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Elda y Petrer en el Diccionario geográfico-estadístico del Dr. Miñano y Bedoya

[1]

POR: Fernando Matallana Hervás y Mari Carmen Rico Navarro

Artículo publicado originalmente en la revista Alborada número 48 – 2004: Especial crónica del centenario [2].

Desde la Ilustración se puso de manifiesto la necesidad de los Estados de saber la población con la que contaban, inquirir sobre el volumen de las producciones agrícolas, artesanas e industriales del país, indagar su potencial económico, el nivel de rentas, el conocimiento del territorio a través de mapas exactos, la apertura y mejora de vías de comunicación, y,en general, la recopilación de una amplia variedad de datos estadísticos aplicados a la acción de gobierno, a los planes de reforma y a la toma de decisiones. Todo ello determinó un gran interés por los estudios geográficos, lo que promovió la formación de especialistas y la aparición de organismos e instituciones que se dedicaron a esta disciplina. De este auge de la Geografía podemos señalar varios hitos.

[3]
Portada de la obra del Dr. Miñano y Bedoya (Biblioteca Gabriel Miró. CAM. Alicante).

 

Así por ejemplo, durante el reinado de Carlos III al frente del Gabinete Geográfico estuvo Tomás López de Vargas Machuca, figura insigne de la cartografía nacional, nombrado más tarde Geógrafo de los dominios de S.M. En 1796, se estudió la posibilidad de creación de un Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos con la finalidad de realizar un mapa nacional. Más adelante, en plena Guerra de la Independencia, nace el llamado Depósito de Guerra, precedente del Servicio Geográfico del Ejército, con la finalidad de proporcionar mapas itinerarios fiables a los soldados españoles. La primera Cátedra de Geografía y Cronología de la Universidad española se funda en la Central de Madrid, en 1822. El año anterior había surgido en París la Societé de Géographie, a la que perteneció Miñano. En 1835, se crea la Escuela Especial de Ingenieros Geógrafos y, en 1843, se constituye la Comisión Directiva del Mapa de España; pero los trabajos no debieron avanzar mucho ya que diez años después,mediante real decreto, se insta a la elaboración del Mapa Topográfico Nacional por medio de un organismo ad hoc del Ministerio de Fomento. Por último, en septiembre de 1870, asistimos a la creación del Instituto Geográfico encargado de la continuación de dicho mapa a escala 1:50.000 (1). De forma tardía, la corriente europea de las sociedades geográficas llega a nuestro país, creándose la Sociedad Geográfica de Madrid (1876) y la Sociedad Española de Geografía Comercial (1884), entidades privadas que aunaban el afán de conocimiento con los intereses mercantiles.

Los limitados objetivos de la Geografía de principios del siglo XIX no iban más allá de la mera descripción de los países y la elaboración de mapas con finalidad económica, militar o de navegación marítima. Diríase que se trataba de una Geografía meramente«descriptiva, inventarial y enumerativa» (2), precedente de la Geografía moderna y científica de corte explicativo y sistemático que fundaron Humboldt y Ritter.

El abate Miñano

Sebastián de Miñano y Bedoya no reunía las características propias de un geógrafo; no era precisamente un aventurero o un explorador, aunque sí era un hombre de vasta cultura, con conocimientos amplios en materia de Derecho, Iglesia, Política, Medicina, Literatura, etc. Eclesiástico y escritor, Miñano representa el caso prototípico de una personalidad cuya vida se vio directamente condicionada por las dos Españas de su época: la absolutista y la liberal, el constitucionalismo y el Antiguo Régimen, ante las cuales no dudó en tomar parte activa por la más retrógrada. Nacido en Becerrilde Campos (Palencia) en 1779, realizó sus primeros estudios de Filosofía y Teología en el Seminario de su diócesis y, después, se trasladó a Salamanca donde comenzó de forma simultánea las carreras de Leyes y Medicina. Su padre, Andrés Miñano, corregidor de Trujillo, le colocó a los 16 años como familiar del cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo, siendo destinado al servicio del infante don Luis María de Borbón, sobrino de Carlos III. Con D. Luis asistió a las clases de Leyes y Cánones y obtuvo el grado de doctor en Derecho Civil. Nombrado su amo titular de la archidiócesis de Sevilla, al joven Miñano le fue conferida la responsabilidad de primer oficial de la secretaría. En la capital andaluza entabló amistad con intelectuales como Ceán Bermúdez, Isidoro Morales, Arjona, Reinoso, Alberto Lista y José María Blanco White, círculo en el que forjó «su estilo correcto y original» y a «no buscar la gracia a costa de la verdad y a no sacrificar jamás los rigurosos principios lógicos al deseo de aplaudir las opiniones dominantes» (3). El cabildo de la catedral hispalense le designó su representante de negocios en la Corte, por lo que se trasladó a Madrid. Con posterioridad se le ordenó regresar a Sevilla, donde permanecería como prebendado hasta 1812.

Cuando la ciudad fue tomada por los franceses, trató de mantenerse en una posición neutral y rehusó prestar juramento al nuevo rey, siendo detenido e incomunicado durante 42 días. Un individuo como él que había recibido tantos beneficios de la familia Borbón no podía reconocer, sin un gran coste personal, a la nueva dinastía. No obstante, cuando las fuerzas ocupantes abandonaron Sevilla, Miñano decidió marchar a Francia con el mariscal Soult, en previsión de eventuales desórdenes y venganzas. Bajo la falsa acusación de afrancesamiento, regresaría a Madrid en 1816 para dedicarse a diversas empresas literarias y políticas, y rápidamente fue exonerado de aquella imputación. J.L.Alborg (4), sorprendentemente, lo llama«presbítero liberal» cuando su talante, en realidad, era bastante conservador y se había quedado anclado en la época del despotismo ilustrado. Algunos estudiosos lo han considerado como uno de los fundadores del género costumbrista. Publicó, entre otras, las siguientes obras: los Lamentos del pobrecito holgazán que estaba acostumbrado a vivir a costa ajena (1820), las Cartas de don Justo Balanza y Cartas del madrileño, en las que critica las costumbres de la época; participó, junto a Reinoso, Lista y Gómez Hermosilla, en la redacción de El Censor (1820-1822), semanario desde el que hostigaron al gobierno liberal; es autor de un Discurso sobre la libertad de imprenta, de la Historia de la revolución de España durante los años de 1820 al 1823, por un testigo ocular (1824), escrita en francés y publicada en París, al servicio de la causa absolutista y tradujo al castellano una historia de la medicina. Por estos años ingresó en la Real Academia de la Historia con un discurso Sobre censo y topografía de España.Vivió en España hasta 1831, año en que se trasladó de nuevo a Francia para trabajar, según A. Mª. Berazaluce (5),como agente de los realistas.

