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Cerdán Tato: “La libertad y la democracia son una conquista continua, se conquistan cada mañana”

«Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas».

Extracto del poema «Vientos del pueblo me llevan», de Miguel Hernández.

En su obra Viento del pueblo (1937) ya lo expresaba claramente el poeta Miguel Hernández en este romance: hasta el final se mantendría orgulloso de haber encarnado la voz del pueblo (el “viento”) en medio de la barbarie franquista.

No les cabe duda a quienes disfrutaron leyéndolo, aún cuando sus versos estaban prohibidos, de que su nombre no fue manchado con la pena capital dictada aquel 18 de enero de 1940 por un Tribunal Militar. “Miguel está por encima de aquello”, exclama Enrique Cerdán Tato (el profesor, el periodista, el escritor, el cronista de Alicante y un largo etcétera; en suma, otra voz enérgica que, como la del oriolano, emana del pueblo).

Cerdán padece un problema de ciática desde hace más de un año, por lo que, muy a su pesar, ha visto reducida su actividad, otrora frenética. Así pues, hubo de recibirnos en su hogar. Incluso su esposa, Mª Luz Martínez, se alegró de nuestra presencia, alegando con sorna que “es mejor que esté entretenido, porque es más “inaguantable” cuando está sin hacer nada”. Será la falta de costumbre. Y, pese a esta causa de fuerza mayor, se removía en el sofá de su casa mientras repetía con vehemencia: “Miguel está por encima de aquello, sin duda. No obstante, la pena de muerte sigue en los archivos, está vigente, aunque fuera después conmutada por 30 años de cárcel. Es por ello que, de cara al centenario de su nacimiento en 2010, pensamos que el mejor homenaje que podíamos hacerle a Miguel Hernández era proponer que se eliminara toda esa bazofia que el Franquismo vertió sobre él”.

Enrique Cerdán nos atendió amablemente en su casa, junto a su mujer Mari Luz, y en la conversación nos fue dando claves tanto de la vida de Miguel Hernández como de la suya propia. [1]
Enrique Cerdán nos atendió amablemente en su casa, junto a su mujer Mari Luz, y en la conversación nos fue dando claves tanto de la vida de Miguel Hernández como de la suya propia.

Y prosigue, contundente. “La personalidad de Miguel, que era un hombre decente, íntegro, bueno y sencillo y su poesía extraordinaria, que siempre es la tierra, el pueblo, el barro, el fruto…, esa fulgurante poesía, (tan natural, por otra parte); eso no lo puede manchar nadie, pero es una reparación que la democracia tiene con él y con las miles de personas que, aunque no sean conocidos, defendieron la legalidad democrática republicana frente a los que se habían levantado contra ella”.

Nuestro insigne interlocutor alude a la iniciativa que acaban de emprender los herederos del poeta y los representantes de la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica, de la que él mismo forma parte integrante. El pasado 27 de octubre presentaron ante la Subdelegación del Gobierno una solicitud de reparación moral de Miguel Hernández, amparándose en el artículo 4º de la Ley 52/2007 de Memoria Histórica. Dicho artículo reconoce el derecho a obtener una Declaración de reparación y reconocimiento personal a quienes padecieron los efectos de las resoluciones emitidas durante la Guerra Civil y la Dictadura.

El clásico dibujo-retrato de Miguel Hernández. [2]
El clásico dibujo-retrato de Miguel Hernández.

“Para nosotros es una reparación democrática, porque con este gesto ayudamos a echar un poco de “mortero” a los dudosos cimientos democráticos. Quiero que sea un acicate para motivar a todas esas personas que por desconocimiento, a veces por temor, no se han atrevido a reclamarlo, pero que tienen el mismo derecho a exigir este resarcimiento moral, porque con ello se hace justicia y se fortalece la democracia. Nosotros no somos una institución, somos ciudadanos y, como tales, estamos dispuestos a orientar a cualquier persona en este sentido”, argumenta el escritor.

Y es en este interés por informar sobre las facultades que permite la ley donde encontramos el origen del “revuelo”, como él mismo reconoce, que han levantado con el caso de Miguel Hernández. Todo se remonta a unas 6 semanas atrás, momento en que se reunió el colectivo con la familia del poeta. “Cuál fue nuestro asombro al dirigirnos a Lucía Izquierdo (la nuera de Hernández) y comprobar que no estaba al tanto de esta posibilidad; por tanto, que ninguna administración, (Generalitat, Ministerio de Cultura, ayuntamientos, Diputación de Alicante, etc.) le había comunicado nada al respecto, cuando han pasado dos años de vigencia de la ley”. Así fue cómo la iniciativa surgió del pueblo, quizás como a Miguel Hernández más le hubiera ilusionado.

