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El anarquismo español a través de José Espí Reig

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*Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Festa 2002. Texto por Manuel Hidalgo López, ilustraciones por Miguel Davia.

«La libertad: belleza profunda, madre protectora, impulso espiritual, valor que viene el hombre rastreando desde tiempos remotos». José Espí

Existe en este pueblo, o ha existido hasta hace poco tiempo, un grupo numeroso de personas, aquellas que nacieron en las primeras décadas del siglo XX, que al tratar con ellas notas que son muy diferentes a otras generaciones posteriores. Son personas que, pese a vivir en una situación de acentuada pobreza, tuvieron acceso al conocimiento de sistemas de pensamiento libre que les llenaron el alma de ilusiones y esperanzas de una vida más digna y mejor para todos. Cuando estalló la guerra civil del 36, la mayoría de ellos eran jóvenes idealistas dispuestos a dar su vida, si era necesario, para defender su libertad y su dignidad. Desgraciadamente, la triste realidad de la guerra y, sobre todo, de la posguerra, les cercenó aquellos sueños de libertad y los sumergió en un profundo y apartado abismo en penumbras del cual creemos que es conveniente rescatarlos.

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José Espí retratado con el uniforme de comisario político, a pesar de estar en contra de la militarización de la que fue objeto la Columna de Hierro por orden del gobierno republicano.

¿Cómo eran y cómo pensaban estas personas? Este artículo trata de acercarse a una de ellas, muy vinculada a Petrer, el anarquista José Espí Reig, que durante la contienda bélica desempeñó el cargo de comisario político de la Brigada 83, conocida como la Columna de Hierro. Pero en realidad también es un pequeño homenaje a todas las personas de aquella generación tan comprometida con la libertad.

El anarquismo

Generalmente el concepto «anarquía» suele relacionarse con significados de carácter negativo, referidos a la falta de orden, el cometer delitos impunes, la transgresión de las normas o la violencia. Sin embargo, cualquier persona inquieta que se atreva a indagar en la ideología y la historia del movimiento anarquista podrá comprobar que no hay nada más alejado de la realidad que esa imagen distorsionada que se nos presenta desde los medios creadores de opinión. En una sociedad tan fuertemente jerarquizada y centralizada coma la que sufrimos, mediatizada por el Estado y los poderes fácticos, en la que la mayoría de la población no sólo no tiene acceso a la mayor parte de las decisiones políticas y económicas que más nos afectan, sino que en muchas ocasiones no somos dueños ni de nuestras propias vidas, en esta sociedad nombrar el anarquismo es como nombrar la soga en la casa del ahorcado.

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La ideología anarquista tiene sus contradicciones, como todas las ideologías, y se puede estar más o menos de acuerdo con sus postulados, pero no podremos negar que su capacidad de autocrítica, derivada de su compromiso con la libertad, ha dejado valiosa aportaciones al pensamiento moderno. De hecho, muchos movimientos de renovación pedagógica, ecologistas, naturistas, de liberación de la mujer y muchos otros que son muy bien aceptados por la inmensa mayoría de la población, tienen infinidad de deudas con la ideología y el movimiento anarquista.

El estado español es uno de los lugares del mundo donde más se ha vivido la experiencia libertaria, intentar adarar el espeso ramaje de esta ideología y acercarnos al pensamiento anarquista que alimentó la experiencia libertaria, de la manera más objetiva posible, son otros de los objetivos de este trabajo.

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La ideología anarquista

El anarquismo como movimiento comienza a surgir tras la caída del Antiguo Régimen. Tras la revolución francesa y al acceso de la burguesía capitalista al poder político, comienza a desarrollarse un movimiento revolucionario entre los campesinos, artesanos y el incipiente proletariado industrial, que pronto desembocó en dos corrientes ideológicas que entrarán en conflicto durante la segunda mitad del stgto XIX: la centralista o autoritaria, representada por el marxismo, y la libertaria o anarquista.

Intentar describir la teoría esencial del anarquismo es como tratar de recoger todo el aire existente en recipientes. La propia naturaleza de la actitud libertaria, su posición antidogmática y contraria a cualquier teoría rígida y sistemática, y, sobre todo, su insistencia en la libertad de elección y la primacía del criterio individual sobre el de la masa, crea una gama de puntos de vista divergentes que resultan inconcebibles en cualquier sistema de pensamiento rígido. Como doctrina cambia constantemente; como movimiento crece y se desintegra en constante fluctuación, pero nunca desaparece.

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Las circunstancias políticas de principios de 1933 propiciaron el fortalecimiento de las organizaciones anarquistas y comunistas.

