Porque volver a Petrer también significaba en él volver a los montes de Petrer. Ya hecho un adulto, y con importantes responsabilidades profesionales, aprovechó siempre su tiempo libre para repatear las zonas que conocía de sus años mozos y recorrer lo que en su día no había visto. Los fines de semana, los períodos festivos del verano… Anduvo, anduvo, anduvo. ¿Y qué hacía, siempre surcando la maleza y asomando su vista desde lo alto de un peñón? Si bien dotado de sensibilidad artística, como se ha señalado, en el área de la pintura y la talla de madera, no debemos imaginarlo como un Paco Mollá con plumilla, abriendo su luz creadora a las esencias del paisaje. Más bien, como hombre pragmático que es (más por aquel entonces, incluso, que ahora), sólo existía el goce de a caminata y el ejercicio, y el vago fin de traer algo para los demás en esas salidas, como es costumbre en él. Al principio lo intentó con la caza, pero, entre que había heredado la destreza de su padre y padecía dificultades visuales (una considerable miopía y dos operaciones de desprendimiento de retina relativamente joven), nunca fue un gran cazador (ha sido su hijo finalmente, porque a mí nunca me ha interesado, el único ojo certero de cuatro generaciones de Villaplana). Así, hacía cazas de espera: las Barraquetes era zona predilecta; las presas (que tantas veces no fueron tal), el tordo en invierno y las tórtolas en verano.
Por supuesto, grandes hechos tuvieron lugar también su vida urbana. Se casó con Eufemia Payá en 1946, quien lo acompaña desde entonces todos estos años, lo que es casi el aspecto fantástico de esta narración, como bromearía mi abuela. Lo cierto es que son el perfecto contrapunto y sólo atisbo una mínima parte de todo lo que ha debido aportarse el uno al otro. Han hecho de la diferencia su virtud, pues comparten no mucho más que su perfil mediático y popular, y sin hacerse sombra ni renunciar a sus pasatiempos personales. Tanto es así, que a mí me ha quedado un poso de atracción hacia lo diferente y hacia el camino menos obvio; apúntelo en la cuenta de estos vitalistas que trajeron tres hijos al mundo en siete años (1947 – 1954): Isabel, Eufemia y Luis.
Un tio como pocos
un saludo amigo
Armando
Desde aqui enviarle un fuerte abrazo, a este hombre muy querido en Petrer.
UN SALUDO HELIOS.
Helios Villaplana es sin duda del tipo de personas ,escasas por desgracia, que trasmite una gran serenidad y plenitud.. La de una persona que vive por y