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Dedicado al autónomo y a la microempresa: Consejos prácticos

Mucho más que «empresita de barrio» 

La percepción del tejido empresarial de España, y de Europa, parece protagonizada por las grandes sociedades mercantiles. Y no es así. Al mismo tiempo, el acrónimo PYME derivado de ¨pequeña y mediana empresa¨ se emplea con frecuencia como representativo de ese conjunto de negocios familiares tan conocido por todos nosotros. También en esto la realidad anda distorsionada. La realidad es muy diferente, al menos según la propia Dirección General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa:

– La microempresa sin asalariados o autónomos representa el 53 por ciento del total de empresas de nuestro país.

– La microempresa que cuenta con entre 1 y 9 trabajadores le anda a la zaga con el 42 por ciento.

– La pequeña empresa, entre 10 y 49 trabajadores, cae a valores por debajo del 4 por ciento.

– La mediana empresa, entre 50 y 249 trabajadores, no llega al 1 por ciento.

– Finalmente, el porcentaje de empresas con un número superior a 249 asalariados es del 0,1 por ciento. Son las grandes empresas.

La conclusión es contundente y coloca los puntos sobre las ies. !El 95 por ciento de sociedades o proyectos empresariales de nuestro país cuenta con menos de diez asalariados! Téngase en cuenta que ni siquiera estamos incluyendo a la pequeña ni a la mediana empresa.

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Autónomo… A menudo, no bastan con las 24 horas del día.

Cambiando de tercio, si centráramos la atención sobre la población activa, tanto la fórmula del autónomo como de la microempresa seguirían siendo muy importantes. El total de empleo generado entre ambas se sitúa entre los 6.500.000 y los 7.000.000. Una cifra significativa pues el global de población con trabajo ronda los 15.000.000. Grosso modo: uno de cada dos empleos existentes hay que agradecerlo o bien al autónomo o bien a la microempresa.

Abordemos ahora la cruz de este segmento empresarial que no es otro que la desastrosa tasa de éxito de lo que se llama emprendedurismo, concepto relacionado tanto con el autónomo como con el microempresario. Se estima que sólo 9 de cada 100 nuevos proyectos perdura más allá de los tres años y medio desde su creación. !Cuánta desilusión!, !cuánto dinero malgastado en estériles esfuerzos y sacrificios inútiles!.

La falacia del concepto de PYME

Los datos ponen de manifiesto la vacuidad del término PYME, artificio técnico que distorsiona cualquier análisis económico que aspire a un mínimo rigor. Es obvio que agrupar bajo un mismo paragüas realidades tan diversas no es una buena idea; como si en un mismo cajón guardáramos bragas, medias, calcetines, cinturones, abrigos, bufandas, guantes, zapatos y toallas. El sentido común clama por una distinción entre autónomo y microempresario (AYM) frente a todo lo demás.

Las autoridades harían bien al apoyar particularmente a este grupo de empresarios que, a pesar de su escasa entidad individual, conforman al fin y al cabo un rol fundamental en nuestra economía, en nuestra sociedad. Y no es que albergue ninguna sensibilidad especial, sólo deduzco que cuanto mejores resultados alcancen los AYM, mayores garantías esperaremos en los mecanismos que apuntalan el bienestar social: reducción de niveles de paro, incremento del empleo de calidad frente al eventual, diversificación económica, crecimiento del PIB, mayor competitividad y productividad del mercado nacional, elevados niveles de recaudación… Mejoraríamos en todo. Porque el verdadero motor de nuestra economía, y sociedad (no lo olvidemos), está lejos de la multinacional de turno que anuncia a bombo y platillo una nueva delegación en tal o cual ciudad. Son precisamente los negocios que menos ruido generan, y que parecen no contar políticamente como debieran, los puntales de la economía.

¿De qué modo respaldar a los AYM?. Numerosas son las medidas debatidas, sin embargo echo de menos una que pocas veces ha recibido alguna atención. Me refiero a la formación, lo que equivale ni más ni menos que a la profesionalización. Pues uno puede ser todo un experto en su oficio, pero otra cosa será ocuparse de un negocio, con todos los menesteres ajenos a nuestra profesión que requieren ser resueltos. Los AYM asumen, como es lógico, todos los departamentos que estructuran una gran empresa. Cuestiones técnicas, financieras, directivas, gestión de compras, cobros, impagos, técnicas de comercialización y atención al público o la propia contabilidad han de ser enfrentadas por personas que no tienen el porqué contar con una formación adecuada. ¿Y cree el lector que son cuestiones menores habida cuenta del humilde tamaño de la entidad?, en absoluto. Y digo más, no es extraño que la propia experiencia de los AYM les dote de una delicadísima habilidad para dirigir su negocio, !o cualquier otro por grande que fuera!. No negaré que las conversaciones más instructivas sobre gestión empresarial nunca las he tenido con directivos de alto nivel.

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Una adecuada comercialización (marketing) es la clave para entender la diferencia entre un negocio prometedor y otro ruinoso.