A pesar de ello, los anarquistas tienen unas premisas comunes que conforman el núcleo de su ideario. Una de ellas es la firme creencia, derivada de una visión naturalista de la sociedad, de que el ser humano contiene dentro de sí todos los atributos para vivir en libertad y concordia social, por lo tanto, aquellos que intentan imponer leyes que limitan nuestra libertad son los auténticos enemigos de la evolución natural de la sociedad.

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Óleo de Antonio Estrucho titulado 'La República', pintado en 1934.

Otro elemento común a todos los anarquistas y que resulta profundamente moralista es el culto a la sencillez que nace de una actitud un tanto ascética. El anarquista no sólo detesta a los ricos, sino a la propia riqueza. A sus ojos el rico es una víctima de su lujo, como el pobre es de su indigencia. El estado humano ideal es aquel en el que somos dueños de nuestros sentidos y de nuestros apetitos y somos capaces de espiritualizar nuestras vidas. Lo único que se demanda al mundo material son los recursos para satisfacer las necesidades más simples y, de este modo, dedicar más energías al placer de cultivar nuestras mentes y nuestra sensibilidad.

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Davia (2002).

De esta visión idealizada y espiritual de la vida sencilla se deriva que el anarquista busca el progreso, no en términos de crecimiento económico y complejidad de vida, sino en términos de la moralización de la sociedad por la abolición del autoritarismo y las desigualdades económicas. El ansia de libertad, y la necesidad de la lucha para llevar a cabo la liberación de la sociedad, conduce al anarquismo al mundo de la política y, por consiguiente, a una de las contradicciones más importantes de la ideología anarquista y a una de las batallas más enconadas entre marxistas y anarquistas, muy especialmente en España durante la guerra civil del 36. La oposición hacia cualquier forma de dominación o sometimiento político del anarquismo parte de la convicción de que los medios utilizados afectan profundamente a los fines que se persiguen, y sus teóricos argumentan que todas las revoluciones llevadas a cabo por medios políticos han acabado en sistemas totalitarios más o menos encubiertos.

La preocupación por la soberanía individual también conduce al anarquismo al rechazo de los sistemas democráticos capitalistas. Se rechaza a las instituciones parlamentarias porque significan que el individuo abdica de su soberanía al entregarla a un representante y, una vez hecho esto, pueden tomarse, en su nombre, decisiones sobre las que ya no ejerce ningún control. Pero este rechazo va más allá de lo puramente formal, porque el anarquista se opone al derecho de la mayoría de imponer su voluntad a la minoría. Además considera que los sistemas democráticos occidentales están manipulados por los grupos económicos más poderosos, que ejercen su control a través de los medios de comunicación.

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Ferrer i Guardiola es detenido para ser ejecutado.

El anarquismo de Espí

El texto base para acercamos a la ideología de Espí y. muy probablemente, a la de los anarco-sindicalistas del 36, es un manuscrito sin fechar, tamaño cuartilla, en cuya portada se lee: «Guía del militante. Trabajo realizado para los alcoyanos de la Brigada 83, para instruirlos sobre los principios anarquistas».

Al ojear la numerosa documentación amablemente facilitada por la familia de José Espí, la primera impresión que tuve es que estaba ante un maestro vocacional, un autodidacta que había compensado sus escasos recursos con una voluntad fuera de lo corriente. Espí, en sus trabaios. da muestras de conocer muy bien las principales corrientes del pensamiento contemporáneo, y especialmente la anarquista y la marxista.

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‘Estudios. Revista Ecléctica’, fundada en 1922 por los anarquistas alcoyanos.

La mayoría de sus escritos tienen una intención didáctica. Su refugio es la cultura, motor de la auténtica revolución anarquista. Aprender y enseñar es para él casi una obsesión: «Si queremos que nuestra labor sea certera y eficaz, trabajemos en este fin con anhelo y entusiasmo, sin desgastar nuestras energías en sueños de fantasía. Nuestra gran labor -nos dice Espí- está en la transformación y ésta no puede venir hoy con el palo, sino con la cultura […] La libertad está pendiente de la cultura y ésta será con el tiempo la que dará paso a aquélla». La educación y la cultura son, para los anarquistas, las principales herramientas para la transformación de la sociedad, por eso los anarquistas de la segunda mitad del siglo XIX ya subrayaban la necesidad de dotar a las federaciones obreras de los medios necesarios para la educación de sus integrantes, ya que no se podía esperar que el Estado ofreciese a los trabajadores una educación liberadora. Ya en 1872, la Comisión Federal de Sindicatos de la Asociación Internacional de Trabajadores, con sede en Alcoy, aprobó la creación de una escuela socialista revolucionaria. Pero fue la Escuela Moderna fundada por Francesc Ferrer i Guardia (1859-1909) la que mayor impulso e influencia ejerció sobre las escuelas laicas y racionalistas del primer tercio del siglo XX, en la provincia de Alicante. La aportación de Ferrer i Guardia a toda la pedagogía moderna está fuera de toda duda. Su injusta condena a muerte y ejecución por anarquista tras los sucesos conocidos como la semana trágica de Barcelona en 1909 conmocionaron a todo el mundo, y buena prueba de ello es que aquí en Petrer existió una calle dedicada a él durante la II República. Probablemente Espí alimentó sus ansias de saber de alguna de estas escuelas. Tengamos en cuenta que en Elda funcionaba antes de la guerra civil una de las más prestigiosas escuelas racionalistas para obreros de toda España. En ella se daban clases gratuitas a los obreros, porque la pobreza y el analfabetismo eran el enemigo a batir de todos los proyectos culturales. En Elda dieron clases personajes como Antonia Maymón, Eusebio Carbó, Fortunato Barthe, Vicente Galindo (Fon-taura) y José Alberola, todos de reconocido prestigio como innovadores pedagógicos.