Alternó su residencia entre Bayona y San Sebastián, donde fundaría el periódico La Estafeta, y murió en la primera de las ciudades citadas el día 6 de febrero de 1845, siendo enterrado en el cementerio viejo de la segunda. Al escritor palentino se le atribuye (6) un hijo natural, fruto de su relación con la donostiarra Agustina Francisca Montel, que fue bautizado como Eugenio de Ochoa y Montel (Bayona, 1815-Madrid, 1872), traductor, entre otras muchas obras, de El daguerrotipo, de M. Daguerre (7).

El Diccionario

Entre 1826 y 1829 publicó su obra más importante, el Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal (8),dedicado al rey, que le sirvió, en palabras de Luis Antonio Blanco (9), para ser nombrado miembro de la Academia de la Historia. El trabajo de Miñano no es fruto de la comprobación in situ del territorio, sino el resultado de una labor de gabinete, mediante el despliegue de una amplísima red de corresponsales –en su mayoría, curas párrocos— en todo el territorio peninsular e insular que, mediante un cuestionario, como anteriormente había hecho Tomás López, le informan acerca de los aspectos de su interés en cada localidad o de determinados accidentes geográficos. La recopilación de datos, según informa Juan Bta. Codina (10), tuvo lugar entre 1822 y 1826. A este respecto, podríamos decir que su labor fue la de un editor literario actual, cuando dice «que no hago otra cosa publicándola, sino restituir al público lo que él me ha prestado,y redactar con algún orden el trabajo hecho por los demás». En el prólogo a la obra confiesa que desde hace años tenía «afición a la geografía» aunque «sin los conocimientos necesarios que pudieran justificarlo». Tenía el proyecto de redactar un diccionario universal geográfico-estadístico, pero esta obra de dimensiones transoceánicas quedó reducida a la piel de toro e islas adyacentes por indicación de la Academia de la Historia (11), cuya necesidad y utilidad reconocía la institución académica y que, aún así, seguía siendo una empresa de gran aliento para la época y para los medios con que contaba su responsable.

[4]
Zona Sur del mapa del Reino de Valencia, según Antonio José Cavanilles (1795), donde se puede apreciar la cuenca del río Vinalopó.

D. Sebastián dice que su pretensión no es «hacer una obra perfecta», pero sí alberga la intención de «mostrar el camino por donde otros más aventurados (…) llegasen a conseguirlo», aunque también asevera que para hacer el Diccionario geográfico «no se necesitan estudios muy profundos». La obra comienza con la definición de algunos de los términos geográficos más usuales (globo, mapa,meridianos y paralelos, coluros, trópicos, círculos polares, línea del Ecuador, etc.), la división política de la Tierra en imperios, reinos, repúblicas y otros Estados –los cuales, a su vez se subdividen en ciudades, villas, aldeas y caseríos— y una introducción a la Geografía general en la que aborda las cuestiones referentes a la atmósfera y la climatología (los distintos regímenes de temperaturas, vientos y lluvias); el estudio del mar y los océanos; los continentes y las montañas, las «fuerzas electro-magnéticas» que rigen la dinámica terrestre y la distribución de la flora y fauna.

Para su elaboración, dispuso de la cobertura política que le proporcionó el ministro de Hacienda, López Ballesteros; contó, desde el principio, con la ayuda de Antonio Juanes –antiguo compañero de estudios– en tareas de documentación y redacción, y con determinados personajes de la Corte que le proporcionaron datos informativos; utilizó los archivos ministeriales, en especial los de Marina y Guerra, el Archivo General de Rentas y sobre todo, como ya hemos apuntado, recabó la colaboración de los párrocos de las respectivas localidades para que la obra reuniera las condiciones adecuadas de exhaustividad y profundidad: «más de 16.000 pueblos están descritos por noticias de su Curas párrocos (…) con una aproximación a que hasta ahora no había llegado ninguna obra de esta clase». Por ello, el Diccionario… constituye una fuente de gran interés para el conocimiento de la historia social y económica de la España de la Década ominosa.

Respecto de los municipios, los artículos contienen, en líneas generales, la siguiente información:

1) Denominación actual y nombre antiguo.

2) Rango: ciudad, villa, aldea, feligresía, lugar, caserío, barrio, granja, coto redondo…

3) Si se trata de una propiedad señorial, realengo, abadengo o mixta.

4) Reino o provincia al que pertenece.

5) Partido judicial.

6) Diócesis.

7) Autoridades: alcalde mayor u ordinario, o juez ordinario.

8) Si posee administración de loterías y rentas, y estafeta de correos.

9) Población: vecinos y número de habitantes.

10) Parroquias, conventos y ermitas.

11) Edificios significativos: palacios, cuarteles, hospitales, posadas, pósitos…

12) Emplazamiento topográfico: montes,ríos, valles…

13) Extensión.

14) Clima.

15) Ferias y mercados.

16) Cultivos.

17) Aguas: fuentes, manantiales…

18) Escudo de armas, honores y privilegios.

19) Producción agrícola.

20) Industrias.

21) Historia y personajes célebres.

22) Distancias en leguas.

23) Contribución a la real Hacienda.

De los epígrafes enumerados, quizá el más controvertido era el alusivo a la población. La cifra de habitantes, en la etapa preestadística, era asunto tabú. Los gobiernos locales ocultaban gran parte del vecindario por temor a los reclutamientos y a los administradores de la Hacienda pública, ya que podían ver aumentado tanto el número de quintos, como las cargas tributarias. Sobre este particular, Miñano explica que el número de personases el dato mas «necesario y el más difícil de averiguar en una gran nación», mostrándose partidario de un tratamiento impositivo moderno: los municipios no deben contribuir por el número de vecinos, «sino por su verdadera riqueza, o lo que es lo mismo, el producto líquido de su trabajo o industria».

