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1904: El año de los prodigios

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*Nota: Artículo publicado originalmente en la Revista Alborada nº 39 -1994

La Elda que se aprestaba a vivir aquel excepcional año 1904, «apetecido y deseado por nuestros mayores (…) risueña esperanza de nuestra vida y que á no dudarlo hará paréntesis en la larga serie de años», contaba con una población cercana a los 6.400 habitantes, residente en un perímetro urbano delimitado, grosso modo, por el castillo en la parte Norte, al Este el Barrio de la Prosperidad, en plena construcción, final de la calle Pierrat, calle de Cid y barrio de Rafael Romero; la calle Jardines, recientemente abierta al tráfico, con sus adyacentes S. José, Cañada del Conejo, Lope de Vega y Cervantes, así como la calle París, formaban el flanco Sur, mientras que al Oeste las calles Esperanza, Fortaleza y el último tramo de la calle Duque de la Victoria, marcaban el límite de la superficie construida.

Vida municipal

El año comenzó con cambio de alcalde, ya que Vicente Maestre Sempere, que venía ejerciendo el cargo de forma accidental, fue reemplazado el 1° de enero por su compañero del partido conservador maurista José Joaquín González Amat, quien se mantendría en el puesto, durante su primer mandato, hasta 1909. La corporación estaba integrada, además del alcalde, por 11 miembros:
Primer Teniente de Alcalde: Rafael Romero Utrilles

Segundo Teniente de Alcalde: Luis Castelló Payá
Regidor Síndico: Pedro Galiano Gil
Concejales: Honorato Amat Soria, Rigoberto Maestre Bernabé, Vicente Maestre Sempere, Joaquín Vera Amat, Manuel Vera Pérez, Manuel Esteve Beltrán, Roque González Amat y Constantino Pérez Gras.

Al anularse parcialmente las elecciones municipales celebradas en el mes de noviembre anterior, se tuvieron que repetir los comicios el 10 de abril de 1904 en el Distrito 2° o Mediodía. Esta circunscripción estaba formada por dos secciones, la primera votó en la Escuela de Niños (calle Independencia), en tanto que la segunda lo hizo en la Escuela de Niñas (calle Nueva). La Junta de Escrutinio, reunida cuatro días más tarde, proclamó como concejales a los cuatro candidatos más votados: Vicente Maestre Sempere (291 votos), Manuel Beltrán Aravid (288), Rigoberto Maestre Bernabé (286) y Pedro Galiano Gil (260), tres de los cuales ya pertenecían a la corporación, por lo que sólo cesó Manuel Vera Pérez.

De la problemática local y de los asuntos corrientes que abordó el Ayuntamiento en sus sesiones plenarias a lo largo de aquel año destacan, entre otros, la designación de compromisarios para la elección de senadores, el nombramiento de alcaldes de barrio y partidas rurales, el reforzamiento del deslinde con Novelda en el tramo de las canteras de Bateig, la supresión de la plaza de cronista oficial que desempeñaba Miguel Tato y Amat, la nueva división de los colegios electorales, la mejora del camino de la Estación, el abastecimiento de agua potable mediante la colocación de fuentes públicas en los barrios de La Prosperidad y Rafael Romero, así como en la zona del Chapitel, la desestimación de una solicitud presentada por Enrique Mª Ripoll de instalar y mantener la red telefónica local, la propuesta de construir una escuela de enseñanza primaria en el solar del antiguo hospital municipal, el arrendamiento del impuesto de consumos para los tres años siguientes y, finalmente, las reclamaciones de la Delegación Provincial de Hacienda sobre los descubiertos de los años 1896-1898 y 1902.

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Panorámica de la calle Antonio Maura, a principios de siglo.
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Ambiente en el Jardín del Casino Eldense en la década de los 20.