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Marxistas y anarquistas

Uno de los aspectos que más llaman la atención de sus trabajos es el rechazo total al marxismo, ideología que combate abiertamente. «Que la dictadura del proletariado -escribe- sea el tránsito hacia el comunismo libertario es una falacia. Pensar que un pueblo educado en el totalitarismo, formado en una dictadura y ambientado en el más profundo de los centralismos de estado, pueda pasar de casi un despotismo oriental a una democracia social es un error». Y sobre Rusia afirma: «En nombre de unos fines humanos se aplastan todos los derechos del hombre. Todas las libertades fueron eliminadas y el hombre número queda sujeto a la voluntad de ese coloso estado ultra capitalista». Es suficientemente conocido el enfrentamiento que se produjo entre anarquistas y otros movimientos de izquierda antiestalinistas con el partido comunista durante la guerra civil del 36. La colectivización y la revolución social fueron dos de las cuestiones principales del mencionado enfrentamiento. El partido comunista quería atraer hacia el bando republicano a amplios sectores de la burguesía y para ello necesitaba dar una imagen de moderación. Para los anarquistas, en cambio, la revolución social era una oportunidad para hacer realidad la utopía revolucionaria.

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Desde que el bando republicano consideró que la guerra estaba perdida se multiplicaron las escenas de españoles que huían de la represión del vencedor y de las consecuencias de su victoria, como la que representa la fotografía.

Al principio de la guerra, los anarquistas ocuparon una posición de fuerza entre las organizaciones del frente popular. La CNT, el sindicato anarquista, jugó un importante papel en la resistencia al golpe de estado militar de Franco, especialmente en Cataluña y en el País Valenciano, y los anarquistas llegaron a formar parte del gobierno republicano. Sin embargo, con el paso del tiempo esa posición de fuerza se fue debilitando. Por un lado, la neutralidad del Reino Unido, Francia y EEUU dejaba a la URSS como única abastecedora de material militar, lo cual reforzaba la posición de los comunistas españoles. Por otro lado, la participación activa de los anarquistas en el gobierno provocó muchas contradicciones dentro del movimiento libertario, a pesar del reconocimiento por parte de la historiografía de la buena gestión de sus ministros. En sus escritos, José Espí no es ajeno a estas contradicciones: «Nosotros nos encontramos en condiciones poco favorables, en comparación con otros movimientos populares. Estos están dotados de un espíritu de autoridad y toda su acción gira alrededor de esta autoridad. Todo el grueso del partido está sujeto a la voluntad de una minoría jerárquica capaz de alcanzar el poder por los medios coercitivos […] Nosotros, como en nuestros sentimientos no entran esas fórmulas políticas, difícilmente podemos hacer algún movimiento subversivo eficaz […] Nuestro triunfo radica en esperar. Por más prisa que tengamos no podemos romper el orden.que nos separa de las otras tendencias. Todas ellas representan meras reformas que se pueden poner en práctica con los mismos valores históricos. No hay nada de nuevo. Somos nosotros, que prescindiendo de los valores del pasado, representamos unas formas nuevas. Por eso no seremos comprendidos hasta que todos los valores históricos se agoten y mueran». Lo cierto es que la experiencia anarcosindicalista de la guerra civil despertó muchas y apasionadas expectativas entre los anarquistas de todo el mundo, pero el fatal desenlace de la contienda también supuso una de las mayores frustraciones para el movimiento libertario.

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Cartel de las publicaciones ‘Tierra y Libertad’ y ‘Tiempos Nuevos’, editadas por las agrupaciones anarquistas.

