Dando voz al llanto acallado: el drama del Tíbet

Que los atemorizados dejen de tener miedo

y que los faltos de libertad sean liberados.

Que los débiles encuentren el poder,

y que todos piensen en beneficiarse unos

a otros.

(Santideva, maestro budista del siglo VIII)

 

En las enseñanzas budistas una de las primeras meditaciones que se llevan a cabo es la que tiene por objeto reconocer el valor de tener una vida humana plenamente íntegra. Unos de los puntos más importantes de esta meditación es la reflexión acerca de la fortuna que hemos tenido al haber nacido en un país civilizado en el que gocemos de la libertad para practicar un camino de desarrollo personal como el budista. Las sociedades en las que el budismo ha estado presente desde hace muchos siglos, como es de suponer, se han considerado a sí mismas las más afortunadas pues eran lugares donde el budismo florecía.

Sin embargo, ironías del destino, los habitantes del Tíbet, una de las tierras donde el budismo más se ha desarrollado, a día de hoy no pueden completar adecuadamente esta práctica fundamental. No, hoy el Tíbet no es el mejor lugar para nacer desde esta perspectiva, ya que se encuentra oprimida por el yugo genocida de un estado que no por muy poderoso deja de ser menos ilegítimo. La ola de auto-inmolaciones que asola la zona no es sino el grito desesperado de denuncia de un estado en el que son comunes las desapariciones de civiles; las brutales represiones de estudiantes que simplemente piden el derecho a preservar su cultura (amenazada por una mayoría de etnia han que 62 años antes ocupó Tíbet para supuestamente defender a los tibetanos del imperialismo); las restricciones de acceso de medios extranjeros a la zona; el caso omiso a las llamadas de la ONU para que se permita la entrada de observadores imparciales sobre el terreno; la cancelación de proyectos de desarrollo en aquellos pueblos en los que ha habido inmolados, o los sobornos a las familias de los inmolados para que oculten que las muertes de sus seres queridos han sido para denunciar una situación social insoportable.

A la lista que hemos dado de crímenes y violaciones sistemáticas de los derechos humanos más básicos podríamos sumar muchos más ejemplos, al menos otros 90, uno por cada inmolado en la región durante los últimos meses. Y muchos millares más si contamos los que se han dado durante los 62 años de ocupación china. Sin embargo, una de las cosas que más me llaman la atención de todo este asunto es la nula repercusión mediática que este conflicto está teniendo en los medios nacionales. Establecer el mapa detallado de las causas del porqué de este silencio mediático, es algo que está mucho más allá de mis posibilidades. Pero una de las razones que me hacen comprender este hecho es que el conflicto tibetano es un conflicto al que es difícil adherirse apasionadamente, ya sea por razones de pragmatismo político o de ideología.

Cuando hablo de pragmatismo político, me refiero al hecho de que China haya sido uno de los países que más deuda española ha comprado. Parece ser que cuando hay intereses financieros por en medio, “todos los países comunistas son iguales, pero unos más que otros”, y guardamos en un cajón todos esos ideales de democracia y derechos humanos que sólo sacamos a pasear cuando queremos invadir por razones estratégicas algún país que, según nosotros, no los cumple. Cuando hablo de ideología, me refiero a que este conflicto no ha tenido la simpatía de una izquierda acrítica y cruel que es capaz de ser ciega al sentido de justicia siquiera más básico justificando todo tipo de atrocidades siempre y cuando la bandera del país que las ejerce tenga estrellas y/u hoces y martillos sobre un fondo rojo. Así, quedando el conflicto en tierra de nadie, puede comprenderse por qué asistimos impasibles (y cómplices) a la destrucción de una cultura milenaria de altos valores morales.

Por José Luis Poveda Alfaro, licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia y budista practicante durante más de quince años, habiendo residido varios años en distintos centros y monasterios budistas tanto de España como de Sri Lanka.

2 thoughts on “Dando voz al llanto acallado: el drama del Tíbet”

  1. Mi pregunta, José Luis, es si consideras a la derecha: «acrítica y cruel que es capaz de ser ciega al sentido de justicia siquiera más básico justificando todo tipo de atrocidades»…
    Por que me da la impresión de que cargas un poco las tintas sobre una parte, olvidando la ecuanimidad. Parece que un lado te mereces una condena mayor que el otro.
    Tienes toda la razón en la denuncia que haces de la ocupación del Tibet. Sabrás que hay en el planeta ocupaciones similares, si no mayores, de las que no dices nada. Y eso se debe a que no podemos, suponiendo que queremos, atender a todos los frentes. Reclamamos atención sobre aquello que sentimos más cercano, más afín, por la razón que sea,cultura, lengua, religión…y dejamos en el silencio y el olvido dramas de magnitud igual.

  2. Hola MKED!
    Muchas gracias por tu atención.
    Respecto a lo primero que me preguntas [‘si consideras a la derecha…’], mi respuesta es que no. No creo que la derecha sea intrínsecamente cruel y acrítica. Y lo mismo pienso de la izquierda. Si bien pienso que por naturaleza la derecha es mucho más acrítica que la izquierda. Respecto a la crueldad, las dos tienen ‘joyas de la corona’. La crueldad, para ciertos pensadores tanto de la izquierda como de la derecha, es más bien una virtud.
    En todo caso, como siempre me he considerado próximo a la izquierda, los fallos de ciertas corrientes de ésta me corroen mucho más, y por tanto me siento más aludido por ellos. Ver el racismo, el antiecologismo, el antisemitismo, el odio y la llamada a la sangre en los textos de Engels me impactó mucho más que leerlos en un Charles Maurras o un Hitler. Además, no sé porqué, pero películas sobre el holocausto de los nazis hay miles; sobre el goulag ruso, la revolución cultural de Mao o el genocidio tibetano, pocas.

    Respecto a lo último, creo que tú mismo pones buenas palabras a lo que pienso ‘Y eso se debe a que no podemos, suponiendo que queremos, atender a todos los frentes.’. Al final te centras en aquellos conflictos por los que más afinidad tienes. Sólo comentar que si en un artículo sobre la causa tibetana hubiese hecho un recorrido por todas las ocupaciones del planeta, el artículo hubiese ocupado no 500 palabras sino 500.000.

    Si bien el caso tibetano es uno más de entre muchos que desgraciadamente tienen una repercusión mediática menor incluso que el que nos ocupa, mi objetivo era denunciar un silencio y/o manipulación mediática que en lugar de denunciar una aberrante situación política (como sí suele hacerse con Cuba, por ejemplo, país en el que los DDHH básicos, hasta donde yo sé se respetan mucho más que en China) se empeña en vendernos al gigante asiático como un país ‘cool’, como demuestra las noticias de esta semana en la que se nos presenta a un septuagenario que se ha hecho ‘top model’.
    Muchas gracias por tu atención.
    José L.

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