Movimiento obrero y Guardia Civil

A principios de siglo no podemos hablar de la existencia en Elda de organizaciones de izquierda propiamente dichas, pero sí de grupúsculos socialistas y anarquistas, especialmente activos estos últimos. Los trabajadores estaban agrupados en sociedades de socorros mutuos, antesala del sindicalismo de clase, como «El Bien General del Obrero», «La Emancipación», «La Regeneradora», «La Protectora del Obrero» y otras de matiz cristiano, según denota su denominación, como «La Caridad» y «La Consoladora». El proceso de toma de conciencia y dignificación de la clase trabajadora, a veces con ciertos tintes radicales, se pone de manifiesto en textos como el que recoge El Pantano:
«¿Qué es el obrero? El factor por medio del cual se vale el patrono para enriquecerse; el instrumento peor recompensado y el que más utilidad presta; al que injustamente se le atropella cuando con razón pide o exige en huelga la remuneración de su trabajo; el único elemento sano que nos queda, puesto que él es el que da riqueza tanto á nuestro suelo como á nuestra industria; es por último, la inmaculada honradez de la nación».

La presencia de un proletariado cada vez más numeroso, capaz de oponerse a la exigencias patronales y convocar huelgas, como la que se vivió en octubre de 1903, alertó a las autoridades municipales de la conveniencia de disponer en la población de un destacamento permanente de la fuerza pública. Así nos encontramos que, como consecuencia de la petición formulada en el otoño anterior, en la sesión del 19 de junio de 1904 se informa «de habérsele concedido un puesto de la Guardia Civil a esta villa, siendo éste el de Petrel, y que había necesidad de buscar y alquilar casa cuartel para instalar la fuerza». Para ello el alcalde suscribió un contrato de arrendamiento con Damián Tudela Llobregat de un edificio situado en el barrio de Rafael Romero, al principio de la calle Zorrilla, por 800 ptas. anuales, con una duración de 15 años a partir del 1° de julio de 1904 y, después, prorrogado hasta septiembre de 1933, cuando la casacuartel fue trasladada a su actual emplazamiento.

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Embocadura original del escenario del Teatro Castelar.

Casino Eldense y Teatro Castelar

El espíritu emprendedor y societario que ha presidido muchas de las realizaciones eldenses, se dejó notar también en 1904 en la construcción del nuevo edificio del Casino Eldense y el Teatro Castelar. Otro de los efectos sociales del desarrollo de la manufactura zapatera fue el nacimiento de una burguesía industrial que, una vez contó con suficientes miembros necesitó un local propio donde formar un club selecto con «lo más distinguido de la sociedad» y diferenciarse del emergente proletariado fabril. El Casino de Elda venía funcionando en una casa situada en el n° 29 de la calle Colón, lugar que, desde 1901, servía de punto de reunión de una peña de, aproximadamente, 50 amigos y en el que se celebraban tertulias, soirés musicales y veladas literarias. Pero, como dice un periódico de la época, aquello tenía que demostrar que era «algo más que un café», surgiendo en este grupo la idea de construir un edificio de su propiedad, adaptado a sus pretensiones y necesidades, donde se pudieran practicar juegos de salón y llevar a cabo actos culturales, fiestas de sociedad, verbenas, etc. De este proyecto en ciernes se informo a Vicente Maestre Sempere quien ofreció para ello, en las mejores condiciones y mayores facilidades, tres casas que poseía en la calle Nueva con huertos que daban a la de Jardines.

La Sociedad promotora emitió 50 acciones de 100 ptas. cada una, de carácter reintegrable, que fueron suscritas en su totalidad, comprometiéndose los asociados al pago mensual de 1,50 ptas. El edificio primigenio no debía ser nada suntuoso, pues por la descripción que conocemos constaba de dos plantas, cerrado por las cuatro paredes y cubierto por un tejado de cartón cuero que se mantuvo durante tres años. No obstante su modestia, parece que el inmueble colmaba las expectativas de los socios, siendo inaugurado oficialmente en abril de 1904, el domingo de Pascua. El primer presidente del Casino Eldense fue el maestro Juan Vidal Vera.