La revolución social de 1936 fue un movimiento más espontáneo que premeditado, y en este aspecto resultaron decisivos el movimiento y la ideología anarquista. Surgió de entre los militantes obreros de base más que de sus organizaciones oficiales y sus dirigentes, e influyó notablemente en el desarrollo de la guerra: el modo en que se organizaron las milicias y su eficacia; el apoyo internacional al régimen republicano, la organización del Estado, etc. Una de las cuestiones que más se debaten en historiografía en estos momentos es si la revolución social de los primeros meses de guerra influyó para que el bando republicano perdiera la guerra, como sostenían los comunistas, los republicanos de clase media y muchos socialistas, o por el contrario los numerosos impedimentos puestos a la revolución social fueron la causa del fracaso bélico, como defendían los anarquistas, muchos socialistas y los partidarios de movimientos comunistas de izquierda como el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).

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Milicianos de la Columna de Hierro.

La Columna de Hierro y el antimilitarismo anarquista

Otro aspecto que llama la atención de la ideología de José Espí, y probablemente de gran parte del sindicalismo español, es su intenso pacifismo. La teoría y la práctica de este singular hombre es claramente antibelicista incluso durante la guerra, y eso a pesar del importante cargo que ocupó en la Brigada 83, la Columna de Hierro.

Las columnas de milicianos surgieron tras el golpe de Estado militar del 18 de julio del 36 y su actuación fue decisiva para parar el golpe militar. Su organización corrió a cargo de las dos centrales sindicales mayoritarias, CNT y UGT. La Columna de Hierro fue organizada por el sector más ortodoxo de la CNT y de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), auténtico semillero ideológico de la central sindical anarquista. Estaba compuesta por campesinos y obreros industriales. Una de sus acciones fue abrir la cárcel de San Miguel de los Reyes. Un grupo de milicianos llegó hasta allí y abrió las puertas sin ninguna resistencia. La apertura de la cárcel era una cuestión de principios, se trataba del sistema carcelario de un Estado burgués y opresor. La mayoría de presos eran comunes y se unieron a sus libertadores. La unidad de la columna era la centuria (110 milicianos), que a su vez se dividía en grupos de 10. Las decisiones importantes se tomaban en asamblea, así como el nombramiento de todos los cargos. Los comisarios eran los compañeros que más crédito merecían entre los milicianos. Espí formó parte del comité de guerra de la columna nombrado en diciembre de 1936 junto a un tal José Pellicer y José Segarra. La columna disponía de un órgano de prensa propio, Línea de Fuego, cuya sede era una camioneta móvil. Las primeras centurias de la Columna de Hierro Salieron para el frente de Teruel a principios de agosto del 36. Llevaban muchas ilusiones y escaso material bélico. A pesar de ello, consiguieron muchos objetivos militares que no vienen al caso. Tras numerosas presiones, la Columna de Hierro se militarizó en marzo de 1937 y se convirtió en Brigada 83 del ejército.

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Prisioneros liberados por la Columna de Hierro.

Para Juan Tortosa, un socialista que estuvo como voluntario en la Brigada 83, ésta representaba en los últimos meses de la guerra una especie de refugio para muchos petrerenses, sin distinción ideológica. De los escritos de Espí se desprende un profundo convencimiento de la inutilidad de la violencia. «La lucha -nos dice- por medios violentos y coercitivos sólo nos puede conducir al establecimiento de una dictadura […] Derrotar a las fuerzas que tenemos enfrente con los medios bélicos de que disponemos es una locura […] Lo más acertado, lo más humano y lo más eficaz es desterrar de nuestras mentes las actividades terroristas por dos razones: primero porque por estos medios no se debilitará el poder de los grandes estados que disponen de unos ejércitos descomunales; y segundo que no se puede sacrificar a los hombres por unas ideas cuya aplicación en la práctica desconocemos». La libertad, la concienciación y la cultura son para Espí las mejores armas para luchar por una sociedad mejor, que para él es la anarquista. Por otro lado, este intenso antibelicismo confirma las tesis que defienden la influencia del sindicalismo anarquista en los movimientos pacifistas posteriores a la segunda guerra mundial.

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Anarquismo y cristianismo

Otro aspecto del pensamiento de Espí que creo conveniente resaltar es el de sus ideas sobre el cristianismo y la Iglesia. Resulta curioso que este hombre, que respiró el intenso anticlericalismo de la izquierda española del año 36, defienda abiertamente la tolerancia y el respeto hacia el cristianismo y hacia la propia Iglesia. «Nosotros -escribe Espí- no somos enemigos de aquello que pudiéramos llamar la esencia del cristianismo, pues siempre nos fue simpático y nos mereció el más elevado respeto aquel que pagó en la cruz su afán de igualdad y mejoras para la especie humana, Todos sabemos que la cruz era utilizada por Roma contra sus enemigos políticos. Sabemos que Cristo era un hijo del pueblo y por lo tanto era más nuestro que de nadie, pero como en nuestra lucha por la libertad hay infinidad de mártires, en justicia, no podemos rendirle prioridad. No obstante, no dejamos de tener en consideración esta gran figura.

