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Cuando la calle era del peatón

*Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Petrer Mensual nº 34, correspondiente a agosto de 2003. 

Ni el más avezado futurólogo hubiese augurado en el año 1940, cuando en Petrer habían OCHO coches, nada más, que se multiplicarían hasta alcanzar la cifra de 15.282 que son los vehículos censados en el año 2001, según el siguiente desglose: 11.621 automóviles, 2.497 furgones camiones, 5 autobuses, 964 motos, 36 tractores y 159 calificados como «otros».

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Juan Martínez Rico con su mimado «Tomasín», en la costera del Barranc Fort, después de haber simulado una avería para que empujaran.
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Vicente Muñoz Navarro, «El Pintoret», y su esposa, con su flamante primer coche. Año 1943.
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Bella perspectiva del «Tomasín» de Juanito, su coche predilecto, en ese momento con carga chusmera.

 

Dado que el aumento habido entre al año 2000 a 2001, ha sido del 6%, hoy en Petrer hay 15.000 coches, lo cual indica que salimos a medio coche por habitante.

Casi con la misma proporción, ha cambiado su uso y hemos pasado de utilizarlo en casos muy concretos y de máxima utilidad, hasta tal cúmulo de variedades que muchas de ellas resultan peligrosas y hasta me atrevo a decir, temerarias y asesinas.

Situémonos en el lustro 1940/1945, de los OCHO vehículos que en Petrer habían, CINCO eran de servicio público y TRES particulares. Estos eran sus propietarios: Juan Martínez Rico «Juanito», los hermanos José Vicente y Vicente Muñoz Navarro «Els Pintorets», Fernando Guillén Gómez y Luis Amat Gómez «El Majo». Todos ellos componían el gremio de coches de alquiler y servicio de llegada y recogida de pasajeros a la estación de ferrocarril que realizaba El Majo con vehículo especial. Los tres particulares pertenecían a Calzados Luvi, Calzados García y Navarro, y Francisco Agatángelo. Este último lo recuerdo con el aparato de gasógeno adosado detrás, la combustión se producía con cáscaras de almendra.

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Manolo con su estimado sidecar germano, acompañado de su hija, abuela, primo y tíos.
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Juan Martínez Rico, «Juanito», en L’Avaiol. Al fondo el coche de Luis Villaplana (Luvi), marca Mármol. Fue el primer coche que entró en Petrer tras la posguerra.
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Juanito y su inseparable «Tomasín» todo terreno, subiendo el Barranc Fort como si de una recta se tratara.

 

Este colectivo que exhibía en sus coches las siglas S.P (Servicio Público) desempeñó una labor social meritoria, humana y muy sacrificada. Tenían guardia diaria las 24 horas los 365 días del año, si no era bisiesto.

Recordemos algunas de sus anécdotas. Me cuenta la Señora Paquita «La de ojos negros» viuda de Juanito, que una vez hubo que ir a Catí a llevar al médico Don Luis Sempere Berenguer a realizar una visita de urgencia con la fatalidad de que estaba nevando. El camino, ya saben, de carro y en muy malas condiciones. Otra anécdota: cuando se tuvo que llevar a una parturienta a la clínica de Don Antonio Rico Jara, a Monóvar, produciéndose el alumbramiento a mitad del camino en el mismo coche. O esta de José Vicente «El Pintoret»: en un viaje a Madrid, ya de regreso pregunta a los clientes y amigos «¿Pa on tirem? y le contestan «Tira pa Burgos», ya llevaban recorrido más de cuarenta kilómetros cuando se dieron cuenta que realmente iban en dirección a Burgos, dieron media vuelta y broma pasada.

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Manolo «El Pintoret», Edu el pintor y Juan el de la Bassa del Moro, con sus respectivas novias (hoy esposas) con el legendario Manolo Tropa, casi todos montados en su singular sidecar.
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El coche marca Mercedes Benz, propiedad de Manolo «El Pintoret» y también su favorito. Tiene matrícula de Oviedo y perteneció a un prelado.
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Ramillete de coches antiguos, expuestos por Manolo «El Pintoret» en su propio desguace.
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El polifacético ·»Tomasín» de Juanito aparcado a la puerta de su casa en la calle Gabriel Payá número uno, durante unas fiestas de San Bonifacio, convertido en una impresionante litera.

 

Dada mi condición de íntimo amigo de su hijo Manolo, tuve la suerte de contar con su amistad, de lo mucho que de él aprendí. Les transmitiré dos de sus enseñanzas: el coñac, cuando peor sea su calidad puede suplir el líquido de frenos, en caso de emergencia. Si el radiador pierde agua, con un higo seco reblandecido taponaremos por donde sale y asunto solucionado.

Referente a Fernando Guillén Gómez, su viuda, Claudia García, nos cuenta que su esposo tenía predilección por los vehículos marca Ford, con anterioridad a la contienda española tenía su padre Juan Guillén un coche y un autocar de esta casa que cubría el servicio a la estación de Renfe. Ambos vehículos fueron requisados durante la guerra civil. Con motivo de la inauguración de la estación de autobuses de Petrer, la empresa Alsa adjuntó con la invitación para asistir al acto, una fotografía del autocar requisado perfectamente restaurado. En 1940, Fernando Guillén, prosiguió con su actividad adquiriendo otro Ford de color verde oscuro con el que llevaba todas las semanas al señor Prats al Banco de España en Alicante a por dinero para atender la nómina y todos los gastos. Rápidamente le concedió poderes e hizo el servicio en solitario. Más tarde compró otro Ford de color negro que destinó al servicio público completamente legalizado.

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José Vicente Muñoz Navarro, jefe fundador de la saga de chóferes mecánicos «Els Pintorets», que ya va por la tercera generación.
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Paradojas de la vida a Manolo le llaman «El Pintoret» y el que pinta es Edu. El sidecar tiene una bonita «pinta».
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Carnet de conducir de Luis «El majo», expedido en 1924.
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El autocar requisado a Juan Guillén Beviá y restaurado por la empresa ALSA.
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Fernando y otros compañeros bromeando con un burro.

 

OBSERVACIÓN

El coche ha mejorado en muchos de sus aspectos, ante todo en precisión, en chasis-caparazón, o su piel y su esqueleto, es todo retrocesión.

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Fernando, Chuli y Juanito en la Explanada en 1951.
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Impresionante estampa, Juanito y su «Tomasín» bajando las escaleras de la calle Prim hacia El Derrocat en la fiesta de Moros y Cristianos.
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Manolo «El Pintoret» compartiendo una de las primeras clases a su sobrino.
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José Vicente Muñoz «El Pintoret» examinando a su nieto.