El hombre que camina Petrer

Finalmente liberado de las obligaciones laborales, los últimos 20 años de Helios han basculado entre sus dos grandes amores: su finca, en el campo, y Eufemia, su mujer, en la ciudad. Y menos mal que mi abuela ha sido cautivada por las bondades de la vida hogareña, disfrutando de películas, Internet y los paseos por los parques, porque de ser por Helios estaríamos hablando de una pareja casi de ermitaños. No me equivoco al afirmar que la familia y los amigos lo han mantenido unido a los avatares de la vida contemporánea, pues el resto de cosas que le emocionan están a merced del viento. Su hijo Luis lo ha subido a diario todos estos años, alimentando mutuamente la pasión que sienten por la vida campestre.

Mis primeros recuerdos con él son de aquel entonces. Tenía todo el tiempo del veterano y la energía de un hombre de mediana edad, así que me trató como a un hijo. Recorríamos el Cid, Puça, Cárdenes, Mirabuenos, la Gurrama, Caprala, el Arenal, etc. Aprovechaba para instruirme en la vida, y ante la visión de algo familiar, en la flora y la fauna (y por supuesto siempre volvíamos a casa con algo). Le acompañaba , junto a mis primos, algo más mayores, a hacer oliva y a hacer almendra, sin más ayuda que una tela extendida y una caña para asestar golpes. Después de la jornada al sol nos daba chocolate y galletas, y a veces incluso nos acompañaba a bañarnos a la balsa familiar, donde nos deleitaba con el salto de la rana, que por muchas veces que repitiera siempre nos hacía gracia. O íbamos a la huerta, a buscar las verduras maduras, o a ver como nuestros barcos de madera (que él nos construía) se deslizaban por las zanjas y acequias. Cuando mis primos crecieron, y me abandonaron en el campo los fines de semana tentados de chicas y fiestas en el pueblo, mi abuelo redobló sus esfuerzos. Jugaba mucho conmigo, una vez más adaptándose él, y nunca me aburrí. En una era, cerca de la casa familiar, levantamos un travesaño y dos postes y hacía de portero. Yo me reía mucho entonces, porque paraba mis disparos con un golpe de codo y decía ser seguidor del Atlhetic de Bilbao, que nunca ganaba nada, con lo fácil que era ser del Barça o del Madrid. Sólo años después salí de mi ignorancia y oí hablar de Zamora y de las tardes de fútbol que se vivieron en la Catedral, lo que para mí supuso tomar consciencia también del largo recorrido que Helios llevaba en sus piernas. Así que, volviendo al principio de la narración, me fijaba en él, cuando lo veía aparecer tras la curva, sereno y feliz, como si supiera algo de la vida misma que a mí se escapaba en los años de adolescencia.

Todavía hoy trato de abrir los ojos y agudizar los oídos. Ya no paseamos tanto, ni pasamos tanto tiempo juntos, aunque siempre saco un rato para ver cuál ha sido su nueva creación artística, dibujo o escultura, a la que tanto tiempo dedica ahora. La edad conlleva muchos compromisos, pero, ociosamente, pocas cosas con más encanto que un rato con Helios. No sólo para mí: todas las visitas que suben a L’Avaiol (y no son pocas) quieren saludarlo. Una pléyade de pintores, montañeros, fotógrafos, naturalistas y catedráticos que han hecho de la finca un centro de reunión intelectual, donde Helios ejerce como maestro de ceremonias, haciendo valer su experiencia en cualquier campo que se trate. Si no está, porque ha bajado a Los Olmos buscando espárragos, o al Rincón del Casat para encontrar pebrella, las visitas retrasan su marcha hasta que vuelve y pueden estrechar su mano e intercambiar opiniones. Así es como este campero incansable se mantiene en la brecha: siempre tiene algo que decir o escuchar, siempre tiene algo por hacer. Simplemente, una fuerza de la naturaleza más, activa, que ha erigido su leyenda con la acción de un paso tras otro, hacia delante, y siempre en movimiento. Y en un mundo en el que las acciones hablan más profundamente que las palabras, la historia de Helios ha trascendido del papel y ha fraguado entre árboles, montañas y rocas, donde se sigue escribiendo con unos caracteres íntimos que nadie (incluido yo) puede revelarles.

Helios rodeado de su familia cuando recibió el trofeo "Leyenda del deporte" de El Carrer.
Helios rodeado de su familia cuando recibió el trofeo "Leyenda del deporte" de El Carrer.

3 thoughts on “El hombre que camina Petrer”

  1. Helios Villaplana es sin duda del tipo de personas ,escasas por desgracia, que trasmite una gran serenidad y plenitud.. La de una persona que vive por y

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