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De la iglesia no somos nada partidarios, entendemos que todas ellas cumplieron su misión histórica. Nos son menos simpáticas aquellas que se esfuerzan en mantener un estado dentro de otro. Pero atendiendo a la lógica, no tenemos más remedio que coexistir con ellas, pues son muchos los hombres que tienen depositada su fe en semejantes creencias, y de estos los hay de gran valía, tanto en el orden moral como en el intelectual, y esto, en razón a la verdad y al respeto mutuo, no puede más que llevarnos al terreno de la buena comprensión».

Pero a pesar de mostrar su tolerancia con las creencias religiosas, Espí no deja de mirar a la institución eclesiástica con la mirada crítica de un revolucionarlo anarquista: «El arraigo de la Iglesia -nos dice- radica en la diferencia de las clases sociales. En sus iglesias admiten a la clase más copetuda y a los más ínfimos hambrientos. Los primeros en busca de una absolución a sus remordimientos de conciencia por sus avaros abusos, y los segundos en pos de una caridad necesaria. Como estas diferencias siguen en pie, la Iglesia subsiste».

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Bibliografía
• ÁLVAREZ JUNCO, José, La ideologia politica del anarquismo español, Madrid, Siglo XXI, 1976.
• ARVÚN, Henri, El anarquismo en el siglo XX, Madrid, Taurus, 1981.
• PAZ, Abel, Crónica de la Columna de Hierro, Barcelona, Virus, 2001.
• W.AA., El anarquismo en Alicante (1868-1945), Alicante, Instituto de Estudios «Juan Gil-Albert», 1986.
• WOODCOCK, George, El anarquismo: historia de las Ideas y movimientos literarios,Barcelona, Ariel, 1979.

DOCUMENTOS

La vida de José Espí
Acercarnos a la vida de José Espí es introducirnos en el interior de una persona idealista que profesa un infinito amor a la vida y a la libertad, a pesar de haber sido maltratado por el tiempo que le tocó vivir. Su formación parece el resultado de una férrea disciplina autodidacta y, tal vez, de la labor de alguna escuela racionalista de la CNT. De su sabiduría bebieron importantes personajes de la vida social y política de Petrer, entre ellos Vicente Maestre y José Antonio Hidalgo, los dos alcaldes de la democracia, hecho que resulta al menos curioso. Pero quizás, el modo más coherente de penetrar en la vida de este hombre sea la lectura de cuatro documentos de fundamental importancia para el objetivo que perseguimos. Los dos primeros son el testimonio directo de dos de las personas que más lo han tratado y más lo han querido, su hija Consuelo y su nieto Rafael. El tercero es un certificado de un tal Francisco Segarra, que presentó la familia de Espí a un jurado militar de posguerra para salvar su vida. El último es una impresionante carta que Salustiano Espí, uno de los dos hermanos que José perdió en la guerra civil del 36, escribió a la familia, justo la noche antes de ser ejecutado.

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Documento 1, por Consuelo Espí Payá

En Petrer vivió José Espí Reig casi toda su vida: desde que nació, en 1902, hasta 1935 que nos fuimos a vivir a Elche. Hubo en el pueblo un bajón de trabajo y fue entonces cuando Elche empezó a despuntar en la fabricación de calzado. Nosotros fuimos casi de las primeras familias de zapateros que marchamos a trabajar allí, y al año de vivir en Elche fue cuando empezó la guerra.

José Espí estuvo cuatro años en la cárcel. Al terminar la guerra vivíamos en Cullera (pueblo de la provincia de Valencia). Hacía unos meses que nos habíamos ido a vivir allí porque en Elche había escasez de todo y en Cullera se habían formado unas colectividades donde se repartía trabajo y comida entre el pueblo, y mi padre pensó que su pequeña familia estaría mejor allí.

El retorno a Elche sí fue una verdadera odisea. Temíamos no poder pasar los controles que había en cada pueblo pero, sorprendentemente, nos fueron dejando ir, sometidos a continuos cacheos personales que nos hicieron pasar muy malos ratos.

Pero en ninguno de estos cacheos encontraron lo más preciado que como recuerdo llevaba mi padre escondido en el coche, esto era una bandera de España, republicana, y en ella está inscrito: 83 Brigada Mixta .Esta bandera era la que llevaba su brigada como banderín. También llevaba una pistola pequeña en su uniforme.

