. Ya sé sabe como son estas cosas, nunca llueve a gusto de todos. Al salir del apartamento de Eixample valenciano mis fosas nasales se arrugaron de manera peculiar. Creí percibir, además de la humedad endémica del lugar, un cierto y peculiar frescor en el ambiente. Las discordes noticias de la radio, recibidas intermitentemente desde la barra de la cafetería, no hicieron más que confirmar mis peores temores. La discordante voz femenina nos amenazaba con lluviosas copiosas en las zonas pirenaicas orientales de Cataluña, y Mallorca estaba en alerta L.

– Bueno, Sr. Peiró, ¿nos va a explicar el misterio ese de las fuentes del Vinalopó?

– Lleva cuidado con mi padre y no le tires mucho de la lengua. Si se pone en vena nos cuenta la historia del río desde los tiempos de Adán y Eva.

– En realidad, tampoco hay mucho que contar, – interrumpí un tanto picado – el riachuelo nace en un vallecito al oeste de Banyeres denominado Hoya de Bobalar, pero esos terrenos han pertenecido históricamente a la villa de Bocairente, que se encuentra un poco más al norte, en la provincia de Valencia, mientras que Banyeres está en la de Alicante. De ahí que los de Bocairente reclamaran el derecho a usar sus aguas, mientras que los de Banyeres alegaban que nacía en terrenos de su jurisdicción.

– Bueno, pero, dónde  nace entonces.

– Se ha llegado a una solución transaccional. En los mapas modernos se hace constar que el Vinalopó nace en la confluencia de la Sequia Major, que es la que tiene su origen en la citada Foya de Bobalar, con el barranco de Pinarets, que es otro hilillo de agua que nace en la peña Blasca al sur de Banyeres y en su propio término municipal.

– ¿Te has enterado de algo tío? Porque yo me he quedado igual que estaba.

Apostilló mi hijo, mirando por el espejo retrovisor a nuestro huésped.

– Bueno, no sé. Supongo que quiere decir que corren un poco aguas abajo su nacimiento y todos contentos, no.

Detrás de las nubes algodonosas, venía otro frente algo más compacto y gris. Estaba escrito, iba a llover aquella tarde.

“Para qué me meteré yo en estos berenjenales”, me dije. “Ahora va a empezar a llover y no parará en una semana.”

No sabría decir a ciencia cierta lo que me había llevado a concebir aquel proyecto. Me gustaba pensar que, una tarde, conduciendo por la autovía que atraviesa el valle, había tenido una especie de visión. Vime, de pronto, con el zurrón al hombro, calzando pesadas botas de cuero y destilando sudor; la gorra campera calada hasta las cejas, saltando por piedras, riscos y matorrales, sin importarme la ferocidad del sol ni la fragosidad del camino. Me imaginaba, con un húmedo resplandor en mis ojos, las noches de infinitas estrellas, plenas del croar de las ranas y el runruneo de las cigarras, envuelto en una manta junto al trepidante fuego. Sentía en mis huesos el agradable frescor de la mañana mediterránea, el sol apareciendo entre las lomas pardas, y yo, junto al fuego, aderezando las chuletas de cordero y revolviendo la ensalada confeccionada a base de alficoces, y tomates afanados en la huerta más próxima, sabiendo que de postre me esperaban los frescos y dulces frutos de la higuera. Sin olvidar, claro está, la bota que llevaba en bandolera, llena del recio y áspero vino de la tierra.

– ¿Qué es aquel castillo? – Preguntó nuestro pasajero.

-Ah, ya estamos llegando, aquel es el famoso castillo de Banyeres.

-¿Famoso, por qué?

– Bueno, supongo que porque en una de nuestras numerosas guerras civiles, una que tuvo lugar hace como doscientos años, se zurraron a gusto ambos bandos luchando por su posesión. Al final, no quedó, prácticamente, piedra sobre piedra.

– Pues, desde aquí, parece estar en muy buen estado. – Comentó mi hijo,  en un descreído tono filial.

– Sí, ya sabes, últimamente se ha puesto de moda el reconstruirlos. El patrimonio cultural, el turismo y todo eso. Aquí no iban a ser menos.

– ¿Y qué guerra civil fue esa? – Insistieron desde atrás.

Puente de la estación, con pasarela de madera, tras la ríada de 1885.
Puente de la estación, con pasarela de madera, tras la ríada de 1885.

2 thoughts on “En busca del Vinalopó”

  1. Y ahora ¿ una novela por entregas?
    Desde luego que esta web, es un auténtico lujo cultural.Y además gratis.
    mis felicitaciones

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