Distinto origen tuvo el Teatro Castelar. Sus antecedentes se suelen situar en el triunfo que la Banda de Música obtuvo en Alicante en agosto de 1900 y en la falta de un local adecuado para la realización de espectáculos musicales, dramáticos, circenses e, incluso, mítines políticos, que hasta entonces se habían desarrollado en escenarios más o menos improvisados. Parece ser que los inspiradores del plan de edificar un teatro-circo fueron los propios componentes de la agrupación musical Jenaro Vera, Ramón Gorgé e Hipólito Juan, quienes impulsaron la constitución formal, el 10 de mayo de 1901, de la Sociedad Artístico-Recreativa «La Eldense», con el único y exclusivo objetivo de construir un teatro. La entidad quedó configurada con el siguiente cuadro directivo:

Presidente: José Ma. Vera Guarinos
COMISION GESTORA
Presidente:
Joaquín Amat Amat
Vicepresidente: Antonio Maestre
Tesorero:
Lorenzo Juan Poveda
Secretario: José Payá Vidal
Vocales: José Aracil, Hipólito Juan, Constantino Pérez y Enrique Llorens.

El secretario redactó el reglamento de la Sociedad, sacando a la venta un total de 100 acciones por un valor nominal de 250 ptas. cada una, de las que se suscribieron 82 por parte de 71 socios; en concepto de inscripción se abonaron 25 ptas. y una cuota semanal de 1,50 ptas. durante cinco años, si bien se elevo a 2,50 ptas. a partir de 1905. «La Eldense» adquirió 3.090 m2 de terreno en la zona Sur de la población, junto a lo que sería calle Jardines, de los cuales 984 m2 fueron destinados al teatro, mientras que el resto, 2.106 m2 sorteados en parcelas, dieron lugar a la urbanización de lo que se dio en llamar «Barrio del Teatro».

La primera piedra se puso en mayo de 1902 y, dado que el dinero aportado por los socios no fue suficiente para terminar las obras, hubo que recurrir al préstamo. El proyecto técnico fue elaborado por el arquitecto Enrique Sánchez Sedeño, con unas dimensiones de 41x24x13 m., comprendiendo entre otros los siguientes elementos:

– Escenario a la francesa de 14x12x15 m., más 3 m. de foso.
– Patio de butacas, de 24×19 m., con 314 asientos, 12 palcos-platea, 86 localidades de,anfiteatro y 900 de general en la parte alta.

La dirección de las obras y los trabajos de carpintería corrieron a cargo de Juan José Febrer e Hipólito Juan, respectivamente, ambos socios de la entidad; el montaje del decorado fue responsabilidad del Teatro Principal de Valencia y, en concreto, la escenografía y el magnífico telón de boca -valorado en más de 5.000 ptas. de la época- fueron realizados por el artista valenciano Eduardo Amorós. La entrega del edificio a la Sociedad propietaria estaba prevista para septiembre de 1904, aunque parece ser que durante los Carnavales de aquel año ya se celebraron bailes en el recinto construido. La apertura oficial tuvo lugar el 11 de septiembre de 1904, en plenas fiestas del III Centenario, con la zarzuela El milagro de la Virgen, de R. Chapí, representada por la compañía de Pablo Gorgé y Lorenzo Simonetti, en la que figuraban las tiples Ramona y Concha Gorgé, María Carrasco y Josefa Mateu, el barítono Gaspar Rodrigo y los tenores cómicos Huervas y Villasante entre otros. Pero la verdad es que el teatro no estaba terminado. La celeridad que imprimió la aproximación del Centenario y el deseo de la entidad de verlo en funcionamiento cuanto antes, dejaron pendientes graves carencias en lo que se refiere a decoración y acondicionamiento: fachadas sin revocar y paredes sin enlucir, falta de cielo raso y pavimento, deficiente iluminación, etc. El estado era tal que el edificio era prácticamente inutilizable en los meses de invierno y no se daría por acabado hasta 1909. El hecho de que el teatro ostentase el nombre de Emilio Castelar, fallecido en 1899, hay que atribuirlo al deseo de que su recuerdo perviviera entre los eldenses y se debe considerar como un gesto de homenaje y reconocimiento a la figura del gran tribuno.

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Antonio Maura.