Pero en uno de los últimos controles la bandera la sacaron de debajo del asiento del coche donde estaba escondida y nos dieron un buen susto. Mi padre les explicó que la llevaba como un gran recuerdo de la España que ellos hubieran querido que fuese y no pudo ser. Mi padre les entrego también la pistola y les dijo: «espero que uséis la pistola tantas veces como yo la he usado» Observaron la pistola y se sorprendieron al ver que estaba sin estrenar. Estos señores, impresionados, fueron muy condescendientes e inesperadamente dejaron a mi padre que se la llevara. La familia, después de tantos años, todavía la guarda.

Ya en Elche, él se presentaba todos los días a la policía, pero mi padre siempre volvía porque no tenía ninguna denuncia… Hasta que una noche ya no regresó. Lo detuvieron por haber sido alto cargo de Comisario de División en la Columna de Hierro de la Región Militar de Valencia y haber participado en gran número de batallas -en algunas de las cuales resultó herido-, como la batalla del Ebro, la de Teruel, etc. Y fue recluido en Elche, en una cárcel improvisada conocida como «El Palacio» porque lo había sido en la antigüedad. Allí estuvo hasta que lo sacaron para juzgarlo en Alicante, siete u ocho meses después.

Al poco tiempo de estar ingresado en el Reformatorio de Alicante lo juzgaron y fue condenado a pena de muerte, pero al cabo de un año hicieron una revisión de la causa y la condena se redujo a 30 años y un día. ¡No creáis que esto del día era cualquier cosa!, pues salían a la calle los que sólo tenían 30 años de pena y los que arrastraban el día seguían enconados durante mucho más tiempo. José Espí salió a la calle a finales de 1943, después de que le rebajaran la pena de 30 a 20 años, y finalmente le concedieran un indulto.

Pero no creáis que ahí acabó todo. Después de quedar en libertad, cada vez que había una pequeña revuelta de los pocos comunistas que quedaron afincados en Elche, a mi padre lo volvían a capturar y pasaba otra temporada en el Reformatorio de Alicante. Así ocurrió al menos tres veces, hasta que la familia decidió volver a Petrer, aconsejada por algunos buenos amigos que aquí tenía, y en Petrer ya no volvieron a detenerlo nunca más. Además, su familia estuvo a su lado en todo momento; estaban completamente compenetrados y se ayudaron en todo lo que podían.

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Vicente Espí Reig.

La peor vivencia de la guerra fue la sufrida por sus hermanos. Ellos no eran anarquistas, pero pertenecían al partido socialista, en el que también destacaron. Dos de ellos no tuvieron la misma suerte que José Espí de salvar sus vidas. Uno de ellos, llamado Vicente, desapareció en un combate y nunca más se volvió a saber de él, y al otro, el más joven, lo mataron en Alicante, con sólo 22 años, a los pocos meses de terminar la guerra. Ni siquiera estuvo condenado a muerte, directamente lo fusilaron una noche… Una gran desgracia. Fue la única familia de Petrer que perdió a dos hijos, y a punto estuvo de perder también a un tercero.

Mi padre fue uno de los principales dirigentes del sindicato CNT-FAI, tanto en Petrer como en Elche. Fue su importante actividad sindical lo que le llevó a participar muy activamente en la guerra en el bando republicano. Pero en realidad José Espí era apolítico, y sobre todo se sentía sindicalista para proteger al trabajador, que en aquellos años 30 era un verdadero esclavo.

Y llegó la época de la posguerra, ¡qué horror! Mi madre, mi hermana y yo -dos niñas entonces- quedamos en la calle, con la gran escasez de todo que había en esa época, trabajando en los zapatos, una industria incipiente. Pasamos mucha hambre y necesidades, como la generalidad de los españoles.

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Ilustración realizada por Davia, como las del resto del artículo.

Cuando a los cuatro años salió de la cárcel creíamos que íbamos a vivir mejor, pero cada dos por tres lo volvían a encerrar y era el cuento de nunca acabar, hasta que nos vinimos a vivir a Petrer y todo empezó a arreglarse. Mi madre abrió una pequeña tienda de comestibles y empezamos a comer y a vivir algo mejor.

Entre las vivencias de aquellos años quedó en mí muy grabado el que, antes de encerrarlo, recibió unas ofertas tentadoras de miembros de Falange de Elche, que en los primeros días de confusión del final de la guerra le propusieron desarrollar actividades sindicales en el sindicato falangista o vertical. Llegaron a prometerle que si aceptaba no lo encerrarían, pues ellos eran tan novatos en cuestiones sindicales que necesitaban de un técnico. Pero mi padre no aceptó, no podía renunciar a todas las ideas por las que se habían sacrificado tanto los suyos y decidió cumplir la pena que le impusieron.