El escritor alicantino estuvo vinculado desde muy pronto al poeta oriolano. [3]

Sobre esta primera vía, la administrativa, que ha de resolver el Ministerio de Justicia, Cerdán Tato considera que no habrá inconvenientes y calcula que, aproximadamente, en tres meses “o antes” estará resuelta. Para ello, se apoya en la experiencia del ex presidente de la Generalitat, Lluís Companys, cuya nieta recibió esta declaración el pasado mes de octubre. “Ahora depende de la presión y de las adhesiones que tengamos. La semana pasada salieron unos 300 o 400 propósitos para todas las universidades españolas y muchas extranjeras, de forma que los rectorados se sumen por escrito y quede constancia de ello”.

No obstante, respecto a la segunda vía, que consiste en la petición de revisión y anulación de la sentencia y compete al Tribunal Supremo, reconoce que “va a costar mucho”. La Comisión Cívica pretende que sea casi simultánea la petición del documento administrativo y esta vía jurídica. En estos momentos, cuentan con un equipo de juristas que están revisando todos los pasos necesarios para redactar el documento  que han de hacer llegar al TS. “Ahí van a empezar los regateos”, apunta Cerdán Tato, “ya que tenemos una justicia muy híbrida, al igual que la sociedad, en la que conviven jueces progresistas y otros más reaccionarios. Además, la ley no contempla la revisión y anulación de las sentencias”.

En el artículo 3º de la citada ley “se declara la ilegitimidad de los tribunales, jurados y cualesquiera otros órganos penales o administrativos que, durante la Guerra Civil, se hubieran constituido para imponer, por motivos políticos, ideológicos o de creencia religiosa, condenas o sanciones de carácter personal, así como la de sus resoluciones”.

La conclusión lógica de este artículo es que si aquella jurisprudencia es declarada ilegítima, las sentencias emitidas por dichos tribunales también deberían serlo. “Verdaderamente, estamos ante una ley que es escasa, alicorta y tímida; me da la impresión de que se ha querido contentar a todos y se ha ido cediendo terreno”, ha proferido el cronista de Alicante.

Así las cosas, a estos esperanzados promotores sólo les queda mirar hacia delante con el deseo de que estos pequeños pasos que acaban de dar se tornen en zancadas en un futuro no muy lejano. El resto de ciudadanos, en cambio, no pueden comprender el respeto que estas personas profesan hacia la figura de Miguel Hernández, ni juzgar con rigor lo que están demandando a la sociedad entera, sin formarse una idea sólida de los acontecimientos pasados.

Sobre los primeros homenajes a Miguel Hernández y la existencia del poeta Mejillón

Para cada uno de los miembros de la Comisión Cívica, quizás deberíamos retrotraernos a un punto diferente para dar sentido a su motivación, pero nos hemos centrado en aquellos que han sido de vital importancia para Cerdán Tato, por ser nuestro actual guía en este pequeño recorrido hernandiano que hemos emprendido. Esto nos lleva allá por los años 50, cuando se realizó el primer homenaje al poeta oriolano, por petición del director del diario Información, que por aquel entonces era Dámaso Santos, “un buen crítico literario”, como recuerda Cerdán Tato. El acto tuvo lugar en el Centro Catalán, que se encontraba en la Casa Carbonell de Alicante y “fue un homenaje muy inocente, puesto que entonces nuestro conocimiento del autor no era muy extenso. Llegaba hasta su primer libro, Perito en lunas y parte de El rayo que no cesa. Hasta ahí llegaba la frontera de lo prohibido; a partir de ahí no existía Miguel Hernández”.

Cerdán Tato hace un inciso y se adentra en el terreno de la anécdota, esencial para comprender su relato. “Había en aquella época en Alicante un personaje muy curioso, un poeta que se llamaba Julio César Hernández Manchón, a quien le sacaron el remoquete de “el poeta Mejillón”. Éste iba en pleno verano con una gabardina que le llegaba hasta los tobillos”. (Risas). “Este hombre entraba en los bares, en los años posteriores a la guerra y, para sorpresa de los allí presentes, decía: “Señores, su atención. Oda a José Antonio”. Entonces, todos se ponían firmes, unos por miedo a que les descubrieran y otros por admiración. Leía al completo la oda que había escrito a José Antonio Primo de Rivera y cuando terminaba, tras los aplausos, en lugar de coger dinero, siempre pedía una ración de mejillones y un vaso de vino. Todos lo invitaban, y se quedaba solo ante 20 docenas de mejillones y 20 vasos de vino”.

Pero retomemos la historia del primer homenaje que se le realizó a Miguel Hernández. En aquel acto estuvieron presentes otros poetas como Manuel Molina y Carlos Sahagún, además del propio Cerdán Tato, quienes recitaron versos de su primera época. “Lo hicieron en diferido porque entonces no se hacían las cosas en directo y, al día siguiente, cuando escuchamos el programa en la única emisora de radio que existía, percibí enseguida que cuando yo decía “Miguel Hernández” había un vacío: “el gran poeta… Hernández”. Miguel desaparecía. Fijaos que es curioso hasta dónde llegaba la censura”.

