Elda y Petrer en el Diccionario geográfico-estadístico del Dr. Miñano y Bedoya

De los epígrafes enumerados, quizá el más controvertido era el alusivo a la población. La cifra de habitantes, en la etapa preestadística, era asunto tabú. Los gobiernos locales ocultaban gran parte del vecindario por temor a los reclutamientos y a los administradores de la Hacienda pública, ya que podían ver aumentado tanto el número de quintos, como las cargas tributarias. Sobre este particular, Miñano explica que el número de personases el dato mas «necesario y el más difícil de averiguar en una gran nación», mostrándose partidario de un tratamiento impositivo moderno: los municipios no deben contribuir por el número de vecinos, «sino por su verdadera riqueza, o lo que es lo mismo, el producto líquido de su trabajo o industria».

Hubo, además de los sacerdotes, otros vecinos notables y cargos públicos que proporcionaron reseñas locales a Miñano, como médicos, cirujanos, contadores de valores, corregidores, militares, fiscales, intendentes, subdelegados de policía y secretarios de distintos organismos colegiados. Otro de los apoyos con que contó el diccionarista fue, necesariamente, bibliográfico. Miñano consultó las obras del P. Flórez, Antonio Ponz, Bernardo Espinalt, Jordán y Frago, Guillermo Bowles, Eugenio Larruga, Isidoro Antillón, y Alexandre Laborde, entre otras muchas. Para el Reino de Valencia se sirve en gran medida de las Observaciones de Antonio José Cavanilles, redactadas unos treinta años antes, sobre todo para aquellos casos en que carecía de información. El Diccionario… coordinado por Miñano tiene un gran componente nacionalista cuyo objetivo es «probar a los extranjeros con hechos, y no con palabras, que todas las grandes ventajas con que la naturaleza quiso dotar a nuestro suelo han recaído en manos laboriosas y agradecidas», con ello piensa que realiza un gran servicio a su patria como es el de poner de manifiesto las riquezas que hay en ella y que los españoles reparen en su valor a fin de extraer los mayores beneficios, vislumbrando, tal vez, un horizonte de autarquía: «La España no necesitará de nadie desde el momento en que sepa bastarse a sí misma en todos aquellos artículos que, o son producciones de su fértil suelo, o deben ser el resultado de su industria».

Como toda obra pública y publicada, no podía estar exenta de crítica, de opiniones contrarias y de refutaciones; de este tipo de alegatos parece que recibió bastantes en cartas, artículos, hojas volanderas, folletos, etc. Juan Álvarez le contestó con una serie de, al menos, cinco Observaciones (12) publicadas como folletines en las que puso de manifiesto los errores, dislates y descuidos de la obra de don Sebastián. La ciudad de Mahón dio a conocer un Manifiesto (13) expresando sus reparos a lo que se decía en el artículo correspondiente del Diccionario… Pero, sin duda, uno de los principales polemistas fue Fermín Caballero, catedrático de Geografía y, posteriormente, ministro en dos ocasiones con gobiernos progresistas, que le fustigó, entre 1827 y 1828, con diez entregas de Correcciones fraternas (14) y tuvo la socarronería de publicar unas Añadiduras a la corrección fraterna y suplemento al suplemento de Miñano, o sea, tomo 12 de su Diccionario geográfico-estadístico (15). En expresión de Codina Bas (16), «esta cruel y mordaz persecución le hundió personal y literariamente». El presbítero era consciente de que en una obra de estas características y dimensiones (más de 35.000 entradas) se habían deslizado inexactitudes, «errores de pluma y de imprenta», y que eran muchas las correcciones que necesitaba el Diccionario…, pero se defiende argumentando que no pretendía realizar una obra definitiva, sino una obra perfeccionable «en abrir el camino por donde puedan otros marchar sin tantos obstáculos y malezas como a nosotros se nos presentaron» y, por último, reta a que los lectores que detecten errores, en el artículo de su pueblo de nacimiento o de domicilio, escriban otro mejor sin copiar lo que aparece en el libro, de esa forma :«Veríamos a esos escritores de poquito, que tanto se lisonjean con haber descubierto una, dos, ciento, y aun si quiere mil equivocaciones, si acertaban a reunir tan innumerables e importantes noticias, como hallarán en la obra que tanto se esfuerzan a morder. Entonces aprenderán a ser equitativos e indulgentes, ya que por desgracia no han aprendido a ser urbanos y comedidos».