Hubo, además de los sacerdotes, otros vecinos notables y cargos públicos que proporcionaron reseñas locales a Miñano, como médicos, cirujanos, contadores de valores, corregidores, militares, fiscales, intendentes, subdelegados de policía y secretarios de distintos organismos colegiados. Otro de los apoyos con que contó el diccionarista fue, necesariamente, bibliográfico. Miñano consultó las obras del P. Flórez, Antonio Ponz, Bernardo Espinalt, Jordán y Frago, Guillermo Bowles, Eugenio Larruga, Isidoro Antillón, y Alexandre Laborde, entre otras muchas. Para el Reino de Valencia se sirve en gran medida de las Observaciones de Antonio José Cavanilles, redactadas unos treinta años antes, sobre todo para aquellos casos en que carecía de información. El Diccionario… coordinado por Miñano tiene un gran componente nacionalista cuyo objetivo es «probar a los extranjeros con hechos, y no con palabras, que todas las grandes ventajas con que la naturaleza quiso dotar a nuestro suelo han recaído en manos laboriosas y agradecidas», con ello piensa que realiza un gran servicio a su patria como es el de poner de manifiesto las riquezas que hay en ella y que los españoles reparen en su valor a fin de extraer los mayores beneficios, vislumbrando, tal vez, un horizonte de autarquía: «La España no necesitará de nadie desde el momento en que sepa bastarse a sí misma en todos aquellos artículos que, o son producciones de su fértil suelo, o deben ser el resultado de su industria».

Como toda obra pública y publicada, no podía estar exenta de crítica, de opiniones contrarias y de refutaciones; de este tipo de alegatos parece que recibió bastantes en cartas, artículos, hojas volanderas, folletos, etc. Juan Álvarez le contestó con una serie de, al menos, cinco Observaciones (12) publicadas como folletines en las que puso de manifiesto los errores, dislates y descuidos de la obra de don Sebastián. La ciudad de Mahón dio a conocer un Manifiesto (13) expresando sus reparos a lo que se decía en el artículo correspondiente del Diccionario… Pero, sin duda, uno de los principales polemistas fue Fermín Caballero, catedrático de Geografía y, posteriormente, ministro en dos ocasiones con gobiernos progresistas, que le fustigó, entre 1827 y 1828, con diez entregas de Correcciones fraternas (14) y tuvo la socarronería de publicar unas Añadiduras a la corrección fraterna y suplemento al suplemento de Miñano, o sea, tomo 12 de su Diccionario geográfico-estadístico (15). En expresión de Codina Bas (16), «esta cruel y mordaz persecución le hundió personal y literariamente». El presbítero era consciente de que en una obra de estas características y dimensiones (más de 35.000 entradas) se habían deslizado inexactitudes, «errores de pluma y de imprenta», y que eran muchas las correcciones que necesitaba el Diccionario…, pero se defiende argumentando que no pretendía realizar una obra definitiva, sino una obra perfeccionable «en abrir el camino por donde puedan otros marchar sin tantos obstáculos y malezas como a nosotros se nos presentaron» y, por último, reta a que los lectores que detecten errores, en el artículo de su pueblo de nacimiento o de domicilio, escriban otro mejor sin copiar lo que aparece en el libro, de esa forma :«Veríamos a esos escritores de poquito, que tanto se lisonjean con haber descubierto una, dos, ciento, y aun si quiere mil equivocaciones, si acertaban a reunir tan innumerables e importantes noticias, como hallarán en la obra que tanto se esfuerzan a morder. Entonces aprenderán a ser equitativos e indulgentes, ya que por desgracia no han aprendido a ser urbanos y comedidos».

Petrer y Elda

Las descripciones de Elda y Petrer que aporta D. Sebastián, se sitúan,por un lado, entre las de José Montesinos (17) –redactadas entre 1794 y 1804– y la de Pascual Madoz (18) –publicadas en 1847 y 1849, respectivamente para cada población– ; por otro lado, las podemos ubicar entre las impresiones de dos célebres viajeros: Alexandre Laborde (19), editada en París en 1809, y Richard Ford (20), según los datos que recogió hacia 1830-1833 y publicó a partir de 1845. Ofrecemos, seguidamente, la transcripción literal de las voces Elda y Petrel, una fuente literaria que hasta ahora no había sido abordada en los respectivos marcos locales, respetando la ortografía, puntuación y abreviaturas del original. Se trata, en ambos casos, de trabajos de síntesis en una obra de características enciclopédicas, que pretenden dar una idea de conjunto –incompleta, como se verá más adelante–, una visión sincrónica y, al mismo tiempo, paralela de lo que eran Elda y Petrer hacia 1822-1826.

[5]
Antigua iglesia parroquial de Elda, citada por el abate Miñano.

 

ELDA (21), V.S. de España, provincia de Valencia, partido y obispado de Orihuela. A.M. de primera clase con 2 ordinarios, 1.000 vecinos, 3.961 habitantes, 1 parroq., 1 convento de frailes Franciscanos, 1 hospit., 1 posada, 1 pósito, caja de correos, administración subalterna de rentas y loterías. El nomb. de esta villa es de orig. arábigo. Sit. en un llano a 1/2 hora E. de Petrel, y O. de Monóvar, rodeados todos tres por todas partes de montes, y de iguales ó semejantes productos. A este de quien hablamos le riega un pequeño río que se forma en las vertientes de Villena y otros pueblos con fuertes avenidas. Las calles son estrechas, pero largas y bien alineadas. Su término se extiende hacia el E. como un tiro de fusil, hacia el S. como 1/2 hora, al O. 3/4 y al N. otro tiro de bala. Produce trigo, maíz, aceite,vino, cebada, hortaliza y muchas clases de frutas. Industria, 3 fábricas de aguardiente, 2 de jabón y 2 de papel. Dista 19 leg. de la capital, y 9 de marcha militar de Molina, pasando por Monóvar y Abanilla, 8 de Jumilla, pasando por Monóvar y 5 de Caudete, pasando por Villena y Sax. Desde Elda a Alicante hay 6, pasando por Monforte. Contr. 17.175 rs.

