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El zapatero global

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No tuvimos la suerte de desplazarnos hasta Vietnam para conocerle, sino que nos encontramos con la amabilidad de José Luis González en una terraza del pueblo; con esa honda mirada de quien ha conocido a otras gentes y otras culturas. Con historias que contar de paraísos lejanos (México, China, Vietnam…) y también con su conocimiento extenso de la industria del calzado.

Pronto nos fijamos en su hablar pausado y su discurso relajado. Pese a residir en un país de connotaciones bélicas y uno de los más poblados del mundo, con 87 millones de habitantes, la vida allí transcurre en otro tempo, lejos del estrés al que los occidentales estamos acostumbrados. Y no será por una cuestión de trabajo, ya que en Vietnam la jornada laboral es más intensa que la nuestra y puede alargarse hasta la noche.

Aunque José Luis no conduce, sí pasa cada día  por la ciudad más grande del país, Ho Chi Minh (popularmente conocida como Saigón), cosa que se convierte una auténtica aventura. Un mar de ciclomotores le envuelve en su recorrido, cientos de vietnamitas lo rodean portando los objetos más inverosímiles, desde animales, pasando por mercancías peligrosas, hasta familias al completo, que difícilmente cabrían en nuestros monovolúmenes. Una imagen que podemos haber visto en la red o en documentales televisivos, pero que en directo impresiona. Bien porque la gente no puede permitirse un coche, bien porque supone una locura hacerse camino con un vehículo de mayores dimensiones, lo cierto es que la moto es la estrella de las carreteras vietnamitas, algo que José Luis comprendió, integrándose como uno más en el caos. “Para cruzar una calle a pie es mejor no mirar a los lados, porque el visitante podría esperar durante horas, en vano, a que el tráfico se desvaneciese. Sólo queda levantar la mano y agitarla, esperando a que la marabunta de conductores vayan dejándote paso”, apunta José Luis.

Imágenes como esta (fíjense en el pequeño niño entre los dos adultos) son el pan de cada día en Vietnam (imagen extraída de mecuentas.com) [2]
Imágenes como esta (fíjense en el pequeño niño entre los dos adultos) son el pan de cada día en Vietnam (imagen extraída de mecuentas.com)
Esta foto, similar a la anterior, la captó el propio José Luis. [3]
Esta foto, similar a la anterior, la captó el propio José Luis.

Viajero desde la niñez

En este contexto se desarrolla el día a día de José Luis, un manchego nacido hace 57 años en Albacete y con sangre zapatera. Su padre ya formaba parte del gremio y en el año 1959, cuando contaba con siete años de edad, se trasladaron a Petrer. “Mi abuelo era zapatero, de La Roda (Albacete), y tenía un taller donde hacía zapatos a medida. Mi padre trabajaba como encargado en una fábrica donde se realizaban botas de Guardia Civil y en casa también hacía zapatos a medida, como mi abuelo. Además, todos mis hermanos son zapateros”.

Cuenta José Luis que con semejantes antecedentes era previsible dedicarse al calzado. Y así fue cómo empezó a trabajar cuando tenía doce años en la marroquinería, cuando corría el año 1964. “Empecé a desvirar a los 15 años y en aquellos momentos era el trabajo más peligroso, el más complicado y el mejor pagado también, dentro de la industria del calzado. Mucha gente ha perdido algún dedo en esta arriesgada tarea”.

Nos explica cómo el canto del zapato se pegaba a la suela, la cual tenía un sobrante, por lo que había que dejar el perfil ajustado a pulso, “trabajo que se tenía que hacer con una máquina que iba a 16.000 revoluciones por minuto, con una fresa de 16 dientes…”. Al recordar aquel momento, sonríe y confiesa que llegó a quemar unos cuantos motores de máquinas de desvirar.

El trabajo no sólo era peligroso, sino que era intenso, puesto que no trabajaba fijo en una fábrica, llegando a simultanear la actividad en cuatro o cinco, “de modo que cuando terminaba la producción en una, me iba corriendo a otra”.

Periplo en México

Aquel adolescente estaba comenzando, sin ser consciente de ello, una próspera carrera en el calzado que le convertiría, muchos años después, en un hombre de mundo. “Estuve trabajando en Joaquín Bernabéu como jefe de producción durante cerca de 23 años. En 1994 contactaron conmigo porque había un mexicano que tenía una gran empresa en México y que quería un técnico español para cambiar los sistemas de producción. Me hizo una gran oferta de trabajo y me fui allí, en calidad de asesor de producción”. De este modo José Luis abandona Petrer y España para lanzarse a la producción internacional.

Con el país de los dos “golfos” (entiéndase, el de California y el de México) como punto de partida de nuestra conversación, José Luis reconoce la importancia de las experiencias vividas, no solo en el ámbito personal, sino también en el profesional. “Supuso una gran experiencia vital. Yo asimilé en México métodos o detalles referidos al calzado que nunca se nos habían ocurrido aquí, igual que me sucedió más tarde en Asia. La lección más importante que descubrí fue que cuando vas a un sitio nunca debes pensar que eres el mejor, lo fundamental es que al mismo tiempo vayas a aprender. Y yo he aprendido muchísimo”.