Petrer y Elda

Las descripciones de Elda y Petrer que aporta D. Sebastián, se sitúan,por un lado, entre las de José Montesinos (17) –redactadas entre 1794 y 1804– y la de Pascual Madoz (18) –publicadas en 1847 y 1849, respectivamente para cada población– ; por otro lado, las podemos ubicar entre las impresiones de dos célebres viajeros: Alexandre Laborde (19), editada en París en 1809, y Richard Ford (20), según los datos que recogió hacia 1830-1833 y publicó a partir de 1845. Ofrecemos, seguidamente, la transcripción literal de las voces Elda y Petrel, una fuente literaria que hasta ahora no había sido abordada en los respectivos marcos locales, respetando la ortografía, puntuación y abreviaturas del original. Se trata, en ambos casos, de trabajos de síntesis en una obra de características enciclopédicas, que pretenden dar una idea de conjunto –incompleta, como se verá más adelante–, una visión sincrónica y, al mismo tiempo, paralela de lo que eran Elda y Petrer hacia 1822-1826.

Antigua iglesia parroquial de Elda, citada por el abate Miñano.

 

ELDA (21), V.S. de España, provincia de Valencia, partido y obispado de Orihuela. A.M. de primera clase con 2 ordinarios, 1.000 vecinos, 3.961 habitantes, 1 parroq., 1 convento de frailes Franciscanos, 1 hospit., 1 posada, 1 pósito, caja de correos, administración subalterna de rentas y loterías. El nomb. de esta villa es de orig. arábigo. Sit. en un llano a 1/2 hora E. de Petrel, y O. de Monóvar, rodeados todos tres por todas partes de montes, y de iguales ó semejantes productos. A este de quien hablamos le riega un pequeño río que se forma en las vertientes de Villena y otros pueblos con fuertes avenidas. Las calles son estrechas, pero largas y bien alineadas. Su término se extiende hacia el E. como un tiro de fusil, hacia el S. como 1/2 hora, al O. 3/4 y al N. otro tiro de bala. Produce trigo, maíz, aceite,vino, cebada, hortaliza y muchas clases de frutas. Industria, 3 fábricas de aguardiente, 2 de jabón y 2 de papel. Dista 19 leg. de la capital, y 9 de marcha militar de Molina, pasando por Monóvar y Abanilla, 8 de Jumilla, pasando por Monóvar y 5 de Caudete, pasando por Villena y Sax. Desde Elda a Alicante hay 6, pasando por Monforte. Contr. 17.175 rs.

Comentarios al artículo ELDA

Dice que Elda es villa secular, es decir, perteneciente a señorío solariego y/o nobiliario, como casi siempre ha ocurrido, desde el s. XIII, en la historia de este municipio, salvo breves periodos de tiempo durante los cuales el dominio perteneció a la Corona (señorío de realengo), a infantazgos o a la Orden militar de Santiago (maestrazgo). En el momento de la redacción del texto era titular de la heredad don Felipe Mª. Osorio y de la Cueva, decimocuarto conde de Elda, según el árbol genealógico realizado por Gabriel Segura y Daniel Valls (22). El fragmento continúa manifestando que pertenece a la provincia de Valencia, pero hemos de entenderlo en el sentido de antiguo reino valenciano, puesto que la división provincial propiamente dicha no se introduciría en la Administración española hasta 1833, de la mano de Javier de Burgos. El municipio está enclavado en el partido judicial y diócesis de Orihuela. Cuenta con alcalde mayor o gobernador, representante del señor jurisdiccional en el territorio del condado de Elda, quien administra y vigila sus intereses sobre el terreno. El municipio, al margen de la alternancia de ayuntamientos constitucionales y realistas que caracteriza el primer tercio del S. XIX (23), estaba gobernado por el concejo, justicia y regimiento del que formaban parte, al igual que a finales del siglo anterior, el alcalde ordinario, cuatro regidores, un síndico procurador general, el alcalde de la hermandad, un diputado, un síndico personero del común y un alguacil mayor (24). A estas magistraturas, Joaquín Samper añade, para el decenio 1824-1833, cuatro alcaldes de barrio e informa de que todos los puestos eran de nombramiento real (25).


