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Diario de un hambriento

Cuando uno está con la mierda hasta el cuello,

ya sólo le queda cantar.

BECKETT

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Uno. Según el convenio laboral vigente para el personal del Excmo. Ayuntamiento de Petrer, «el horario laboral, con carácter general, será de mañana, de lunes a viernes. Para el personal que como consecuencia de sus funciones deba realizar un horario distinto al establecido con carácter general, éste se fijará por Mesa General de Negociación, preservando los mismos derechos que el resto del personal». Dicho así suena muy bien, ya que el convenio supone una verdadera democracia interna en el consistorio. Pero cuando alguien le pega una patada a la Mesa de Negociación y, por ende, a la democracia, se imponen otros sistemas políticos cuyos nombres poseen, todos ellos, desagradables connotaciones.

Dos. ¿Qué hace entonces una persona cuando se encuentra entre la espada y la pared? Yo decidí iniciar una huelga de hambre, ya que en la lista de los derechos humanos inalienables se encuentran el derecho a un trabajo digno y el derecho a la huelga (también de hambre). No lo hacía sólo por mí, sino por mis compañeros de las bibliotecas, por los que tienen que trabajar en jornada partida, por los sábados. Además de todo ello, con la imposición por decreto de los nuevos horarios, ni siquiera teníamos una jornada de trabajo fija, sino que variaba por días, semanas y meses.

Tres. Llevo 3 días sin comer y el hambre incluso duele, pero se puede aguantar. No sabía que esta huelga de hambre iba a tener tanta repercusión mediática, así que la tensión y los nervios son peor que no comer. Me cuesta dormir y, cuando lo consigo, sueño con los paparazzi. Las reacciones no se han hecho de esperar y las hay de todo tipo, pero predominan las que sostienen el refrán: siempre habla quien más tiene que callar. ¿Que deponga mi actitud? ¿Que es injusta? No, si uno hace algo tiene que ser consecuente y coherente consigo mismo.

Cuatro. Tengo la tensión por los suelos y esta noche he tenido algo de fiebre, pero mi familia y mis amigos me apoyan, eso es lo único que importa. En el exterior, rugen las masas enfervorizadas pidiendo mi cabeza, los sumisos al sistema, los que toda la vida se han dejado avasallar por sus jefes y sólo se han quejado con la boca pequeña, los que no han tenido la fuerza de voluntad para estudiar duro y sacar una oposición y los ingenuos que todavía creen que los funcionarios somos la aristocracia de la clase trabajadora.

Cinco. Zumos y café con leche, para templar el cuerpo. Mi hermano, mi cuñada y mi sobrina, que va a cumplir tres años, además de algún amigo, no me han dejado solo en todo el fin de semana, por si me mareaba. Mi sobrina quería darme una de sus galletas y le tuve que decir que no y explicarle que no puedo, que soy celíaco desde hace un par de años (como no hay antecedentes familiares, se debe al estrés laboral). En vez de la galleta, me dio un beso que me supo infinitamente mejor. Tenía razón el poeta Paco Mollá cuando dijo que Dios está en la sonrisa de un niño.

Seis. La sensación de hambre viene y va, pero su furia se apacigua poco a poco. Ahora es cansancio, debilidad general, un simulacro de ingravidez que no llega a ser desagradable del todo. Ante todo tengo que cumplir con mi deber, así que no he faltado ni un minuto a mi trabajo, un trabajo que empezó siendo vocacional y que se está convirtiendo en un suplicio. Encima dicen que no me solidarizo con los millones de parados que hay en España. ¿Es que simplemente por tener trabajo voy a tener que ver pisoteados impunemente mis derechos? No, gracias. Puedo ir y comer de un contenedor, porque no me parece nada humillante, pero no perder mi dignidad.

Siete. Guardé mis últimas reservas de energías para la reunión con mis compañeros, los sindicatos y el concejal, aunque no podía más. Pasara lo que pasara, iba a dejar la huelga de hambre después de una semana sin comer. Por fin se abría una vía a la esperanza, un retorno a la negociación, aunque hay problemas que no se pueden solucionar sin más medios o personal. Y pude lograrlo gracias al apoyo de compañeros, de bibliotecarios de toda España y Latinoamérica que hicieron que la noticia tuviera un alcance global, y de las personas que crearon en Facebook el grupo de «Apoyo al Bibliotecario Famélico». Gracias chicos.