Consejos para autónomos y microempresarios

Autónomos y microempresarios son conscientes que ser un magnífico pastelero no basta para dirigir con éxito una pastelería, ¿cómo es posible? A menudo los negocios se centran en exceso en la calidad del producto o servicio ofrecido, creyendo que conseguir ser los mejores será garantía suficiente para el buen devenir empresarial. Es por eso que suele dedicarse, en ocasiones, valiosísimos recursos en aras de un perfeccionamiento que parece no tener fin. En realidad basta con que aquello que comercialicemos tenga un nivel de calidad suficiente, o, en todo caso, debemos estar seguros de que la excelencia será valorada por el cliente potencial. Si no es así, nuestros esfuerzos no tendrán ningún valor… En cambio, lo que sí será determinante es el complejo proceso que nos separa del cliente. Así, en la mayoría de las ocasiones, una adecuada comercialización (marketing) es la clave para entender la diferencia entre un negocio prometedor y otro ruinoso.

En cualquier caso todo emprendedor debiera anticiparse en la medida de lo posible al futuro, adelantarse a los problemas y aprovechar las oportunidades que brinda el mercado. Para ello es recomendable que, microempresario o autónomo, se redefinan continuamente los tres planes directores del proyecto:

1. Plan Estratégico.

2. Plan de Negocio.

3. Plan Comercial.

El Plan Estratégico no recibe la atención que merece, por más que en otras áreas temáticas aceptemos con naturalidad que la estrategia es fundamental… Una buena decisión no sólo dependerá de las circunstancias internas de mi negocio, sino que será más o menos acertada según el comportamiento del cliente potencial y, cómo no, de los movimientos de la competencia. Todo Plan Estratégico responderá a las siguientes preguntas:

a) ¿Qué empresa tengo y qué empresa quiero para un futuro?.

b) ¿Qué productos o servicios ofrezco y qué me gustaría ofertar?

c) ¿Cuál es mi actual mercado y adónde quisiera llegar?.

d) ¿De qué medios dispongo hoy y cuáles necesitaré?.

Es fácil entender que las múltiples y diversas decisiones a enfrentar en cualquier actividad económica debieran ser coherentes con nuestra estrategia. Concretar un Plan Estratégico nos ayudará a escoger el camino correcto.

El Plan de Negocio es una proyección debidamente cuantificada y estudiada de lo que esperamos conseguir. Será necesario identificar los ingresos previstos, gastos, medios de los que esperamos disfrutar, concretar y limitar nuestro producto o proponer más de uno que puedan establecer sinergias, cuantificar y valorar la inversión inicial, las necesidades de financiación, los intereses a afrontar en el caso de carecer de liquidez… El objetivo será evitar aquello que comúnmente se describe como ”tirarse a la piscina”. O lo que es lo mismo, arriesgar nuestro patrimonio sin más motivo que un pálpito o la feliz idea del amigo con el que cenamos ayer. ¿Por qué trabajar a ciegas?.

Es irrenunciable la identificacion de los medios económicos y humanos que requerirá el proyecto, así como la facturación y beneficio estimado en un determinado plazo. No hace mucho le preguntaba a un valiente autónomo por sus resultados tras cinco años de dura lucha, de inacabables jornadas y de continua inversión de los ahorros de toda una vida. Su respuesta fue ésta: “ahora empezaba a recuperarme, pero acabo de comprarme una nueva máquina porque quiero dar todavía mejor servicio…”. Le preguntaré a usted, lector: ¿cree que mi interlocutor volvería a tomar la misma determinación de haber sabido el amargo camino que le esperaba?. Tal vez se hubiera decantado por otra actividad, o sencillamente hubiera continuado en el sector pero como trabajador por cuenta ajena. Por lo pronto sólo él sabe la respuesta.

Por último llegamos al Plan Comercial. No son pocos los AYM testigos de cómo el fruto de su trabajo no llega adecuadamente al consumidor, que o bien lo desconoce o lo percibe inferior a la competencia. Probablemente la mentalidad latina de los negocios, a diferencia de la americana, no ha enfatizado lo suficiente la parte comercial del poliedro que es la empresa. Apoyarse en un ejército de agentes comerciales o siquiera en un gran fichaje que viene de tal gran empresa son sinónimos de fracaso. Será obligado el establecimiento de unos objetivos, implementar la sección comercial con recursos suficientes (calidad frente a cantidad) y controlar la consecución de aquéllos. Por supuesto, las nuevas tecnologías de la información y comunicación ofrecen un inestimable apoyo al conjunto de autónomos y microempresarios; pues para llegar a un vasto número de personas ya no es imprescindible la asunción de ingentes recursos financieros. Sin duda alguna, el mundo más favorable  jamás vivido para el emprendedor es el nuestro.

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¿Agobiado? Es comprensible, sin embargo, el mundo más favorable jamás vivido para el emprendedor es el nuestro.

Despedida y cierre

Creo que por hoy es más que suficiente. Espero que cuando lea las últimas líneas eche la cabeza ligeramente hacia atrás, frunza el ceño y se pregunte por algunas cuestiones que atañen a su particular actividad profesional. Quizás nunca se detuvo a elaborar una estrategia, un plan de negocio o creyó que sólo la mala suerte explicaba su último desastre comercial. De todos modos  existe otra situación que podría ser incluso peor que la anterior: mantener las mismas directrices que bien pudieron valer en el pasado.

Más abajo usted podrá añadir algún comentario, una oportunidad que puede aprovechar para solicitar que en el siguiente artículo hagamos hincapié en algún aspecto en concreto. Claro que también será lícito que disienta de parte o de la totalidad de lo aquí expuesto. En cualquier caso, recuerde que el saber no sólo no ocupa lugar sino que es, además, recomendable socio de su negocio.