En el apartado demográfico, el informante calcula la población en 1.000 vecinos (=familias u hogares)—al igual que había hecho Cavanilles—lo que arroja un total de 3.961 personas, cifra que está un poco por debajo de la ofrecida en 1800: 1.078 vecinos y 3.988 habitantes. Aunque existiese una encubierta general, hemos de reconocer, por los datos de que disponemos, que la evolución demográfica de Elda durante las primeras décadas decimonónicas refleja una situación de estancamiento con tendencia a la baja. Fueron años de malas cosechas, de hambrunas, de epidemias, de inestabilidad política y de actividad bandolera en la zona a lo que hay que añadir, como indica J.Samper, el agotamiento agrícola del término municipal. Sólo a partir de los años centrales del siglo XIX se empezaría a remontar la crisis y en 1856 se superarían los 4.000 moradores, según se desprende de la tabla 1. Respecto a los edificios significativos de la villa, da cuenta de los siguientes:

—Una iglesia parroquial, la de Santa Ana, fundada en 1528 sobre la antigua mezquita mayor, la cual, a su vez, aprovechaba una anterior sinagoga, según documentación dada a conocer recientemente por Antonio Poveda.

—Un convento de padres franciscanos situado extramuros del núcleo urbano, bajo la advocación de «Ntra. Sra. de los Ángeles», creado gracias a liberalidad de la familia Coloma en 1562.

—Un hospital de pobres, dedicado a la «Purísima Concepción» (27),situado en la placeta del mismo nombre, calle S. Roque. El centro sanitario se fundó en 1641 por el cuarto conde de Elda, Juan Andrés Coloma, haciendo efectiva una manda testamentaria de Beatriz de Corella (1584), primera esposa de Antonio Coloma.

—Una posada. Alberto NavarroPastor (28) sugiere que, desde finales del s. XVII, el «hostal y parador de carros» estaría situado junto al «portal del Mesón o del Hostal» –luego también llamado del Chapitel— a la salida de la villa en dirección a Alicante. En consecuencia, la posada a la que alude el texto debía estar ubicada en la calle homónima, también llamada del Mesón; posteriormente,cuando las vías públicas se rotularon de forma oficial, se llamó de la Esperanza y, desde 1904, Antonio Maura (29). La posada, de acuerdo con lo dispuesto por el capítulo XXII de la Carta puebla (30), correspondía,junto con la taberna, los hornos y los molinos y otros establecimientos de venta al por menor, a la reserva señorial y ésta tenía potestad para adjudicar su explotación a la persona que designara.

—Un pósito de granos donde se almacenaba la producción de cereal y se concedían préstamos en especie. Esta institución había sido creada en tiempos de Felipe II con la finalidad de regular los precios y garantizar el abastecimiento en épocas de malas cosechas. En 1751 se creó la Superintendencia General de Pósitos, organismo que les proporcionó una nueva época de esplendor; como ha estudiado Gonzalo Anes (31), sobre los 3.000 existentes se crearon otros tantos a iniciativa de particulares y 2.000 más de titularidad municipal. Los pósitos, al margen de ser un instrumento de lucha contra las crisis alimentarias, funcionaron como entidades de crédito que adelantaban trigo a bajos intereses, de un modo parecido a las actuales cajas de ahorro,según señala Domínguez Ortiz (32).

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