Comentarios al artículo ELDA

Dice que Elda es villa secular, es decir, perteneciente a señorío solariego y/o nobiliario, como casi siempre ha ocurrido, desde el s. XIII, en la historia de este municipio, salvo breves periodos de tiempo durante los cuales el dominio perteneció a la Corona (señorío de realengo), a infantazgos o a la Orden militar de Santiago (maestrazgo). En el momento de la redacción del texto era titular de la heredad don Felipe Mª. Osorio y de la Cueva, decimocuarto conde de Elda, según el árbol genealógico realizado por Gabriel Segura y Daniel Valls (22). El fragmento continúa manifestando que pertenece a la provincia de Valencia, pero hemos de entenderlo en el sentido de antiguo reino valenciano, puesto que la división provincial propiamente dicha no se introduciría en la Administración española hasta 1833, de la mano de Javier de Burgos. El municipio está enclavado en el partido judicial y diócesis de Orihuela. Cuenta con alcalde mayor o gobernador, representante del señor jurisdiccional en el territorio del condado de Elda, quien administra y vigila sus intereses sobre el terreno. El municipio, al margen de la alternancia de ayuntamientos constitucionales y realistas que caracteriza el primer tercio del S. XIX (23), estaba gobernado por el concejo, justicia y regimiento del que formaban parte, al igual que a finales del siglo anterior, el alcalde ordinario, cuatro regidores, un síndico procurador general, el alcalde de la hermandad, un diputado, un síndico personero del común y un alguacil mayor (24). A estas magistraturas, Joaquín Samper añade, para el decenio 1824-1833, cuatro alcaldes de barrio e informa de que todos los puestos eran de nombramiento real (25).

[6]

En el apartado demográfico, el informante calcula la población en 1.000 vecinos (=familias u hogares)—al igual que había hecho Cavanilles—lo que arroja un total de 3.961 personas, cifra que está un poco por debajo de la ofrecida en 1800: 1.078 vecinos y 3.988 habitantes. Aunque existiese una encubierta general, hemos de reconocer, por los datos de que disponemos, que la evolución demográfica de Elda durante las primeras décadas decimonónicas refleja una situación de estancamiento con tendencia a la baja. Fueron años de malas cosechas, de hambrunas, de epidemias, de inestabilidad política y de actividad bandolera en la zona a lo que hay que añadir, como indica J.Samper, el agotamiento agrícola del término municipal. Sólo a partir de los años centrales del siglo XIX se empezaría a remontar la crisis y en 1856 se superarían los 4.000 moradores, según se desprende de la tabla 1. Respecto a los edificios significativos de la villa, da cuenta de los siguientes:

—Una iglesia parroquial, la de Santa Ana, fundada en 1528 sobre la antigua mezquita mayor, la cual, a su vez, aprovechaba una anterior sinagoga, según documentación dada a conocer recientemente por Antonio Poveda.

—Un convento de padres franciscanos situado extramuros del núcleo urbano, bajo la advocación de «Ntra. Sra. de los Ángeles», creado gracias a liberalidad de la familia Coloma en 1562.

—Un hospital de pobres, dedicado a la «Purísima Concepción» (27),situado en la placeta del mismo nombre, calle S. Roque. El centro sanitario se fundó en 1641 por el cuarto conde de Elda, Juan Andrés Coloma, haciendo efectiva una manda testamentaria de Beatriz de Corella (1584), primera esposa de Antonio Coloma.

—Una posada. Alberto NavarroPastor (28) sugiere que, desde finales del s. XVII, el «hostal y parador de carros» estaría situado junto al «portal del Mesón o del Hostal» –luego también llamado del Chapitel— a la salida de la villa en dirección a Alicante. En consecuencia, la posada a la que alude el texto debía estar ubicada en la calle homónima, también llamada del Mesón; posteriormente,cuando las vías públicas se rotularon de forma oficial, se llamó de la Esperanza y, desde 1904, Antonio Maura (29). La posada, de acuerdo con lo dispuesto por el capítulo XXII de la Carta puebla (30), correspondía,junto con la taberna, los hornos y los molinos y otros establecimientos de venta al por menor, a la reserva señorial y ésta tenía potestad para adjudicar su explotación a la persona que designara.

—Un pósito de granos donde se almacenaba la producción de cereal y se concedían préstamos en especie. Esta institución había sido creada en tiempos de Felipe II con la finalidad de regular los precios y garantizar el abastecimiento en épocas de malas cosechas. En 1751 se creó la Superintendencia General de Pósitos, organismo que les proporcionó una nueva época de esplendor; como ha estudiado Gonzalo Anes (31), sobre los 3.000 existentes se crearon otros tantos a iniciativa de particulares y 2.000 más de titularidad municipal. Los pósitos, al margen de ser un instrumento de lucha contra las crisis alimentarias, funcionaron como entidades de crédito que adelantaban trigo a bajos intereses, de un modo parecido a las actuales cajas de ahorro,según señala Domínguez Ortiz (32).

– Al estar situada sobre el camino real que ponía en comunicación ala Corte con el Mediterráneo, no nos debe de extrañar que la localidad dispusiera de un puesto de correos y administración de rentas y loterías. Del primero sabemos que, a finales del XIX, estaba situado en la calle Nueva, frente a la de Colón.

Dos omisiones valorativas hemos de señalar en el texto que comentamos:el castillo y las ermitas. El antiguo alcázar-palacio de los Coloma,sin estar en su mejor momento de conservación y habitabilidad, distaba mucho aún de alcanzar el grado de degradación que posteriormente lograría, por tanto hemos de considerar que seguía siendo un edificio de referencia en la pequeña villa decimonónica. Lamberto Amat (1820-1893) que lo recorrió desde sus años de infancia, nos lo describe con minuciosidad y es difícil comprender la ausencia de una construcción como ésta en la enumeración de edificios significativos.

En esta misma línea, hemos de señalar nuestra extrañeza al comprobar que el artículo en cuestión no aluda a alguna de las 11 ermitas, tanto rurales como urbanas, que cita el gramático Montesinos. Al menos en Petrer se menciona una, situada fuera del recinto murado. Ello induce a pensar que Miñano no contó con un corresponsal en Elda, y mucho menos que fuera el párroco –quien seguramente no hubiera pasado por alto esta anotación—sino que el abate se hubo de procurar los datos referidos a Elda a partir de manuales y repertorios bibliográficos de tipo genérico a partir de los cuales entresacó el contenido informativo que le interesaba.