El paso de Antonio Maura por la estación de Elda y la concesión del título de ciudad

El jefe del Gobierno pasó por la Estación de Elda en la tarde-noche del 25 de abril de 1904. Maura procedía de las islas Baleares, donde estuvo acompañando al rey en viaje oficial, y había decidido regresar a Madrid a través de Alicante. A las 17,20 h. entraba en el puerto de la capital de la provincia el crucero «Río de la Plata» a bordo del cual había hecho la travesía. Allí fue recibido, al pie de la escalerilla, por el comandante de marina, el gobernador civil y el diputado Juan Poveda, representante en las Cortes del distrito de Villena. En una lancha del mismo crucero, Antonio Maura fue trasladado al Real Club de Regatas, donde le esperaba el alcalde de Alicante, el gobernador militar, el presidente de la audiencia y otras autoridades, así como distintas comisiones. Después de los correspondientes saludos el ilustre viajero pasó al tren que había preparado al efecto la Compañía de Ferrocarriles de la Explanada de España; en ese momento algunas personas profirieron silbidos, arrojaron piedras contra los vagones y se escucharon algunos mueras que se intentaron ahogar con los aplausos de la representación oficial. Las muestras de desagrado se intensificaron al arrancar el convoy, compuesto por dos vagones de primera clase que fueron conducidos a la estación de Madrid para unirlos al tren correo. En el momento de partir, aseguran las crónicas, se dieron sonoros vivas al rey y a Maura que fueron secundados por el público.

Con el político mallorquín viajaba un pariente suyo, el jefe de su escolta y dos agentes de policía; le acompañaba hasta Madrid el mencionado Juan Poveda y se sumaron al grupo el gobernador civil, Juan Tejón Marín, y Luis de Rojas en labores de asistencia hasta el límite de la provincia, pero ambos decidieron bajarse en San Vicente. Poco después de salir el tren de la estación de Alicante, desde un sitio llamado El Disco, un grupo de 30 hombres «lanzaron silbidos, muchas piedras y algún disparo de arma corta», agresión que no causó daños de importancia en el convoy; poco después los revoltosos se dirigieron a las calles de Alicante donde los acontecimientos degeneraron en una verdadera algarada con rotura de algunos escaparates, por lo que tuvo que intervenir la Guardia Civil para dispersarlos, sin que se produjera detención alguna.

La prensa conservadora responsabilizó de estos hechos a los republicanos federales, en tanto que el gobernador civil presentó su carta de dimisión, renuncia que no le fue aceptada por el Ministerio de la Gobernación.

Una vez en Madrid y en respuesta a preguntas de los periodistas sobre su recibimiento en Alicante, el Presidente del Consejo de Ministros manifestó claramente la indignación que le habían producido estos sucesos, calificándolos de verdadera salvajada. Otro periódico recoge, con todas la cautelas, una frase que le atribuyeron a Maura referida a la capital alicantina: No quiero saber nada de aquella gusanera.

No obstante, a lo largo de las paradas reglamentarias del tren correo, la situación se normalizó y tenemos noticias de que Maura fue bien acogido en las estaciones de S. Vicente, Sax y Villena. Al llegar el convoy a la estación de Elda salieron a saludarle el alcalde y los concejales, acompañados por la Banda de Música, por cuya actuación el Ayuntamiento le abonaría 50 ptas. Bien fuera como resultado de aquella magnífica acogida dispensada al jefe del Gobierno o como reconocimiento de la importancia industrial, económica y demográfica que estaba adquiriendo Elda, hay que convenir que la mediación de Maura ante el rey fue decisiva para que éste otorgara la condición de ciudad al municipio que hasta entonces tenía la consideración de villa. En todo caso se trataba de un nombramiento meramente honorífico, cuyo texto íntegro reproducimos a continuación:

Gobierno de la Nación Ministerio de la Gobernación Madrid Su Majestad el Rey (q.D.g.) se ha dignado expedir por este Ministerio el Real Decreto siguiente: «Queriendo dar una prueba de mi Real aprecio a la villa de Elda, provincia de Alicante, y en atención al aumento de su población, importancia industrial y comercial y su constante adhesión a la Monarquía Constitucional: Vengo en concederle a dicha Villa, el título de Ciudad». Dado en San Sebastián a 24 de agosto de mil novecientos cuatro. -ALFONSO.- El Ministro de la Gobernación, Juan Sánchez Guerra. Sr. Alcalde del Ayuntamiento de Elda.