Tras algunos años en libertad, y con la situación más calmada, desarrolló trabajos en la clandestinidad, colaboró en revistas y periódicos y favoreció a los exilados en todo lo que pudo. José Espí era bastante reservado para todas estas cosas y no nos enterábamos de mucho de lo que hacía.

¡Fue una vida tan intensa! Una de las imágenes que más se grabó en mi memoria en aquel entonces -aunque tenía yo pocos años- fue lo siguiente: le esperábamos los días finales de la guerra para salir hacia el extranjero, como la mayoría de los españoles que podían hacerlo. Íbamos a partir en avión hacia Francia, ¡cuánto sufrimiento nos habríamos ahorrado! Habíamos acudido a Petrer desde Cullera para despedimos de la familia. Ya sabíamos que había salido de España parte del mando de la brigada de mi padre, y mi madre estaba asustada porque él no llegaba, pero creía que por algún motivo no había podido recogernos a nosotras y estaba tranquila pensando que él había salido ya.

Pero aún lo recuerdo. Era media tarde cuando lo vi llegar. «¡Mamá, ha venido el papál». La pobre estaba arriba de la escalera y al verlo cayó en redondo del susto, tras comprobar que estaba aún en España y no se había salvado. Cuando se pudo explicar, lo primero que dijo es que él no tenía por qué huir de España, que no estaba arrepentido de nada y que afrontaba todas las consecuencias de lo hecho. José Espí no quería exiliarse como hicieron todos los altos cargos republicanos, que emprendieron el exilio rumbo a México o Francia, pero él decidió no abandonar España. Comprendimos su postura y la aceptamos, y al día siguiente volvimos a Elche.

Todavía recuerdo el viaje, corríamos en aquel ligero coche para llegar a Elche antes que las tropas de Franco, pero no pudo ser. Ya hablan entrado en Benidorm, y al ver un coche oficial todos nos saludaban con el brazo en alto. El chófer, muerto de miedo, le preguntaba a mi padre «¿Espí, qué hago? », y él decía «¡Saluda!, ¡saludemos todos!», y al grito de «¡Franco!, ¡Franco!» fuimos pasando los pueblos que faltaban hasta llegar a Elche, donde empezó la verdadera odisea, que duró varios años.

Ya no me extiendo más, estoy segura de que habré olvidado cosas más importantes que las que cuento, pero el tiempo no pasa en balde. Espero que esto os dé una pequeña idea de lo que fue la vida de aquella época de una familia de izquierdas que perdió la guerra.

Su hija,

Consuelo Espí Payá

Documento 2, por Rafael Masiá Espí

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Rafael Masiá Espí.

Tuve la suerte de convivir con mi abuelo Pepín hasta los 21 años; de él guardo un muy grato recuerdo, como cualquier nieto de su abuelo. Pero desde pequeño percibía que mi abuelo era algo especial, un señor que nunca fue al colegio, que fue cortador y a la vez tenía una cultura comparable a la que tenía cualquier profesor de instituto; era un apasionado del cine (recuerdo que íbamos al cine Regio y entrábamos gratis por tener el carnet de proyectista); le encantaba la música y era un gran entendido, llegó a dar alguna conferencia sobre música en el club de la juventud de Petrer en los años 60. Era un enamorado de ver los telediarlos y oír las noticias de la radio. Era de las pocas personas que yo veía hacer gimnasia; todos los días del año practicaba una tabla de gimnasia sueca. Guardo en mi retina la imagen de mi abuelo leyendo, sentado en una silla a la sombra de un algarrobo que tenemos en el campo de Salinetas. Era un hombre muy metódico y siempre tenía sus horas de lectura y escritura, su hora de gimnasia y, por supuesto, sus horas de trabajo. Ya de jubilado su trabajo fue el cultivar alguna planta en el jardín de «la coveta» como llamaba a su trocito de tierra situado en Salinetas.

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Era una persona de moral muy recta pero sin mojigaterías, no fumaba ni bebía alcohol en exceso. Siempre decía que los vicios degeneraban a las personas y los esclavizaba a su consumo. Fue una persona que a sus nietos nunca nos indujo en absoluto a compartir sus ideales anarquistas porque no acompañaba el ambiente social de la época y nosotros éramos demasiado jóvenes.