Siguiendo una vieja corriente que arranca en las Décadas de Gaspar de Escolano, y avala la hipótesis expuesta anteriormente, dice que el nombre de la villa es de origen árabe; no especifica cual,pero seguramente se refiere a las formas Idella, Dadlo, Daellos y Dahellos. En cualquier caso, se trata de una tradición totalmente desacreditada en la actualidad, después del estudio realizado por Samper Alcázar (33) sobre este particular que ha demostrado que el topónimo actual conecta con la denominación ibérica Ilo, las latinas Elo o Ello (El.lo) –de donde se componen las expresiones Ad Ello y Ad Ellum—, las árabes Illi(h) o Illu(h) y las romances Ella (El.la) o Et.la, de donde derivaría Elda.

[7]
Normas sobre administración de pósitos. (Archivo Municipal de Elda. 72/5).

 

Dice el texto que Elda se sitúa en un llano, lo cual no deja de ser cierto puesto que está emplazada en la planicie que ocupa el fondo del valle del mismo nombre; pero también es verdad que esta descripción topográfica se corresponde más con la Elda actual que a la de hace 200 años, ya que ésta se arracimaba entorno al montículo del castillo, proyectándose la trama urbana en dirección S y SW. En cambio, el autor del texto repara en la configuración del relieve en forma de valle que engloba a las poblaciones de Elda (en el centro), Petrer (al Este) y Monóvar (al Oeste) «rodeados todos tres por todas partes de montes»: Sierra del Cid, Chaparrales, Bateig, S. de las Pedrizas, S. de la Umbría (Barrancadas), Camara, La Torreta y S. del Caballo.

Afirma que Elda es bañada por un «pequeño río que se forma en las vertientes de Villena»; omite el nombre de la corriente fluvial y la confunde con las aguas de riego procedentes de las fuentes del Chopo, en término de Villena, y de la Torre del Emperador, en Sax, que se aprovechaban–no sin pleitos– en la huerta eldense; incluso podría parecer que se equivoca en cuanto a la ubicación del nacimiento del río, pero leyendo la voz Novelda comprobamos que esta rambla se llama Vinalapó y tiene su origen en «las fuentes de este nombre que nacen en el término de Bañeras» (tomo VI, p. 268). En este caso, si es atribuible al presbítero un error en las funciones de coordinación dela obra, al no haber cotejado debidamente ambos artículos.

Un apunte importante es de las «fuertes avenidas» que experimenta el río, una lamentable trayectoria de crecidas históricamente constatada. En este sentido, hemos de traer a colación las palabras que se le dedican a su paso por la vecina Novelda, porque en gran medida son aplicables al término eldense: «Es un terrible enemigo para el pueblo,pues aunque regularmente trae poco agua y tiene un ancho cauce, la furia de sus avenidas destruyen muchas veces los campos contiguos a sus riberas» (tomo VI, p. 268), palabras que describen fielmente el régimen de su caudal.

La descripción de las calles morunas del núcleo urbano es un préstamo de Cavanilles. En contraste con las de Petrer, las de Elda le resultan estrechas y bien alineadas, pero el calificativo de largas habría de ser matizado, puesto que junto a los recovecos formados por calles como las de la Comadre, la Palmera, Linares y el Marqués, placetas como las de la Parras y S. Pascual y callejones como el del Pandorgo o del Toril, aparecen otros viales de largas dimensiones como el formado por el actual alineamiento Independencia-Laliga-Maura, entrecruzado por la Purísima, S. Roque y Nueva, o el de la Cañamona-del Vall o la calle de las Dueñas, etc.

Es sabido que Elda dispone de un término municipal, bastante reducido, de 44,68 Km2. El redactor no se anda con mucha precisión al medirlo y para ello utiliza un doble sistema de cálculo: por un lado, con armas de fuego, y, por otro, por tiempo transcurrido marchando a pie. A ojo de buen cubero y desde un punto central, que podría considerarse el castillo o la Iglesia parroquial, considera que la jurisdicción local hacia el Este (Petrer) se extiende «como un tiro de fusil» y en dirección Norte (Sax) como «otro tiro de bala». Tal vez resulte atrayente este sistema en desuso de medidas de longitud («a tiro de piedra», «a tiro de ballesta», «a disparo de cañón»), muy frecuente en la jerga militar, pero resulta harto inexacto. Un tiro de fusil en aquella época podía alcanzar con garantías un blanco situado a menos de 100 m., pero la distancia total que podía recorrer un proyectil no llegaba más allá de los 200 o 300 m., con lo cual nos encontramos que las distancias estimadas parecen cortas.

El límite Sur (Novelda y Petrer), en dirección Alicante, lo sitúa como a media hora de camino (2,7 Km.,aproximadamente); en tanto que el del Oeste (Monóvar) aparece a 45 minutos (unos 4,2 Km.), tiempos y distancias que entran dentro de lo razonable, si partimos como referencia del cálculo que equipara una legua (5,572 Km.) a una hora de caminata.

Los cultivos, idénticos en los tres pueblos del valle, siguen siendo básicamente los mismos del s. XVIII: en el secano predomina la trilogía mediterránea (vid, olivo y cereales) y en el regadío hortalizas y frutas. En cambio, es de destacar que no se citen los almendros, las higueras y los algarrobos, árboles propios de las llamadas tierras blancas, o las moreras y la sericultura. Tampoco se menciona la barrilla, planta necesaria entonces para la elaboración de jabón. Son muchas las citas elogiosas dela huerta eldense y del trabajo de sus naturales. De ellas sólo vamos a recuperar la del cronista alicantino Vila y Blanco, un tanto exagerada, escrita a mediados del s. XIX con motivo de la inauguración del ferrocarril, cuando dice que era como «un oasis», una «alfombra de verdura sobre la que reposa Elda (…) un paisaje que proclama las excelentes dotes agrícolas de sus pobladores, como revela su aplicación y ardor infatigable» (34).

En el apartado industrial, menciona 3 fábricas de aguardiente, 2 de jabón y 2 de papel; no especifica si estas últimas eran de estraza o de papel blanco, tampoco indica producciones y resulta igualmente llamativo que no mencione los molinos de majar esparto (martinetes) y la elaboración de diferentes artículos con esta planta (felpudos, cofines, alpargatas, cuerdas, etc.), una de las actividades «más sobresalientes dela villa», en expresión de Madoz (35), y,según Cavanilles, de las que proporcionaban mayores ganancias (36). Contrasta la información de Miñano con la que recogió el abogado navarro unos diez años después: 8 fábricas de papel, 8 molinos harineros,27 almazaras y 50 lagares para la elaboración de vino. Tampoco aludió el presbítero a la tejera o a los varios telares que reseña el botánico viajero.

