Doña Emilia Sempere y Gómez, la poetisa de Santa Bárbara

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Portada del libro ‘Poesías inéditas’, obra póstuma de la poetisa que publicó su marido en 1921.

 

En noviembre de 1918, D°. Emilia sufrió un grave impacto que marcaría su vida y su poesía para siempre. Con sólo seis días de diferencia fallecieron sus sobrinos Pepita y Carlitos Payá Testor, de 23 y 1 5 años respectivamente, víctimas de la terrible epidemia de gripe que ese año asoló el país. Nunca podría reponerse. La poetisa se volvió pesimista y su obsesión por la muerte se haría patente incluso en sus poemas, agravándose su ya de por sí delicada salud. Varias son las composiciones en tono elegíaco que dedicó a los jóvenes desaparecidos, entre las que destacamos:

Para Isabel Payá

Dedicada a su sobrina Pepita al cumplir tres meses de su fallecimiento.

¡Qué triste es la vida sin una ilusión!

¡Tres meses sin verte, Pepita querida!

¡Qué triste es la vida sin una ilusión!

¿Por qué me sumiste en el desconsuelo,

tendiendo tu vuelo a etérea región?

¿No sabes, Pepita, que eras mi embeleso?

¿Que yo sin tu beso no puedo vivir?

Tu cariño daba calor a mi alma

y sin él la calma no puede existir.

En tu raudo vuelo te siguió mi llanto

y tal fue el quebranto que entonces sentí,

que pedí al Eterno la muerte me diera,

y me permitiera estar junto a ti.

¡Qué vacío inmenso dejaste, hija mía!

¡Qué inmenso vacío en mi derredor!

Contigo se fueron amor y alegría;

ya sólo en mí pecho anida el dolor.

Adiós, mi Pepita, ángel de consuelo;

mira desde el cielo mi grande aflicción;

contempla mí dicha ya siempre perdida.

¡Qué triste es la vida sin una ilusión!

4 de febrero de 1919

 

A Carlitos Payá

Tres meses ha que moriste,

Carlitos, que te enterraron,

que tus ojos se cerraron

para no volverse a abrir,

y el corazón delirante

de tus padres, siempre amante,

aún cree que has de venir.

Con sublime amor y anhelo

alzan su mirada al cielo

creyendo poderte ver,

pues no llega a convencerse

aquel pecho dolorido,

que su Carlitos querido

se fue para no volver.

Mas, ¡ay!, que son ilusiones

que en amargo desconsuelo

forja la mente, y es fijo,

que hasta no dejar el suelo

no verán más a su hijo.

10 de febrero de 1919

 

La enfermedad y la melancolía fueron consumiendo a la poetisa, que aun así continuó escribiendo, aunque serían sus últimas creaciones. Como dice en el prólogo su obra D. Joaquín Gómez de Torres, «los poemas de Emilia están llenos de sentimiento delicado y tierno». Presintiendo la proximidad de la muerte, fue despidiéndose de todo lo que había amado en la vida de su esposo («¡Qué triste separación lo nuestra, dueño querido!»), de su casa y de su jardín («¡Adiós, jardín amado…! ¡No te veré más!»).

Quizás, a nuestro juicio, uno de sus mejores versos, escrito unos meses antes de fallecer, sea el titulado:

Meditación 

¡Qué tristes las horas..,!

¡Cuán largas me son…!

¡Qué horribles zozobras

en mi corazón!

¡Las noches qué oscuras,

sin luna, sin luz;

envuelto en pavuras

está su capuz!

¡Qué es de la existencia

el triste final,

vela que agoniza

en turbio fanal;

eco que se pierde

en la inmensidad;

nube que lo arrasa

todo sin piedad…!

¡Esta es la semblanza

de la ancianidad!

18 de junio de 1920

Don Melchor Mares González, que fuera administrador de correos y maestro de escuela en Petrer por esas fechas, dice en las «notas biográficas a la autora de este librito»: «Fue tan previsora Dª. Emilia que hizo hasta su epitafio y unos versos para que a su muerte se los dedicase su esposo D. Román, a quien las musas no acompaña­ban como a la finada».

Emilia Sempere y Gómez falleció el 22 de octubre de 1920, a los 71 años de edad, en su domicilio de la plaza de Salamanca, Su lucha terminó por fin y su noble espíritu fue a reunirse con sus amados sobrinos. «Su misión ha terminado en este mun­do falaz», Entre sus papeles se halló su propio epitafio, para recuerdo de todos los que la conocieron y la amaron:

Epitafio

¡Yace aquí la pobre Emilia,

que fue buena y muy leal!

¡Todos la trataron mal,

quitándole la razón,

mas Dios con juicio grave

la juzgará bien, Él sabe

tenía un gran corazón!

1 de noviembre de 1920

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Jardín de «Villa Emilia», situado en la finca de Santa Bárbara.

 

Su esposo, en medio de su profundo dolor, reunió los manuscritos y los publi­có en una edición póstuma unos meses después, ya en el año 1921. Dicha edición, cuya portada reproducimos en este articulo, circuló entre familiares y amigos de la poetisa. Por la belleza y sensibilidad que encierran sería muy recomendable volver a reeditarlos para el público en general.

Agradecimientos

Queremos demostrar todo nuestro agradecimiento a los herederos de Da. Emilia, la familia Amat Payó, por la ayuda prestada con la aportación de importantes datos. También queremos agradecer los consejos y recomendaciones de Da. Ma Carmen Rico Navarro (Biblioteca Pública Municipal de Petrer) y de D. Fernando Matallana Hervás (Bibliotecas Públicas Municipales de Elda).

Bibliografía

– FERRER GARCÍA, TOMÁS: «La Plaza de Dalt: una plaza mágica», Petrer, Festa 97.

– GONZÁLEZ JOVER, ELADIO: «Masones en Petrer», Petrer, Festa 93.

– MARTÍ CEBRIÁN, JUAN ANTONIO: «Da. Emilia Sempere y Gómez», Elda, Revista Fiestas Mayores, 1993.

-NAVARRO PASTOR, ALBERTO: Historia de Elda, 2 v., Alicante, CAPA, 1981

– NAVARRO VILLAPLANA, HIPÓLITO:  1935-1995. 60 años de historia local, Petrer, Ayuntamiento/Caja de Crédito de Petrer, 1996.

– PAVÍA PAVÍA, SALVADOR: Petrer. Los años decisivos: 1923-1939, Alicante, Diputación Provincial/Caja de Crédito de Petrer, 1993.

– SEMPERE Y GÓMEZ, EMILIA: Poesías inéditas (Versos de Emilia), obra póstuma, edición particular, Elche, Imprenta de Matías Gonzálvez, 1921.

 

 

 

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