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Carroza de la Industria en la Plaza del Ayuntamiento.

Al llegar este real decreto al Ayuntamiento, la máxima autoridad local convocó una sesión extraordinaria para dar conocimiento oficial a la corporación, pero los ediles no mostraron mucho entusiasmo ya que no se pudo celebrar por falta de quorum, aplazándose para dos días más tarde. El 2 de septiembre, con la mitad de los concejales, se realizó el pleno que tanto anhelaba el alcalde; en su intervención informó del nuevo status de ciudad otorgado a Elda, dejando bien patente que el nombramiento se debía a las gestiones del Sr. Maura «pues dadas las simpatías que ha demostrado por esta población, y a una leve indicación que le hizo la presidencia no cabe duda alguna que á su indicación [sic] se le ha concedido dicha gracia», con lo cual José J. González Amat estaba reivindicando su parte de responsabilidad en este logro. En base a toda su exposición, el alcalde propuso tres puntos que fueron aprobados sin discusión y por unanimidad:

1°) Declarar a Antonio Maura y Montaner Hijo adoptivo de Elda.
2°) Cambiar el nombre de la calle de la Esperanza, «una de las más hermosas de la ciudad», por el de Antonio Maura.
3°) Que se diese el nombre de Capitán Aguilar a una calle que se estaba construyendo en el barrio de Rafael Romero «en agradecimiento a los buenos servicios que prestó dicho Capitán en la penúltima huelga que hubo, evitando un día de luto á la población».

Con posterioridad se acordó poner letreros a la entrada de la población con el título de ciudad, así como proceder a la rotulación de las nuevas denominaciones del callejero. Por último, dado que el jefe del partido conservador había sido nombrado Hijo adoptivo de la ciudad, se le debía expedir esta distinción mediante un diploma que fuera «una cosa digna de tan preclaro personaje», autorizando al presidente de la corporación a buscar un buen calígrafo y que se le pagara del capítulo de Imprevistos. Cinco meses después, el 30 de enero de 1905, el alcalde y el concejal Vicente Maestre Sempere son comisionados para entregar personalmente a Antonio Maura -que por entonces había dejado de ser Presidente del Gobierno- el mencionado pergamino, hecho que se produjo al mes siguiente, a la vez que aprovechaban el desplazamiento a Madrid para recabar la ayuda del Estado en la construcción del nuevo puente de la estación.

Fiestas del III Centenario

Uno de los más importantes acontecimientos previstos para 1904 era la celebración del III Centenario de la Venida de los Santos Patronos durante las fiestas septembrinas de aquel año. Al parecer la idea de conmemorar con unas fiestas extraordinarias la legendaria llegada de las imágenes del Cristo del Buen Suceso y de la Virgen de la Salud fue expresada por Agustín Cavero Casáñez en un discurso pronunciado el 20 de septiembre de 1903. Esta idea fue entusiásticamente acogida por los eldenses y ese mismo mes comenzaron los preparativos con la publicación del primer número de El Centenario, revista que, con carácter mensual y una duración prevista de un año, dirigió Juan Vidal Vera. El Centenario se constituyó en el órgano oficial de las Mayordomías nata y extraordinaria nombrada para 1903-1904, donde se aglutinaron todas las iniciativas, sugerencias e inquietudes tendentes a conseguir una mayor brillantez y esplendor en el desarrollo de las fiestas.

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Revista 'El Centenario' número 12 del año 1904.

La población bullía en actividad. Se organizan por todas partes comisiones de vecinos para adornar sus respectivas calles; surgen grupos de eldenses residentes en Alicante y Barcelona que colaboran económicamente. Por su parte, las Mayordomías establecen distintas comisiones (de suscripción voluntaria, de tómbola y aguinaldos, de rifas, etc.) con el objeto de recaudar fondos. El deseo de allegar recursos monetarios condujo al alcalde a obligar a un circo que estaba instalado en la plaza Sagasta a que realizara una función en beneficio de la Patrona. La Asociación de Hijas de María prometió regalar a la Virgen, y así lo hizo, un corazón de oro exornado con una corona de rubíes y esmeraldas con los nombres de las asociadas. Otras entidades que aportaron su colaboración económica y personal fueron los Gremios de -zapateros y del comercio, los arrendadores de la huerta y la empresa concesionaria de los consumos, además de la obvia participación municipal y eclesiástica. El Centenario convocó un concurso de ideas para incluir en los actos festivos al que concurrieron propuestas más o menos pintorescas, que fueron desestimadas, como la disputa de una carrera hípica, de una carrera de cintas o la apertura de una cuenta de 1.000 ptas. en la caja de ahorros al niño o niña que naciera el 8 de septiembre de ese año. No corrió igual suerte la proposición de celebrar una «Cabalgata histórica», efectuada por Miguel Tato y Amat, que al fin y a la postre se convertiría en el acto más importante y recordado de los festejos.