Las distancias que se indican de Elda respecto a los municipios de referencia parece que quedan un poco cortas. Así por ejemplo, a Valencia («la capital») marca 19 leguas, es decir, aproximadamente 104,5 Km., cuando el recorrido es de unos 140 Km. En leguas el itinerario de marcha militar indica:

—9 a Molina de Segura (por Monóvar y Abanilla).

—8 a Jumilla (por Monóvar).

—5 a Caudete (por Sax y Villena).

—6 a Alicante (por Monforte).

Por último, informa que Elda contribuye con 17.175 reales a la Hacienda pública, cantidad que en relación con las aportadas por los municipios circunvecinos y su correspondiente cifra de habitantes, nos dan una idea de la caótica política impositiva del absolutismo: 60.440 reales abona Novelda (7.434 hab.), 26.847 rs. paga Monóvar (9.294 hab.) y, sobre todo,con los 44.331 rs. que tributa Sax (2.846 hab.); mientras que Petrer, con 9.572 rs. (2.237 hab.), se sitúa en una presión fiscal parecida a la de Elda.

Comentarios al artículo PETREL

La voz que hace referencia a la villa de Petrer, antecedida por el municipio oscense de Petralba y seguido por el valenciano de Petrés, aparece en el tomo VIII del Diccionario…, concretamente en las páginas 2 y 3.

PETREL, V.S. de España, provincia de Valencia, partido y obispado de Orihuela. A.O., 574 vecinos, 2.237 habitantes, una parroquia, 1 ermita estramuros,1 pósito. Situada al pie de un pequeño monte, donde hay un antiguo castillo, y continua por el pie de otro montecito, extendiéndose como unos 600 pasos y la mitad de ancho; calles estrechas, feas y muy pendientes (Véase Elda). Todo el valle esta plantado de olivos, almendros, moreras y otros árboles; pero lo más del término es montuoso y arenisco. La huerta es bastante grande y regada por las aguas de una rambla que se forma cerca de las vertientes de los montes. Hay en sus alrededores muchas fuentes, y entre ellas una muy copiosa de agua salada. Por privilegio del rey Don Felipe V, se intitula esta villa y sus vecinos Muy Nobles, Fieles y Leales vasallos, y se mandó en él que, al escudo de armas, que es un castillo con tres torres, se añadiera, encima del torreón de en medio, un brazo con una espada, y al otro lado de ella una bandera. Prod. Almendra, aceite, poco trigo y cebada, y mediana cosecha de vinos. Industria: dos fábricas de aguardiente y dos de jabón. Dista 21 leg. dela capital y 8 de la cab. de part. Contribuye, 9.572 reales.

[8]

Por lo que respecta a Petrer, D.Sebastián destaca, entre otros aspectos, el demográfico, los edificios más sobresalientes, el urbanismo, los cultivos, las fuentes, la producción agrícola, las industrias y la distancia en leguas de la capital y del partido judicial.Desde el punto de vista histórico únicamente hace mención a la concesión que hizo el rey Felipe V a sus vecinos y al escudo.

La breve descripción del presbítero habla de 574 vecinos, o sea 2.237 habitantes. Del contraste de estos datos con los del Censo de Floridablanca (1787), se deduce que la población ha disminuido ya que esta última fuente poblacional arrojaba un total de 2.636 habitantes, 1.275 varones y1.361 mujeres (37). En 1822 la población era de 2.439 habitantes. Al comparar esta última cifra con la que recoge el Diccionario…, es evidente que se ha producido un descenso de 202 habitantes. Respecto a 1849, se producirá un pequeño repunte ya que Pascual Madoz estima la población en 2.537 h.

Entre los edificios importantes,Miñano cita la iglesia, una ermita, el castillo y el pósito.

[9]
«Situado al pie de un pequeño monte, donde hay un antiguo castillo», fortaleza de Petrer, antes de la restauración.

 

Según la información que aparece en la obra de José Montesinos (38), el templo parroquial ya existía en 1430 y en cuanto al castillo sabemos que data de época almohade, último cuarto del siglo XII.

El origen exacto del pósito de Petrer (39) nos es, en parte, desconocido,pero sabemos que fue en 1689 cuando se fundó con personalidad propia, aunque también podemos decir que, de alguna manera, venía desempeñando su actividad desde unos años antes como una función más del consejo municipal. Se hallaba en la Plaça de Baix esquina a Cura Bartolomé Muñoz, anteriormente conocida como calle del Pósito, en el solar que en la actualidad está ocupado por el Museo Arqueológico y Etnológico Municipal «Dámaso Navarro».En las elecciones de 1892 y 1905 el edificio del pósito –en las segundas ya convertido en escuela– y la casa consistorial se utilizaron como colegios electorales.

Miñano incluye Petrer dentro de la provincia de Valencia. Es de aplicación a la villa de Petrer lo que hemos explicado sobre este asunto en el caso de Elda. En lo que respecta al número de ermitas únicamente señala «1 ermita extramuros» cuando en realidad había varias. Probablemente, Miñano se refería a la de San Bonifacio (1634) o a la del Santísimo Cristo (1674). En cambio,el erudito Montesinos añade a estas dos las de Santa Bárbara (en la partida del mismo nombre), la de Santa Teresa de Jesús (en la Pedrera), la de S. Vicente Ferrer (Puça), la de Ntra.Stra. del Rosario (Rabosa) y la de la Purísima Concepción (Catí).

El hecho de que describa las calles de Petrer en términos poco elogiosos, no hay porqué atribuirlo al propio Miñano sino a su informante a quien por criterios estéticos o motivos de cualquier otra índole no le gustaron las callejuelas árabes de la villa petrerense.