José Luis nos ilustra con diferentes ejemplos de los detalles de producción que agilizaban todo el proceso y se aplicaban ya por aquel entonces en México, como es el sistema de forrado de tacones, que traspasó aquí a su vuelta. “Allí al tacón no se le daba brocha, sino que se le aplicaba cola por inmersión. Se colocaban en un soporte, por ejemplo, 50 pares de tacones, que se sumergían en cola y después se dejaban escurrir. Después se forraba el tacón, se lijaba y se hacía el perfilado completo y se quedaba el zapato perfecto, cosa que se está haciendo aquí ahora también. Eso yo lo aprendí en México en los año 90”.

Producción en los gigantes asiáticos

Tras tres años en México, “sin saber nada de inglés y mucho menos de chino”, el zapatero se embarcó en su particular aventura asiática, cuyo primer destino fue China. Durante cuatro años dirigió el negocio Petrer 92 en la fábrica Selena, teniendo a su cargo a 6.000 trabajadores.

José Luis en la Gran Muralla. [4]
José Luis en la Gran Muralla.

“Allí no tienes que ir a abrir ninguna fábrica nueva, simplemente contactas con  la gente y contratas una de las ya existentes. Todo el desarrollo y el diseño del zapato se hace en Petrer. Una vez que el cliente tiene la colección, se mandan desde aquí los componentes y se desarrollan en el otro lado del mundo”, nos cuenta sobre la producción asiática.

Fábrica de zapatos en el país más poblado del mundo. [5]
Fábrica de zapatos en el país más poblado del mundo.
Una de las fábricas de zapatos de Selena en la que José Luis ha desarrollado su labor. [6]
Una de las fábricas de zapatos de Selena en la que José Luis ha desarrollado su labor.
Fachada de la fábrica. [7]
Fachada de la fábrica.

Un sistema de trabajo que, aunque suscita las críticas de muchos, José Luis defiende. “Llega un momento en que tienes que irte fuera, es necesario para la empresa. Has de intentar que tu negocio no muera y si tienes que marcharte para que aquí pueda funcionar, no te queda otra alternativa. Nosotros somos conscientes de que estamos haciendo algo en Petrer porque estamos haciendo zapatos allí. No puedes decir: “me muero aquí”. En cambio, sí podemos sobrevivir aquí y podemos vivir allí. Es importante cambiar la mentalidad y saber que en otras partes también saben hacer zapatos. Es más, en todo el tiempo que llevo en el calzado, nunca un cliente se ha quejado de que se ha roto un tacón o se ha despegado una suela”.

Nuestro protagonista (a ver si aciertan a verlo) con algunas de los encargados de sección de la fábrica de China [8]
Nuestro protagonista (a ver si aciertan a verlo) con algunas de los encargados de sección de la fábrica de China

Este imperativo del que habla José Luis es el mismo que provocó su traslado de China a Vietnam hace cuatro años, algo que él describe como “un paso natural”. “En China hace dos años empezaron a subir los precios y tuvimos que buscar otro mercado. Europa le impuso un antidumping a China y el precio se incrementó (el antidumping suponía un veintitantos por cien más), de modo que hubo que moverse a Vietnam. Muchas empresas se vieron obligadas a hacer lo mismo”.

En Vietnam José Luis se encarga de supervisar la producción de la fábrica, comprobando que se cumplen las condiciones y controles de calidad. Una factoría en la que están empleados entre 6.000 y 12.000 trabajadores. “Las nuestras parecen juguetes a su lado”, cuenta divertido. “Al entrar en una fábrica de esas dimensiones, te preguntas cómo pueden decirte que tu cometido es enseñar a la gente de allí”.

El zapatero en una fábrica de China. [1]
El zapatero en la fábrica de China, acompañado por Francisco Poveda, `Patxi', hijo de Eliseo Poveda, 'Lito'.
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La producción diaria de la fábrica en la que vemos a José Luis es de 5.000 pares. Esta imagen es de Vietnam.

La vida en Asia

Los extensos detalles laborales que José Luis nos refirió, su aprendizaje, a la par que enseñanza continuos, no podían obviar la otra cara de la moneda: la vida diaria en un hábitat desconocido y la soledad que aqueja al que está fuera de su patria. Sin duda, como él mismo reconoce, la práctica del deporte ha sido un buen aliado en la distancia. De hecho, José Luis ha practicado deporte durante toda su vida, estuvo jugando en Primera División en el Juventud Petrel de balonmano, con el que consiguió el ascenso a primera provincial, luego a regional y, más tarde, a nacional; también ha practicado el futbito y el tenis.