A los tres o cuatro días, Cerdán Tato se encontró con un abogado conocido de la familia, quien le gritó satisfecho:  “ya era hora de que le hicierais justicia a ese gran poeta, Julio César Hernández Manchón”. Fue entonces cuando nuestro interlocutor comenzó a comprender muchas cosas, puesto que el abogado apuntaba al “poeta Mejillón”, y no se le había ocurrido pensar en Miguel Hernández en absoluto. “Es una anécdota que ilustra cómo era la censura y la confusión que se creaba. Permanecíamos en la mayor ignorancia y no había posibilidad de escapar de ella”.

En el seno de esta clandestinidad, comenzó poco a poco a estudiar la obra de Miguel Hernández y la cercanía a su figura vino acompañada y favorecida por el hecho de que el hijo del oriolano, Manuel Miguel, fue alumno suyo durante tres años y mantuvo una excelente relación con él. Ya en los años 70, el cronista de Alicante también participó en otro homenaje en los cines Riacho de Orihuela, esta vez comprometido (y con intervención policial incluida), formando parte de una corriente estructurada que ya conocía sus obras. Fue allí donde conoció a la entonces novia del hijo de Miguel Hernández, Lucía Izquierdo. “De allí nació una gran amistad y una cercanía muy grande con toda la familia”, reconoce.

Cerdán Tato ha hecho muchas y variadas cosas por la cultura y la democracia; la calle que a su nombre hay en Alicante le reconoce en su labor de Cronista Oficial de la ciudad. [4]
Cerdán Tato ha hecho muchas y variadas cosas por la cultura y la democracia; la calle que a su nombre hay en Alicante le reconoce en su labor de Cronista Oficial de la ciudad.

La recuperación del expediente carcelario y el Centro de Estudios Hernandianos

Otro momento que merece ser recordado por su relación con la actualidad, estuvo protagonizado por el movimiento de recuperación del expediente carcelario del poeta. A principios de los años 90, siendo alcalde de Alicante el socialista José Luis Lassaletta (Cerdán Tato era jefe de prensa), creó una comisión para investigar dónde estaba el expediente jurídico de Hernández y el expediente carcelario, a propuesta de IU. Esa comisión estaba integrada por diferentes personalidades y finalmente consiguió su objetivo, el expediente carcelario, con todas las cárceles por donde había pasado Hernández, y el sumarísimo de urgencia, “que conservo completos”, dice orgulloso. “Podemos considerar este momento como una iniciativa pionera de lo que ahora se está haciendo, que demuestra cómo ya hubo personas preocupadas por ello hace años”.

Asimismo, Cerdán Tato participó en la creación del Centro de Estudios Hernandianos de Elche, que nace para aprovechar el legado de Miguel Hernández (sus manuscritos, correspondencia, etc.), cedido por la familia a la Biblioteca San José de Elche bajo una serie de condiciones. “Queríamos poner en marcha este legado del poeta y que se acercaran investigadores e historiadores a estudiarlo. Pensábamos que allí había una riqueza hernandiana que no se utilizaba”. Este contrato es el que ha prescrito hace unos meses y el legado es el protagonista de infinidad de noticias en los medios, que se han hecho eco del desencuentro entre la familia y el Ayuntamiento de Elche. “Está claro que el legado del poeta es una cuestión que compete a la familia. Ellos están pidiendo que unos expertos tasen el valor del legado (quizás lo que les están ofreciendo es excesivo o es poco) y que ambas partes se reúnan y lo hagan de mutuo acuerdo, porque la tasación de la Biblioteca Nacional, que valoró en 2 millones de euros el legado, se realizó de manera unilateral”.

La “democracia relajada”

En el transcurso de nuestra charla, Enrique (comenzamos a llamarle así, después de casi tres horas en su compañía), se refirió a conceptos sociológicos propios de la modernidad, en la línea del ilicitano Vicente Verdú, prolijo escritor de quien reconoció ser amigo suyo. Considera que vivimos en una “democracia relajada”, conformista. “Creemos que ya está todo conseguido y hemos abandonado muchas cosas. Hay que seguir en esa lucha, porque la libertad no se conquista de una vez para siempre; la libertad y, con ello, tantas cosas, se conquista cada mañana”. Criticó en este punto a quienes hablan del “milagro” de la democracia, al considerar que, lejos de ser un milagro, fue el resultado de un proceso lento, de años de lucha y esfuerzo de muchas voces coincidentes.