En los apartados de producción agrícola e historia, Miñano, al igual que con anterioridad lo hizo Montesinos, sigue a Bernardo Espinalt, aunque estos dos últimos escritores son más explícitos. El autor del Diccionario… al abordar la historia de Petrer,únicamente habla del privilegio que le concedió el rey Felipe V y cuando describe el escudo de armas dela villa se limita a transcribirlo con las palabras de Espinalt. El escudo que diseña el humanista de Orihuela no tiene nada que ver con el que dibuja Espinalt y Miñano describe. La propuesta de estos dos últimos autores no se compadece con el escudo municipal de Petrer, cuya representación gráfica más antigua es la del índice de la Giradora de 1735. El empleado de correos y el eclesiástico sitúan el brazo con una espada y la bandera encima del torreón central del castillo, mientras que en el dibujo de la Giradora dichos elementos nacen de los respectivos flancos: del izquierdo una espada y del derecho una bandera. También olvidan los dragones y la cabeza de varón que aparecen en la Giradora, aunque en realidad no son elementos heráldicos, sino sólo aditamentos decorativos típicos delos diseños dieciochescos. Por su parte, Montesinos dibuja sobre la torre central del castillo una cabeza de varón y plasma bien, como en la Giradora, la orientación hacia dentro, a ambos lados, de las extremidades superiores que sostienen, respectivamente,una espada y una bandera. Los reiterados Miñano y Espinalt tampoco mencionan la corona que sí incluye Montesinos (40).

[10]

[11]

[12]
De arriba a abajo, escudos de Petrer según el Libro de Giradora (1735), Espinalt (1784) y Montesinos (1791).

Se da la circunstancia de que José Montesinos también copia al principio de su crónica sobre Petrer al autor del Atlante Español. Sobre el abastecimiento de agua,el Diccionario… afirma que «hay en sus alrededores muchas fuentes» aunque no especifica cuales. En cambio ubica en término de Petrer «una muy copiosa de agua salada». Casi con toda seguridad se refiere a la de Salinetas de Novelda. Al igual que otros autores, como el citado Espinalt, Joseph Townsend y Tomás López, D. Sebastián sitúa esta fuente en Petrer, cuando geográficamente se encuentra en el término municipal de Novelda. También en esta referencia Miñano copia, como anteriormente lo hizo Montesinos, a Bernardo Espinalt. Aunque estos dos últimos escritores, como en todos los aspectos que tratan, se extienden y precisan un poco más que Miñano, indicando además «que está guardada por un dependiente de Salinas».

Al describir otros pueblos como Elda, Monóvar, Villena, etc. habla del origen del topónimo, pero en el caso de Petrer no ocurre así.

En cuanto a la industria, el abate cita dos fábricas de aguardiente y dos de jabón. Sabemos que en 1840, las fábricas de destilar aguardiente, junto con las bodegas, eran un elemento importante en lo que respecta a la economía del pueblo. En 1849 Madoz no hace mención a ninguna de estas dos industrias. Miñano alude a la producción vinícola en términos de «mediana cosecha de vinos», pero en realidad esta producción debía ser importante en aspectos cualitativos. Los vinos de Petrer obtuvieron, en 1863 y 1878, menciones honoríficas en las exposiciones siguientes: Medalla de Honor en la National Academy Of Great Britain, de Londres, con fecha 29 de abril de 1863,  Medalla de Honor en la Academia Nacional de Gran Bretaña, en el mismo año, y dos Medallas de Oro en la Exposición Universal de París, de 1878.

Al igual que anteriormente ocurrió con Cavanilles, Sebastián de Miñano tampoco menciona la alfarería, cuando sabemos que por aquellos años Petrer contaba con tres alfarerías y dos tejeras, según aparece en el Libro de Matrícula General para el Derecho de Patentes de 1822. En el Libro de contribución industrial del año 1849,para un total de 602 vecinos según los datos oficiales constan únicamente tres fábricas de cacharrería. Por otra parte, este mismo año Pascual Madoz aporta un recuento de 2.537 habitantes, citando entre las «instalaciones industriales» cinco fábricas de alfarería y una de tejas.

Como se puede observar no coinciden los datos que ofrece el Archivo Municipal y los de Madoz, ni en lo que se refiere a la población ni en lo que respecta al número de fábricas dedicadas a la manipulación del barro. Según éste último, existen dos alfarerías más y hay una fábrica de tejas que no aparece en el registro industrial.

El último aspecto que trata el escritor palentino alude a la distancia en leguas de la capital, Valencia, cifrándola en 21 leguas y 8 a la cabeza del partido judicial, Orihuela. Si comparamos esta información con la que ofrecen Bernardo Espinalt y José Montesinos constatamos que habla de 7 leguas de recorrido respecto a Orihuela, es decir una legua menos.

[1]
Edificio de la Plaça de Baix de Petrer, construido en 1935 para Dispensario de Higiene, en el lugar donde estuvo el Pósito municipal. En la actualidad es el Museo Arqueológico Etnológico Municipal «Dámaso Navarro».

Respecto a las personas que le proporcionaron información, en la mayoría de los pueblos fueron los sacerdotes, pero no parece que fuera el caso de Petrer. El párroco en el año 1810 era Francisco Javier Ruiz de López y en 1830 Mariano Maestre actuó como regente del anterior. En 1834 fue Antonio Rivera. Al igual que ocurre en Elda, extraña, en cierta medida, que el informador de Petrer fuera un sacerdote y cite sólo una ermita, cuando en realidad como hemos apuntado, y según Montesinos,apenas treinta años antes había un total de siete. Como conclusión, se puede afirmar que Miñano no aporta prácticamente nada sustancial en lo referente a Petrer, pues sigue al pie de la letra lo que con anterioridad habían escrito, primero, Espinalt y Montesinos, después.

Notas:

1. Atlas temático Comunidad Valenciana.Director, Alfredo Morales Gil. Alicante: Información, 1991.Tomo I, p. 12-25.

2. Gómez Mendoza, J., Muñoz Jiménez, J. y Ortega Cantero, N., El pensamiento geográfico. Estudio interpretativo y antología de textos.– Madrid: Alianza, 1982, p.19.

3. Diccionario enciclopédico hispano-americano de literatura, ciencias y artes. – Barcelona: Montanery Simón, 1892. – Tomo 13, p.138

4. Alborg, Juan Luis, Historia de la literatura española. – Madrid: Gredos,1980. – Tomo III, p. 714.

5. Berazaluce, Ana María, Sebastián de Miñano y Bedoya (1779-1845). – Pamplona: Universidad de Navarra, 1983.

6. Kurtz, Gerardo F., «Las traducciones al castellano del manual de Daguerre y otros textos fotográficos tempranos en España 1839-1846». En: Archivos de la fotografía.– Zarautz: Photomuseum, 1996.– Vol. II, n. 1, primavera-verano,1996. También en la página web:www.terra.es/personal/gfkurtz.

