La situación política actual, caracterizada por una crisis económica y social preocupante y un proceso de secesión abierta de una parte de nuestro país, pone de manifiesto la necesidad de recordar que, frente a quienes pretenden destruir las bases de nuestra convivencia, debemos apoyarnos sin complejos en la fortaleza que nos otorga nuestra Constitución. La Constitución de 1978 fue fruto de un consenso a muchas bandas, gracias al cual el pueblo español, en uso de su soberanía, se otorgó así mismo un marco normativo con el que pudieran gobernar partidos de muy diversa ideología y de muy variada concepción de la administración territorial y de la propia esencia de la nación española. Se consiguió compatibilizar el sentimiento abrumadora- mente mayoritario de formar parte de una misma nación, con el derecho de nacionalidades y regiones a un cierto, pero limitado, autogobierno. Por otro lado no se trata de una Constitución cerrada, de una imposición inamovible del pasado. Antes al contrario, nuestra norma suprema recoge la posibilidad de su modificación y actualización a la realidad social y política. Ahora bien, si algo en ella no es modificable es su propia esencia, que es la esencia de nuestra democracia.
Porque el elemento básico de nuestra Carta Magna es el hecho fundamental de que la soberanía, es decir la capacidad de modificar el sistema constitucional, reside únicamente en el pueblo español, y de que por tanto nadie fuera del pueblo español tiene derecho a decidir sobre las cuestiones esenciales de nuestra convivencia como la unidad de la nación o el sistema de gobierno parlamentario y representativo. Por tanto, ninguna comunidad autónoma, ni ningún grupo social o político puede asumir una :competencia, un derecho que es del conjunto del pueblo español, y ningún grupo asambleario o sindical puede pretender suplantar la competencia de las Cortes de España para aprobar las leyes. Porque estas, como dijo la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, son la manifestación de la voluntad general, y no existe ningún medio mejor para conocer esa voluntad general que las elecciones libres mediante sufragio universal.
No podemos pues dejar de celebrar que desde 1978 nuestra Constitución ha sido el instrumento fundamental para asegurar un proyecto en común, un proyecto de futuro en paz y convivencia que debemos defender frente a quienes anteponen su intransigente nacionalismo identitario e insolidario, y frente a quienes, mediante huelgas o algaradas pretenden apropiarse sin título alguno para ello de una representación que el pueblo español, otorga en elecciones libres a los grupos y personas que considera pueden gestionar mejor su destino. Nuestra Constitución, por tanto , es la garantía de concordia, de solidaridad, de libertad , de orden , de progreso y de paz. Por eso en este 34 aniversario animamos a todos a defenderla y celebrarla, y por supuesto también a exigir el pleno cumplimiento de los derechos y garantías en ella reconocidos, porque aplicarla en toda su extensión, actualizarla y mejorarla es la mejor manera de defenderla.