Ya de mayor he leído algo sobre este ideal anarquista, que mi abuelo y otros muchos como él intentaron que fraguase a través del sindicato CNT, lucha sindical que en aquellos momentos tanta falta hacía, como eran los derechos de los trabajadores, la igualdad social, la educación libre y gratuita, la salud pública y muchas de las cosas que en aquella época se contemplaban como algo inalcanzable y difícilmente realizables si no era con la mano firme de un dictador. El tiempo ha demostrado que el estado de bienestar del que ahora gozamos no ha sido porque sí, ha sido producto del esfuerzo de toda una generación de personas, y que muchos de ellos dejaron sus vidas en el esfuerzo de organizar una sociedad mejor. Y ellos, aunque no directamente, porque no pudieron realizarlo, sí que dejaron el ideal y el sentimiento de que nuestro país podía organizarse de una manera distinta a la que la historia condenaba a los españoles a vivir siempre bajo el yugo de un poder autoritario.

Por todo esto que he escrito y a pesar de lo denostado que el concepto de anarquismo ha estado en la historia pienso que no hay ideal y conducta más perfecta que la que los viejos anarquistas como mi abuelo quisieron compartir.

Su nieto,

Rafael Masiá Espí

Documento 3, por Francisco Segarra

Certifico: que encontrándome en una brigada, me castigaron severamente al enterarse de que yo no era de sus ideas y fui perseguido en plan de asesinarme; tuve que dejar dicha brigada y refugiarme en mi hogar, donde estuve unos tres meses, hasta que al enterarse unos milicianos de que yo estaba escondido, fui perseguido de nuevo.

Viéndome ya en peligro de morir a manos de los rojos, me decidí acudir a D. José Espí Reig, al cual le expuse mi situación, sin ocultarle que pertenecía a la JUVENTUD CATÓLICA y también a la DERECHA ILICITANA, con toda valentía y dispuesto a morir por mi ideal.

Mas cual sería mi asombro y alegría al decirme este ya mencionado D. José Espí Reig, comisario de la 83 Brigada: «No te apures, muchacho, yo te salvaré la vida, no hay derecho a matar a nadie», y me llevó consigo bajo su responsabilidad, exponiéndose por mí me ocultó en su brigada con un nombre supuesto y así pude estar tranquilo hasta el final de la guerra, sin ser molestado por nadie.

POR ELLO ATESTIGUO QUE D. JOSÉ ESPÍ REIG ME LIBRÓ DE SER ASESINADO POR LA HORDA ROJA, ENCONTRANDO EN ÉL UN SEGUNDO PADRE PARA MÍ, COMO PARA TODOS LOS QUE A ÉL RECURRÍAMOS.

Y para que conste a los efectos convenientes, firmo la presente en

Elche, a 10 de diciembre de 1941

Francisco Segarra

 

Documento 4, por Salustiano Espí Reig

Queridos Padres, hermanos y sobrinos:

El destino quiere que os deje; lo pide la justicia del caudillo, y todo en España será así. Lo siento por ustedes, que padecerán una criminal tiranía. Todos, ciudadanos, militares y curas, disfrutan de esta noche trágica en la que muchos compañeros caen conmigo. Ya saben todos mis hermanos y sobrinos que la tierra que pisan está regada por la sangre de muchos seres humanos. No pido venganza sangrienta, pero si es mi voluntad que, si es posible, no hagan caso de mitos religiosos.

Yo soy marxista y no me veo equivocado. Todavía me quedan dos hermanos, los que podrían saber deducir de ésta, mi última cuartilla, lo que en ella quiero decir.

Deseo para los trabajadores en el futuro un solo camino: unión de hermanos proletarios; de esta forma un día llegará que nuestra sangre será vengada.

Ustedes y todos saben mi conducta en Petrel, les pido hagan llegar al entendimiento de mis familiares venidos y por venir que jamás por mi pensamiento ha pasado ninguna idea criminal; que siempre ha sido Justo y honrado, y por este delito se me destierra del mundo de los vivos y escarnecido por la religión.

Mucho más extenso quisiera ser, pero el nerviosismo no me deja pensar y no me extiendo más.

Adiós para siempre, en la eternidad les espero. Me voy sin sufrir por mí, pero sí por mis padres y hermanos y sobrinos, a los que les deseo que sean más afortunados que yo.

No se arrepientan de que yo haya sido voluntario para luchar frente a un fascismo como el que esta triste y desolada España sufre; ese es el fascismo mundial y la religión; son los enemigos comunes del trabajador, lo demás es secundario. En los últimos momentos de mi corta existencia (25 años) mis pensamientos son para mi familia en vida, para mi hermano Vicente, para la que fue en vida mi querida novia (Antonia Reig).

Nada más, yo a morir y vosotros a revivir la lucha contra el capitalismo.

Una memoria para mis amigos y un abrazo de amor y fraternidad para mis padres y hermanos y sobrinos.

Hasta la eternidad, Salustiano Espí Reig 15-11-39 (1 ’35 horas madrugada)

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Salustiano Espí Reig.