El resultado de los trabajos de preparación fue un apretado e intenso programa que dio cuerpo a las Fiestas del III Centenario, celebradas con la ciudad completamente engalanada y luciendo una artística iluminación entre los días 6 y 20 de septiembre de 1904, a lo largo de los cuales tuvieron lugar solemnes oficios religiosos (misas, entrada triunfal de los Patronos, tedéum, procesiones, vísperas, novenario, etc.) que alternaron con otros de carácter cívico (Cabalgata histórica, batalla de confetti y serpentinas, etc.), artístico (Alborada, bailes populares, concurso de mantones de Manila, castillos de fuegos artificiales, veladas musicales, disparo de morteretes, etc.), caritativo (reparto de bonos de comida y limosnas entre los pobres) y lúdico (cucañas, despegue de un globo aerostático, etc.).

En las fiestas tomaron parte distintas sociedades musicales, como la Banda «Primitiva» de Alcoy, la del Regimiento de Infantería de la Princesa, con guarnición en Alicante, la Banda Civil de Muchamiel y la Banda de Música local, así como la Orquesta Artística, dirigida por Francisco Santo, y la orquesta y coro preparados para la oportunidad por el maestro Ramón Gorgé, contando con la destacada actuación de la soprano Milagritos Gorgé.

Fuentes y Bibliografía

– Archivo Municipal de Elda:
– Libros de actas, 1903-1905.-
– Expediente de solicitud de cargos municipales por parte de licenciados del Ejército.
– Expediente de arriendo del impuesto de consumos y sus recargos para los años 1905, 1906 y 1907.
– Expediente de rectificación del Padrón de vecinos para 1905.
– Expediente general para el deslinde y amojonamiento de este término municipal.
– Expedientes de elecciones de concejales 1903 y 1904.
– Presupuesto y memoria para fuentes de vecindad.
Boletín Oficial de la Provincia de Alicante, n° 68, 24 de marzo de 1904.
El Centenario. Revista católica… Elda, 1903-1904.
El Centinela. Periódico democrático de La Marina. Benisa, mayo-junio de 1904.
El Correo de Alicante. Diario liberal-conservador. Alicante, 1904.
– CRESPO, Paco, «Un año de grandes acontecimientos». En: Fiestas Mayores, n° 6, 1989.
El Graduador. Periódico científico y literario. Alicante, 1904.
– GRAS SEMPERE, Eduardo, «Cómo nació el Teatro Castelar». En: Alborada, IX, 1963.
– NAVARRO PASTOR, Alberto, «Elda setenta y cinco años ciudad». En: Alborada, XXV,1979.
Historia de Elda. – Alicante, 1981, tomo II .
– NAVARRO PASTOR, A., MARTINEZ MENA, M. y VALERO ESCANDELL, J.R., Elda durante el primer tercio del siglo XX. – Alicante, 1980.
– El Pantano. Periódico acuático. Elda, 1903.
– PAYÁ VIDAL, José, «Lo que puede la voluntad». En: Albor, nº 1, 1933.
– SOLDEVILA, F., El año político de 1904. – Madrid, 1905.
– Villa de Elda. Programa de los festejos que en el año actual y durante los días del 6 al 10 de septiembre celebrara la citada población en honor a sus Excelsos Patronos… Elda, 1904.
El Vinalopó (sic). Revista de ciencias, artes… Elda, 1902-1903.
La Voz de Alicante. Alicante, 1904.