7. El daguerrotipo. Explicación del descubrimiento que acaba de hacer, y que ha dado nombre M.Daguerre. Madrid: Imp. de I. Sancha,1839.

8. Miñano y Bedoya, Sebastián de, Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal, dedicado al rey nuestro señor. – Madrid:Imp. de Pierart-Peralta, 1826-1829.- 11 v. En Internet hemos encontrado referencia de una ed. facs.:Madrid: Lib. Rayuela, 2001, 2 v.

9. Enciclopedia de Historia de España.Dirigida por Miguel Artola. –Madrid: Alianza, 1991. – Vol. IV:Diccionario biográfico, p. 571-572.

10. Codina Bas, J. Bta., La Marina Alta de Sebastián de Miñano. Valencia, El autor, 1991, p. 12.

11. La Real Academia de la Historia había promovido la publicación de un Diccionario geográfico e histórico de España (Madrid, 1802) que, inicialmente, sólo alcanzó en su Sección Ia las Provincias Vascongadas. La institución desistió del proyecto al comprobar «las muchas dificultades casi insuperables que se oponían a tan útil empresa». Más adelante la obra sería continuada por A. C. Govantes que se ocupó de La Rioja y parte de Burgos.

12. Observaciones necesarias a todos los que lean un diccionario geográfico y estadístico de España que se está publicando…– Madrid, Imp. de L. Amarita,1826. A estas Observaciones, cuyo quinto folletín apareció al año siguiente, respondió  Miñano por la misma vía panfletaria mediante la Contestación del autor del Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal, a las observaciones necesarias de D. J. Álvarez.– Madrid: Imp. de Pierart-Peralta,1826.

13. Manifiesto que hace al público la ciudad de Mahon sobre ser la capital de Menorca, en refutación de lo que se lee en el suplemento al diccionario… Mahón:Imp. de P. A. Serra, 1830. Palau Dulcet sostiene que el autor es Antonio Ramis Ramis.

14. Corrección fraterna al presbítero…Sebastián Miñano, autor de un Diccionario geográfico…, que sudan las prensas de Pierart-Peralta. – Madrid, 1827.

15. Madrid, Imp. de E. Aguado,1830. – 172 p.

16. Codina Bas, J. B., Op. cit., p.18.

17. Montesinos Pérez, José, Las excelencias y fundación de la muy noble y fidelísima villa de Elda (…). Elda, Fundación P. González Vidal, 1997.

18. Madoz, Pascual, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. – Madrid, 1847 y1849, tomos VII y XII.

19. Laborde, Alexandre, Itinérarire descriptif de l´Espagne (…). Paris,Chez H. Nicolle et Lenormant,1809. 5 v., tomo I. Trad. española de Mariano Cabrerizo, publicada en Valencia, Imp. de I.Mompié, 1816. 2 v.

20. Ford, Richard, Manual para viajeros por los reinos de Valencia y Murcia y lectores en casa. Madrid, Turner, 1982, p. 107.

21. Miñano y Bedoya, S. de, Diccionario…,tomo III, p. 336-337.

22. Árbol genealógico de la casa condal de Elda (ss. XVI-XX). Elda: Ayuntamiento-Cajamurcia, 1999.

23. Sánchez Recio, G., «Elda en 1812. La elección del primer Ayuntamiento constitucional. En: Alborada: n. 26, 1980.- Rico Navarro, Mª.C., y Mollá Torregrosa, J., «Reposición del Ayuntamiento realista en la villa de Elda en 1823-1824». En: Alborada,n. 27, 1981.

24. Matallana Hervás, F., «La reforma municipal de Campomanes en la villa de Elda. Aspectos institucionales». En: Alborada, n.30, 1984, p. 25-32.

25. Samper Alcázar, J., Elda a través de la historia. Comunidad humana y territorio – Elda, Ayuntamiento,1995, p. 119.

26. Cifra obtenida por J. A. Ramos Vidal al multiplicar el número de vecinos por un coeficiente 4,5, lo que proporciona un resultado algo elevado para el contexto general. Véase Ramos Vidal,J. A., «Introducción al bandolerismo en la comarca del Alto y Medio Vinalopó (1823-1840)».En: Alborada, n. 29, 1983.

27. Martí Cebrián, J. A., «Beatriz de Corella, fundadora del primer hospital de Elda». En: Alborada,n. 40, 1995, p. 136-137.

28. Navarro Pastor, Alberto, Historia de Elda. Alicante, C.A.P.A.,1981. Tomo I.

29. Rodríguez Campillo, J., Elda: urbanismo, toponimia y miscelánea. Elda, Ayuntamiento 1999,p. 23-140.

30. Carta de población del señorío de Elda 1611-1612. Transcripción e introducción de G. Sánchez Recio. Elda: Ayuntamiento,1979.

31. Anes Álvarez, Gonzalo, «Los pósitos en la España del siglo XVIII». En: Moneda y Crédito, junio 1968. Citamos por Domínguez Ortiz, A., Sociedad y Estado en el siglo XVIII español. Barcelona,Ariel, 1981, p. 418.

32. Domínguez Ortiz, A., Ibid.

33. Samper Alcázar, J., «De Ilo a Elda: contribución al estudio de los nombres de Elda». En: Fiestas Mayores, n. 6, 1989, s.p.

34. Vila y Blanco, Juan, Isabel II en Alicante. Alicante, Imp. y lit. de laViuda de Carratalá, 1858, p. 178.

35. Madoz, P., Diccionario… Tomo VII,p. 463-464.

36. Cavanilles, Antonio Josef, Observaciones sobre la historia natural,geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia.– Madrid, Imprenta Real,1797, tomo II, p. 257-260. Citamos por la reprod. facs. de:Valencia, Albatros, 1981.

37. Rico Navarro, Mª. C., «La población de Petrer hace 200 años: el Censo de Floridablanca». En: Festa 86, s.p.

38. Montesinos, José., Apuntes sobre «la fundación de la ilustre villa de Petrer…». Introducción de Hipólito Navarro Villaplana. Petrer, Caja de Crédito, 1993.

39. Payá Poveda, J. M., «El pósito municipal de Petrel. Aproximación a su estudio». En: Festa 94,p. 34-43.

40. Vázquez Hernández, V., «El escudo de Petrer». En: Festa 98, p.41-48.