“Hace ocho años sufrí un infarto de miocardio, pero todo salió bien, afortunadamente. Siete meses después aterrizaba en China. Casualmente, al lado del hotel había un campo para practicar golf, así que me puse a pegar “palos y pelotazos” a aquello. Al principio me parecía un deporte tonto, pero algo tenía que hacer y después de probarlo me ha acabado gustando, de modo que lo llevo practicando siete años. Juego con dos amigos vietnamitas todos los domingos en Saigón”.

No obstante, las relaciones personales exigen una mente abierta, fácilmente adaptable, para sobrellevar el fuerte choque cultural al que se expone el viajero en el mundo asiático. “Intenté aprender algo de chino, hablarlo no es tan complejo si pones un poco de empeño. Al final soy capaz de cantar tres canciones en chino enteras (risas)”. Sobre su vida en esta república comunista hace balance positivo, pese a la dificultad que entraña vivir en un país con una cultura tan diferente a la propia. “El tiempo que estuve en China, tuve muchos amigos, no me encontré con ningún problema y me sentí muy a gusto e integrado. Esto a pesar de que estaba prácticamente yo solo en la ciudad donde vivía, Huang Yang, que está en la provincia del cantón, muy cerca de Hong Kong. Es una ciudad preciosa y muy bien cuidada”.

La experiencia está siendo similar en Vietnam y se ha habituado a su nuevo hogar. “Cuando llegué a Vietnam fue un poco difícil, allí hablan el vietnamita, aunque utilizan el alfabeto occidental, porque los franceses estuvieron muchos años allí. Pero la pronunciación es mucho más difícil que la del chino. Tiene siete tonos distintos; la misma palabra, depende del tono en que la digas, significa una cosa u otra. Es algo tremendamente complicado. Por ejemplo, “muy” quiere decir “mosquito”, pero “muí” es “nariz”, así que nunca sabes lo que estás diciendo y la gente se ríe, porque se producen situaciones cómicas”.

Bahía de Halong, en Vietnam, uno de las zonas más bellas de Asia. [10]
Bahía de Halong, en Vietnam, uno de las zonas más bellas de Asia.
Vietnam ha dejado atrás la guerra. Atrae a miles de turistas y es uno de los 10 países del mundo que más inversión extranjera recibe. [11]
Vietnam ha dejado atrás la guerra. Atrae a miles de turistas y es uno de los 10 países del mundo que más inversión extranjera recibe.

En su progresiva inmersión en el ambiente de este país de la Península Indochina, José Luis también encuentra un resquicio para sentirse “como en casa”. Al terminar el trabajo, acostumbra a ir al “Pacharán”, un restaurante español situado en el centro de Saigón, que regenta desde hace cuatro años el catalán Andrés. Así, coincide también con otros españoles que han ido a parar allí por diferentes motivos, como es el caso del alcoyano Vicente.

Tras la pista de estos conciudadanos diseminados en la ciudad más grande y poblada de Vietnam fue el equipo de “Españoles en el mundo” y, a través de Vicente, contactaron con José Luis. “Los chicos de este programa necesitaban que estuviera con ellos durante más de un día para enseñarles una parte de Saigón, pero sólo pude ofrecerme durante unas horas, ya que tenía un trabajo que cumplir y no podía ausentarme de la fábrica”. Debido a esta imposibilidad de tiempo, acordaron finalmente que el recorrido por la capital lo haría el gerente del “Pacharán” y después le visitarían en la fábrica. “En la grabación, Andrés dice que van “a visitar a un crack, al tipo que más zapatos hace en Vietnam”, cosa que no es cierta (risas), pero es que soy su mejor cliente”.

Extracto del programa en el que aparece José Luis, a partir del minuto 5, aunque antes ya lo mencionan.

En este link pueden ver el programa completo. [12]
En el vídeo que acompaña a esta noticia se aprecia cómo José Luis les muestra la producción de la fábrica. “Toda la gente que ha visto el programa se queda alucinada y me pregunta si eso es Vietnam, ya que no están acostumbrados a ver una fábrica en esas condiciones, tan bien organizada, con esas dimensiones y tantos trabajadores”.

Estos momentos de recreo y las obligaciones diarias le mantienen la mayor parte del tiempo ocupado, pero siempre tiene presente que, sin duda, la mayor dificultad que ha atravesado durante estos años es la de estar tan lejos de su familia. José Luis se muestra muy agradecido por el apoyo absoluto que siempre ha recibido de los suyos. “He tenido la suerte de tener una mujer que siempre ha sido comprensiva y nunca me ha puesto pegas para nada. Mª Salud me visita un par de veces al año y yo vengo cuatro o cinco, así que estamos separados, pero nos vemos. Nunca olvidaré la conversación que mantuvimos la primera vez, cuando me fui a México… Yo le pregunté: “¿tú que harías?”. Y me contestó de una forma que le agradeceré toda la vida: “si yo fuera tú, ya estaría allí”.

Nota: En la elaboración de este artículo también ha participado Irene Giménez López.