Otro vocablo curioso con el que nos ilustró fue el de “Transacción”, referido a la Transición Española. “Tras la muerte del Dictador se produjo lo que yo llamo “Transacción” democrática, porque fue un “toma y daca”. Por ejemplo, los Pactos de la Moncloa supusieron demasiadas concesiones. Una de ellas, la consigna del olvido, bajo la cual se procesó la democracia”.

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"La lucha por la democracia en Alicante", un libro de culto que también tuvo que hacer frente al rechazo violento de algunos.

Su particular “lucha por la democracia”

Hablando de las concesiones que, a su parecer, la Transición había acarreado, Enrique señalaba que “ésta lleva tras de sí una mala estela”, algo que podría interpretarse como una manifestación de radicalismo. Esto lo puede formular sin miedo una persona que dedicó cerca de dos años a reunirse clandestinamente con los hombres y mujeres que sufrieron el azote del franquismo. El dolor de historias familiares que a él mismo le hicieron volver a casa muchos días llorando (como recordaba su mujer), se transformó en el libro, ya antológico, La lucha por la democracia en Alicante (1978). Cuando salió a la luz, tuvo una gran acogida en toda España, pero supuso una época convulsa para él y su familia, que recibieron amenazas constantes por teléfono, avisos de bomba en su casa y en las librerías cuando iba a presentarlo.

“Fue uno de los primeros libros que hablaron del revisionismo. Tuvo un gran impacto y aún sigue siendo un libro de obligada lectura para historiadores, con todos los errores que puede tener. Principalmente, porque entonces casi no había archivos y si los había y te dejaban entrar es que no tenían nada dentro (la quema y el robo de archivos fue tremendo en la “Transacción”)”. De forma que es un libro que se creó sin apenas documentación porque, además, la policía de Alicante y las autoridades lo conocían y le denegaban la entrada. Esta obra de “oralidades” comenzó a gestarse en los años 75-76, de manera clandestina, porque la muerte de Franco todavía pesaba en el ambiente.

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Siempre va donde lo llaman, protagonista de una actividad frenética que sólo ha menguado en el último año por dolores físicos.

No obstante, la obra está considerada por muchas personas como el primer paso en la recuperación de la memoria histórica, con todas las ausencias documentales, provocadas asimismo por errores de los informantes, que “con su mejor voluntad, podían equivocarse de fecha y de nombres”. Una de las más llamativas le sucedió con el relato de una conducción de presos de Elche al Campo de Albatera que se saldó con varios presos muertos tras un intento de fuga fallido. “Uno de ellos se escapó pero la Guardia Civil no lo localizó, de modo que mi informante también lo dio por muerto y yo hice lo propio en mi libro”.

Tiempo después, estando un día en su antiguo despacho del Ayuntamiento de Alicante, llamó a su puerta un hombre elegante preguntando por él: “no sé si usted cree en algo o no, pero yo puedo ser el fantasma de X, a quien usted da por muerto en su libro”. (Risas). Resultó que el hombre se había exiliado a México tras su huída y en una de sus vueltas clandestinas a la patria decidió buscarme y contarme la verdad de lo ocurrido”.

La lucha por la democracia en Alicante es un libro fresco, que retrata las sensaciones primeras de las entrevistas y está repleto de anécdotas. Otra digna de rescatar fue a raíz de la visita a un hombre del PC, que localizó a través de su nombre de guerra en el barrio alicantino de La Florida. Este señor le contó su historia y lo mucho que recordaba a un camarada que había caído en la contienda. “En el mismo barrio, a los dos meses, fui a ver a otro que me contó la misma historia y resultó ser el compañero del alma del primero. Estaba a dos manzanas, ambos acordándose el uno del otro, y vivían desde hacía 30 años al lado, sin haberse visto”. Es una muestra de la vida puertas adentro que se hacía en aquella época, por miedo a ser insultados debido a su condición ideológica.

“Es un libro del que me siento muy orgulloso, porque me permitió conocer realidades muy duras de las que no tienes consciencia. Tenía que entrevistarme con gente en lugares inverosímiles, en medio de la soledad y te iban contando sus vidas, mientras lloraban y tú te emocionabas también”, concluye.

Después de su calurosa y sincera acogida, de mantener una conversación que no buscaba la aceptación del otro, sino el mero relato de unos hechos injustos para cualquier demócrata y que, por ende, han de ser reparados por la conciencia social y la opinión pública, muchas de las preguntas que podíamos llevar esbozadas o formuladas en la mente sobre quién es verdaderamente Cerdán Tato, sobraron. Cualquiera que compartiera un momento con él reconocería al instante su inmensa humanidad.

Conocerlo más de cerca, leerle, seguir sus declaraciones, ahondar en su trayectoria laboral y vital, supone encontrarse de frente con un ciudadano que, sirviéndose de su condición de intelectual, lleva media vida soñando con recuperar el honor de quienes murieron víctimas del verso y la palabra.